por D. Rubén Calderón Bouchet
Tomado de Memoria, Año III, Nº 14.

El poema de José Hernández ha sido examinado desde diversos puntos de mira y por hombres que tenían por oficio los densos análisis literarios. Confieso haber leído el Martín Fierro desde que tengo uso de razón y nunca encontré inconvenientes en el uso de un lenguaje que, a pesar del tiempo transcurrido, seguía siendo el de los paisanos de mis pagos. Lo que siempre me resultó más difícil era entender la situación social de Martín Fierro, porque la palabra "gaucho" asume una cantidad de matices que van desde el matrero hasta el patrón de una estancia a quien se le aplica el adjetivo para designar una serie de condiciones morales y corporales que no eluden un cierto tono de nobleza. Recordemos para el caso ese verso que Hernández pone en boca de Cruz cuando narra el entrevero que tuvo con un cantor desbocado en un rancho donde se había improvisado un baile:
Como nunca he sido vil
poco el peligro me espanta,
ya me refalé la manta y
la eché sobre el candil
poco el peligro me espanta,
ya me refalé la manta y
la eché sobre el candil
La crítica social, generalmente de inspiración marxista, hace de Martín Fierro y de Cruz, dos pobres peones perseguidos por las injusticias de una autoridad implacable al servicio de lo que se llamó la "oligarquía vacuna". El "cliché" no es totalmente falso, pero omite algunas connotaciones que un examen más completo del poema nos haría descubrir. En primer lugar, de donde provenían estos paisanos que en todo momento estaban muy bien dispuestos a poner en claro su condición de hombres libres; más todavía: arrogantes y altivos,
"para mí la tierra es chica
y pudiera ser mayor...".
y pudiera ser mayor...".
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