por el R.P. Leonardo Castellani
Tomado de Domingueras Prédicas
Ediciones Jauja
Mendoza, Rep. Argentina, 1997
LA PROMESA DEL ESPÍRITU SANTO. (1967)
"Pero ahora me voy a Aquél que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: "¿Dónde vas?" Sino que por haberos dicho esto vuestros corazones se han llenado de tristeza. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré: y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado, porque no creen en mí; en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis; en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado. Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros."
(Jn. 16,5-15)
ste Evangelio está tomado del Sermón Despedida, y está allí antes que el leído el Domingo.
Este largo recitado, que ocupa tres capítulos de San Juan, fue pronunciado en la Última Cena, desde el Cenáculo hasta el Monte Oliveto: comienza con el Mandato del Amor Fraterno y termina con la promesa del Amor Substancial, el Espíritu Santo. Es el consuelo que da Cristo a los Apóstoles que estaban contristados y temerosos; y es su última y más importante instrucción. Esta instrucción la completará el Espíritu Santo, que no añadirá nada nuevo sino que hará comprender y rememorar las enseñanzas de Cristo: "porque no hablará de lo suyo, sino de lo mío os remembrará; y os hará ver las cosas futuras", dice Cristo; lo cual se cumplió en el "Apokalypsis" de San Juan.
Este Evangelio era un enigma y un rompecabezas para los Santos Padres y Doctores antiguos; pues esos dos versículos centrales suenan a puro disparate:
"Y el Espíritu cuando viniere
Convencerá al mundo de pecado, justicia y juicio.
De pecado, pues no creyeron en mí;
De justicia, porque voy al Padre y ya no me veréis;
De juicio, porque el Príncipe deste mundo ya está juzgado".
¿Qué atadero tiene esto?
Los Santos Padres latinos y griegos, por no conocer el modo de hablar hebreo, o sea el "estiloral", al llegar aquí tropiezan y se disparan para cualquier lado; y algunos exégetas modernos, desos que no hacen más que copiar, lo mismo. Nosotros somos más dichosos, y vemos el significado, que se reduce a esto: "Os mandaré el Espíritu Santo y El os dará el triunfo". Después sigue el Evangelio del Domingo pasado: "Un poquito no me veréis; ahora estáis afligidos, pero, como la mujer que da a luz...".
De modo que los dos versículos adivinanza dicen así: "culpa, justicia y juicio" es la misma cosa, figura un Tribunal que da sentencia; en esa sentencia quedan condenados el mundo, que no creyó en Cristo y está a punto de darle muerte; y el Demonio, que no vencerá al final y ya está condenado; y eso se verá por los prodigios que sucederán después de la Resurrección y Ascensión de Cristo: "porque voy al Padre y ya no me veréis; porque no creyeron en mí; y porque el fautor principal, el Demonio, está vencido de antemano". Eso es nuestro gozo.
Si Cristo quiso decir eso ¿por qué no lo dijo así? —Pregúntenle a Él. Usó la figura que llaman los retóricos "hendíadis", que en el estilo hebreo es frecuentísima (32).
De modo que Cristo hubiera podido decirles —pero no lo dijo así; "Triunfaréis cuando yo me vaya, por obra del Espíritu de Verdad; por eso conviene que yo me vaya". Por cuarta vez promete el Espíritu Santo y por tercera vez lo llama "Espíritu de Verdad". ¿A quién promete? —A la Iglesia, que entonces constaba de doce hombres, los Doce Apóstoles.
¿Qué triunfo es ése? Si los Apóstoles después de la Ascensión van a sufrir trabajos de cuerpo y alma toda la vida; van a ser perseguidos, encarcelados y martirizados? Bien, pero por ellos la Iglesia se va a implantar, va a crecer, va a perdurar; y eso es el principio o barrunto del "gozo que nadie os podrá quitar", el gozo mismo está en la otra vida. Aprendamos la lección; ése es el triunfo del cristiano, triunfo a través del fracaso personal. Cualquier buen cristiano tiene algo de mártir.
Esta semana, para poner un ejemplo, me escribió N.N., buen escritor y mi colaborador: "Todos hemos fracasado y Ud. el primero". Yo le contesté ayer: Ud. sabrá mejor, pero yo no me siento fracasado". El caso es que él piensa "fracaso" y "éxito" en términos del mundo, y yo también a veces; pero no hay que pensar así. Así como "no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la ciudad futura" —dice San Pedro— así no tenemos éxito permanente, sino que aplazamos el éxito para más tarde. Jugamos a la redoblona: todo lo que tenemos, sobre el tapete, y O TODO O NADA; sabiendo que será todo —pero hay que esperar; en Esperanza, Provincia de Santa Fe.
El fracaso mío para N.N. es que, a Borges, por ejemplo, lo llaman el mejor escritor del mundo, le dan premios y honores, le dan casa y un gran sueldo por dirigir una cosa que no puede dirigir, traducen sus libros a seis lenguas, y los venden por millares; "y a mí nada", como dicen los chicos. Bien ¿y a mí qué me importa? ¿Envidiaré yo todo eso? Al contrario, si me lo dieran, ese triunfo de Borges, me sentiría en peligro y lo lanzaría de mí. No hay peligro que me lo ofrezcan, por lo demás.
Perdón por hablar de mí mismo, que es cosa un poco cursi: es el primer ejemplo a mano. Es el ejemplo del buen cristiano en esta vida, que no sé cómo Dios me lo da, pues no sé si soy muy bueno. Es ejemplo del triunfo del cristiano en este mundo, que no es hacer capote en este mundo mundillo: eso le toca a los falsos profetas, dice Cristo. A los no falsos, les toca ser perseguidos; y entonces encima alegrarse. ¿Alegrarse de qué? De tener algún parecido con Cristo; aunque sea mínimo, como el mío.
Dura es esta palabra ¿y quién la aguantará? La han aguantado y están aguantando desque vino el Espíritu Santo (que a ratos parece Espíritu Malo) millones y millones de personas, muy contentas y felices; que son las personas por las cuales el Universo sigue en pie y marchando; que si no existieran se derrumbaría; son "la estirpe electa; el sacerdocio regio, la gente santa" -dice San Pedro: "gemís electum, reale sacerdotium, gens sancta" —los hijos adoptivos de Dios, en quienes Dios mora.
Con perdón de la palabra, somos nosotros, loado sea Dios.
32. "La mente de Cristo vuela sobre todos esos sucesos, que son uno solo, tocando solamente las tres cúspides, que también son una sola. Cristo habla de una sola realidad, dividiéndola por gala en tres... modo de decir que los retóricos llaman "hendíadis", una figura de dicción. En la escuela nos ponían como ejemplo de hendíadis el hemistiquio de Virgilio: "Póculo bibemus et auro, beberemos en cáliz y en oro", dice el poeta, en vez de decir: "bibemus in póculo áureo, beberemos en un cáliz de oro". ¿Y por qué lo dice de la otra manera? No lo sé; son cosas de los poetas. La verdad es que la poesía antigua es mucho más apta para la hendíadis que la nuestra". (L. C., comentario a este mismo evangelio en otro cuaderno).