

Holgóse la santa doncella con este encerramiento, porque era amiga de soledad y quietud; y fue tanto lo que Dios obró en su alma en aquel retiro, que dando de mano a todos los gustos de la carne, determinó Bárbara consagrarle su pureza.
Andando el tiempo, quísola su padre casar; mas ella se resistió, diciendo que ya tenía esposo y Esposo inmortal. No se puede creer el furor que cobró Dióscoro entendiendo que su hija Bárbara era cristiana. Por no perder la gracia del emperador, hízola prender y conducir al tribunal de Marciano, que era allí presidente, el cual con blandas palabras quiso derribarla; y trocando la blandura y suavidad fingida en crueldad verdadera, mandóla desnudar y azotar con nervios de bueyes, y luego con un cilicio fregar las heridas; con lo cual quedó su cuerpo manando por todas partes arroyos de sangre. Echada de nuevo en la cárcel, le apareció su esposo, Jesucristo y la sanó y le dio fuerzas para los restantes combates.
Otro día, llevada a la segunda audiencia, viéndola el presidente del todo sana, quedó pasmado y de nuevo con halagos procuró inducirla a que adorase los ídolos; mas como respondiese ella con el valor que a esposa de Cristo convenía, mandó a los verdugos que descarnasen sus costados con peines de hierro, y luego la abrasasen con hachas encendidas, y con un martillo golpeasen su cabeza. Estaba en estos tormentos la valerosa virgen, puestos en el cielo sus ojos y el corazón, hablando, dulcemente con su divino Esposo, pidiéndole favor y prometiendo le fidelidad. Adelantando la crueldad del tirano, hízole cortar los pechos y mandó que la sacasen a la vergüenza por las calles públicas de la ciudad, y que la fuesen azotando para mayor vergüenza y escarnio; pero el Señor, la amparó y cubrió su cuerpo con una claridad maravillosa, con que no pudo ser vista de los ojos profanos.
Volviéronla al tribunal, y el presidente la mandó al fin degollar. A todo este espectáculo había estado presente el bárbaro padre. ¡Quién lo creyera! y él fue quien con permiso del juez le dio muerte por su mano. Vengó Dios tanta crueldad, porque al poco tiempo, volviendo el padre del monte a su casa, un rayo del cielo súbitamente le mató, y le privó de la vida temporal y eterna, y lo mismo le aconteció al presidente Marciano.
El cuerpo de santa Bárbara lo recogió un varón religioso y pío, llamado Valenciano, y entre, cánticos y salmos lo colocó honoríficamente En un lugar llamado Gelasio, donde el Señor por su intercesión obró grandes milagros.
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