


San Sebastián, Soldado y Mártir

espués de la persecución de Valeriano, el emperador Galieno, su sucesor, dirigió un rescripto a los obispos por el que les permitía reanudar el culto cristiano y ocupar las iglesias que unos años antes les habían sido confiscadas. Los emperadores siguientes respetaron aquel rescripto y el cristianismo gozó de un largo período de paz. Sí se dieron casos de persecución en provincias, ello fue debido más al celo intempestivo de algún prefecto que a la voluntad expresa del emperador.
Durante los años que transcurrieron del 260 hasta rayar el siglo IV, la Iglesia completó la organización por todo el Imperio y afianzó su prestigio. Había muchos cristianos en todas partes: llegando a ser mayoría en algunas ciudades de Asia Menor. Los había entre los funcionarios públicos, entre los cargos palatinos y en la milicia. Fue preciso edificar nuevos templos espaciosos, pues los locales construidos en el decurso del siglo III no bastaban para atender a la multitud de fieles. Quedaba muy lejos el tiempo aquel en que los cristianos eran mal vistos y acusados de los peores crímenes.
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