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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

20 de septiembre de 2008

Juan Donoso Cortés: Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo (5)


Capítulo V

Que nuestro señor Jesucristo no ha triunfado del mundo por la santidad de su doctrina ni por las profecías y milagros, sino a pesar de todas estas cosas


El Padre es amor, y envió al Hijo por amor; el Hijo es amor, y envió al Espíritu Santo por amor; el Espíritu Santo es amor e infunde perpetuamente en la Iglesia su amor. La Iglesia es amor, y abrasará al mundo en amor. Los que esto ignoran o los que esto han olvidado, ignorarán perpetuamente cuál es la causa sobrenatural y secreta de los fenómenos patentes y naturales, cuál es la causa invisible de todo lo visible, cuál es el vínculo que sujeta lo temporal a lo eterno, cuál es el resorte secretísimo de los movimientos del alma; de qué manera obra el Espíritu Santo en el hombre, en la sociedad la Providencia, Dios en la Historia.

Nuestro Señor Jesucristo no venció al mundo con su maravillosa doctrina. Si no hubiera sido otra cosa sino un hombre de doctrina maravillosa, el mundo le hubiera admirado un momento y hubiera puesto en olvido después juntamente a la doctrina y al hombre. Maravillosa y todo como era su doctrina, no fue seguida sino de alguna gente popular, cayó en desprecio de la más granada entre el pueblo judío, y durante la vida del Maestro fue ignorada del género humano.

Nuestro Señor Jesucristo no venció al mundo con sus milagros. De los mismos que le vieron mudar, con sólo su querer, la naturaleza de las cosas, andar sobre las aguas, aquietar los mares, sosegar los vientos, mandar a la vida y a la muerte, unos le llamaron Dios, otros demonio, otros prestidigitador y hechicero.

Nuestro Señor Jesucristo no venció al mundo porque se hubieran cumplido en Él las antiguas profecías. La sinagoga, que era su depositaria, no se convirtió, ni se convirtieron los doctores, que se las sabían de memoria, ni se convirtieron las muchedumbres, que las habían aprendido de los doctores.

Nuestro Señor Jesucristo no venció al mundo con la verdad. La verdad esencial del cristianismo estaba en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, como quiera que fue siempre una, eterna, idéntica a sí misma. Esa verdad que estuvo eternamente en el seno de Dios, fue revelada al hombre, infundida en su espíritu y depositada en la Historia desde que resonó en el mundo la primera palabra divina. Y, sin embargo, el Antiguo Testamento, así en lo que tenía de eterno y de esencial como en lo que tenía de accesorio, de local y de contingente, en sus dogmas como en sus ritos, no salvó nunca las fronteras del pueblo predestinado. Ese mismo pueblo rompió muchas veces en grandes rebeldías, persiguió a sus profetas, escarneció a sus doctores, idolatró a la manera de los pueblos gentiles, hizo pactos nefandos con los espíritus infernales, se entregó en su cuerpo y en su alma a sangrientas y horribles supersticiones: y el día en que la verdad tomó carne, la maldijo, la negó y la crucificó en el Calvario. Y mientras que la verdad, que estaba escondida en los antiguos símbolos, representada en las antiguas figuras, anunciada por los antiguos profetas, testificada con espantables prodigios y con milagros estupendos, fue puesta en una cruz, cuando vino por sí misma para explicar con su presencia el porqué de aquellos milagros estupendos y de aquellos prodigios espantables para abonar todas las palabras proféticas y para enseñar a las gentes lo que estaba representado en los antiguos símbolos y lo que estaba escondido en las antiguas figuras, el error se había extendido libremente por el mundo, cuan ancho es, y había cubierto todos los horizontes con sus sombras; y todo esto con una prodigiosa rapidez, y sin el auxilio de profetas, ni de símbolos, ni de figuras, ni de milagros. ¡Terrible lección memorable documento para los que creen en la fuerza recóndita y expansiva de la verdad y en la radical impotencia del error para hacer por sí solo su camino por el mundo!.

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HISTORIADORES EN EL VATICANO

[1DISCURSO DE PÍO XII
AL
X CONGRESO
INTERNACIONAL DE CIENCIAS HISTÓRICAS


Habéis Querido, señores, venir en gran número a visitarnos con ocasión del X Congreso Inter­nacional de Ciencias Históricas; os acogemos gozosos y con la convicción de que este acon­tecimiento reviste un alto signmcado. Quiza jamás se ha reunido en Roma, centro de la Iglesia, y en la morada del Papa un grupo tan distin­guido de sabios historiadores. Por otra parte, no tenemos en modo alguno la impresión de encontrarnos frente a desconocidos o extranjeros. Muchos de vosotros, en efecto, os habréis con­tado entre los millares de historiadores que han trabajado en la biblioteca o en los archivos vati­canos, abiertos desde hace exactamente setenta y cinco años. Y, de otra parte, vuestra actividad de investigadores o de profesores os habrá pro­porcinado ocasión, a la mayor parte si no a todos, de poneros de algún modo en contacto con la Iglesia católica y el Papado.

Aunque la historia sea una ciencia antigua, es necesario contemplar los últimos siglos y el desarrllo de la crítica histórica para que alcan­ce la perfección en que hoy está situada. Gracias a la rigurosa exigencia de su método y al celo infatigable de sus especialistas, podéis enorgulleceros de conocer el pasado con más detalles, de juzgarlo con más exactitud que cual­quiera de vuestros antecesores. Este hecho subraya más la importancia que Nos atribuimos a vuestra presencia en este lugar.


LA IGLESIA TIENE CONCIENCIA DE SER ELLA MISMA UN GRAN HECHO HISTÓRICO


La historia se sitúa entre las ciencias que guardan estrechas relaciones con la Iglesia ca­tólica. Hasta tal punto, que Nos no hemos podido dirigiros Nuestro saludo de bienvenida sin mencionar casi involuntariamente este hecho. La Iglesia católica es ella misma un hecho histórico; como una poderosa cordillera atraviesa la historia de los dos últimos milenios; cualquiera que sea la actitud adoptada respecto de ella, es cierto que es imposible no encontrarla en el camino. Los juicios que sobre ella se han dado, son muy variados; significan la aceptación total o el repudio más decisivo. Pero, cualquiera que sea el veredicto final del historiador, cuya tarea de ver y de exponer - tales cuales han sucedido, en la medida de lo posible - los hechos, los acontecimientos y las circunstancias, la Iglesia cree poder esperar de él que se informe en todo caso de la conciencia histórica que ella tiene de sí misma, es decir, de la manera en que ella se considera como un hecho histórico y de la for­ma en que ve su relación con la historia humana.

Esta conciencia que la Iglesia tiene de si misma os la quisiéramos decir, en una palabra, citando hechos, circunstancias y concepciones que nos parecen revestir una más fundamental significación.


LA IGLESIA NO CONCIBE LA HISTORIA COMO MANIFESTACIÓN DEL MAL


Para comenzar quisiéramos refutar una ob­jeción que, por decirlo así, se presenta de sope­tón. El cristianismo, se decía y se dice todavía, adopta ante la historia una posición hostil, porque ve en ella una manitestación del mal y del pecado; catolicismo e historicismo son conceptos antitéticos. Señalemos desde ahora que la obje­ción así formulada considera historia e histori­cismo como dos conceptos equivalentes. En ello está el error. El término «historicismo» designa un sistema filosófico que no percibe en toda la realidad espiritual, en el conocimiento de la ver­dad, en la religión, en la moralidad y en el de­recho más que cambio y evolución, y rechaza, por consiguiente, todo lo que es permanente, eternamente valioso y absoluto. Tal sistema es sin duda inconciliable con la concepción católica del mundo y, en general, con toda religión que reconozca un Dios personal.

La Iglesia católica sabe que todos los acon­tecimientos se desarrollan según la voluntad o la permisión de la Divina Providencia y que Dios persigue en la historia sus propios objeti­vos. Como el gran San Agustin ha dicho con una concisión muy clásica: Lo que Dios se propone «hoc fit, hoc agitur; etsí paulatim perag­tur, indesinenter agitur» (Enarratio in Ps. 109 n. 9. Migne P. L. t. 37, col. 1452). Dios es realmente el Señor de la historia.

Esta afirnación responde por sí sola a la objeción mencionada. Entre el cristianismo y la historia no se descubre ninguna oposición en el sentido de que la historia no sería sino una emanación o una manifestación del mal. Jamás la Iglesia católica ha enseñado tal doctrina. Des­de la antiguedad cristiana, desde la época Pa­trística, y más particularmente tras del conflicto espiritual con el protestantismo y el jansenismo, la Iglesia ha tomado neta posición ante la na­turaleza; de aquí que ella afirme que el pecado no la ha corrompido, que permanece interiormente intacta, aún en el hombre caído; que el hombre antes del cristianismo y el que no ha llegado a ser cristiano podía y puede realizar acciones buenas y honestas, aun haciendo abstracción del hecho de que toda la humanidad, incluida la anterior al cristianismo, esta bajo la influencia de la gracia de Cristo.

La Iglesia reconoce gustosa las realidades buenas y valiosas, incluso las que existían antes de ella, incluso las de fuera de su dominio. San Agustín, sobre el que se apoyan los contradic­tores interpretando mal su «De Civitate Dei», y que no disimula su pesimismo, es absolutamente claro en su pensamiento. En efecto, es­cribía al tribuno y notario imperial Flavio Mar­celino, a quien dedicó esta gran obra: «Deus enim sic ostendit in opulentlsisimo et praeclaro imperio Romanorum, quantum valerent civiles sine vera religione, virtutes, ut intelltgeretur, hac addita, fieri homines cives alterius civitatis, cuius rex veritas, cuius lex caritas, cuius modus æternitas» (Ep. 138 n. 17, Migne P. L. t. 33, col. 533). Agustín ha traducido en estas palabras la opinión constante de la Iglesia.

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VIII Arquetipo: Santo Toribio de Mogrovejo


por el R. P. Alfredo Sáenz, S.J.


Nos complace detenernos en la consideración de la figura de Santo Toribio, el gran pastor de Hispanoamérica, auténtico arquetipo de lo que puede llegar a ser un obispo cuando asume sus responsabilidades pastorales con generosidad y grandeza de alma.

I. De los Picos de Europa al Episcopado

Nació Toribio en Mayorga, pueblo del Reino de León. Allí se había trasladado su familia, cuya casa solariega se ubicaba en una aldehuela denominada Mogrovejo, sita en las estribaciones de los montes de Asturias, los llamados Picos de Europa. Fue en dichos montes donde se inició la gloriosa Reconquista de España, hasta entonces en poder de los moros. Sus padres eran de familia noble, lo que dejaría una impronta indeleble en el modo de ser del joven Toribio, el tercero de cinco hermanos. No se sabe con exactitud la fecha de su nacimiento, si bien es opinión común que acaeció el año 1538.

En el valle de Liébana, junto al castillo de los Mogrovejo, se encuentra un monasterio, fundado en el siglo VI por el monje Toribio, que había sido obispo de Palencia, y que eligió ese lugar para vivir allí con un grupo de compañeros según la regla benedictina. A mediados del siglo VIII, una vez consolidada la Reconquista en esa zona, llevaron al monasterio los restos de otro Toribio, que había sido obispo de Astorga en el siglo V, juntamente con el lignum crucis que dicho obispo trajo consigo de una de sus peregrinaciones a Jerusalén. Hoy el monasterio se llama de Santo Toribio de Liébana. De este santo le viene su nombre a nuestro Toribio, así como su amor apasionado por la cruz.

1. Joven estudiante en Valladolid

A los 13 años Toribio fue enviado a Valladolid para estudiar gramática, humanidades, derecho y filosofía. Ciudad histórica aquélla, que había sido varias veces sede de la corte de Castilla y capital del Imperio, cuna de Felipe II y lugar de su coronación, ciudad que acogió a Hernán Cortés para que diese a conocer el mundo azteca, foro de la polémica entre Las Casas y Sepúlveda, lugar de promulgación de las Leyes Nuevas, asiento del Consejo de Indias... En dicha ciudad, corazón del mundo hispano, donde por aquellos años se encontraba Felipe II, quien tenía apenas 25 años y allí permanecería hasta el traslado definitivo de la corte a Madrid, residió Toribio durante una década.

No hacía cincuenta años que en la iglesia de San Francisco habían sido inhumados los restos de Colón, cuya casa se encontraba en aquella ciudad. Podríase decir que la tierra americana palpitaba en Valladolid, siendo la ciudad entera latido y pulso del emprendimiento glorioso de las Indias. Si en Sevilla se embarcaban las expediciones, Valladolid las preparaba y equipaba. Ningún sitio, pues, más sugerente para suscitar la llamada de las Indias.

No sería extraño que aquí hubiese comenzado Toribio a experimentar dicho atractivo. Diez años de su primera juventud, desde 1550 a 1560, transcurrió en ese ambiente de Valladolid, cortesano a la vez que académico. Eran años cruciales, pletóricos de acontecimientos: las sesiones del Concilio de Trento, el nacimiento de Cervantes, el primer concilio de Lima, la muerte de San Ignacio, la coronación de Felipe como rey. Ya desde entonces comenzaron a manifestarse los quilates del alma de Toribio, un verdadero ejemplo para sus compañeros de estudios, a quienes no vacilaba en decirles, según ellos mismos nos relatan: «No ofendáis a tan gran Señor [a Dios], reventar y no hacer un pecado venial».


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Dios los cría...


por el R.P. Leonardo Castellani


Tres que siempre andan juntos, la Víbora, el Zorrino y el Perezoso, se juntaron un día para murmurar del mundo.

-Aquí ni hay iniciativa ni hay progreso -dijo el Perezoso-, ni nada. Ustedes conocen muy bien mis aspiraciones y mis sublimes y patrióticos ideales -el Perezoso es bicho de grandes proyectos-; y sin embargo a mí se me tiene por un fracasado. Y así, ¿quién va a emprender ninguna cosa? Busque usted peones: ¿dónde los encuentra? Y si los encuentra, ¿cómo los hace trabajar? Busque usted socios: todos son una punta de ladrones. Por eso no los busco... Ponga usted una industria, ¿y qué? A mí, que me gusta hacer las cosas en grande y no andar con miserias, me vienen ofreciendo capitalitos de mala muerte... La culpa la tiene el Gobierno, no más... En fin, que a usted si es un ruin y un mediocre, todo el mundo le irá detrás; pero si es hombre de grandes aspiraciones, lo arrinconan, lo persiguen, lo postergan, y lo obligan a pasarse la vida tumbado sobre una rama, comiendo lo que esté a mano y durmiendo como se pueda... todo el día.

-Y lo peor de todo -dijo la Víbora-, es que le huyen a uno y le cobran horror. Los que hemos nacido con un corazón hecho para ser amados sufrimos mucho con eso. Yo no tengo ningún amigo y todos me aborrecen. Y así, perseguida de todos y sin el calorcito de la amistad, aunque sea más buena que el mío-mío y más tierna que una avispa, concluye por agriarse y hacerse fría y maligna y solapada y cobarde y hasta negra y fea, con la bilis, el veneno y la mala sangre que le hacen a una criar por dentro con tanta ingratitud. Mis antepasados se cuenta que eran brillantes y coloridos como la culebra, y no barrosos y repulsivos como yo. Hasta con mi marido andamos distanciados; y de todos mis hijos, ni uno solo ha sido capaz nunca de venir a cobijarse con su madre y agradecerle el ser que le dio. Cierto que yo no sé si habrán nacido. Yo dejé los huevos confiados al sol que los empollara, y me marché, porque ¡vaya también usted a criar víboras en el seno, como dice el refrán, para recoger veneno! -A mí -terció el Zorrino-, lo que me repudre es el desprecio de los otros. Siete años llevo en este pajonal, y nadie me trata, nadie me visita, nadie me convida... Vengo yo por una picada y todos se apartan sin hablarme; y no hay bicho de pelo o pluma que venga a anidar en la vecindad del lugar donde yo vivo. A mí la soledad me mata; pero la prefiero a la compañía de esos sucios que parece que de puro asquerosos andan huyendo de la gente para no mostrar el tufo.

Y así por el estilo, quejándose de todos, se pasaban las horas muertas. Pero la murmuración no alimenta y los chismosos siempre acaban aborreciéndose. Un buen día se pelearon los tres y se separaron, no sin haberse antes cantado las verdades bien clarito a grito limpio e insulto seco, como comadres de conventillo. Al Perezoso le dijeron que él era el haragán; a la Víbora, que la mala y perversa era ella; y al Zorrino, que si se oliese a sí mismo no sentiría la hedentina de los otros. Y a cada uno, que cada cual es hijo de sus obras.

Pero ninguno de los tres se dio por entendido y han seguido hasta el día de hoy quejándose del mundo entero.

20 de Septiembre, Conmemoración de San Eustaquio y Compañeros, Mártires


La tradición dice que era un general romano de los ejércitos del emperador Trajano. Un día tuvo una visión a consecuencia de la cual Eustaquio y toda su familia se convirtieron al cristianismo y fueron bautizados. En un momento crítico para el Imperio, Eustaquio fue puesto al mando de un ejército. De regreso victorioso a Roma se negó a ofrecer sacrificios a los dioses paganos, por lo que él, su mujer y sus hijos fueron condenados a muerte.

19 de septiembre de 2008

El sistema representativo tradicional.


por Juan Vázquez de Mella

31 de mayo de 1893. Discurso en el congreso.

Complemento natural de la libertad regional es aquella magnífica y asombrosa institución que surge de las entrañas e nuestra propia Historia, aquella hermosa y fecunda doctrina representativa, simbolizada en nuestras antiguas y veneradas Cortes. Y al hablar de las antiguas Cortes no me refiero sólo a las de Castilla, que fueron, por cierto, y por causas que no voy a examinar ahora, quizá más embrionarias y menos desarrolladas que las de los demás reinos de España. Ya sé yo que no llegaron a completo término aquello principios representativos que tan profundo arraigo tenían en la sociedad medieval, que apenas existió un señorío de ciertas proporciones sin sus juntas o pequeñas Cortes, y que no habían podido llegar a su plenitud y lozanía, entre otras causas, por el golpe de retroceso producido por la protesta luterana en la civilización europea, y que originó la Monarquía absoluta del siglo XVI, la cuál fué obstáculo para que alcanzaran el término de su evolución los gérmenes de verdadero régimen representativo que había en el seno de las monarquías cristianas; pero, tomando en conjunto aquel sistema, y sin referirme al del Castilla, ni al de Valencia, ni al de Aragón, ni al de Navarra y Cataluña, que no difieren en lo sustancial entre sí, ni los Estados generales de Francia, ni de los Parlamentos de Inglaterra, ni de las Dietas de Hungría, Polonia y Alemania, porque habían sido la realización varia de un mismo principio inmortal que informaba a las sociedades cristianas en el Edad Media,puedo sintetizarlo en estas cuatro bases fundamentales en que las Cortes se apoyan, y que son: primera, representación por las clases; segunda, incompatibilidad entre el cargo de diputado y toda merced, honor y empleo, exceptuando los que son obtenidos por rigurosa oposición; tercera, el mandato imperativo como vínculo entre el elector y el elegido, y cuarta, aquellas dos atribuciones de las Cortes que consistían en no poder establecerse ningún impuesto nuevo, ni ser variada o modificada ninguna ley fundamental, sin el consentimiento expreso de las Cortes.

Queremos nosotros el régimen corporativo y el de clases porque entendemos que correspondiendo a la misma triple división de la vida y de las facultades humanas, hay en la sociedad, cualquiera que ella sea, una clase que representa principalmente el interés intelectual, como son las corporaciones científicas, las Universidades y las Academias; una clase que representa, antes que todo y principalmente, un interés religioso y moral, como es el clero, y otras que, como el comercio, la agricultura y la industria representan el interés material; y, en una sociedad no improvisada, y con la vida secular como la nuestra, hay la superioridad del mérito reconocido en todos los pueblos, y la formada por prestigios y glorias de nombre históricos constituyendo la aristocracia social y la de sangre, y, con el interés de la defensa y del orden representado por el Ejército y por la Marina, está completado el cuadro de todas las clases sociales que tienen derecho a la representación. Por eso no queremos que sean las Cortes formadas por aquel cuerpo electoral, del cual decía ya Donoso Cortés que era un agregado arbitrario y confuso, que se formaba a una señal convenida y se desvanecía a otra señal, quedando sus miembros dispersos hasta que sonaba de nuevo la voz que les ordenaba juntarse. No queremos que sea ese arbitrario agregado, en el cuál el médico, el industrial, el sacerdote, el agricultor, el abogado, el militar, todos juntos y confundidos van a hacer surgir aquella representación legítima de intereses tan varios, tan complejos, y a veces tan opuestos; nosotros queremos que las Universidades, las Academias y las Corporaciones científicas, tengan sus propios representantes, que tenga los suyos el Clero, que los tenga la industria, el comercio y la agricultura, y sus especiales mandatarios, la aristocracia y el Ejército.

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Imitación de Cristo (1)


por el Beato Tomás de Kempis

Libro primero.- Avisos provechosos para la vida espiritual (I)

1.- Imitación de Cristo y desprecio de vanidades


Quien me sigue no anda en tinieblas (Jn., 8, 12), dice el Señor.
Estas palabras son de Cristo, con las cuales nos amonesta que imitemos su vida y costumbres, si queremos verdaderamente ser alumbrados y libres de toda la ceguedad del corazón. Sea, pues, nuestro estudio pensar en la vida de Jesucristo. La doctrina de Cristo excede a la de todos los Santos, y el que tuviese espíritu hallará en ella maná escondido.


1. Mas acaece que muchos, aunque a, menudo oigan el Evangelio, gustan poco de él, porque no tienen el espíritu de Cristo. El que quiera entender plenamente y saborear las palabras de Cristo, conviene que procure conformar con Él toda su vida.


2. ¿Qué te aprovecha disputar altas cosas de la Trinidad, si careces de humildad, por donde desagradas a la Trinidad? Por cierto, las palabras subidas no hacen santo ni justo; mas la virtuosa vida hace al hombre amable a Dios. Más deseo sentir la contrición que saber definirla. Si supieses toda la Biblia. a la letra y los dichos de todos los filósofos, ¿qué te aprovecharía todo sin caridad y gracia de Dios?. Vanidad de vanidades y todo vanidad (Eccl., l, 2), sino amar y servir solamente a Dios. Suma sabiduría es, por el desprecio del mundo, ir a los reinos celestiales.


3. Vanidad es, pues, buscar riquezas perecederas y esperar en ellas. También es vanidad desear honras y ensalzarse vanamente. Vanidad es seguir el apetito de la carne y desear aquello por donde después te sea necesario ser castigado gravemente. Vanidad es desear larga vida y no cuidar que sea buena. Vanidad es mirar solamente a esta presente vida y no prever lo venidero. Vanidad es amar lo que tan presto se pasó: y no buscar con solicitud el gozo perdurable.


4. Acuérdate frecuentemente de aquel dicho de la Escritura: No se harta la vista de ver ni el oído de oír (Eccl., 1, 8). Procura, pues, desviar tu corazón de lo visible y traspasarlo a lo invisible, porque los que siguen su sensualidad manchan su conciencia, y pierden la gracia de Dios.


2.- Del bajo aprecio de sí mismo


1. Todos los hombres, naturalmente, desean saber; mas ¿qué aprovecha la ciencia, sin el temor de Dios? Por cierto, mejor es el rústico humilde que a Dios sirve, que el soberbio filósofo que, dejando de conocerse, considera el curso del cielo. El que bien se conoce, tienese por vil, y no se deleita en alabanzas humanas. Si yo supiera cuanto hay en el mundo y no estuviera en caridad, ¿Que me aprovecharía delante de Dios, que me juzgará según mis obras?.


2. No tengas deseo demasiado de saber, porque en ello se halla grande estorbo y engaño. Los letrados gustan de ser vistos y tenidos por tales. Muchas cosas hay que, el saberlas, poco o nada aprovecha al alma; y muy loco es el que en otras cosas entiende, sino en las que tocan a la salvación. Las muchas palabras no hartan el alma; mas la buena vida le da refrigerio, y la pura conciencia causa gran confianza en Dios.


3. Cuanto más y mejor entiendes, tanto más gravemente serás juzgado si no vivieres santamente. Por eso no te ensalces por alguna de las artes o ciencias; mas teme del conocimiento que de ella se te ha dado. Si te parece que sabes mucho y entiendes muy bien, ten por cierto que es mucho más lo que ignoras. No quieras saber cosas altas (Ron., 11, 21); mas confiesa tu ignorancia. ¿Por qué te quieres tener en más que otro, hallándose muchos más doctos y sabios en la Ley que tú?. Si quieres saber y aprender algo provechosamente, desea que no te conozcan ni te estimen.


4. EI verdadero conocimiento y desprecio de sí mismo es altísima y doctísima lección. Gran sabiduría y perfección es sentir siempre bien y grandes cosas de otros, y tenerse y reputarse en nada. Si vieres a alguno pecar públicamente o cometer culpas graves, no te debes juzgar por mejor, porque no sabes cuánto podrás perseverar en el bien. Todos somos flacos; mas tú a nadie tengas por más flaco que a ti.

Adán, Eva y el mono

(Otro artículo de doble propósito, el artículo en sí mismo, y dar a conocer al autor.
Para conocer su biografía, y los títulos de sus magníficas y católicas obras, haga click sobre su imagen.)

por Louis de Wöhl


No hace tanto tiempo que la ciencia descubrió triunfalmente que el hombre desciende del mono. ¡Qué alivio! Gracias a Dios (si existe), el hombre no era pues ningún ser especial, ni el rey de la Creación, sino un mono encumbrado. Adán y Eva eran personajes de un cuento de hadas judío, y jamás había existido la Creación. El slogan del siglo era: evolución. Llenos de júbilo alabamos agradecidos a la ciencia que nos había liberado de la idea insoportable de nuestra semejanza con Dios, garantizándonos genealógicamente la semejanza con el mono. La ciencia había reconocido nuestro verdadero valor y nuestra verdadera dignidad. Sólo los beatos retrógrados y supersticiosos continuaban creyendo en las viejas ideas degradantes de la humanidad. Para el espíritu ilustrado se había desenmascarado a la Biblia, había sido destruida, no era más que un cuento infantil. Y hay que reconocer que desde entonces también nos hemos comportado como cinocéfalos en el terreno moral, político y en cualquier otro terreno.


El hecho de que la teoría de la evolución jamás fuese demostrada en este sentido, por lo menos en cuanto a la aparición del hombre, no enturbiaba nuestra satisfacción. No se había hallado el «eslabón perdido» y -como comprobó Chesterson- lo único que sabíamos sobre el eslabón perdido es que seguía perdido. Pero ¿qué importaba esto? Más pronto o más tarde se encontraría esa cosa intermedia entre el mono y el hombre.


Y entonces sucedió lo más increíble: el 1.° de agosto de 1958 unos mineros encontraron a unos 200 metros de profundidad, bajo las colinas de Maremma, en el centro de Italia, un esqueleto que ha sido identificado por el profesor Hörzeler, del museo de Ciencias Naturales y Etnológicas de Basilea, como el del ser más antiguo parecido al hombre. Tiene de diez a once millones de años.


Hasta ahora la ciencia nos había anunciado que el mono no había evolucionado a hombre hasta hace aproximadamente un millón de años. Ahora resulta que somos tan viejos como los monos y posiblemente incluso más viejos. Quizás oigamos,.dentro de poco que los monos son hombres degradados. No resultaría extraño, si se tiene en cuenta que acaban de incluir en una exposición de arte varias «obras pictóricas » de un chimpancé.


Tenemos que admitir por lo tanto que el mono, en el mejor de los casos, es tan solo nuestro pariente lejano, pero de ningún modo nuestro antepasado. Adán no fue un gorila. Eva no fue una chimpancé. Y cuando nos portamos como monos no podemos alegar con orgullo que así honramos la memoria de nuestros antepasados. No era la Biblia la equivocada, sino la ciencia.


Ya en los primeros siglos del cristianismo, los doctores de la Iglesia sabían qué partes importantes de la Biblia tienen un sentido simbólico; el primero que habla de esto es el apóstol San Pablo. Y por lo que respecta a la cronología de la Biblia, sabemos hace tiempo que no siempre debe tomarse «al pie de la letra». ¿Un ejemplo de ello?: se señala a Jesús con frecuencia como hijo de David. Sin embargo David vivió más de setecientos años antes de Cristo y fue su ...antepasado. «Hijo» significa en la Biblia «descendiente de».


Por lo demás, la teoría de la evolución bien entendida -y hay que aceptarla dentro de ciertos límites- no es ninguna prueba contra la acción creadora de Dios. Evolución no es otra cosa que creación «a largo plazo». Y este plazo sólo es largo para nosotros los pigmeos de lo temporal, pero no para Dios, que vive fuera de todo lo temporal.

"Es impensable cancelar dos mil años de historia"


El periodista Bruno Volpe continúa con una serie de entrevistas a los distintos oradores del próximo congreso sobre el Motu Proprio que se celebrará en Roma, a mediados de este mes. Hoy ofrecemos la traducción del diálogo que el Director de Pontifex mantuvo con el Profesor Roberto de Mattei, docente en la Universidad Europea de Roma y director responsable de la revista Radici Cristiane.
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Profesor De Mattei, ¿qué valor atribuye al Motu Proprio del Papa Benedicto XVI?
De una extraordinaria relevancia. El Pontífice, con un acto de libertad, de justicia y de honestidad, ha restituido prestigio y honor a un Rito que desde siempre ha representado la historia de la Iglesia. Me permito sólo recordar, con total humildad, que el Concilio Vaticano II nunca ha eliminado el Rito antiguo ni el uso del latín en las Misas.
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Ahora debemos esperar que el congreso no sea un hecho aislado sino que sirva para promover y divulgar una belleza de la Iglesia universal…
Ciertamente. Este es el objetivo fundamental de los trabajos: hacer que no quede como un bello pero aislado paréntesis...
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¿Qué aprecia especialmente en el Rito antiguo?
La belleza, la sobriedad, la búsqueda de Dios. Además, creo que es justo afirmar que el Rito romano antiguo es la Misa de la Iglesia de siempre, desde los orígenes de la Iglesia, desde los primeros cristianos que así lo han celebrado. Es impensable cancelar dos mil años de historia.
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¿Qué ha ocurrido con el Novus Ordo?
Debemos mantenernos siempre en comunión con la Iglesia, el Papa y los Obispos. Pero, con total sinceridad, considero que con la reforma litúrgica de 1969, producida después del Concilio Vaticano II, se ha dado una peligrosa fragmentación en las Misas. Es decir, con el Rito romano antiguo existe una Misa, después de 1969 se ha verificado una proliferación de Misas con un caos litúrgico que es necesario corregir por el bien de la Iglesia y de los fieles.
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Algunos autorizados estudiosos hablaron, incluso, de una protestantización de la Liturgia…
Pienso que tienen mucha razón quienes analizan el problema en esta clave. La exagerada apertura a los hermanos separados y a sus ideas termina, a menudo, desorientando a los fieles católicos. También la Liturgia ha sido afectada, influenciada por ideas teológicas, cuando menos, discutibles. Pido que todos repiensen su conducta en clave de sobriedad, olvidando aquellos verdaderos desastres litúrgicos y teológicos producidos por falsas y erróneas interpretaciones del Vaticano II. Y si prestamos atención, en el Concilio no encontramos una sola palabra que afirme o consienta la eliminación del latín. Al contrario, anima el uso de esta lengua y del canto gregoriano. El Vaticano II debe ser leído e interpretado, tal como afirma el Papa Benedicto XVI, en continuidad con la Tradición de la Iglesia y no como ruptura con el pasado. No fue una revolución.
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Su ponencia (en el congreso) será “El Motu Proprio como respuesta al proceso de secularización de la sociedad contemporánea”…
Pienso que la Liturgia sirve también para limitar los daños del proceso de secularización. En este sentido, necesitamos una mayor búsqueda de Dios también en la Misa, que no es un espectáculo, sino más bien Sacrificio, don y misterio.
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Se tratará de un congreso importante…
Con invitados calificados y de absoluta competencia. Nos proponemos analizar y valorar con la debida atención aquella relación lex orandi, lex credendi, frecuentemente olvidada por una cultura modernista y secularizada.
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Texto original: Pontifex
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo (de aquí lo hemos tomado).

18 de septiembre de 2008

19 de Septiembre, Festividad de San Genaro, Obispo y Mártir, y sus Compañeros Mártires


San Genaro, patrón de Nápoles, es famoso por el milagro que generalmente ocurre cada año desde hace siglos, el día de su fiesta, el 19 de septiembre. Su sangre, se licúa ante la presencia de todos los testigos que deseen asistir. (Mas sobre este milagro en la segunda parte de esta página)

Nápoles y Benevento (donde fue obispo) se disputan el nacimiento de San Genaro .

Durante la persecución de Dioclesiano, fueron detenidos en Pozzuoli, por orden del gobernador de Campania, Sosso, diácono de Miseno, Próculo, diácono de Pozzuoli, y los laicos Euticio y Acucio. El delito era haber públicamente confesado su fe.

Cuando San Genaro tuvo noticias de que su amigo Sosso y sus compañeros habían caído en manos de los perseguidores, decidió ir a visitarlos y a darles consuelo y aliento en la prisión. Como era de esperarse, sus visitas no pasaron inadvertidas y los carceleros dieron cuenta a sus superiores de que un hombre de Benevento iba con frecuencia a hablar con los cristianos. El gobernador mandó que le aprehendieran y lo llevaran a su presencia. El obispo Genaro, Festo, su diácono y Desiderio, un lector de su iglesia, fueron detenidos dos días más tarde y conducidos a Nola, donde se hallaba el gobernador.

Los tres soportaron con entereza los interrogatorios y las torturas a que fueron sometidos. Poco tiempo después el gobernador se trasladó a Pozzuoli y los tres confesores, cargado con pesadas cadenas, fueron forzados a caminar delante de su carro. En Pozzuoli fueron arrojados a la misma prisión en que se hallaban sus cuatro amigos. Estos últimos habían sido echados a las fieras un día antes de la llegada de San Genaro y sus dos compañeros, pero las bestias no los atacaron. Condenaron entonces a todo el grupo a ser echados a las fieras. Los siete condenados fueron conducidos a la arena del anfiteatro y, para decepción del público, las fieras hambrientas y provocadas no hicieron otra cosa que rugir mansamente, sin acercarse siquiera a sus presuntas víctimas.

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¿Obama o McCain? (XIV). Vale, liberalismo, pero en las duras y en las maduras

Enviado por Aldo H Delorenzi (corresponsal voluntario argentino), que una vez más nos muestra su gusto por este periodista español, que también nos gusta mucho. Gracias una vez más, Aldo!

Dos ideas sobre el bien, dos ideas sobre la libertad

“Castigarlas con un bebé si cometen un error en su adolescencia”. Es la respuesta que más repugnancia me ha dado de cuantas he escuchado al candidato demócrata, Barack Obama. Sí, cuando se supo -¿por quién?- que la hija de Sarah Palin, Bristol, de 17 años de edad, estaba embarazada, Obama consideró que él no habría hecho tal cosa con su hija. De lo cual debemos deducir varias cosas: la primera, que un bebé es un castigo. Es una definición perfecta del Nuevo Orden que odia la maternidad porque odia a la humanidad. Un bebé, para un personaje como Obama, es, ante todo, una carga. Hubo un tiempo en que también él debió ser una carga para alguien, pero al parecer no se acuerda, y supongo que hoy se consideraba algo más que una carga.

Segundo. El señor Obama no quiere decirlo, porque es palabra tabú, pero lo que está proponiendo es que maten a su nieto. ¿Puede ser este personaje presidente de los Estados Unidos?

Tercero: un error. Para ser estadounidense, el candidato demócrata parece europeo. No existe el pecado, tampoco los horrores, sólo los errores. La libertad es algo parecido a una ecuación matemática. Es decir, la libertad no existe. La reacción de Palin fue muy distinta: mi hija hizo mal, ergo tiene que asumir su responsabilidad. Son dos ideas sobre el bien, pero si no se cree en el pecado tampoco se cree en la libertad.

Las palabras de Obama continúan asustándome.

Eulogio López

Humanae vitae. 40º Aniversario. Profecía y Apostasía



por Juanjo Romero

Fuente Religión en Libertad




Cardenal Schönborn, Domus Galilæ, finales del mes de marzo, un auditorio compuesto por más de un centenar de obispos y nueve cardenales:
En los últimos 40 años, Europa ha dicho tres veces 'no' a su futuro: en el año 1968 cuando refutó la Humanæ Vitæ; 20 años después con la legalización del aborto; y hoy con el matrimonio homosexual. Ya no se trata de una cuestión moral, sino de un hecho: por ejemplo, en Alemania hoy, por cada 100 padres hay 70 hijos y 44 nietos. En dos generaciones, la población se reducirá a la mitad.

Me cuentan que fijó la vista respectivamente en belgas-holandeses, franceses-alemanes y españoles, con esa mirada de cariño y fortaleza que le caracteriza, como invitando a todos a arrimar el hombro (no sé si estaban sentados por países, pero así me lo describieron). Concluyó el breve diagnóstico con valentía:Esto es, objetivamente, un 'no' al futuro.
La única fuerza en Europa que ha promovido y promueve el futuro es la Iglesia Católica a través de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Las tres apostasías tienen su origen en la primera, en la encíclica que el viernes cumple cuarenta años de su promulgación. Quizá uno de los documentos clave del siglo XX, no sólo de la Historia de la Iglesia. Recomiendo su lectura, breve y fácil de resumir: no se puede separar en el acto matrimonial el aspecto unitivo del generativo. Pocas frases han provocado tanto. Otros resumen la Humanæ Vitæ como «no se puede usar la píldora o el condón», pero el reduccionismo corresponde a quien tiene por bufanda la bragueta, ya dice la Escritura ex abundantia cordis os loquitur.
Todavía la simple mención del título provoca salpullidos y erupciones en la progresía eclesiástica y también en la social. La táctica contestataria sigue siendo la del posconcilio: «hay que profundizar en la encíclica», «hay que superar»; «hay que adaptarse a los nuevos tiempos»; «la Iglesia debe dedicarse a…». Pero no, no me quería fijar hoy en el disenso. Un disenso cuajado de deslealtades y traumas. Un disenso que generó lo que en USA se llamó católicos de cafetería, los que del menú sólo escogen lo que les apetece.
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Católicos gallinas


por Juan Manuel de Prada


Se refería en su último artículo Ignacio Sánchez Cámara a un catolicismo débil que adopta «una cobarde estrategia de repliegue». Con su habitual comedimiento, quizá mi dilecto Sánchez Cámara se quedó corto. Podría decirse, sin temor a incurrir en la hipérbole, que la enseñanza evangélica más profusamente aplicada por los católicos empieza a ser aquella que aconseja exponer la otra mejilla a la bofetada del agresor. Sólo que, mientras Jesucristo vindicaba este comportamiento como negación de la capacidad dialéctica de la violencia, el católico contemporáneo lo interpreta torcidamente y lo acata como un designio de capitulación constante, aun en los asuntos que más atañen a sus convicciones, por las que Jesucristo -no lo olvidemos- entregó la vida. Se ha entronizado -no sólo entre los detractores de la religión católica, también entre quienes la profesan- ese sofisma según el cual la fe es un asunto privado, cuando lo cierto es que la fe, la única fe posible, es intrínsecamente apostólica, codiciosa de expresarse en público. Una fe privada es una fe muerta, o más bien nonata.
Diariamente comprobamos cómo políticos presuntamente católicos siguen el magisterio de San Pedro en la noche aciaga, negando su fe no tres, sino trescientas veces si hace falta. Causa sonrojo escuchar sus declaraciones sinuosas, elusivas, vergonzantes, cuando se les inquiere sobre sus certezas religiosas; y causa cierta náusea asistir a la declinación -y aun al pisoteo- de esas certezas si la conveniencia así lo exige, cada vez que sus «asesores de imagen» les insinúan que un pronunciamiento en contra del aborto o del (si el oxímoron es tolerable) matrimonio homosexual puede mermar sus posibilidades electoreras. Pero pecaríamos de ingenuidad si pensásemos que los políticos actúan de modo tan pusilánime y taimado por pura comodidad; si antes no hubiesen percibido entre el electorado católico una actitud acoquinada, achantada, dispuesta a comulgar con ruedas de molino, quizá no fueran tan osados en sus estrategias de tibieza. José Antonio Zarzalejos describía ayer muy vívidamente la dolencia catatónica que afecta al católico contemporáneo: «Desprovistos de capacidad dialéctica, demasiados se refugian en la incomprensión hacia el signo de los tiempos y se resignan a aceptar los veredictos supuestamente mayoritarios...». Resignación, estolidez, indolencia... El católico contemporáneo vive su fe y los retos que ésta le plantea acomplejado y al borde del desistimiento. Como las gallinas que esconden la cabeza debajo del ala, deja pasar todos los cálices amargos que desfilan por la mesa, por temor a contrariar a los otros comensales; así, hasta que se le excluye del banquete.
Este absentismo cobarde quizá ya no admita rectificación, al menos en ciertos territorios de la vida pública. Ocurre así, por ejemplo, en el ámbito intelectual y cultural, donde la profesión de fe católica se ha convertido en rasgo irrisorio y pintoresco, todo lo contrario que su execración y vilipendio, que reporta aureolas de mártir de no sé qué añeja modernidad. Explicar este desprestigio del catolicismo en círculos culturales apelando a las monsergas victimistas de siempre quizá consuele a los católicos moribundos; pero su razón no es otra que la que al principio anticipábamos. Al replegar el católico su fe en una esfera privada y cada vez más angosta, al dimitir de su faceta pública y ofrecer la otra mejilla a las bofetadas del escarnio y el resentimiento bufo, ha propiciado su destierro en los márgenes de la sociedad. Llegados a este punto de agostamiento gallináceo, es el momento de refundar nuestra fe sobre cimientos menos medrosos y claudicantes.

18 de Septiembre, Festividad de San José de Cupertino


José nació en 1603 en el pequeño pueblo italiano llamado Cupertino.

Sus padres eran sumamente pobres. El niño vino al mundo en un pobre cobertizo pegado a la casa, porque el padre, un humilde carpintero, no había podido pagar las cuotas que debía de su casa y se la habían embargado.

Triste niñez. Murió el padre, y entonces la madre, ante la situación de extrema pobreza en que se hallaba, trataba muy ásperamente al pobre niño y este creció debilucho y distraído. Se olvidaba hasta de comer. A veces pasaba por las calles con la boca abierta mirando tristemente a la gente, y los vecinos le pusieron por sobrenombre el "Boquiabierta". Las gentes lo despreciaban y lo creían un poca cosa. Pero lo que no sabían era que en sus deberes de piedad era extraordinariamente fervoroso y que su oración era sumamente agradable a Dios, el cual le iba a responder luego de maneras maravillosas.

Un distraído desechable. A los 17 años pidió ser admitido de franciscano pero no fue admitido. Pidió que lo recibieran en los capuchinos y fue aceptado como hermano lego, pero después de ocho meses fue expulsado porque era en extremo distraído. Dejaba caer los platos cuando los llevaba para el comedor. Se le olvidaban los oficios que le habían puesto. Parecía que estaba siempre pensando en otras cosas. Por inútil lo mandaron para afuera.

Al verse desechado, José buscó refugio en casa de un familiar suyo que era rico, pero él declaró que este joven "no era bueno para nada", y lo echó a la calle. Se vio entonces obligado a volver a la miseria y al desprecio de su casa. La madre no sintió ni el menor placer al ver regresar a semejante "inútil", y para deshacerse de él le rogó insistentemente a un pariente que era franciscano, para que le recibieran al muchacho como mandadero en el convento de los padres franciscanos.

Cambio inesperado. Sucedió entonces que en José se obró un cambio que nadie había imaginado. Lo recibieron los padres como obrero y lo pusieron a trabajar en el establo y empezó a desempeñarse con notable destreza en todos los oficios que le encomendaban. Pronto con su humildad y su amabilidad, con su espíritu de penitencia y su amor por la oración, se fue ganando la estimación y el aprecio de los religiosos, y en 1625, por votación unánime de todos los frailes de esa comunidad, fue admitido como religioso franciscano.
Coincidencias agradables. Lo pusieron a estudiar para prepararse al sacerdocio, pero le sucedía que cuando iba a presentar exámenes se trababa y no era capaz de responder. Llegó uno de los exámenes finales y el pobre Fray José la única frase del evangelio que era capaz de explicar completamente bien era aquella que dice: "Bendito el fruto de tu vientre Jesús". Estaba asustadísimo, pero al empezar el examen, el jefe de los examinadores dijo: "Voy a abrir el evangelio, y la primera frase que salga, será la que tiene que explicar". Y salió precisamente la única frase que el Cupertino se sabía perfectamente: "Bendito sea el fruto de tu vientre".
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17 de septiembre de 2008

Objeción de ciencia en la práctica médica


por Natalia López Moratalla

Cuando unas normas jurídicas pretenden obligar al profesional sanitario a realizar una determinada intervención (aborto, asistir a un suicidio, diagnóstico prenatal con fines eugenésicos...), se apela en muchos casos a la objeción de conciencia. Pero antes de plantear la regulación de este derecho, hay que preguntarse si no existe frente a estas normas conflictivas una «objeción de ciencia», basada en estrictos criterios médicos.

Una normativa que plantea al profesional un conflicto entre el deber de cumplirla y el deber de seguir su conciencia, tiene que ser revisada en sí misma, antes que tratar simplemente de regular el derecho a ejercer objeción de conciencia. Aquí entra en juego el deber que tiene todo profesional competente de dar las «razones de ciencia» que tiene para oponerse a cumplir la norma, sea cual sea su ideología y religión.

El aborto no es un acto médico. Es un hecho que los poderes públicos no han exigido el cumplimiento de la legislación sobre el aborto, al permitir que se haya realizado impunemente fuera de los supuestos despenalizados.

La solución jurídica no puede consistir en imponer un registro del personal sanitario de objetores de conciencia al aborto, y de esta forma poder cerrar puertas por sus convicciones al profesional que se niega a realizar tal prestación en un centro sanitario público.

La razón esencial que justifica la oposición del personal sanitario al aborto es que participar en la destrucción de la vida de un feto humano no es un acto médico.

Hace 23 años se podía pensar que tal vez, y en determinadas condiciones, un embarazo ponía de hecho en peligro la vida de una mujer y su salud física. Hoy no hay que recurrir al aborto para tratar las dolencias de la mujer embarazada. Hace 23 años se podía ignorar el peligro que el aborto supone para la salud mental de una mujer; hoy se sabe que el embarazo no genera un problema de salud psíquica en la gestante, mientras que su voluntaria interrupción ha creado ya un aumento espectacular del Síndrome Post Trauma, de graves consecuencias. Ya sólo el conocimiento del riesgo para salud mental de la madre es de por sí suficiente para justificar la objeción de ciencia del profesional sanitario al aborto.

El presupuesto incuestionable de que lo que le corresponde al médico es curar, y paliar lo que no pueda curar, hace que la eutanasia no pueda formar parte de las prestaciones exigibles al profesional sanitario. Es más, de hecho esta acción es un delito tipificado en el Código Penal (art. 143.4) como «delito de auxilio o colaboración en la muerte de otro». Nadie puede ser obligado a realizar un delito. La medicina del final de la vida se eleva entre dos fosos delictivos: la eutanasia directa, tanto por acción que cause la muerte como por omisión o interrupción deliberada de un tratamiento curativo necesario para la supervivencia del paciente; y el encarnizamiento terapéutico que lleva a aplicar tratamientos ya inútiles para la curación del paciente, tanto si son sencillos como sofisticados. La cuestión es si son útiles o son inútiles para curar.

En estos y en otros casos donde hoy se quiere convertir al profesional en ejecutor de prácticas no justificadas por razones sanitarias, es la ciencia médica la que eleva su objeción frente a una imposición ideológica.

Sentimiento de Familia

Tomado alegremente del blog amigo Athelas


Mateo escribía su Evangelio hacia el año 44, es decir, una docena de años después de la muerte de Jesús. Escribía sobre los lugares del acontecimiento, en medio de testigos que habrían podido contradecirle fácilmente. Escribía en arameo, lengua común del país. Judío, escribía para los judíos. No es extraño que le preocupara particularmente probar la mesianidad de Jesús y el cumplimiento de las profecías en él y por él.

Comienza su Evangelio por una genealogía de Jesús. Esa genealogía, típicamente semita, está compuesta de una manera a la vez extraña y conmovedora, extraña a causa de su perfección geométrica de pieza organizadora; conmovedora por toda lo que evoca de aventura humana.…

Pero lo que nos conmueve no es esa bella arquitectura, un poco artificial, sino la manera como la ha roto Mateo intencionadamente, al introducir, en esa largo serie de nombres masculinos, cinco nombres de mujeres, cuando en el país semita la mujer no contaba en las genealogías.

Esas cinco mujeres son: Thamar, nuera de Judá, hijo de Jacob, que se prostituyó con él; Rahab, una prostituta de Jericó, que traicionó a la ciudad; Ruth, una pagana que se ofreció a Booz y se hizo ser tomada en matrimonio por él; la mujer adúltera de Urías, ese capitán de David a quien el mismo rey hizo cobardemente perecer después de haberle quitado su mujer. Y, finalmente, María, madre de Jesús.

El incesto, la prostitución mezclada con la traición, el adulterio mezclado con el asesinato de un fiel servidor: sobre ese estercolero se yergue la flor deslumbrante de pureza, la Virgen María, de quien debía nacer Jesucristo.

Desde la primera página de su Evangelio, Mateo, el publicano arrepentido, pone su mirada tranquila y lúcida de contable en la basura humana.
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Para leer el artículo completo haga clik sobre la imagen de la genealogía de Nuestro Señor.

¡ Mi espada por Santiago!


Si bien este artículo ya tiene unos años de publicado, creo que mantiene, o más bien ha incrementado su actualidad. Para algún argentino distraído, recuerdo que la Reconquista y Defensa de Buenos Aires (invasiones inglesas) se hizo al grito de "Santiago y cierra España". El Cruzamante

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por Manuel Fernández Espinosa

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Tomado de Revista Arbil

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Ante los rumores de las medidas, luego desmentidos vista la presión popular, que había doptado el Cabildo Catedralicio compostelano de hacer desaparecer la imagen de Santiago Matamoros de la vista de los fieles, alegando susceptibilidades propias del discurso "políticamente correcto", queremos con este aproche hacer un somero repaso histórico sobre la beligerante advocación del Patrono de las Españas y, señalando las hostilidades que ha desatado a lo largo de su historia. Sabiendo quiénes son sus enemigos, es de suponer quiénes son los que más se congratulan de su desaparición.¿Quién es Santiago Matamoros? A pesar del apellido, tan políticamente incorrecto, se trata del mismo Apóstol Santiago bajo la faz y hechuras guerreadoras. Él es Santiago el Mayor, el de los Evangelios, hijo de Zebedeo y Salomé y hermano del joven Juan, el apóstol amado del Señor. Jesucristo llamó a ambos hermanos los "Boanerges" -los Hijos del Trueno-, por el celo que mostraron por la honra del Señor cuando pidieron que cayera fuego del cielo sobre una aldea que había impedido el paso a Jesús y a sus acompañantes. La madre de ambos siempre estaba alrededor de Cristo, pidiéndole que reservara a sus hijos elevados puestos de gloria en el Reino que estaba por venir. Jesucristo les preguntó si serían capaces de beber el cáliz y ellos contestaron: "possumus!" -¡podemos!.

La tradición sitúa a Santiago en la antigua Hispania, propagando el Evangelio. A las orillas del Ebro, en Cesaraugusta -Zaragoza-, se le apareció la Virgen María (que todavía vivía en este mundo sin haber sido asunta al cielo). Nuestra Señora le previno de los peligros que se cernían sobre el grupo de cristianos que él formaba, animándolo a seguir con su labor apostólica. Santiago siguió predicando hasta que decidió regresar a Jerusalén, donde fue martirizado. Según la venerable leyenda su cadáver fue trasladado por sus discípulos y depositado en Compostela -el campo de la estrella-, donde Europa lo continua venerando.

Ejecutoria del Celestial Caballero Santiago Matamoros.


La tradición del Matamoros se remonta al reinado de Ramiro I (muerto en 850) que sucedió en el trono de Asturias y León a su tío Alfonso el Casto (muerto en 842). Al fallecer su tío, los moros reclamaron el tributo de las cien doncellas (cincuenta hidalgas y cincuenta plebeyas) que tenían impuesto a los cristianos. Ramiro I que estaba en Bardulia (antiguo nombre de Castilla la Vieja) no quiso entregarles las cien doncellas y se encontró frente a frente con la morisma en Clavijo donde en la víspera de la batalla, según la tradición, se le aparece en sueños el Apóstol Santiago. Santiago le comunica que ha sido designado por Dios como Patrón de las Españas. Santiago anima a Ramiro al combate y le pide que lo invoque. Los cristianos dan batalla al grito de "¡Dios ayuda a Santiago!", y los moros son vencidos. Aquella gloriosa jornada de las armas cristianas será la fundación de la Orden de Santiago.
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"La matanza de los cátaros en el siglo XIII es otro ejemplo de manipulación ideológica"


por Vittorio Messori


Hace tiempo que vengo diciendo que los católicos, reducidos ya a una minoría (al menos en el plano cultural), deberían seguir el ejemplo de otra minoría, la judía, y crear también ellos una «Liga Anticalumnia», que intervenga en los medios para restablecer las verdades históricas deformadas, sin pretender, por otra parte, ninguna censura ni privilegio, sino sólo la posibilidad de rectificaciones basadas en datos exactos y documentos auténticos.

Tomemos, por ejemplo, el asunto de los cátaros (también llamados albigenses) hoy tan de moda porque gozan de protagonismo en el «El Código da Vinci» y similares y a los que les gustaría revalorizarse, olvidando que eran seguidores de una oscura, feroz y sanguinaria secta de origen asiático.

Paul Sabatier -historiador de la Edad Media e insospechado pastor calvinista- ha escrito:

«El papado no ha estado siempre de parte de la reacción y del oscurantismo: cuando desbarató a los cátaros, su victoria fue la de la civilización y la razón».

Y otro protestante, radicalmente anticatólico y célebre estudioso de la Inquisición, el americano Henry C. Lea:

«Una victoria de los cátaros habría llevado a Europa a los tiempos salvajes primitivos».

De la campaña católica contra aquellos sectarios (apoyados por los nobles del Midi -el Mediodía francés- no por motivos religiosos, sino porque querían meter mano a las tierras de la Iglesia), son recordados sobre todo el asedio y la toma de Béziers, en julio de 1209. Veo ahora en «Il Messaggero» que un divulgador de la Historia como Roberto Gervaso no duda en dar por buena la réplica de Dom Arnaldo Amalrico, abad de Citeaux y «asistente espiritual» de los cruzados, a los barones que le preguntaban qué tenían que hacer con la ciudad conquistada. La respuesta se ha hecho famosa por sus innumerables repetidores: «¡Matadlos a todos. Dios reconocerá a los suyos!». A la cual siguió una masacre que, según Gervaso -seguidor, también aquí, de la vulgata corriente-, alcanzó los 40.000 muertos. El divulgador se halla, por tanto, en sorprendente compañía: hasta un verdadero especialista en el Medievo como Umberto Eco, en su novela «El Nombre de la Rosa» acredita la frase terrible del abad y el desmesurado número de víctimas. Pues bien: se da la casualidad de que poseemos muchas crónicas contemporáneas de la caída de Béziers, pero en ninguna de ellas hay noticia de aquel «matadlos a todos». La realidad es que más de sesenta años después, un monje, Cesáreo de Heisterbach, que vivía en una abadía del Norte de Alemania de la que nunca se había movido, escribió un pastiche fantasioso conocido como «Dialogus Miracolorum». Entre los «milagros» pensó inventar también éste: mientras los cruzados hacían estragos en Béziers (que fray Cesáreo ni siquiera sabía dónde estaba) Dios había «reconocido a los suyos», permitiendo a aquellos que no eran cátaros huir de la matanza.

Es decir, la frase atribuida a don Arnaldo tiene la misma credibilidad que el «Eppur si muove!» que se supone que fue pronunciado por Galileo Galilei ante sus jueces, y que sin embargo fue inventado en Londres en 1757, casi un siglo y medio después, por uno de los padres del periodismo, Giuseppe Baretti. En realidad, en Béziers, en aquel año de 1209, los católicos deseaban tan poco una matanza que enviaron embajadores a los asediados para que se rindiesen, salvando su vida y sus bienes. Por lo demás, tras un largo periodo de tolerancia, el Papa Inocencio III se había decidido a la guerra sólo cuando los cátaros, el año anterior, asesinaron a su enviado que proponía un acuerdo y una paz. Habían fallado también las tentativas pacíficas de grandes santos como Bernardo y Domingo. También en Béziers, los cátaros replicaron con la violencia de su fanatismo a la oferta de diálogo y negociación: intentaron, de hecho, un ataque sorpresa pero, para su desventura, los primeros con los que se encontraron eran los Ribauds, cuyo nombre ha asumido el significado inquietante que conocemos (en italiano, «delincuente, mercenario»). Eran, de hecho, compañías de mercenarios y aventureros de pésima fama. Esta mesnada de irregulares, no sólo rechazó a los asaltantes, sino que los persiguió hasta el interior de la ciudad. Cuando los comandantes católicos acudieron con las tropas regulares, la masacre ya había comenzado y no hubo modo de frenar aquellos «ribaldos» enfurecidos.

¿Veinte, quizá cuarenta mil muertos? Hubo una matanza, impensable para la mentalidad de entonces y explicable con la exasperación provocada por la crueldad de los cátaros, que no sólo en Béziers, sino desde hacía años perseguían a los católicos. Sólo un cuentacuentos tipo Dan Brown puede hablar con ignorancia de una «mansedumbre albigense». El episodio principal tuvo lugar en la iglesia de la Magdalena, en la cual no cabían, abigarradas, más de mil personas. ¿Béziers despoblada y derrocada? No lo parece, dado que la ciudad se organizó poco después para ulteriores resistencias y fue necesario un nuevo asedio. En resumen: un episodio entre tantos otros de manipulación ideológica.

Una Liga Anticalumnia no sólo sería deseable y necesaria para los católicos, sino para dar lugar a un juicio ecuánime y realista sobre el pasado de una Europa forjada durante tantos siglos también por la Iglesia.

17 de Septiembre, Conmemoración de la impresion de las Santas Llagas de San Francisco


En cuanto a la tercera consideración, que es la de la aparición del serafín y de la impresión de las llagas, se ha de considerar que, estando próxima la fiesta de la cruz de septiembre (1), fue una noche el hermano León, a la hora acostumbrada, para rezar los maitines con San Francisco. Lo mismo que otras veces, dijo desde el extremo de la pasarela: Domine, labia mea aperies, y San Francisco no respondió. El hermano León no se volvió atrás, como San Francisco se lo tenía ordenado, sino que, con buena y santa intención, pasó y entró suavemente en su celda; no encontrándolo, pensó que estaría en oración en algún lugar del bosque. Salió fuera, y fue buscando sigilosamente por el bosque a la luz de la luna. Por fin oyó la voz de San Francisco, y, acercándose, lo halló arrodillado, con el rostro y las manos levantadas hacia el cielo, mientras decía lleno de fervor de espíritu:

-- ¿Quién eres tú, dulcísimo Dios mío? Y ¿quién soy yo, gusano vilísimo e inútil siervo tuyo?

Y repetía siempre las mismas palabras, sin decir otra cosa. El hermano León, fuertemente sorprendido de lo que veía, levantó los ojos y miró hacia el cielo; y, mientras estaba mirando, vio bajar del cielo un haz de luz bellísima y deslumbrante, que vino a posarse sobre la cabeza de San Francisco; y oyó que de la llama luminosa salía una voz que hablaba con San Francisco; pero el hermano León no entendía lo que hablaba. Al ver esto, y reputándose indigno de estar tan cerca de aquel santo sitio donde tenía lugar la aparición y temiendo, por otra parte, ofender a San Francisco o estorbarle en su consolación si se daba cuenta, se fue retirando poco a poco sin hacer ruido, y desde lejos esperó hasta ver el final. Y, mirando con atención, vio cómo San Francisco extendía por tres veces las manos hacia la llama; finalmente, al cabo de un buen rato, vio cómo la llama volvía al cielo.

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16 de septiembre de 2008

Enormes minucias


por Eulogio López

Enviado por Aldo H. Delorenzi (corresponsal voluntario argentino), que está por crear su propio blog, que anunciaremos desde esta bitácora.


Negarle la Eucaristía a Gallardón

En Lourdes Benedicto XVI volvió a referirse a los principios no negociables, guía inequívoca del católico en política: un cristiano puede pensar lo que quiera sobre cualquier asunto político, económico o social, pero hay cuatro -cinco cosas, porque en París volvió a introducir el elemento que entra y sale- con las que no puede negociar, dialogar ni tolerar. Esos valores son: vida, familia, bien común, libertad de enseñanza y libertad religiosa.

Son los cinco principios que el progresismo de izquierda y de derechas va masacrando de forma sistemática. La historia misma del Zapatismo que ahora se repite en Ecuador con el bolivariano Rafael Correa. Y no duden que la estación intermedia de ese camino de vulneraciones es el pensamiento único, que reduce al silencio al discrepante, y la estación término es la tiranía. Por ejemplo, en España, la ley de memoria histórica y las garzonadas no son sino tiranía intelectual, y así, quien va a discrepar de la simplona interpretación de la Guerra Civil española es un fascista y hay que reducirle al silencio.

En Ecuador pretenden recuperar el tiempo perdido así que la nueva constitución que propone Rafael Correa apunta contra los cinco principios no negociables. Correa se ha encontrado allí con el enfrentamiento directo de los obispos. Este fin de semana, festividad de la Santa Cruz monseñor Antonio Arregui lo resumía en dos palabras: “Se ha herido el espíritu de una nación que es cristiana”. No olvidemos que los ecuatorianos constituyen la minoría inmigrante más numerosa de España, empatada con la magrebí.

En mi opinión aún hay que dar un paso más: si los principios no son negociables, hay que hacerlos no negociables de verdad. En resumen, prohibir el acceso a los sacramentos a aquellos políticos que se presentan como católicos y, sin embargo, con sus palabras, sus posturas, sus votos parlamentarios o su actitud están dando un escándalo continuo y confundiendo a los fieles. Negarle, sobre todo, la comunión, señalando al escandalizador para que quede claro. No es momento para andarse con medias tintas.

Si un político se dice agnóstico o ateo -o sea, un agnóstico serio- allá él con su conciencia. Ahora bien, si un político se dice católico y defiende o transige con el aborto, con los ataques a la familia natural, o cualquier otro principio no negociable es evidente que se le debe negar la comunión y explicitarlo, tal y como han hecho los obispos norteamericanos con John Kerry o Nancy Pelosi. Es evidente, por ejemplo, que al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, un personaje que oficia bodas homosexuales, que ofrece píldoras abortivas a adolescentes desde los 13 años, a espaldas de sus padres, entre otras lindezas, debe negarle el acceso a la comunión, por mucho que se incline a besarle el anillo papal a Su Santidad. Ayer mismo (Tengo una pregunta para usted) volvió a defender en un programa de máxima audiencia una ley del aborto, la de Felipe González, que supone la muerte violenta de 100.000 inocentes por año. Ante este escándalo, “la Jerarquía no puede permanecer cruzada de brazos, aunque sólo sea para que el señor alcalde no se trague su propia condenación”.

No es crueldad, sino una mera cuestión de coherencia. Porque la clemencia no hay que tenerla con el poderoso sino con los millones de feligreses anonadados ante tanta confusión.

"Otro Toribio", Abanderado de la Hispanidad


por José Antonio Benito Rodríguez

Tomado de Revista Arbil


Una reseña de la vida y obra de Monseñor Lissón, CM (1872-1961).

En estos tiempos de globalización cultural, conviene poner en candelero a los auténticos pioneros de la única globalización digna de tal nombre, la que rompe fronteras egoístas para abrir espacios de encuentros solidarios. Los santos, “los revolucionarios del amor” –como los definiera el Papa en su encíclica “Dios es amor” se han adelantado con sus gestos de gratuidad y compromiso a lo ahora a duras penas intentamos. Tal sucedió con Emilio Lissón, arzobispo limeño, desterrado en Europa (Roma, Valencia, Sevilla) y que supo aprovechar este auténtico martirio como oportunidad de crear lazos entre peruanos y españoles, convirtiéndose un peruano en España y un español en Perú. La peruanidad y la hispanidad se fundieron en un encuentro feliz que potenció estas queridas realidades.

La expresión “otro Toribio Mogrovejo” la empleó el escritor V. García Calderón cuando lo conoció en París con motivo del homenaje al Almirante Petit Thouars. “No me basta amar a Dios si mi prójimo no le ama”. Tal fue la divisa de Monseñor Emilio Lissón, grabada en la lápida donde reposan sus restos en la Catedral de Lima, desde el 24 de julio de 1961. Su biógrafo, el P. José Herrera, nos dio un retrato físico y moral: “Alto y enjuto, de color cetrino, de ojos vivos y penetrantes, aunque de amable y suave mirar, con la sonrisa ancha de su cara y asomándose la nieve de las canas por debajo del rojo y raído solideo, y su cuerpo un tanto inclinado hacia adelante, con aire sencillo y humilde, todo él respirando bondad y modestia”. El 17 de diciembre del 2002, se incoó en Valencia –última morada de su peregrinar y lugar de su deceso- el proceso de beatificación que culminó en su fase diocesana el 31 de mayo del 2008.El Arzobispo de esta diócesis, S.E. Agustín García-Gasco, destacó su itinerario martirial, “a partir del derribo o destierro de Lima” pero que él vivió como “misionero de la evangelización, recorriendo su “vía crucis con paz, esperanza y sentido de resurrección”.

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Perlita


por Juan Manuel de Prada




«Para que exista verdadero tabú es requisito previo imprescindible que exista una estructura de poder efectivo que lo sostenga y castigue severamente sus infracciones; para que exista verdadera provocación, el artista debe desafiar tal estructura y someterse a su castigo. En nuestra época, vituperar los dogmas cristianos no constituye una infracción de ningún tabú, sino por el contrario una manera de asegurarse el aplauso del pensamiento dominante, un recurso facilón para colgarse medallitas y llenarse los bolsillos. Decía Chesterton que la única herejía que nuestra época no admite es la ortodoxia; y que, por tanto, la única forma de provocación verdadera en una sociedad que ha extraviado el concepto de lo sagrado consiste en volver a hacérselo presente otra vez, escandalosamente presente, sin rebozo ni titubeos. Profanar lo sagrado está al alcance de cualquier pelagatos con afán de notoriedad; exaltar lo sagrado sólo está al alcance del verdadero artista, que es el que está dispuesto a escandalizar al pensamiento dominante y a arder en las llamas de los modernos tribunales de la inquisición, que no son precisamente los de antaño.»

16 de Septiembre, Festividad de San Cornelio, Papa y Martir, y San Cipriano, Obispo y Mártir


San Cornelio, Papa, año 253

Este Pontífice fue martirizado en la persecución del emperador Decio en el año 253.

Su Pontificado se vio amargado por la rebelión de un hereje llamado Novaciano que proclamaba que la Iglesia Católica no tenía poder para perdonar pecados y que por lo tanto el que alguna vez hubiera renegado de su fe, nunca más podía ser admitido en la Santa Iglesia.

El hereje afirmaba también que ciertos pecados como la fornicación e impureza y el adulterio, no podían ser perdonados jamás. El Papa Cornelio se le opuso y declaró que si un pecador se arrepiente en verdad y quiere empezar una vida nueva de conversión, la Santa Iglesia puede y debe perdonarle sus antiguas faltas y admitirlo otra vez entre los fieles. A San Cornelio lo apoyaron San Cipriano desde Africa y todos los demás obispos de occidente.

El gobierno del perseguidor Decio lo desterró de Roma y a causa de los sufrimientos y malos tratos que recibió, murió en el destierro, como un mártir.

San Cipriano. Obispo de Cartago y mártir. Año 258.

Este fue el Santo más importante del Africa y el más brillante de los obispos de este continente, antes de que apareciera San Agustín.

Había nacido en el año 200 en Cartago (norte de Africa) y se dedicó a la labor de educador, conferencista y orador público. Tenía una inteligencia privilegiada, una gran habilidad para hablar en público, y una personalidad brillante y simpática que le conseguía un impresionante ascendiente sobre los demás.

Llegado a la mayoría de edad se convirtió al cristianismo por el ejemplo y las palabras de un santo sacerdote llamado Cecilio. Se hizo bautizar y una vez bautizado hizo el juramento de permanecer siempre casto, y de no contraer matrimonio (celibato se llama a este modo de vivir). A las gentes les llenó de admiración el tal voto o juramento, porque esto no se acostumbraba en aquellos tiempos.

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