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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

28 de mayo de 2011

Santoral Católico del 28 de Mayo

  • San Germán de París, Obispo y Confesor
  • San Agustín de Cantorbery, Obispo y Confesor
  • San Bernardo de Montjoux
  • San Ignacio de Rostov
  • San Justo de Urgel
  • San Senador de Milán
  • Los Mártires de Londres de 1582
  • San Guillermo Filby, Mártir (Ver Mártires de Londres de 1582)
  • San Roberto Johnson, Mártir (Ver Mártires de Londres de 1582)
  • San Juan Shert, Mártir (Ver Mártires de Londres de 1582)
  • San Lorenso Richardson, Mártir (Ver Mártires de Londres de 1582)
  • San Lucas Kirby, Mártir (Ver Mártires de Londres de 1582)
  • Santo Tomás Cottam, Mártir (Ver Mártires de Londres de 1582)
  • Santo Tomás Ford, Mártir (Ver Mártires de Londres de 1582)
  • Beata Margarita Pole, Mártir
  • Beata María Bartolomea de Florencia

Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.





S AN GERMÁN,
Obispo y Confesor


ran parte de su vida la conocemos por el testimonio de su colega el obispo Fortunato que asegura estuvo adornado del don de milagros.

Nació Germán en la Borgoña, en Autun, del matrimonio que formaban Eleuterio y Eusebia en el último tercio del siglo V. No tuvo buena suerte en los primeros años de su vida carente del cariño de los suyos y hasta estuvo con el peligro de morir primero por el intento de aborto por parte de su madre y luego por las manipulaciones de su tía, la madre del primo Estratidio con quien estudiaba en Avalon, que intentó envenenarle por celos.

Su pariente de Lazy -con quien vive durante 15 años- es el que compensa los mimos que no tuvo Germán en la niñez. Allí sí que encuentra amor y un ambiente de trabajo lleno de buen humor y de piedad propicio para el desarrollo integral del muchacho que ya despunta en cualidades por encima de lo común para su edad.
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Santoral Católico del 27 de Mayo

  • San Beda el Venerable, Confesor
  • San Juan I, Papa y Mártir
  • San Eleuterio, Papa y Mártir
  • San Eutropio de Orange
  • Santa Restituta de Sora, Mártir
  • San Hidelberto
  • San Hesiquio, Mártir
  • San Julio, Mártir
  • San Valencio, Mártir

Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.






SAN BEDA el Venerable
Confesor y Doctor


a Edad Media guarda numerosas sorpresas a todo el que desea correr la aventura de adentrarse por sus intimidades. Siglo oscuro y ruidos de armas. Señores feudales con sus mesnadas guerreras. Castillos defensores con puentes levadizas y celadas astutas por las encrucijadas de los caminos. Invasión de los bárbaros, en una palabra, que ha preparado este precario estado de cosas y ha liquidado una cultura decadente y cansada. Brilla ahora mucho más el ejercicio de las armas que el conocer la cultura clásica. Y entre los nobles llega a ser un timbre de gloria el ser analfabeto: "El señor no firma porque es noble", terminan algunos documentos del tiempo.

Pero la ciencia no ha desaparecido. Se ha refugiado en los monasterios. La Iglesia, por los monjes sobre todo, es la gran y única educadora de los pueblos. Clérigo y letrado. son ahora palabras sinónimas. Para penetrar, pues, bien la Edad Media es preciso conocer también la vida apretada y fecunda de los monasterios. Entrar en ellas con el ánimo purificado y sereno, dócil y abierto a toda sugerencia. Descalzarse, previamente, de toda predisposición a lo complicado y vertiginoso, a las velocidades supersónicas y a las carreras contra reloj. Para sorprender mejor a aquellos hombres, enjambres de Dios elaborando, en, sus celdas, la miel dulcísima de las ciencias del espíritu para el bien de las almas.
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Santoral Católico del 26 de Mayo

  • San Felipe Neri, Confesor
  • Santa Mariana Jesús de Paredes, Virgen
  • Santa Gertrudis de Nivelles, Virgen
  • San Coto, Mártir
  • San Prisco, Mártir
  • San Eleuterio
  • Beato Andrés de Pistoia,
  • Beata Eva de Lieja
  • Beato Francisco Serrano, Mártir
  • Beato Francisco Díaz, Mártir
  • Beato Pedro Sanz, Mártir
  • Beato Joaquín Royo
  • Beato Pedro Sanz
  • Beato Juan Alcober
  • San Lamberto de Vence

Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.




SAN FELIPE NERI
Confesor

ara estudiar la figura de San Felipe Neri, y hasta la última época y la sociedad en que él vivió, poseemos hoy una documentación verdaderamente excepcional. El proceso de beatificación de San Felipe se abrió con rapidez increíble. Fallecido el 26 de mayo de 1595, nos encontramos con que ya el 2 de agosto empiezan a recogerse testimonios. Esto hace que, de una parte, los testigos sean abundantísimos (baste el dato de que en los cinco primeros meses se oye a ciento cuarenta y seis testigos), y, de otra parte, sus testimonios tengan una viveza, un colorido, una abundancia de detalles que no suelen ser frecuentes en esta clase de procesos, muchos de los cuales se redactan tardíamente, cuando ya el tiempo ha hecho perder brillantez a la contemplación de las cosas ocurridas. El mismo notario que intervino en la mayor parte de la declaración de los testigos tuvo el buen cuidado de recoger las declaraciones casi taquigráficamente. Se nota una diferencia abismal entre el lenguaje elegante, depurado, de unas declaraciones y el lenguaje popular, lleno de incorrecciones, abundante en frases sin terminar de otras. Incluso como documental de una época, el proceso, que ha sido recientemente editado, constituye un documento inapreciable.
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25 de mayo de 2011

25 de Mayo de 1810

La Carta que reproducimos a continuación, fue remitida -en este mes de mayo de 2008- por Antonio Caponnetto a Marcelo Grecco, Director de la publicación digital El Caballero de Nuestra Señora. Nos ha parecido oportuno reproducirla en este blog, con permiso de su autor.



El Problema Del 25 De Mayo

Por Antonio Caponnetto

[El Caballero De Nuestra Señora, 2º época Año: 8 Numero 147 8 de mayo del año del Señor 2008]

Querido Marcelo:
Me pides que te escriba para El Caballero de Nuestra Señora –publicación que llevo gratamente en el corazón desde los tiempos en que la iniciará, el inolvidable Padre Carlos Lojoya- alguna nota sobre La Revolución de Mayo.

Permitime que te diga porqué me resulta tan difícil hacerlo. Tradicionalmente prevalecía la visión liberal y masónica de Mayo. Mayo era un dogma indiscutido, en virtud del cual debía repetirse que la patria había nacido en 1810, bajo los sacros auspicios de la democracia, del liberalismo y de la macabra Revoluta de 1789.

España era una madrasta malísima –como la de las patochadas infantiles de Walt Disney- y habíamos hecho muy bien en sacárnoslas de encima. Los realistas eran tiranos opresores, los revolucionarios eran libertadores, y cada quien ocupaba su bando de malo o de bueno en los libros de texto. ¡Manes de parabienes!
No le faltaba fundamento in re a esta visión. Porque efectivamente, este Mayo liberal, masónico, antiespañol y aún anticatólico había existido.

Quien se acerque a las malandanzas de Castelli, Moreno y Monteagudo –entre tantos otros- podrá comprobarlo. Otrosí queda penosamente al descubierto cuando se consideran los escritos o los actos del curerío progresista de entonces, más confundidos que Casaretto después del Summorum Pontificum de Benedicto XVI.

Por eso desde Roma llegaron voces legítimamente recelosas sino admonitorias respecto del movimiento revolucionario, como lo ha probado Rómulo Carbia en su La Iglesia y la Revolución de Mayo.


Nuestro mismo Himno ratifica penosamente la existencia oficial de ese Mayo en todo contrario a nuestras raíces católicas. Hasta Ricardo Rojas –que le ha encontrado un par de plagios a la letra, y que nos exime “de la admiración estética”- se intranquiliza un poquitín ante aquello de “escupió su pestífera hiel”. ¿No será mucho, Vicente?

Cristina lo canta a lo yanky, con la mano en su siliconado pecho. Yo, caro amigo, te confieso, como bautizado, no puedo andar gritando por ahí que la libertad es “un grito sagrado”. Y si tengo que ver “en un trono a la noble igualdad”, ya no es igualdad, pues está entronizada y ennoblecida.


Como fuere, el Mayo masonete existió y es aborrecible. Existió y fue el que terminó imponiéndose, salvo durante el interregno glorioso de Don Juan Manuel. Los zurdos –que atacan a Roca por lo que tuvo de bueno- suelen decir que “es preferible un Mayo Francés a un Julio Argentino”.

Tengo para mí en ocasiones, ante tanta confusión, que es preferible que no haya mayos.
Los revisionistas –salvo alguno que creyó ver en el 25 de Mayo un 17 de octubre avant garde, y en el gorro frigio al famoso pochito con visera- en principio, pusieron las cosas en su lugar.

Al menos los mejores de sus representantes probaron que hubo otro Mayo. Monárquico, hispánico, católico, militar y patricio; enemigo de Napoleón que no de España, fiel a nuestra condición de Reyno de un Imperio Cristiano, en pugna contra britanos y franchutes, filosóficamente escolástico, legítima e ingenuamente leal al Rey cautivo, y germen de una autonomía, que devino forzosamente en independencia, cuando la orfandad española fue total, como total el desquicio de la casa gobernante.

Federico Ibarguren y Roberto Marfany, entre otros, se llevan las palmas del esclarecimiento y de la reivindicación de este otro Mayo. Mas nadie ha empardado, en claridad y en rectitud de juicio, al Mayo Revisado de Enrique Díaz Araujo. Sólo ha salido un tomo de los tres anunciados que componen la singular obra, pero es para aguardar ansiosos que la tríada se complete.
Tampoco faltan hechos y personajes para probar la existencia de este Mayo genuino. Están las Memorias de Saavedra, la Autobiografía de Domingo Matheu, la de Manuel Belgrano, las cartas de Chiclana, Viamonte y Tomás Manuel de Anchorena. Está la obrita curiosa de Alberdi, El Gobierno de Sudamérica, y el mensaje magnífico de Rosas a la Legislatura, del 25 de mayo de 1836.

Y hasta las fábulas humorísticas de Domingo de Azcuénaga están para nuestro entendimiento de la época.
Leyendo meditadamente este material, es asombroso cómo se intelige el pasado y cómo se disipan las ficciones ideológicas. Lo que surge de estos valiosos testimonios no es el enjambre de conjeturales paraguas populistas, sino la espada de Saavedra “de dulce y pulido acero toledano, y que en su mano parecía una joya”, al buen decir de Hugo Wast.

Espada puesta al servicio de la misma causa por la que en España, hacia la misma época, se desenvainaran otras para enfrentar al invasor Bonaparte. Y si surge también el Cabildo de estas veras semblanzas, es porque entonces, el mismo no era aún una figurita didáctica, sino una hidalga institución de raigambre medieval, custodia de los fueros locales y comarcales.
Pero están los documentos que retratan este Mayo porque estuvieron los acontecimientos y los hombres que los protagonizaron. Y esto sería lo más importante por considerar y celebrar hoy, sino fuera que ese “Mayismo” fue derrotado, y prevaleció el otro. No sólo historiográficamente, que ya es grave, sino política y fácticamente, que es lo peor. Escuchemos a Rosas, en un fragmento de su valioso mensaje precitado: ”No se hizo [la Revolución de Mayo] para rebelarnos contra nuestro soberano, sino para conservarle la posesión de su autoridad. No se hizo para romper los vínculos que nos ligaban a los españoles, sino para fortalecerlos más por el amor y la gratitud. ¡Pero quien lo hubiera creído! Un acto tan heroico de generosidad y patriotismo, no menos que de lealtad y fidelidad a la nación española, fue interpretado en algunos malignamente […] Perseveramos siete años en aquella noble resolución de mantenernos fieles a España, hasta que, cansados de sufrir males sobre males, nos pusimos en manos de la Divina Providencia y confiando en su infinita bondad y justicia tomamos el único partido que nos quedaba para salvarnos: nos declaramos libres e independientes de los Reyes de España y de toda otra dominación extranjera”.

Nuestros amigos carlistas, de un lado y del otro del Atlántico, están enojados con el 25 de Mayo. No les falta razones, ni son pocas las verdades que al respecto han recordado. Puede aceptarse incluso lo que enseñan: que nuestra guerra independentista tuvo algo o bastante de una dolorosa guerra civil, en tanto americanos hubo que se sentían inaboliblemente insertos a la Corona, con un gesto de lealtad que los honra. Puede y debe aceptarse, además, que la fábula escolar de “los realistas” malvados y los “patriotas” impolutos es un cuento de mal gusto. El realista Liniers fue un arquetipo de nuestra lucha soberana; el patriota Moreno, la contrafigura del cipayo. Y hasta tienen razón los carlistas cuando comentan que, en ciertas zonas hispanoamericanas, los negros defendieron la Corona y se batieron por su causa, sin importarle su condición. Claro que hablamos –como lo hace Luis Corsi Otálora- de los bravos negros que enarbolaban orgullosos los pendones de la Orden de San Luis- y no de los morochos mercenarios de D’elía.

Por eso decía Ramón Doll que “hay negros de todos los colores”.


Pero determinadas cosas vinculadas a nuestro 25 de Mayo, los admirados carlistas parecería que no quieren ver, o ven a medias, y entonces precipitan sus juicios. No quieren ver, por ejemplo,la gravísima crisis moral del Imperio Español, sintetizada en aquella sentencia tan dura cuanto cierta de Richard Heer: “España estaba gobernada por un galán frívolo, una reina lasciva y un rey cornudo”.

No quieren ver que, a comienzos de 1810, sólo quedaban las apariencias de España, con “los franceses que salen por un lado y los ingleses que entran por el otro”, según afirmación de Benito Pérez Galdós en “El equipaje del Rey José”.

No quieren ver que tanto ultraje, tanto vejamen, tanta depredación y anonadamiento de la Madre Patria, eran males causados por sus mismos reyes felones, por su misma borbonidad traicionera, por la vacancia y la acefalía cobarde de una Corona, que ya no era la de los siglos del Descubrimiento y la Evangelización.
Y no quieren ver –como lo ha sintetizado certeramente Luis Alfredo Andregnette Capurro, replicando a Federico Suárez Verdeguer- que “las Cortes de 1810 y 1812, pletóricas de iluminismo jacobino, y Fernando VII con su avaricia absolutista, precursora del liberalismo, sellaron la destrucción del Imperio Católico.

Crimen incalificable, porque la Revolución (en el sentido del verbo latino volver hacia atrás), aspiró a una unión más perfecta con la Metrópoli”. Crimen que se ejecutó con varias puñaladas traperas, como cuando el 24 de septiembre de 1810, las Cortes de Cádiz aprobaron la ley por la cual se dispuso la extinción de Provincias y Reynos diferenciados de España e Indias, en clara señal de abolición de los honrosos Pactos sellados por Carlos V en Barcelona el 14 de septiembre de 1519.


¿De qué lado estaba entonces la traición? ¿De los americanos que se levantaban jurando fidelidad al rey Cautivo, deseando conservar sus tierras, aunque reclamando la necesaria autonomía para no ser arrastrados por la crisis peninsular, o de la casa gobernante española que pactó la rendición ante Napoleón Bonaparte? ¿Quiénes eran los leales, los que se rebelaban aquí, a imitación de los combatientes hispánicos, para comportarse como súbditos corajudos y lúcidos, o aquellos funcionarios, cortesanos y monarcas que se desentendieron vilmente de la suerte de estos Reynos, como lo gritaba Fray Pantaleón García en el Buenos Aires de 1810? ¿Adónde la fidelidad? ¿En las intrigas borbónicas para convertirnos en pato de la boda, como decía Saavedra; o en este surero Buenos Aires levantado en hazañas, primero contra el hereje britano, y contra los alcahuetes de Pepe Botella después, y en ambos casos, levantado siempre con la bandera de España entre los mástiles?


A ver si nos vamos entendiendo. La historia es historia de lo que fue, no de lo que pudo haber sido, o de lo que nos hubiese gustado que fuera. Nos hubiese gustado que el Imperio Hispano Católico no se extinguiera; y que nosotros nos constituyéramos en “la última avanzada de ese Imperio”, como cantaba Anzoátegui. Nos hubiese gustado que Mayo no hubiese sido necesario; y seguiremos repitiendo con José Antonio: “si volvieran Isabel y Fernando, ya mismo me declaraba monárquico”; esto es vasallo de aquella Corona por la cual la monarquía se reencontró a sí misma como forma pura y paradigmática de gobierno.

Nos hubieran gustado tantas cosas.
Pero los hechos se dieron de otro modo, seguramente por permisión de la Divina Providencia. Y no renegamos de nuestro Mayo Católico e Hispánico, ni de una autonomía que no era desarraigo, ni separación espiritual, ni ingratitud moral. No renegamos de aquellos patriotas que, portadores de sangre y de estirpe hispanocriolla, tuvieron que batirse al fin, heroicamente, para que esa autonomía fuese respetada.

¿Ves, querido Marcelo, porqué es tan difícil hablar o escribir sobre el 25 de Mayo?
¿Qué festejamos ese día? El Mayo masón desde ya que no. Ese será el del Bicentenario Oficial. Un festejo tan desnaturalizado y horrible como lo fue el de la gloriosa Reconquista y Defensa de 1806-1807. Será el Mayo falsificado y ruin, liberal y marxista, agravado por el magisterio soez de Felipe Pigna –nuevo Taita Magno de la Historia, como lo ridiculizaría Castellani- según el cual, Moreno fue el primer desaparecido y Saavedra el primer represor.

Y lo peor es que a esta obscenidad llaman algunos ahora revisionismo histórico.
El Mayo de algunos de nuestros entrañables amigos españoles, tampoco podríamos festejar. Para ellos lo de aquí fue una simple traición a España; y aunque traidores hubo, sin duda, tuvo aquel acontecimiento protagonistas centrales transidos de lealtad y de fidelidad, de arraigo espiritual y encepamiento religioso, de recto y fecundo amor al solar natal, de prudente, gradual y legítimo sentido de emancipación americana.

El Mayo de los revisionistas heterodoxos, que vieron en aquellas jornadas de 1810 un alzamiento de orilleros resentidos y desarrapados rencorosos, tampoco es celebrable. Entre otras cosas, porque no existió. El piqueterismo es cosa de este siglo. Tampoco el Mayo de los católicos liberales, que creyeron calmar sus conciencias encontrando alguna tonsura entre los revolucionarios, aunque enseñaran las peores macanas modernistas.


Si algún Mayo recuerdo con gratitud, emoción y decoro; con absoluta austeridad de manifestaciones festivas, es el que encarna aquel Comandante de Patricios, que afirmando con meridiana claridad que se alzaba contra franceses e ingleses -y contra todos aquellos que aquí o acullá quisieran comprometer el destino de estas tierras franqueándoles las invasiones- puso su condición militar al servicio de Dios y de entrambas Españas.


De él dijo Braulio Anzoátegui: “Saavedra era un militar que jamás andaba sin uniforme, porque comprendía que un militar sin uniforme es una persona peligrosa que de pronto le da por pensar como un político cualquiera, y piensa y es capaz de olvidarlo todo; es como una dueña de casa que olvida lo que vale la docena de huevos. En esto se parecen las malas dueñas de casa a los malos militares: en que no saben cuánto valen los huevos”.


Saavedra lo sabía. Y tenía fama de saber estas cosas fundamentales. Por eso, el Capitán Duarte lo quiso proclamar Rey de América. Pero Moreno lo acusó de borracho y lo desterró de la ciudad. También desterrado acabaría Saavedra.


Curioso destino el de nuestros hombres de armas. Si no saben cuánto valen los huevos los nombran Generales. Si proclaman nuestra soberanía pasan a la historia por borrachos.
Te mando un abrazo fuerte en Cristo y en la Patria


Antonio Caponnetto

Santoral Católico del 25 de Mayo

  • San Gregorio VII, Papa y Confesor
  • Santa María Magdalena Sofía Barat, Virgen
  • Santa Prudenciana, Virgen
  • San Urbano I, Papa y Mártir
  • Hallazgo del Cuerpo de Santa Filomena, Mártir
  • San Adelmo o Aldhelmo de Sherbone,
  • San Cenobio de Florencia
  • San Dionisio de Milán
  • San León, Abad
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.




GREGORIO VII
Papa y Confesor


abía logrado la Iglesia, en su primera época, el triunfo de su existencia con persecuciones sangrientas y con la inconmovible constancia de sus mártires. Echó de sí, más tarde, los enemigos internos que la enturbiaban, y veía correr por todos los cauces su doctrina santa, que asimiló y educó a los bárbaros hasta formar con ellos las grandes naciones cristianas. Pero cuando, a lo largo de la Edad Media, se propuso impregnar de espíritu cristiano toda la vida pública y privada, un gran obstáculo le salió al paso: el de no haber sido todavía establecidas las relaciones, por Dios ordenadas, entre la potestad civil y la eclesiástica; el de hallarse la Cabeza de la Iglesia, el Vicario de Cristo en la tierra, en peligrosa dependencia del Estado, del señor temporal.

El santoral nos presenta en la fecha de hoy al coloso que removió tamaña dificultad, al gran artífice en la empresa de la independencia de la Iglesia del Estado: Hildebrando, llamado más tarde San Gregorio VII.

Nació en Soana, provincia de Siena, hacia el año 1020. Su padre, Bonizo o Bonizone, era hombre, al parecer, de condición humilde. Carpintero, según unos; según otros, cabrero. Hildebrando, pequeño de estatura y grácil de constitución, fue educado en la disciplina eclesiástica, desde su niñez, en el monasterio de Santa María, en el Aventino (Roma), donde hizo grandes progresos en la ciencia y en la virtud, hasta el punto de que Juan Graziano (posteriormente papa Gregorio VI) llegó a decir que nunca había conocido una inteligencia igual; y de que el emperador Enrique III manifestó, cuando le oyó predicar, siendo joven todavía, que ninguna palabra le había conmovido como aquélla.
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24 de mayo de 2011

¿Por qué no les gusta?

por el R.P. Terzio

Tomado de su blog Ex Orbe



Un marmolillo-bolardo de cabeza y una garita torcida de cuerpo: Eso es resumiendo, la mega estatua que le han dedicado en Roma, frente a la Stazione Términi, al beato Giovanni Paolo-2º. Una creación muy moderna para un Papa modernísimo. Muy adecuado. ¿Por qué entonces no les gusta la estatua si les gustaba el personaje?

¿Acaso esperaban una formidable y estupenda imagen de bronce, con el Papa sentado en la sedia gestatoria, o en el trono, con tiara y manto pontificio? ¿No representa mejor el pontificado wojtyliano esa estatua de Términi, no es más acertada?

Alegórica, diría yo, concordando con el autor (no, no diré artista): La tenacidad voluntariosa (la bola-cabeza) y el pan-aperturismo indiscriminado (la garita-cuerpo). Esa es la alegoría, la inspiración sobre el sujeto traducida en objeto. Que a mí, repito, me parece muy lograda, con bastante aproximación personaje-concepto formato-espacial-figurativo.

También podría sugerir el sólido búnker estructural del carácter y el vacío sustancial-axial indeterminadamente sensible a la acogida en vocación culminantemente global. O algo por el estilo. ¿No?


Desde luego, a mí no me gusta, no tendré que decirlo. Pero mi disgusto es integral: No me gusta el personaje/no me gusta la escultura. Sin contradicción.

Lo que no entiendo es que no guste a los que les gusta. ¿Me explico?

¿O son ellos los que no se auto-explican?

¿Por un error de identificación-conceptos no adecuados a la realidad, poco conocida, poco examinada, poco reflexionada, quizá?



Quizá.

Pero que no se quejen: Que contemplen la estatua y saquen conclusiones y corrijan impresiones.

p.s. Un detalle más, que se me olvidaba: Sin duda, esa iconografía minimalista (que no renuncia a los mega-volúmenes) traduce proporcionalmente el valor de las neo-beatificaciones y neo-canonizaciones juanpablistas. Opino.

+T.

Aviso

Santoral Católico del 24 de Mayo

  • María Auxiliadora
  • Santos Donaciano y Rogaciano, Mártires
  • San Vicente de Lerins, Confesor
  • San David I de Escocia
  • San Nicetas de Percaslav, Mártir
  • Beato Juan de Prado, Mártir

Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.




MARÍA AUXILIADORA

Historia de la devoción a María Auxiliadora en la Iglesia Antigua.

os cristianos de la Iglesia de la antigüedad en Grecia, Egipto, Antioquía, Efeso, Alejandría y Atenas acostumbraban llamar a la Santísima Virgen con el nombre de Auxiliadora, que en su idioma, el griego, se dice con la palabra "Boetéia", que significa "La que trae auxilios venidos del cielo". Ya San Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla nacido en 345, la llama "Auxilio potentísimo" de los seguidores de Cristo. Los dos títulos que más se leen en los antiguos monumentos de Oriente (Grecia, Turquía, Egipto) son: Madre de Dios y Auxiliadora. (Teotocos y Boetéia). En el año 476 el gran orador Proclo decía: "La Madre de Dios es nuestra Auxiliadora porque nos trae auxilios de lo alto". San Sabas de Cesarea en el año 532 llama a la Virgen "Auxiliadora de los que sufren" y narra el hecho de un enfermo gravísimo que llevado junto a una imagen de Nuestra Señora recuperó la salud y que aquella imagen de la "Auxiliadora de los enfermos" se volvió sumamente popular entre la gente de su siglo. El gran poeta griego Romano Melone, año 518, llama a María "Auxiliadora de los que rezan, exterminio de los malos espíritus y ayuda de los que somos débiles" e insiste en que recemos para que Ella sea también "Auxiliadora de los que gobiernan" y así cumplamos lo que dijo Cristo: "Dad al gobernante lo que es del gobernante" y lo que dijo Jeremías: "Orad por la nación donde estáis viviendo, porque su bien será vuestro bien". En las iglesias de las naciones de Asia Menor la fiesta de María Auxiliadora se celebra el 1º de octubre, desde antes del año mil (En Europa y América se celebre el 24 de mayo). San Sofronio, Arzobispo de Jerusalén dijo en el año 560: "María es Auxiliadora de los que están en la tierra y la alegría de los que ya están en el cielo". San Juan Damasceno, famoso predicador, año 749, es el primero en propagar esta jaculatoria: "María Auxiliadora rogad por nosotros". Y repite: "La "Virgen es auxiliadora para conseguir la salvación. Auxiliadora para evitar los peligros, Auxiliadora en la hora de la muerte". San Germán, Arzobispo de Constantinopla, año 733, dijo en un sermón: "Oh María Tú eres Poderosa Auxiliadora de los pobres, valiente Auxiliadora contra los enemigos de la fe. Auxiliadora de los ejércitos para que defiendan la patria. Auxiliadora de los gobernantes para que nos consigan el bienestar, Auxiliadora del pueblo humilde que necesita de tu ayuda".
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El mismo día: San Vicente de Lerins, Confesor


Al nombrar a Vicente de Lerins se agolpa luego a la mente la historia del semipelagianismo, que tanto dio que hacer a San Agustín, su gran adversario. El primer chispazo semipelagiano se dio en el norte de Africa. Con ocasión de la controversia pelagiana, el Obispo de Hipona había enseñado que las acciones del hombre, sin excepción, dependen de Dios y, sobre todo, que la perseverancia final es un don divino completamente gratuito. Contra Pelagio había recalcado Agustín la intervención divina en cada una de nuestras obras. A los monjes de Adrumeto, probablemente una fundación monástica agustiniana, les pareció dura esta doctrina, porque no acertaban a conciliarla con la libertad humana. Después de acaloradas e infructuosas disputas en el convento, al fin se deciden a escribir a San Agustín pidiéndole aclaraciones. El santo obispo atiende su demanda escribiendo dos libros, uno Sobre la gracia y la libertad y el otro Sobre la corrección y la gracia. Al parecer, los monjes se tranquilizaron, y nada más se volvió a oír de tales controversias en la Iglesia africana.
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23 de mayo de 2011

El día que Santiago apareció en un caballo blanco



por José Javier Esparza



Tomado del archivo de El Manifiesto








n la Historia de la Reconquista hay un acontecimiento capital: la batalla de Clavijo, en 844. Fue allí donde el apóstol Santiago se apareció, armado, para ayudar a los cristianos en su lucha contra el islam. Aquella batalla actuó sobre las huestes hispanas como un revulsivo. Entre otras cosas, permitió poner fin al oprobioso tributo de las cien doncellas cristianas que los musulmanes exigían como prenda de paz. Hoy casi todo el mundo está de acuerdo en que la batalla de Clavijo, propiamente dicha, no existió. Pero sabemos que en torno al 850 hubo intensos combates en esa misma zona, y el hecho es que la memoria de Clavijo acompañó a los españoles durante siglos. ¿Qué pasó? ¿Fue todo una invención? No. Vamos a contarlo.


Lo que sabemos de Clavijo se lo debemos a un documento del siglo XII, es decir, muy posterior a los hechos. En él, un canónigo de la catedral de Santiago, de nombre Pedro Marcio, dice copiar otro documento del siglo IX donde el rey Ramiro I establece el voto de Santiago, es decir, una serie de donaciones a la sede de Compostela en acción de gracias por aquella batalla. Ese documento de Pedro Marcio ha sido muy discutido por sus errores históricos y cronológicos. En todo caso, en su momento fue tomado por testimonio veraz. Y en las primeras historias de la Reconquista –las de los obispos Lucas de Tuy, el Tudense, y Jiménez de Rada, ambas del siglo XIII-, se otorga a la batalla de Clavijo un valor esencial. ¿Qué pasó allí?


Tiempos duros para la cristiandad


Coloquémonos en el momento preciso. Estamos a mediados del siglo IX. Los musulmanes han consolidado sobradamente su dominio en España; entre otras razones, por la conversión al islam de buena parte de la vieja elite visigoda. Han quedado fuera de su alcance Galicia, León Asturias, Cantabria y las vascongadas; es aquí, en la cornisa cantábrica, donde los cristianos se organizan. Son territorios pobres; cuando la población crezca, el paso al sur, hacia el valle del Duero, se convertirá en un imperativo general. El interés de los musulmanes por esos territorios norteños es limitado: con el valle del Duero convertido en un desierto, sin nada que sacar de allí, los moros se contentarán con controlar la frontera castigando, eso sí, a las tierras cristianas con ocasionales campañas de saqueo. Las cosas son distintas en el este de la zona cristiana, en la confluencia de La Rioja, Navarra, Castilla y Aragón. En esta área, riquísima, se cruzan rutas comerciales que datan de tiempos de los romanos. Navarra y Aragón están bajo control musulmán; lo que empieza a ser Castilla, ya no.
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Santoral Católico del 23 de Mayo

  • La Aparición de Santiago Apóstol
  • San Desiderio, Obispo y Mártir
  • San Juan Bautista de Rossi, Confesor
  • Beato Bartolomé de Montepulciano
  • San Eutiquio de Nurcia, Monje
  • San Florencio, Monje
  • San Yves o Ivo de Chartres
  • San Desiderio de Vienne, Mártir
  • Santa Eufrosina de Polotsk
  • San Guiberto
  • Beato Gerardo de Villamagna
  • San Leoncio de Rostov, Mártir

Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.





APARICIÓN DE

SANTIAGO APÓSTOL



ntre los innumerables y señalados beneficios que ha recibido España de su bienaventurado apóstol y defensor Santiago, es digno de eterna recordación y agradecimiento el que alcanzó en Clavijo.

Porque dominando aún en España los sarracenos y oprimiendo a los pueblos cristianos con graves y deshonrosos tributos, el rey Rainiro, q
ue había subido al trono de León, rechazó sus injuriosas demandas y procuró con toda sus fuerzas enflaquecer el poder de los moros y librar a nuestra patria de aquella tan dura servidumbre.

Hizo pues un llamamiento general a las armas, y juntando un poderoso ejército se entró en las tierras de los enemigos. Abderramán lleno de coraje, llamó en su auxilio hasta las tropas africanas, para salir a su vez al encuentro de los cristianos.

Encontráronse los ejércitos cerca de Avelda y en aquella comarca se dio la batalla de poder a poder, y pelearon con dudoso suceso, hasta que cerrando la noche, mandó don Ramiro re tirar sus tropas cansadas y destrozadas al vecino collado llamado Clavijo, donde se fortificó lo mejor que pudo e hizo curar a los heridos.

El rey, oprimido de tristeza y de cuidado, se quedó adormecido, y entre sueños se le apareció un varón celestial de gran majestad y grandeza, y preguntándole el rey quién era: "soy, respondió, Santiago Apóstol, a quien ha con fiado Dios la protección de España. ¡Buen ánimo! mañana te ayudaré y alcanzarás ilustre victoria de tus
enemigos".
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El mismo día: San Juan Bautista de Rossi, Sacerdote y Confesor




uan Bautista de Rossi nace el 22 de febrero de 1698 en Voltaggio, pequeña ciudad del arzobispado de Génova.

Ya desde sus primeros años se le vio inclinado a las cosas de Dios, decididamente llamado al sacerdocio y dotado de no comunes virtudes, que más tarde contrastarían sobremanera con aquella piedad decadente de finales del XVII Y gran parte del XVIII.

Fue la suya una época de marcado orgullo espiritual y lamentabilísimas desviaciones de la auténtica vida cristiana. Las raíces del jansenismo iban sofocando poco a poco la buena semilla de la sencillez evangélica, de la confianza filial en nuestro Padre del cielo y de la caridad fraterna con sus hijos, los hombres de la tierra.

En Francia se vivía por entonces el ambiente morboso de las Provinciales, reavivado en parte por las convulsiones y excentricidades del oratoriano P. Quesnel, que posteriormente abrirían camino al humanismo desenfrenado y a la nueva filosofía, abiertamente opuestos al genuino sentido religioso y a la autoridad de los papas.

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El mismo día: San Eutiquio, abad, y San Florencio, monje.

ivieron en un monasterio que se alzaba cerca de Nursia, al mismo tiempo que el Patriarca San Benito, natural de esta ciudad, organizaba la vida monástica en Montecasino.

San Eutiquio vivió al principio solitario en una gruta, de donde salía de cuando en cuando para predicar en los alrededores. Al fin, los monjes del monasterio vinieron a pedirle que se encargara de gobernarles.

Florencio hacía también vida anacorética, pero tenía una hacienda, compuesta de cuatro ovejas, a quien guardaba un oso que un día se metió pacíficamente en su celda. San Gregario Magno ha contado los milagros de estos ascetas casi contemporáneos suyos.

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22 de mayo de 2011

Domingo Cuarto de Pascua








por el R.P. Leonardo Castellani



Tomado de Domingueras Prédicas
Ediciones Jauja
Mendoza, Rep. Argentina, 1997





LA PROMESA DEL ESPÍRITU SANTO. (1967)


"Pero ahora me voy a Aquél que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: "¿Dónde vas?" Sino que por haberos dicho esto vuestros corazones se han llenado de tristeza. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré: y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado, porque no creen en mí; en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis; en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado. Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros."
(Jn. 16,5-15)



ste Evangelio está tomado del Sermón Despedida, y está allí antes que el leído el Domingo.

Este largo recitado, que ocupa tres capítulos de San Juan, fue pronunciado en la Última Cena, desde el Cenáculo hasta el Monte Oliveto: comienza con el Mandato del Amor Fraterno y termina con la promesa del Amor Substancial, el Espíritu Santo. Es el consuelo que da Cristo a los Apóstoles que estaban contristados y temerosos; y es su última y más importante instrucción. Esta instrucción la completará el Espíritu Santo, que no añadirá nada nuevo sino que hará comprender y rememorar las enseñanzas de Cristo: "porque no hablará de lo suyo, sino de lo mío os remembrará; y os hará ver las cosas futuras", dice Cristo; lo cual se cumplió en el "Apokalypsis" de San Juan.

Este Evangelio era un enigma y un rompecabezas para los Santos Padres y Doctores antiguos; pues esos dos versículos centrales suenan a puro disparate:


"Y el Espíritu cuando viniere

Convencerá al mundo de pecado, justicia y juicio.

De pecado, pues no creyeron en mí;

De justicia, porque voy al Padre y ya no me veréis;

De juicio, porque el Príncipe deste mundo ya está juzgado".


¿Qué atadero tiene esto?

Los Santos Padres latinos y griegos, por no conocer el modo de hablar hebreo, o sea el "estiloral", al llegar aquí tropiezan y se disparan para cualquier lado; y algunos exégetas modernos, desos que no hacen más que copiar, lo mismo. Nosotros somos más dichosos, y vemos el significado, que se reduce a esto: "Os mandaré el Espíritu Santo y El os dará el triunfo". Después sigue el Evangelio del Domingo pasado: "Un poquito no me veréis; ahora estáis afligidos, pero, como la mujer que da a luz...".

De modo que los dos versículos adivinanza dicen así: "culpa, justicia y juicio" es la misma cosa, figura un Tribunal que da sentencia; en esa sentencia quedan condenados el mundo, que no creyó en Cristo y está a punto de darle muerte; y el Demonio, que no vencerá al final y ya está condenado; y eso se verá por los prodigios que sucederán después de la Resurrección y Ascensión de Cristo: "porque voy al Padre y ya no me veréis; porque no creyeron en mí; y porque el fautor principal, el Demonio, está vencido de antemano". Eso es nuestro gozo.

Si Cristo quiso decir eso ¿por qué no lo dijo así? —Pregúntenle a Él. Usó la figura que llaman los retóricos "hendíadis", que en el estilo hebreo es frecuentísima (32).

De modo que Cristo hubiera podido decirles —pero no lo dijo así; "Triunfaréis cuando yo me vaya, por obra del Espíritu de Verdad; por eso conviene que yo me vaya". Por cuarta vez promete el Espíritu Santo y por tercera vez lo llama "Espíritu de Verdad". ¿A quién promete? —A la Iglesia, que entonces constaba de doce hombres, los Doce Apóstoles.

¿Qué triunfo es ése? Si los Apóstoles después de la Ascensión van a sufrir trabajos de cuerpo y alma toda la vida; van a ser perseguidos, encarcelados y martirizados? Bien, pero por ellos la Iglesia se va a implantar, va a crecer, va a perdurar; y eso es el principio o barrunto del "gozo que nadie os podrá quitar", el gozo mismo está en la otra vida. Aprendamos la lección; ése es el triunfo del cristiano, triunfo a través del fracaso personal. Cualquier buen cristiano tiene algo de mártir.

Esta semana, para poner un ejemplo, me escribió N.N., buen escritor y mi colaborador: "Todos hemos fracasado y Ud. el primero". Yo le contesté ayer: Ud. sabrá mejor, pero yo no me siento fracasado". El caso es que él piensa "fracaso" y "éxito" en términos del mundo, y yo también a veces; pero no hay que pensar así. Así como "no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la ciudad futura" —dice San Pedro— así no tenemos éxito permanente, sino que aplazamos el éxito para más tarde. Jugamos a la redoblona: todo lo que tenemos, sobre el tapete, y O TODO O NADA; sabiendo que será todo —pero hay que esperar; en Esperanza, Provincia de Santa Fe.

El fracaso mío para N.N. es que, a Borges, por ejemplo, lo llaman el mejor escritor del mundo, le dan premios y honores, le dan casa y un gran sueldo por dirigir una cosa que no puede dirigir, traducen sus libros a seis lenguas, y los venden por millares; "y a mí nada", como dicen los chicos. Bien ¿y a mí qué me importa? ¿Envidiaré yo todo eso? Al contrario, si me lo dieran, ese triunfo de Borges, me sentiría en peligro y lo lanzaría de mí. No hay peligro que me lo ofrezcan, por lo demás.

Perdón por hablar de mí mismo, que es cosa un poco cursi: es el primer ejemplo a mano. Es el ejemplo del buen cristiano en esta vida, que no sé cómo Dios me lo da, pues no sé si soy muy bueno. Es ejemplo del triunfo del cristiano en este mundo, que no es hacer capote en este mundo mundillo: eso le toca a los falsos profetas, dice Cristo. A los no falsos, les toca ser perseguidos; y entonces encima alegrarse. ¿Alegrarse de qué? De tener algún parecido con Cristo; aunque sea mínimo, como el mío.

Dura es esta palabra ¿y quién la aguantará? La han aguantado y están aguantando desque vino el Espíritu Santo (que a ratos parece Espíritu Malo) millones y millones de personas, muy contentas y felices; que son las personas por las cuales el Universo sigue en pie y marchando; que si no existieran se derrumbaría; son "la estirpe electa; el sacerdocio regio, la gente santa" -dice San Pedro: "gemís electum, reale sacerdotium, gens sancta" —los hijos adoptivos de Dios, en quienes Dios mora.

Con perdón de la palabra, somos nosotros, loado sea Dios.


32. "La mente de Cristo vuela sobre todos esos sucesos, que son uno solo, tocando solamente las tres cúspides, que también son una sola. Cristo habla de una sola realidad, dividiéndola por gala en tres... modo de decir que los retóricos llaman "hendíadis", una figura de dicción. En la escuela nos ponían como ejemplo de hendíadis el hemistiquio de Virgilio: "Póculo bibemus et auro, beberemos en cáliz y en oro", dice el poeta, en vez de decir: "bibemus in póculo áureo, beberemos en un cáliz de oro". ¿Y por qué lo dice de la otra manera? No lo sé; son cosas de los poetas. La verdad es que la poesía antigua es mucho más apta para la hendíadis que la nuestra". (L. C., comentario a este mismo evangelio en otro cuaderno).

Plutocracia







por Juan Manuel de Prada



Tomado de XLsemanal










uando era joven, no leía las páginas económicas de los diarios porque se me antojaban un coñazo; y la petulancia propia del hombre de letras me obligaba a desdeñar los números. Ahora que soy mayor procuro no leerlas tampoco, pero en mi elección ya no intervienen la petulancia o el desdén, sino el horror al mal. El mal, sin embargo, posee una fascinación hipnótica, una suerte de magnetismo turbio, como la Gorgona; y aunque sepamos que mirarlo de frente nos petrificará, acabamos haciéndolo. Hace un par de semanas, las páginas económicas de los diarios publicaban los resultados de las principales compañías eléctricas: así, sabíamos que una de ellas había obtenido un beneficio neto, durante el primer trimestre de este ejercicio, superior a los 1000 millones de euros, un 10 por ciento más que el primer trimestre del año anterior; y que otra había cerrado el pasado ejercicio con un beneficio de más de 4100 millones, un 20 por ciento más que el ejercicio anterior. El consejero delegado de esta última, para celebrar tan opíparos resultados, reclamaba al Gobierno una subida de la tarifa de acceso de entre el 15 y el 20 por ciento durante los dos próximos años, que se traduciría en un alza del recibo de la luz de entre un 7,5 y un 10 por ciento; un alza que debería acumularse a las sufridas en los últimos tiempos. Con un par.

Hasta aquí los números, expuestos desnudamente, con esa aritmética gélida con que se desenvuelve el mal. Cifras semejantes las hallamos todos los días en las páginas económicas de los periódicos, referidas a grandes corporaciones y emporios financieros: pocos días antes, el consejero delegado de un banco, tras hacer públicos sus beneficios mastodónticos, anunciaba que las concesiones de créditos se mantendrían cerradas durante los próximos años. Y, entretanto, crece la insolvencia de familias y pequeños empresarios, incapaces de afrontar sus deudas; crecen el paro (en volandas de esa «flexibilización del empleo» que, según nos aseguran cínicamente, es la panacea contra la crisis) y los recortes salariales que es un primor. De donde hemos de inferir, necesariamente, que el deterioro constante de nuestra economía real es proporcional a la creciente lozanía de las grandes corporaciones; y que todas las medidas que hasta la fecha han impulsado los gobiernos no tienen otro objeto que detraer el dinero de la economía real para engrosar las cuentas de resultados de las grandes corporaciones. Las subidas del recibo de la luz quizá sean una expresión especialmente escandalosa; pero encontraríamos otras pruebas por doquier, igualmente inequívocas.

A medida que la crisis causa estragos, resulta cada vez más evidente que estamos asistiendo a la consagración de una nueva forma de plutocracia, lograda sobre el expolio de la economía real y la rendición del poder político, convertido en perro caniche de las consignas que recibe del gran capital. La crisis, que nació cuando la burbuja del sector financiero alcanzó dimensiones insoportables, se pretende solucionar del modo más peregrino: en lugar de explotar esa burbuja vacía, o de reducirla a unas dimensiones soportables, lo que se trata es de abastecerla, nutriéndola con los recursos de una economía real exhausta, hasta convertirla en una burbuja «maciza», mientras la economía real queda reducida a una carcasa hueca y exangüe (paro creciente, familias insolventes, pequeñas empresas condenadas a la quiebra, etcétera). Para completar esta labor maligna, la plutocracia tiene bien agarraditos de salva sea la parte a los Estados, cuya deuda forma parte de esa burbuja financiera que ahora se trata de estabilizar a toda costa, reduciendo a la inanición a sus contribuyentes; es un empeño suicida, pero los Estados han asociado su destino al de la plutocracia: forman ya una aleación inseparable, una amalgama que tarde o temprano saltará hecha añicos; pero que, hasta entonces, nadie podrá separar.

En medio de este enjambre de malignidad, la propaganda oficial se desvive por convencer a la pobre gente expoliada de que las privaciones y sacrificios que ahora se le exigen redundarán en su beneficio. Que es como si el vampiro prometiera sarcásticamente a la víctima cuyas venas está saqueando que de este modo la protegerá de contraer una anemia. Y, mientras nos imponen nuevas privaciones y sacrificios, nos entretienen con sus cabriolas y volteretas (una campaña electoral por aquí, unas primarias por allá), que es como si el vampiro que nos saquea las venas nos hiciera cosquillas en las plantas de los pies, para aliviarnos los estertores.

Santoral Católico del 22 de Mayo

  • Santa Julia, Virgen y Mártir
  • Santa Rita de Cassia, Viuda
  • Santa Joaquina Vedruna de Mas, Viuda
  • San Casto, Mártir
  • San Emilio, Mártir
  • Santa Humildad
  • Santa Quiteria, Virgen y Mártir*
  • San Román
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.








SANTA JULIA
Virgen y Mártir


anta Julia, Virgen y Mártir, nació de padres nobles en Sudáfrica. Cuando Ella era todavía bastante joven, su ciudad fue conquistada por los bárbaros. Julia fue capturada y vendida como esclava a un comerciante pagano llamado Eusebio, pero Ella no se quejó ni se sintió triste. Lo aceptó todo, y desempeñó las tareas más humildes con una alegría maravillosa. Julia amaba a Dios con todo su corazón. En sus ratos libres, leía libros santos y rezaba fervientemente.

Un día, su dueño decidió llevarla con él. En el camino, él paró en una isla para ir a un festival pagano. Julia se negó a acudir. No quiso tener nada que ver con esas ceremonias supersticiosas. Félix, el gobernador de esa región quedó muy enojado con Ella porque no se unió al festejo pagano. Incluso quiso comprársela a su dueño, pero él se negó por ser una sirviente fiel y buena y aunque, admiraba su virtud, la instaba inútilmente a que moderase sus ayunos y mortificaciones.


Pero cuando el dueño estaba dormido, el malvado gobernador trató de hacer que Julia sacrificara a los ídolos. Le prometió darle la libertad si consentía en abandonar el cristianismo, pero Julia se negó absolutamente. Ella afirmó que la única libertad que deseaba era la de servir a Jesús. Entonces, muy enfadado y según las costumbre paganas, le golpearon salvajemente en la cara y le arrancaron de raíz los cabellos. Después, la clavaron en una cruz para que colgase allí hasta morir. Esto aconteció en la isla de Córcega el 22 de Mayo, el día en que se celebra su fiesta.

Nunca cesó de loar y agradecer a Dios por lo bueno y por lo malo, buscando en ello los medios de su virtud y Santificación. Santa Julia es la patrona de Córcega y Liorna.

Los monjes de la isla de Gorgon se llevaron sus reliquias allí, pero en el año 763 el rey de Lombardía los trasladó a Brescia, donde su fiesta se celebra con gran devoción.