(Conferencia pronunciada por D. Julián Gil de Sagredo, abogado, Doctor en Derecho, el día 22 de febrero de 1975 en el salón de actos de los Institutos de Navarra)
ALGUNAS MANIFESTACIONES DEL “DESORDEN POLÍTICO ANTICRISTIANO”
por el R.P José María Iraburu
Hechos de los Apóstoles en América
La Cristiada (1926-29)
Es indudable que el siglo XX ha sido el más acentuadamente martirial de toda la historia de la Iglesia. Y conviene recordar en esto que el testimonio impresionante de los mártires de México fue el modelo inmediato para todos los católicos que más tarde habrían de verter su sangre por Cristo. Y en primer lugar, poco después, los mártires españoles, tan numerosos. Antonio Montero, en La historia de la persecución religiosa en España (1936-1939), obra de 1961 recientemente reeditada (BAC 204,19982, p. XIII-XIV) dice que «en toda la historia de la universal Iglesia no hay un solo precedente, ni siquiera en las persecuciones romanas, del sacrificio sangriento, en poco más de un semestre, de doce obispos, cuatro mil sacerdotes y más de dos mil religiosos».
Pero unos años antes (1926-1929), también los mártires mexicanos fueron modelo para tantos otros cientos de miles, millones de cristianos aplastados en nuestro siglo por la Revolución en cualquiera de sus formas, liberal o nazi, socialista o comunista. Nos interesa, pues, mucho conocer la persecución religiosa en México, y entender bien la respuesta de aquellos católicos admirables, que con su sangre siguieron escribiendo los Hechos de los apóstoles en América.
Hallamos información sobre la Cristiada en obras como la de Aquiles P. Moctezuma, El conflicto religioso de 1926; sus orígenes, su desarrollo, su solución; Antonio Ríus Facius, Méjico cristero; historia de la Asociación Católica de la Juventud Mejicana, 1925-1931; Miguel Palomar y Vizcarra, El caso ejemplar mexicano. Poseemos relatos impresionantes de los mismos cristeros, como el de Luis Rivero del Val, Entre las patas de los caballos, que viene a ser el diario del estudiante cristero Manuel Bonilla, o el del campesino Ezequiel Mendoza Barragán, Testimonio cristero; memorias del autor, a cual más admirable. Y disponemos también de excelentes estudios modernos, como el de Jean Meyer, La cristiada, I-III, y Lauro López Beltrán, La persecución religiosa en México.
****Con sencillez impresionante da entrada el tercer evangelio a una escena donde lo humano va poco a poco cediendo paso a lo divino. Era el día de la resurrección de Cristo y, buscando salida a las fuertes y encontradas emociones de toda aquella jornada, dos de los discípulos de Cristo se dirigían aquel mismo día a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén ciento sesenta estadios (Lc. 24,23). Junto al nombre de Cleofás, uno de "los dos", sólo una alusión que deja en la penumbra al compañero. Silencio "intencionado", sin duda, sobre el nombre del "otro" discípulo, que por lo mismo habría que identificar con ei propio San Lucas, autor del relato, Asi lo creyó San Gregorio Magno, apoyado, por lo demás, en el testimonio de "algunos" estudiosos de entonces (ML 75,517), y así despues de él lo aceptó un grupo de autores antiguos y modernos. Cuestión al parecer sin importancia, pero que la tiene en el fondo
Si el "otro" discípulo, compañero de Cleofás, fuese el autor del tercer evangelio, habría que pensar en un Lucas no de origen gentil, sino judío y discípulo en vida del Señor, como, entre otros, lo apuntó San Epifanio (MG 41, 280.908). Es un testimonio que queda muy solo frente al origen del nombre griego Lukas, Lukanos o Lukios y frente a las explícitas afirmaciones de los célebres Prólogos (antiguo y monarquiano ) de Ireneo, del Fragmento Muratoriano, de Eusebio, de Jerónimo... Discípulo, sí, de Cristo, pero no de aquellos "que desde el principio fueron testigos oculares y ministros después de la palabra" (Lc. 1,2), sino a través de Pablo.
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Datos científicos relevantes respecto del sida:
El propósito de este trabajo es analizar -desde el punto de vista bioético-, la prevención del sida a través de la promoción de los preservativos; y, además, comprobar si hay alguna estrategia preventiva, que haya dado buenos resultados. Para facilitar el análisis comienzo con una breve síntesis de los datos científicos relevantes:
-el sida es una enfermedad mortal;
-no hay vacuna preventiva contra el sida, ni la habrá en el corto y mediano plazo; además, es posible que nunca llegue a existir (Diario Médico, Madrid, del 18.02.03);
-el VIH se contagia por cuatro vías: 1) contacto sanguíneo, 2) algunos líquidos orgánicos, 3) por transmisión vertical madre-hijo, y 4) por vía sexual. El grado de riesgo de cada una de ellas es muy variable;
-utilizando medidas profilácticas adecuadas, el riesgo de contagio por transfusión sanguínea y por pacientes sometidos a hemodiálisis, es irrelevante;
-aplicando los nuevos fármacos antirretrovirales, el nacimiento por cesárea programada, y la alimentación artificial desde el nacimiento, la tasa de transmisión vertical del sida se ha reducido a menos del 2% (Bulterys M, Fowler MG, Shaffer N et al. “Role of the traditional birth attendants in preventing perinatal transmission of AIDS”. BMJ 324; 222-5, 2002);
-en Occidente es muy alto el porcentaje de enfermos, contagiados por compartir jeringas infectadas, en drogadictos intravenosos. Han fracasado las estrategias de prevención basadas en la entrega gratuita de jeringas y drogas;
-la transmisión por vía sexual el VIH, incluye dos colectivos de altísimo riesgo: a) homosexuales o quienes practican el sexo anal u oral (quienes tienen 100 veces más posibilidades de contagio); y b) aquellos que comercian sexualmente y sus “clientes” (en Bombay un tercio de las prostitutas es seropositiva, según Ramalingaswami V. “India: national plan for AIDS control”. Lancet 339; 1162-3, 1992). Está empíricamente demostrado, que las parejas heterosexuales, que sólo tienen relaciones entre ellas, no tienen riesgo de contagio del VIH por vía sexual.
La conclusión de los datos científicos aportados hasta el momento, es que el sida no tiene cura, y que la prevención de esta enfermedad mortal pasa, exclusivamente, por erradicar las causas que la originan. En casi todo el mundo se realizan intensas campañas de prevención del sida, cuyo único eje es la promoción del uso del preservativo. Corresponde entonces evaluar dichas campañas.
Fracaso universal del condón en la prevención del sida:
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De esta manera, se constata que por regla general, las empresas no acogen bien los embarazos y un alto porcentaje de estas mujeres terminan siendo despedidas (se habla en España del 25%), generalmente mediante mecanismos indirectos, como la no renovación del contrato laboral, por ejemplo. Incluso se habla de una exclusión socio-laboral que afecta varios otros ámbitos de la vida de la mujer y del niño. Y de hecho, es tanta la presión por esta “maldición” que según nuestra civilizada época vienen a ser la maternidad y los niños, que muchas mujeres llegan a sentirse culpables por quedar embarazadas, lo cual ha motivado la postergación de la maternidad, o también acudir a la píldora del día después o al aborto para evitarla.
Sin embargo, lo anterior constituye una mirada demasiado cortoplacista, pues en realidad, la maternidad debiera ser tenida por un bien. De hecho, la “Fundación Madrina”, de España, ha propuesto recientemente al Parlamento Europeo (esperamos que tenga éxito) el llamado “Estatuto de la mujer”, que aboga para que la maternidad sea considerada un bien social, un derecho fundamental y un patrimonio de la humanidad.
Y no están equivocados en absoluto, ya que como contrapartida, se ha constatado, también en España, que el suicidio es la principal causa de muerte de mujeres entre 30 y 34 años, producido en general por la tensión y ansiedad entre trabajo y maternidad; esto es, debido a los trastornos depresivos causados por la mayor exigencia laboral y familiar, y porque el “reloj biológico” comienza a pasar la cuenta y se niega a esperar más. De ahí que se haya comenzado a hablar a este respecto de la “crisis de los 30”.
En el fondo, es la propia naturaleza humana que se rebela ante un orden de cosas que la ofende –y nos perjudica– profundamente. ¿Cuándo comenzaremos a reaccionar?
Jesucristo se hizo matar.
La crítica alemana racionalista ha arbolado esta posición, que fue la de la tradición judaica-talmúdica. ¿Qué hace Ud. con un hombre que provoca de continuo a las autoridades legalmente constituidas? ¿Que tiene una actividad "disolvente"? ¿Que aunque sea inocentemente de su parte se vuelve un peligro para la religión establecida y los miles de fieles que en ella hallan su salvación eterna? "Subjetivamente Ud. habrá creído obrar bien; pero objetivamente ha hecho la mar de disparates..." -dijo con toda precisión técnica Caifás a Cristo.
Por qué se hizo matar, lo explican diversamente: o a plena conciencia o inconscientemente; y en este caso, o por fanatismo religioso o por ingenuidad pastoril, como lo pinta el fantasioso Renan. Esta última hipótesis es la más absurda. Que "el dulce Nazareno" sencillo y cándido se haya dejado llevar suavemente cuesta abajo por la cadena de sus embriagantes triunfos populares sin ver a lo que se exponía hasta que fue demasiado tarde, eso se da de puñadas con todos los textos del Evangelio. Habría que escribir cuatro Evangelios diferentes y contrarios a los que tenemos para poder fundar la mera posibilidad de ese caso, humanamente inconcebible.
Que la pasión religiosa lo cegó acerca de sus fuerzas, como explica Strauss; que creyó triunfar de sus enemigos o al menos librarse de ellos milagrosamente "por medio de doce legiones de ángeles" a última hora, es el mismo inverosímil. Es categóricamente contra los textos. Cristo preanunció su martirio, reprochó el asesinato de antemano a sus enemigos (que negaron el propósito), se escondió, se escapó, se zafó de sus manos varias veces, como hemos visto. Son hipótesis que no hay que discutir, puramente ficticias y del todo imaginarias. ¿De dónde sacan eso? Si los textos evangélicos son tan engañosos que se los puede interpretar al revés, con el solo título de "profesor alemán", entonces NO SABEMOS NADA EN ABSOLUTO acerca de Cristo. Callensén.
VIDA DE SANTA MARGARITA
Santa Margarita María nació el 25 de julio de 1647, en Janots, Borgoña. Fue la quinta de 7 hijos de un notario acomodado.
A los cuatro años Margarita hizo una promesa al Señor. Sintiéndose inspirada rezó: "O Dios Mío, os consagro mi pureza y hago voto de perpetua castidad." Aunque ella misma confesó mas tarde que no entendía lo que significaba las palabras "voto" o "castidad."
Cuando tenia 8 años, murió su padre. Ingresaron a la niña en la escuela de las Clarisas Pobres de Charolles. Desde el primer momento, se sintió atraída por la vida de las religiosas en quienes la piedad de Margarita produjo tan buena impresión, que le permitieron hacer la Primera Comunión a los 9 años, lo cual no se acostumbraba en aquella época. Dos años después, Margarita contrajo una dolorosa enfermedad reumática que la obligó a guardar cama hasta los 15 años. Por este motivo tuvo que regresar a su casa.
Hija de la Virgen María
Ya de regreso, Margarita, que estaba muy enferma, y sin tener un remedio seguro, buscó alivio en la Virgen Santísima. Le hizo una promesa de que si Ella le devolvía la salud se haría una de sus hijas. Apenas hizo la promesa, recobró la salud. Dice Sta. Margarita: "Recibí la salud, y una nueva protección de esta Señora la cual se declaró dueña de mi Corazón, que mirándome como suya, me gobernaba como consagrada a Ella, me reprendía mis faltas y me enseñaba a hacer la voluntad de Dios."
Además de la salud, esta promesa logró en Margarita un profundo sentido de unión con la Virgen, quién, desde ese momento, empezó a dirigir toda su vida. Pero no sin dificultades. "Apenas comencé a gozar de plena salud", recordará mas tarde Margarita, " me fui tras la vanidad y afecto de las criaturas, halagándome que la condescendiente ternura que por mi sentían mi madre y mis hermanos me dejara en libertad para algunas ligeras diversiones y para consagrar a ellas todo el tiempo que deseara..."
La Virgen la reprende severamente cuando la veía dispuesta a sucumbir en la terrible lucha que sostenía en su interior. Estando en una ocasión rezando el rosario sentada, se le presentó la Virgen ante ella y le dijo "Hija mía, me admiro de que me sirvas con tanta negligencia." Y causaron tal impresión estas palabras en la vida de Margarita, que le sirvieron de aviso para toda su vida.
Pero la Virgen es también ternura y consuelo. Un día le dijo a Margarita: "Nada temas; tu serás mi verdadera hija, y yo seré siempre tu buena Madre.
Santa Margarita María hizo voto a la Virgen de ayunar todos los sábados y de rezar el oficio de su Inmaculada Concepción. Viendo su deseo de radical entrega, La Stma. Virgen le ayuda a alcanzar su meta.
Solzhenitsyn fue heroico para denunciar a Occidente y a sus mediocridades: "Soy critico de un hecho que no podemos comprender: cómo se puede perder el vigor espiritual, la fuerza de la propia voluntad y, teniendo libertad, no apreciarla, no estar dispuesto a hacer sacrificios por ella."
Un héroe, eso fue el ruso más importante de la centuria pasada. Ante todo -y lo dejaremos hablar a él en estas líneas- fue heroico en la crítica, porque después de lograr sobrevivir a 8 años de trabajos forzados, dio a conocer al mundo el stalinismo, el sistema más opresivo y criminal que jamás se haya diseñado y practicado. Ese sistema por el que "Iván Denisovich había perdido la costumbre de pensar en lo que ocurría al día o al año siguiente, y de qué alimentaría a su familia; la dirección del campo lo pensaba todo por él." Ese sistema en el que "el plato de sopa importa más que la vida que llevaron antes y la que todavía les queda." Es el Gulag, esa palabra ya indeleblemente asociada a Solzhenitsyn y que desde su valiente denuncia estremece a todos, menos a los pocos comunistas aún vigentes.
Además, el premio Nobel practicó más adelante el heroísmo para criticar, cuando ya había sido acusado de antisoviético y corría el riesgo de ser nuevamente encarcelado o proscrito. ¿Quién sino él podía decirle por escrito a los líderes soviéticos que "no abrigo muchas esperanzas de que ustedes se dignen examinar ideas que no me han sido formalmente solicitadas, aun cuando provienen de un compatriota de rara índole; uno que no está en una escala subordinado al mandato de ustedes, que no puede ser despedido de su puesto, ni degradado o promovido o recompensado por uds.?" Sólo podía hablar así a esos burócratas del crimen un hombre heroico en el dominio y en el ejercicio de su libertad interior. Lo hacía porque tenía claro que "el marxismo siempre se ha opuesto a la libertad; el comunismo jamás ha ocultado el hecho de que rechaza todos los conceptos absolutos de moralidad; se mofa de toda estimación del 'bien' y del 'mal'."
Una vez expulsado de la URSS, Solzhenitsyn fue heroico para denunciar a Occidente y a sus mediocridades: "Soy critico de un hecho que no podemos comprender: cómo se puede perder el vigor espiritual, la fuerza de la propia voluntad y, teniendo libertad, no apreciarla, no estar dispuesto a hacer sacrificios por ella."
Vuelto a la Rusia post soviética en 1995, no vaciló en criticar su estado lamentable. "Rusia está pisoteada, hecha girones; han saqueado a Rusia, la han vendido a precio vil, pero hay algo más aún terrible: ¿de dónde vino esta tribu, cruel, bestial, estos ladrones codiciosos que se apropiaron hasta del título de nuevos rusos, que engordaron con tanto placer y elegancia con la desgracia de nuestro pueblo? Más funesta que nuestra miseria es esta deshonra ostensible, esta vulgaridad depravada y triunfal que se ha infllitrado en las capas superiores del Estado."
Pero la suya no fue una voz siempre ácida, sino que también iluminó caminos futuros y propuso nobles desafíos.
A los soviéticos les dijo: "Desechen esta ideología llena de grietas; cédansela a los rivales de ustedes: dejen que se vaya donde quiera; déjenla que siga de largo y se aleje de nuestro país como la nube de una tormenta, como una epidemia."
Y a Occidente lo interpeló: "Si no aprendemos a limitar drásticamente nuestros deseos y demandas y subordinar nuestros intereses a criterios morales, nosotros, la humanidad, sencillamente nos desgararremos, ya que los peores aspectos de la naturaleza humana sacarán a relucir sus colmillos; en la circunstancias cada vez más complejas de nuestra modernidad, el imponernos límites a nosotros mismos es la única senda que verdaderamernte hará posble nuestra preservación; la felicidad no reinará en nuestro planeta, no nos será concedida con tanta facilidad."
Pero sobre todo, en su patria clamó: "El camino es largo, muy largo. Si bajamos por la pendiente durante casi un siglo, ¿cuánto tiempo nos llevará subirla? Años y años, sólo para tomar conciencia de todas las pérdidas, de todos los males. (Š) En la Rusia actual, pervertida, arruinada, desconcertada, asplastada, es evidente que sin el apoyo espiritual de la Iglesia Ortodoxa jamás nos levantaremos; si no somos una manada de seres irracionales, necesitamos un fundamento respetable para nuestra unidad."
Se fue una presencia; quedó una voz rotunda, colosal.
Hacia el año 1174 nació en Baviera la niña Eduviges, hija del conde Bertoldo de Andechs. Sus padres la confiaron a las religiosas del monasterio de Kintzingen, en Franconia. Gertrudis, hermana de Eduviges, fue madre Santa Isabel de Hungría.
A los doce años de edad, Eduviges contrajo matrimonio con el duque Enrique de Silesia, quien sólo tenía dieciocho años. Dios los bendijo con siete hijos. El esposo de Eduviges heredó el ducado a la muerte de su padre, en 1202. Inmediatamente, a instancia de su esposa, fundó el gran monasterio de religiosas cistercienses de Trebnitz, a cinco kilómetros de Breslau. Se cuenta que todos los malhechores de Silesia fueron ordenados a trabajar en la construcción del monasterio, que fue el primer convento de religiosas en Silesia. El duque y su mujer fundaron además otros muchos monasterios, con lo cual no sólo propagaron en sus territorios la vida religiosa, sino también la cultura germánica. Entre los monasterios fundados por los duques, los había de cistercienses, de canónigos de San Agustín, de dominicos y de franciscanos. Enrique fundó el Hospital de la Santa Cruz en Breslau, y Santa Eduviges, un hospital para leprosas en Neumarkt donde solía asistir personalmente a las enfermas.
Después del nacimiento de su último hijo, en 1209, Eduviges y su marido de mutuo acuerdo hicieron voto de continencia perpetua. Según se cuenta, en su restantes treinta años de vida, Enrique no volvió a llevar oro, plata o púrpura.
Los hijos de Enrique y Eduviges les hicieron sufrir mucho. En 1212, el duque repartió sus posesiones entre Enrique y Conrado, sus hijos varones, pero ninguno de los dos quedó contento con su parte. A pesar de que Santa Eduviges hizo cuanto pudo por reconciliarlos, los dos hermanos y sus partidarios trabaron batalla, y Enrique derrotó a su hermano Conrado. Esa pena ayudó a Santa Eduviges a deplorar la vanidad de las cosas del mundo y a despegarse más y más de ellas. De los siete hijos solo Gertrudis sobrevivió a sus padres y fue abadesa de Trebnitz.
Tomado de El Manifiesto
A raíz de la misión que un sacerdote predicó en Tepatitlán, sintió arder en su corazón la llama del apostolado, entendiendo que debía hacer algo precisamente cuando su Patria parecía deslizarse lenta pero firmemente hacia la apostasía. Se decidió entonces a comulgar todos los días, y enseñar el catecismo de Ripalda a los chicos que lo seguían, en razón de lo cual empezaron a llamarlo «el maistro», sin que por ello se aminorara un ápice su espíritu festivo tan espontáneo y la amabilidad de su carácter. Al cumplir veinte años, ingresó en el seminario de San Juan de los Lagos, destacándose en los estudios de tal forma que solía suplir las ausencias del profesor, con lo que su antiguo sobrenombre quedó consolidado: sería para siempre «el Maistro».
Luego pasó al seminario de Guadalajara, pero cuando estaba culminando los estudios entendió que su vocación no era el sacerdocio. Salió entonces de ese instituto e ingresó en la Escuela Libre de Leyes de la misma ciudad, donde se recibió de abogado. Quedóse luego en Guadalajara, iniciando su labor apostólica y patriótica que lo llevaría al martirio. Pero antes de seguir con el relato de su vida, describamos el ambiente histórico en que le tocó vivir.
I. Antecedentes
Para entender lo que pasó en el México de Anacleto, será preciso remontarnos más atrás en la historia de dicha nación. A comienzos del siglo pasado, los primeros conatos de rebeldía, protagonizados por Hidalgo y Morelos, tuvieron una connotación demagógica, de lucha de razas, así como de aborrecimiento a la tradición hispánica. Poco después, apareció una gran personalidad, Agustín de Iturbide, con una visión totalmente diferente. En 1821 proclamó el llamado Plan de Iguala, con tres garantías: la independencia de España, pero evitando una ruptura con la madre patria, la unión de todos los estamentos sociales –españoles, criollos e indios), y la Religión Católica, como base espiritual de la nueva Nación. Sobre estas tres bases, Iturbide fue proclamado Emperador de México. Desgraciadamente, tal proyecto no se concretó de manera duradera.
Un segundo momento en la historia de esta noble nación es el que se caracteriza por la virulencia del liberalismo. Fue la época de la «Reforma» de Benito Juárez, plasmada en la Constitución de 1857. Con el nombre de «Reforma» se quiso probablemente aludir a la rebelión protestante contra la Iglesia. Tratóse de un nuevo proyecto, eminentemente anticatólico y antihispano, que hizo del liberalismo una especie de religión laica, con lo que la Iglesia quedó totalmente excluida de la vida pública mexicana, en la admiración rendida a la mentalidad predominante en los Estados Unidos, y al espíritu de la Ilustración.
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Veamos ahora las
Perdonadme que reitere la palabra y el concepto de hispanidad, porque todos los valores espirituales de la América latina son originariamente españoles; porque estos valores han sido sostenidos durante tres siglos por la acción política y administrativa de España, y más aún por la acción misionera de España; y porque si los siglos pasados señalan a los pueblos sus caminos, faltaríamos a nuestra misión histórica si no hiciéramos hispanidad.
Cierto que otras naciones europeas han aportado a la América latina, sobre todo en el último siglo, su caudal de sangre, de esfuerzo, de civilización peculiar. Pero todas ellas no han dejado más que un sedimento superficial en la gran masa de la población americana; algo más denso en las modernas ciudades cosmopolitas. Pero las capas profundas de la civilización secular de estas Américas las pusimos nosotros, con la erección de sus más famosas ciudades, que se construyeron al estilo español; con los obispados y misiones, que irradiaron la vida espiritual de la Metrópoli hasta el corazón de las selvas vírgenes; con esos Cabildos o Municipios, a los que se concedieron iguales privilegios que a los de Castilla y León, institución de derecho político que no ha sido igualada en ningún país de Europa; con las Universidades, que lograron tanto lustre como las de Europa y que difundieron aquí la cultura en el mismo nivel que en el mundo viejo; en las encomiendas y reducciones, sobre todo las asombrosas reducciones del Plata, que llevaron a estos pueblos a ser tan felices como pueda haberlo sido pueblo alguno de la tierra, pudiendo parangonarse las instituciones de derecho civil y político de estos países con las conquistas de la moderna democracia, sin los peligros de la atomización de la autoridad. Sobre estos pilares se levantó la civilización americana, que, o dejará de ser lo que es, o debiera seguir por los caminos de la hispanidad.
Lo primero que hay que hacer para que España y América se encuentren y se abracen en el punto vivo que les es común, que es su propia alma, es destruir la leyenda negra de una conquista inhumana y de una dominación cruel de España en América. Lo pide la verdad histórica; lo exigen las últimas investigaciones de la crítica, hecha sobre documentos auténticos del Archivo de Indias por historiadores que tal vez fueron a bucear allí para sacar testimonios contra España; lo reclama la justicia, porque la leyenda negra es un estigma que no sólo deshonra a España, sino que puede perjudicarla en sus intereses vitales –iguales, a lo menos, a los de todo el mundo– sobre estas tierras que descubrió y civilizó y de las que tal vez se la quiera desplazar.
Valen en este punto todos los recursos que no se apoyen en una falsedad o en una injusticia. Las naciones no están obligadas a la ley del Evangelio que nos manda ofrecer la mejilla sana cuando se nos ha herido en la otra. Verdad contra la mentira; la vindicación legítima contra la calumnia villana; el sol entero de nuestra gloria en América para disipar los puntos negros de nuestra gestión.
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No están de acuerdo los historiadores sobre algunos detalles de la biografía de nuestro santo de hoy. Parece que nació en Roma en uno de los barrios pobres y que su padre se llamó Domicio. Que era esclavo y como tal pasó una dura juventud y mocedad. Recorrió varios lugares donde llevó una vida muy dura.
Como gozaba de muchas cualidades humanas y poseía bastante cultura parece que estuvo al cargo de un tal Carpóforo, que era cristiano y le encomendó misiones delicadas, entre otras la dirección de una especie de banca en la que a pesar de su gran pericia en estas lides parece que le fue mal o que unos judíos le engañaron. Acusado por su señor fue enviado a la cárcel, primero de Roma y después de Cerdeña donde pasó varios años en trabajos de esclavos.
La favorita del Emperador, una tal Marcia, consiguió poner en libertad a varios cristianos de este destierro de Cerdeña y entre ellos le tocó a Calixto ¿Cuándo se hizo cristiano Calixto? ¿Lo era ya su padre o se hizo él cuando trabajaba a las órdenes de Carpóforo que era cristiano? No lo sabemos, lo cierto es que una vez puesto en libertad se retiró cerca de Roma a una especie de desierto y allí pasó unos diez años entregado al estudio y a la meditación. Maduró Calixto durante aquellos años y su nombre empezó a sonar entre los ambientes cristianos. Llegó hasta los oídos del Papa San Ceferino y le llamó. Quedó prendado de aquellas cualidades que aparecían visiblemente en aquel hombre maduro y conocedor profundo de la fe cristiana. Y lo que más valía, su disposición para arrostrar cuantas calamidades fueran necesarias para dar a conocer a Jesucristo y defender su Iglesia.
El Papa Ceferino reconociendo estas cualidades y su gran ingenio le encomendó la ampliación y construcción en la Vía Appia del Cementerio o Catacumbas que después y para siempre llevarían su nombre. Hoy son las más extensas y visitadas de Roma. Muchos santos han visitado aquellos sagrados lugares donde se encuentran entre otras preciadas reliquias el Altar de los Papas donde varios murieron mártires mientras celebraban los Misterios y el altar de Santa Cecilia, el cuerpo de San Tarsicio, etc... Allí muchos noveles sacerdotes -como por ejemplo los dos hermanos redactores de este Santoral celebraron su Primera Misa.
Los cristianos de su tiempo reconocieron las egregias cualidades que adornaban al diácono Calixto y no sólo en cuestiones financieras o de construcción de catacumbas sino en el terreno de ciencia, de prudencia, de piedad y de dotes de gobierno. Por ello al morir el Papa Ceferino pusieron los ojos en Calixto y lo eligieron para sucederle como Obispo de Roma y Sumo Pontífice.
Algunas herejías empezaban a pulular por aquel entonces y contra ellas luchó con valentía el nuevo Papa. Las dos principales eran estas: El Sabelianismo que casi no ponía distinción entre las Personas de la Santísima Trinidad con confusiones que rayaban en la herejía y los Montanistas que eran los que defendían un rigorismo exagerado de costumbres y, sobre todo, con los que habían sido algo débiles durante las persecuciones y ahora querían volver, arrepentidos, a la Iglesia católica. San Calixto siempre quiso ser más padre que juez. Más defensor que condenador. Esto le atrajo muchos insultos y contradicciones pero siempre los soportó con gran entereza y mayor caridad.
San Calixto estaba convencido de una verdad sobre todo: La bondad de Dios y su gran misericordia para con los pecadores arrepentidos. Tertuliano y sus secuaces se levantaron contra el Papa y le hicieron sufrir muchísimo hasta que fue coronada su preciosa vida con la palma del martirio que recibió probablemente el año 222 bajo el emperador Alejandro Severo.
Capítulo II
Se da respuesta a algunas objeciones relativas a este dogma
Yo debiera demostraros ahora que la obra de España fué, antes que todo, obra de catolicismo. No es necesario. Aquí está el hecho, colosal. Al siglo de empezada la conquista, América era virtualmente cristiana. La Cruz señoreaba, con el pendón de Castilla, las vastísimas regiones que se extienden de Méjico a la Patagonia; cesaban los sacrificios humanos y las supersticiones horrendas; templos magníficos cobijaban bajo sus bóvedas a aquellos pueblos, antes bárbaros, y germinaban en nuevos y dilatados países las virtudes del Evangelio. Jesucristo había triplicado su reino en la tierra.
Porque España fué un Estado misionero antes que conquistador. Si utilizó la espada fué para que, sin violencia, pasara triunfante la Cruz. La tónica de la conquista la daba Isabel la Católica, cuando a la hora de su muerte dictaba al escribano real estas palabras: «Nuestra principal intención fué de procurar atraer a los pueblos dellas (de las Indias) e los convertir a Nuestra santa fe catholica.» La daba Carlos V cuando, al despedir a los Prelados de Panamá y Cartagena, les decía: «Mirad que os he echado aquellas ánimas a cuestas; parad mientes que deis cuenta dellas a Dios, y me descarguéis a mí.» La dieron todos los Monarcas en frases que suscribiría el más ardoroso misionero de nuestra fe. La daban las leyes de Indias, cuyo pensamiento oscila entre estas dos grandes preocupaciones: la enseñanza del cristianismo y la defensa de los aborígenes.
España mandó a América lo más selecto de sus misioneros. Franciscanos, Dominicos, Agustinos, Jesuítas, acá enviaron hombres de talla y de fama europea. Los nombres de Fray Juan de Gaona, una de las primeras glorias de la iglesia americana; de Fray Francisco de Bustamante, uno de los grandes predicadores de su tiempo; Fray Alonso de Veracruz, teólogo eminente; todos ellos eran de alto abolengo, o por la sangre o por las letras, y dejaban una Europa que les hubiera levantado sobre las alas de la fama.
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