
por Juan Manuel de Prada
Tomado de ABC

Y así, engolfado en el «hecho cinegético» -el ministro Bermejo dixit-, el personal aparca sus preocupaciones, mientras la izquierda se dedica a fabricar parados a mansalva, que es el modo más inequívocamente izquierdista de lograr una sociedad igualitaria. Para orquestar estas campañas cinegéticas la izquierda cuenta con el concurso de la prensa adicta, que entra al trapo como aquel becerrillo Idílico indultado por José Tomás, distrayendo al personal de sus trapisondas. Al Papa, por ejemplo, la prensa adicta le monta un aquelarre porque un obispo lefevriano ha reducido las dimensiones del Holocausto; y, mientras tanto, la izquierda puede afirmar risueñamente que la última campaña lanzada por el ejército israelí es un nuevo Holocausto, que como mínimo es una reducción mucho más alevosa que la del obispo lefevriano. Pero el personal se pone a disparar alborozado contra Benedicto XVI, a quien si algo distingue es su reverencia por el judaísmo; y hasta los judíos caen en la trampa, inconscientes de que el Holocausto se ha convertido en la coartada exculpatoria que la izquierda enarbola, a guisa de pelele en el que no cree (o sólo cree farisaicamente), para poder lanzar con impunidad sus proclamas antisemitas. Y así la izquierda procura al personal dos especies venatorias suculentas, la Iglesia católica y el estado de Israel -¡dos pájaros de un tiro!-, mientras puede dedicarse más cómodamente a lo suyo, que es fabricar parados como un descosido.
Y como en lo suyo la izquierda funciona como una máquina perfectamente engrasada, el personal, cada vez más desocupado, necesita para no exasperarse que le pongan a huevo las piezas, como a Fernando VII le ponían las bolas de billar. En este suministro de especies venatorias los chivos expiatorios del PP proporcionan un recambio semanal a la prensa adicta, que cuando denuncia corruptelas siempre mira al mismo lado porque padece tortícolis. Y, entretanto, las trituradoras de los abortorios calientan motores, dispuestas a saltar la valla de los cotos y a convertir el «hecho cinegético» en una escabechina. Todo sea en nombre de la justicia social.
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