
por Juan Manuel de Prada
Tomado de Religión en Libertad

En sus Cuatro sermones del Anticristo (recién publicados por El Buey Mudo), John Henry Newman analiza esta impostura religiosa descrita por San Pablo, cuando los hombres se hagan «amadores de sí mismos», negando el poder de Dios «con una apariencia de piedad». Tal «apariencia de piedad» es fácilmente distinguible en los discursos de los políticos; y Cameron, en aquella salutación grotesca al Papa, hacia gala de ella sin rebozo. El objetivo último consiste en otorgar el mismo rango a todos los «credos religiosos», con tal de que se sumen al gran proyecto de «promoción del bienestar del individuo» (o sea, de «adoración del hombre»). Si la Iglesia católica desea seguir siendo considerada ese «aliado» o «socio» habrá de convertirse, según expresión del Apocalipsis, en una ramera que fornica con los reyes de la tierra: esto es, en una mera organización «humanitaria» que renuncia a su misión, para convertirse en una suerte de capataz solidario. Y si se resiste a desempeñar este papel que la última impostura religiosa le ha adjudicado, ya sabe lo que le espera.
Para que la impostura religiosa final triunfe habrá de generalizarse primero la apostasía, que en contra de lo que muchos ingenuos piensan no vendrá impuesta –o no solamente– desde fuera, sino que se desarrollará en el propio seno de la Iglesia. «La persecución más grande a la Iglesia no procede de enemigos externos, sino que nace del pecado en la Iglesia», nos recordaba hace poco Benedicto XVI. Claro que también desde fuera se le puede echar una mano. Este reconocimiento del druidismo como «religión genuina» se presenta como un episodio más –si se quiere especialmente chusco o estrafalario– en el intento de igualar todos los «credos religiosos», con tal de que se sumen al gran proyecto de «promoción del bienestar del individuo». ¿O es que acaso los druidas no pueden ser unos aliados estupendos en la campaña global contra el cambio climático y en la búsqueda para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio? Pues claro que sí. ¡Por Tutatis!
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