Para quienes no hayan leído esta excelente novela (inencontrable en Buenos Aires por mucho tiempo), ambientada en los comienzos de la Guerra Civil, en Madrid, les comento que salió reeditada por Ciudadela en 2006. (N.dE.)
por Tomás Cuesta
Tomado de ABC
doña Josefa Medrano -la camarada Pepa- habría que organizarle un homenaje en vez de ponerla un pleito. Si el nombre de Foxá va hoy de boca en boca, si la memoria histórica ha vencido a la amnesia, a ella, y sólo a ella, hemos de agradecérselo. ¿A qué pedir justicia ante los tribunales ordinarios cuando puede apelarse a la justicia poética? Un homenaje por prohibir un homenaje, ahí queda eso. Del banquillo al banquete y que el ayuntamiento sevillano -¿será por subvenciones?- subvencione el evento. Lo dicho, a disparate, disparate y medio. Agustín de Foxá, que era un guasón inabarcable, amén de un escritor inmenso, es harto probable que suscribiera la propuesta aunque, hoy por hoy, no le quedase otra que excusar su asistencia. Es natural, puesto que, a fin de cuentas, esté donde esté de embajador -ya sea en el quinto infierno o en el séptimo cielo- todo le cae lejos. No obstante, enviaría una adhesión emocionada, sintética y sincera: «¡Viva la Pepa!». A buenas horas le iba enseñar liberalismo la señora Josefa.
Es obvio que la izquierda recuerda a voluntad y olvida a conveniencia. Aún así, es un milagro que la camarada Pepa se haya acordado de que Foxá fue falangista pese a que, a juzgar por su apellido, ella le identificaba con Esquerra. Bien es verdad que, para ejercer de policía ideológica, las lecturas estorban, lo importante es el celo. Alguien que sabe poco, duda menos. Ahí tienen el caso de la camarada Pepa -que no es nada dudosa- como preclaro ejemplo. Fascista y se acabó, a mi no me la pegan. Ni corta ni perezosa, la tal doña Josefa le ha enmendado el título al conde de Foxá (el título de su novela, el nobiliario aún lo conserva) y, a partir de ahora, «Madrid, de corte a checa» llevará por mal nombre «Sevilla, de corta a checa». La historia -afirmaba Marx a rebufo de Hegel- se repite inexorablemente y, tarde o temprano, el drama reaparece transformado en sainete. Pues, oiga usted, tal cual, sin cambiar una coma, de la cruz a la fecha. A la chita callando, doña Josefa es una luminaria del materialismo dialéctico. ¡Qué un homenaje! Habría que erigirle un monumento. O, mejor, una cátedra. ¡Que le den una cátedra a ese pozo de ciencia!
Entre bromas y veras, lo cierto -y lo que duele- es que el cincuentenario de la muerte de Foxá haya cobrado aliento merced a un ejercicio de sectarismo analfabeto. Mientras unos ejercen el monopolio cultural en nombre de una modernidad de chicha y nabo que va de lo rastrero a lo mostrenco, los demás, salvo contadas excepciones, mendigan los favores de los que les desprecian. Remover tumbas es un empeño fácil. Lo difícil es rescatar aquellas voces que yacen en el sepulcro del silencio. Dar rienda suelta al verbo de Foxá (de Foxá y de un interminable etcétera) sin esperar a que su nombre se vea puesto en lenguas por la rampante estupidez de la camarada Pepa. No aceptar, en resumen, que «La melancolía de desaparecer» desaparezca: «Y pensar que después que yo me muera / aún surgirán mañanas luminosas, / que bajo un cielo azul, la primavera, / indiferente a mi mansión postrera, / encarnará en la seda de las rosas».
¿Azules? ¿Primaveras? ¿Rosas? ¿Cielos? ¡Cielos! Eso es el «Cara al sol» vestido de etiqueta. Fascista y se acabó, a mi no me la pegan. La chequista Medrano ha recibido un cheque en blanco del consistorio bético y continúa en sus trece, cortando el bacalao y dale que te pego. «Sevilla, de corta a checa». ¡Viva la Pepa!
0 comentarios:
Publicar un comentario