
por S.E.R. Cardenal Rafael Merry del Val
Capítulo XIII
SU HUMILDAD
SU HUMILDAD

No había en su humildad nada de esta actitud superficial, tímida y falsa que sólo es indicio de debilidad y que, algunas veces, puede ser simplemente una forma de autosugestión, de un oculto anhelo de estimación o de un miedo sutil a afrontar la crítica. Amaba demasiado a verdad y era harto sincero en todas sus cosas para afectar una aparienc a exterior de virtud que no sentía.
Ningún esfuerzo le costaba el ser humilde, porque tenía una baja idea de sí mismo. La arraigada convicción de que todos nuestros dones vienen de Dios, le hacía mucho más fácil admirar las dotes que descubría en otras personas que reconocer las que él mismo poseía.
La adulación y la lisonja, tanto en público como en privado, le repugnaban sobremanera, y si alguna persona osaba dirigírsele en esta forma, procuraba, con una respuesta seca o con una réplica humorística, disimular su descontento.
Pero confieso que no me explico cómo nadie se atrevía a adularle, ya que incluso el proferir una palabra de sincera y espontánea admiración, parecía fuera de lugar en su presencia y se apagaba en los labios antes de ser pronunciada; tal era el respeto que inspiraba la sinceridad y dignidad de su carácter. "Como en la hornaza se prueba la plata y en el crisol el oro, así se prueba el hombre por la boca del que le alaba." (Prov. XXVII, 21.)*****
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