en la fotografía: voluntarios norteamericanos del batallón Lincoln de las Brigadas Internacionales, en la Rambla de Barcelona.
Tomado del
Blog de Cabildoa Guerra Civil española o Cruzada Nacional, interesó desde el primer instante al mundo entero, particularmente a las naciones europeas. Los países del Eje: Italia, Alemania y Portugal consideraron la causa de Franco como la suya propia, ya que éste perseguía la unidad y en engrandecimiento material y espiritual de la Patria, luchando por conseguir la unidad nacional a través de un Estado unitario como el suyo.
Por otra parte, naciones como Francia, con León Blum, jefe del gobierno socialista en el poder, Rusia y México con regímenes comunistas, apoyarán decididamente al bando republicano y al pueblo levantado en armas contra la tiranía “fascista”. Hasta la lejana e inmensa China tomaría parte a favor de unos de los dos bandos: el republicano. En 1937, Mao Tse Tung escribió una carta al pueblo español en nombre del Partido Comunista Chino en la que afirmaba textualmente: “Nosotros, el Partido Comunista Chino, el Ejército Rojo chino, y los Soviets chinos, estimamos que la guerra dirigida actualmente por el gobierno español es la guerra más sagrada que hay en el mundo. Esta guerra se lleva a cabo, no sólo en nombre de la vida del pueblo español, sino para todos los pueblos explotados del mundo” (cfr. “Cuadernos para el Diálogo” nº 183, 30/10/76). Aquí vemos, pues, que el sentido de “guerra santa” o “cruzada nacional” aplicado a la guerra civil española, no sólo era compartido por los nacionales, sino por los comunistas mismos, aunque con signo y significado totalmente diverso.
Destacando este carácter de universalidad y de fuerte carga ideológica de nuestra contienda está el parecer de un autor moderno, Maurice Berdeche, quien, bajo el título “La Guerra Civil de Occidente”, publicado en la revista “Universitas” nº 40 de junio de 1976, de la Pontificia Universidad Católica Argentina, que tiene estas significativas frases: “Repitámoslo para los que no lo saben o lo han olvidado: la guerra de España fue la primera batalla librada en defensa del Occidente contra la barbarie y la esclavitud. Fue la más diabólica de las batallas por ser la más pura: ninguna política de hegemonía, ninguna anexión mezclaban su veneno al enfrentamiento de dos concepciones de vida, de moral y de civilización. La victoria franquista aseguró, por cuarenta años, la solidez del Occidente… la guerra civil de Occidente comenzó en el instante mismo en que corrió por las ondas la famosa consigna que detuvo bruscamente al terrorismo y a los asesinos: «El 17 a las 17». Todos tomamos partido en ese momento. Y desde ese día cada país quedó dividido en dos campos: los que para conservar la palabra democracia aceptaban los excesos de la libertad, el desorden, el asesinato, la ley de las mafias sindicales de izquierda; el terror, en una palabra; y los que querían gobiernos de salvación pública para asegurar a las naciones de Europa la paz, la verdadera libertad…”
Es curioso y sintomático el comprobar este hecho: ahora que aquí, en España, los católicos parecen sentir rubor y remordimientos de conciencia por haber luchado, ¡y vencido! en la contienda del '36, del extranjero nos tiene que venir la voz significativa que nos recuerde el alcance, el valor y la trascendencia de aquel trágico enfrentamiento español, cuya victoria a favor de los nacionales es reconocida más allá de nuestras fronteras, como la defensa y la victoria de la civilización cristiana occidental. “Esta guerra simbólica —continúa diciendo nuestro autor—, que comenzó hace cuarenta años, dura hoy todavía. Se utilizan contra Franco (y su memoria) las mismas armas, destinadas a atizar el odio antes de que llegue el momento de sacar las ametralladoras: las injurias, las mentiras, las «atrocidades»… La guerra de España es la guerra del mañana, no del ayer… Porque nada ha terminado. La sucesión de España, sea como fuere, será sin duda la señal para que se levante el telón del segundo acto en la guerra civil de Occidente. Los que con tanta ligereza hablan de la muerte del «dictador», no ven que la paz que dio a España, nos la dio al mismo tiempo a nosotros… Su desaparición inicia el tiempo de las aventuras. Y este golpe de gong nos concierne a todos. Hoy como ayer la guerra de España será nuestra guerra…”
Ángel García
(Tomado de su libro “La Iglesia española y el 18 de Julio”)