por Juan Manuel de Prada
Tomado se ABC
Capítulo 60, página 318:
«-¿Y esos cuatro arcones con documentos son el tesoro que los caballeros templarios encontraron bajo el Templo de Salomón?
»-Exacto».
No existe ningún documento que lo sugiera ni siquiera hay ningún indicio que nos haga pensar que los templarios excavaran el Templo de Salomón y encontraran esos cuatro arcones de que habla Teabing, ni el sarcófago de la Magdalena, como dirá más adelante.
Ahora bien, según Teabing, esos arcones contienen la única prueba de que esos arcones existen. Teabing confiesa que no los ha visto, ni ha visto ninguno de los supuestos documentos. Entonces, ¿cómo sabe de qué está hablando? ¿Cómo sabe que lo que hallaron no fueron los tesoros de la reina de Saba o la fórmula de la Coca-Cola?
Capítulo 60, página 319:
«El linaje de Cristo se perpetuó en secreto en Francia hasta que, en el siglo v, dio un paso osado al emparentar con sangre real francesa, iniciando el linaje conocido como la Casa Merovingia.
»-Los merovingios fundaron París.
»-Sí, ésa es una de las razones por las que la leyenda del Grial es tan rica en Francia».
No sabemos cómo ese fantástico linaje de Cristo entroncó con los descendientes de Meroveo ni cuándo sucedió tal cosa. Obviamente, la historia no recoge ningún episodio semejante, ni podemos deducirlo por ningún indicio. Pero hay más, los francos, hasta llegar a Clovis -Clodoveo-, eran un pueblo germánico muy particular. A diferencia de otras grandes tribus germánicas no habían entrado en contacto con el cristianismo, ni en su versión ortodoxa ni con el arrianismo. Los otros dos pueblos bárbaros que dominaban también la antigua Galia romana, los visigodos y los burgundios, eran arrianos. La población galo-romana de estas regiones era, sin embargo, en su mayoría católica.
***********************************************************************************El turco ya no está. Y un mar fragante
macera en sal Lepanto día a día.
Llora nostalgias de la voz brillante
del capitán que al batallar reía.
Ahora Don Juan comanda una galera
que navega las nubes de ese cielo.
Otoño en cruz ayer, y primavera
de rosas de rosario ardiendo al vuelo.
Herido va de estrellas. Don Juan pasa
y esparce luz sobre Corinto. Cantos
de mar y cielo dicen la memoria
del capitán amado que se abrasa,
todo fuego, en su fe. Dicen la gloria
de Don Juan en el cielo de los santos.
Tomado de Arbil
Blancos los surtidores en los patios del sol; El Sultán de Estambul se ríe mientras juegan. Como las fuentes es la risa de esa cara que todos temen, Y agita la boscosa oscuridad, la oscuridad de su barba, Y enarca la media luna sangrienta, la media luna de sus labios, Porque al más íntimo de los mares del mundo lo sacuden sus barcos. Han desafiado las repúblicas blancas por los cabos de Italia, Han arrojado sobre el León del Mar el Adriático, Y la agonía y la perdición abrieron los brazos del Papa, Que pide espadas a los reyes cristianos para rodear la Cruz. La fría Reina de Inglaterra se mira en el espejo; La sombra de los Valois bosteza en la Misa; De las irreales islas del ocaso retumban los cañones de España, Y el Señor del Cuerno de Oro se está riendo en pleno sol. *** | White founts falling in the Courts of the sun, And the Soldan of Byzantium is smiling as they run; There is laughter like the fountains in that face of all men feared, It stirs the forest darkness, the darkness of his beard; It curls the blood-red crescent, the crescent of his lips; For the inmost sea of all the earth is shaken with his ships. They have dared the white republics up the capes of Italy, They have dashed the Adriatic round the Lion of the Sea, And the Pope has cast his arms abroad for agony and loss, And called the kings of Christendom for swords about the Cross. The cold queen of England is looking in the glass; The shadow of the Valois is yawning at the Mass; From evening isles fantastical rings faint the Spanish gun, And the Lord upon the Golden Horn is laughing in the sun. *** |
oco antes de morir, Chesterton cayó en estado de semiconsciencia, y su esposa Frances y su secretaria y amanuense, Dorothy Collins, le oyeron exclamar en un susurro: “La cuestión está ahora harto clara. Todo está entre la luz y las tinieblas y cada cuál debe escoger su bando”. Para algunos biógrafos, Chesterton hablaba de su muerte, pero el rey de las paradojas odiaba las paradojas inútiles, aquéllas que son meros juegos de palabras, del mismo modo que el buen humorista aborrece a quien pretende convertirlo todo en un chiste.
Algunos biógrafos consideran que son las palabras de un moribundo que afronta la decisión final, el acto más importante de la vida, la muerte, que, a su vez, decide todo lo demás. Otros, y me apunto al segundo equipo, aseguran que no habla el agónico sino el ensayista, el hombre que había puesto el broche a la modernidad. En plata, que GKC no estaba hablando de sí mismo sino de la humanidad. Es como si hubiera dicho: Por encima de toda la confusión reinante, ya está todo dicho, todo debatido, es la hora de elegir. Y la elección, disfrazada de mil nombres, es la misma de siempre: con Cristo o contra Cristo. Hay una tercera, la peor de todas: al margen de Cristo.
La gran trampa del materialismo práctico en el que se desenvuelven nuestras vidas consiste en creer que la realización de una vida depende de sus conclusiones intelectuales. “Somos lo que pensamos”, asegura el mundo, no sin cierta razón, si nos referimos a un ser racional, Pero recuerde que vivimos en la era de la incoherencia y si no vives como piensas acabas pensando como vives.
No, no somos lo que pensamos sino lo que amamos y odiamos. Las convicciones ayudan pero no definen, porque hay que serles fieles.
En este punto, conviene recordar que cristiano no es aquel que cree en Cristo sino aquel que ama a Cristo. Y sí, ya hemos discutido todo lo discutible. Ahora cada uno debe elegir entre la luz y las tinieblas. Y la elección no admite demora.