
por Juan Manuel de Prada
Tomada de ABC

Para la mentalidad contemporánea, tan embarullada en cuestiones nimias, una noticia tan importante debe antojársele, en efecto, de una nimiedad abrumadora. A fin de cuentas, no es muy probable que en el Estado Vaticano abunden los desórdenes callejeros, ni que se convoquen muchas oposiciones, ni que se recalifiquen muchos terrenos, ni que se hayan de repartir muchas herencias disputadas; tampoco es demasiado probable (¡aunque nunca se sabe!) que Sus Eminencias se dediquen a matarse entre sí, así que ¡allá se las compongan ellos con su derecho canónico, si no quieren aplicar las leyes italianas! Este es el comentario que para la mentalidad contemporánea merece la noticia sobre la que ahora llamamos la atención. Pero la noticia de marras propone otra reflexión de alcance mucho más profundo; tan profundo que casi nadie se ha molestado en zambullirse en sus aguas. Y, sin embargo, esta reflexión es la más acuciante a la que hoy puede enfrentarse el hombre contemporáneo; sólo que el hombre contemporáneo está tan ocupado en dejarse arrastrar por el alud de asuntos nimios con que cada día lo sobresalta la prensa que no tiene tiempo, ni capacidad, para embarcarse en reflexiones de enjundia. Y así, incapacitado para lo que de veras importa, se va deslizando plácidamente hacia el precipicio.
El Vaticano, a través de esta comunicación de apariencia pintoresca, proponía al hombre contemporáneo, y muy especialmente a los católicos, una meditación sobre la desnaturalización progresiva del Derecho, que en sus plasmaciones positivas ha dejado de fundarse en un razonamiento ético objetivo para convertirse en una coartada legal que se legitima en las cambiantes coyunturas sociales. Desde el momento en que el Derecho deja de encarnar juicios universalmente válidos en torno a lo que es justo e injusto, deja de ser razonable; y en esa andadura hacia la sinrazón que los derechos positivos han iniciado se amparan leyes inicuas y se malversa el concepto medular de «derecho humano», que ya no se basa en una ley moral superior, «modelo común para todos los seres humanos», sino en las decisiones cambiantes de los políticos y en las apetencias, intereses, anhelos y meras pulsiones emotivas de una sedicente mayoría que, apoyada en las aritméticas parlamentarias, establece caprichosamente lo que es justo e injusto. Frente a esta concepción desnaturalizada del Derecho, Roma nos recuerda que el Derecho ha de fundarse en unos principios irrenunciables e inmutables que no son objeto de comercio político; y, simbólicamente, renuncia a la aplicación automática de la ley italiana. Pero, más allá de la anécdota, la reflexión que nos propone es de un tamaño gigantesco; tan gigantesco que los periódicos, tan embrollados en nimiedades, no pueden albergarla, no pueden ni siquiera olerla. No vendría mal que los Reyes Magos repartiesen ejemplares de la Política de Aristóteles entre el gremio periodístico.
1 comentarios:
¡Ya ha tardado!
¡No se debe olvidar que el mismísimo Vaticano ha propuesto 'la libertad religiosa', ‘libertad de perdición’! ¡Y, qué la Santa Misa de San Pío V -él, la canonizó- estuvo 40 años, prohibida 'de hecho!,no lo estaba de Derecho!
¡Instaurar todo en Cristo!, San Pío X. Eso, es lo que se precisa hoy la humanidad, otro San Pío X. Los Predicadores que tienen ‘poco fuego’, decía nuestra Santa andariega, no pueden ‘abrasar’ las almas.
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