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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

27 de junio de 2009

Guitar Concerto in D Minor



Johann Friedrich Fasch


(Buttelstedt, 1688-Zerbst, 1758) Compositor alemán. Fue alumno de J. Kuhnau y fundó en Leipzig un Collegium musicum, una de las primeras sociedades organizadoras de conciertos públicos. Escribió óperas, oratorios y música sinfónica y de cámara, muy apreciada por Bach, quien transcribió algunas de sus suites.



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La Edad Media




por H. Belloc



Tomado de Romanticismo y Tradición

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e dicho en el capítulo anterior que la Edad Oscura puede compararse a un largo sueño de Europa; un letargo que se inicia en la fatiga de la vieja sociedad, en el siglo V, y que termina en la primavera y surgimiento de los siglos XI y XII. La metáfora, por supuesto, es muy simple, porque ese sueño fué un sueño de guerra, y durante esos siglos, Europa se encontraba manteniendo desesperadamente sus posiciones contra el ataque de todas aquellas fuerzas que deseaban destruirlas: el Islam, ardiente y refinado, por el Sud; los bárbaros paganos analfabetos, por el Este y por el Norte. De todos modos, Europa fué relevada o despertada de su sueño.

He dicho que tres grandes fuerzas, humanamente hablando, operaron el milagro: la personalidad de San Gregorio VII, la breve aparición -debida a un feliz accidente- del Estado normando, y finalmente, las Cruzadas.

Los normandos de la Historia, los verdaderos normandos franceses que conocemos, se agitan en el panorama histórico una generación después del año 1000. San Gregorio fué de esa misma generación. Cuando se inició el esfuerzo normando, era un joven; murió, después de realizar una gran obra, en 1085. Y en la medida en que puede hacerlo un hombre solo, él, el heredero de Cluny, rehizo a Europa. Inmediatamente después de su muerte se oyó hablar de las Cruzadas. De estos tres hechos procede el vigor de una Europa joven, fresca y renovada.

Mucho más pudiera añadirse. Esa época fué iluminada y clarificada por la constante carga caballeresca contra el musulmán. El Asia fué rechazada de los Pirineos, y a través de los pasos de los Pirineos cabalgaron siempre los grandes aventureros cristianos. Los vascos -un pueblo pequeño y extraño- fueron el corazón de la reconquista, pero el valle del torrente de Aragón fué su canal. La vida de San Gregorio es contemporánea de la vida del Cid Campeador. Y en el mismo año de la muerte de San Gregorio, Toledo, el sagrado centro de España, fue arrancada de manos de los mahometanos y de sus aliados los judíos, y conservada firmemente. Todo el sud de Europa vivió espada en mano.
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Estudio preliminar a la Antología de Vázquez de Mella (1)





por D. Rafael Gambra Ciudad












ntre las primeras figuras del pensamiento o de la política, hay hombres llamados a participar –como protagonistas o como inspiradores- el los grandes hechos de la Historia; otros, en cambio, parecen destinadossólo a mantener el fuego sagrado de un ideal o de una misión, a transmitir de una a otra generación laantorcha encendida de una ilusión de un espíritu.

Vázquez de Mella perteneció claramente a estos últimos. Entra en la vida pública española después de la segunda Guerra Carlista, cuando los ideales que habían animado a aquel gran movimiento de rebeldía popular parecían asfixiarse bajo el peso de la derrota, y de la ruina de mucho hogares, del ansia de paz y de olvido.

Su vida política se extiende a lo largo de aquel enervante período que va desde la restauración de Sagunto hasta la caída definitiva de la monarquía constitucional, época de la amarga crisis nacional de 98 y de los impulsos regeneradores por vía europeizante. Su muerte (1928) se produce en la última parte de la Dictadura, es decir, antes de la gran eclosión de sentimiento españolista y tradicional que provocó la segunda República, y se culminaría con el Movimiento Nacional. No conoció, pues, aquella magnífica delimitación de campos en la que el espíritu cristiano contrario a la Revolución dejó de ser meramente conservador, anémicamente liberal, para abrazar por entero las ideas de que él fue cantor y apóstol, ideas que quizá llegara a juzgar, en sus momentos de desaliento, confinadas ya a una minoría ininfluyente. No le fue dado conocer ni las ilusionadas esperanzas de la segunda Corte de Estella, ni la increíble realidad de revivir, en pleno siglo XX, otra guerra en la línea de las carlistas, coronada ahora por una victoria que esperaron cinco generaciones de españoles leales.

Sin embargo, hoy, a los sesenta años de su entrada en la vida parlamentaria, puede apreciarse el extraordinario papel histórico que cumplió su obra.
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27 de Junio, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro





ocos casos hay en la historia de la Iglesia de difusión tan rápida y universal de una devoción mariana como es la del culto al famoso cuadro de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

Era el día 23 de junio del año 1867, domínica infraoctava del Corpus, cuando, en la iglesia de padres redentoristas de Roma, el decano del Capítulo Vaticano, patriarca de Constantinopla (después cardenal), daba comienzo a la ceremonia de coronación de la imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Con anterioridad, el día 12 de mayo del mismo año, habían aprobado por unanimidad los capitulares el proyecto de coronación, declarando en público decreto que dicho cuadro reunía todas las condiciones para tal honor: antiquísimo culto de más de tres siglos y fama de muy milagroso. Se señaló para la litúrgica conmemoración. de aquélla fiesta la domínica que precede a la Natividad de San Juan Bautista. Hoy se celebra trasladada al 27 de junio en el calendario universal de la Iglesia.

¿Cuál es la historia de este cuadro, desde entonces tan celebrado en las cinco partes del mundo?

Precisamente uno de los diputados por el Cabildo Vaticano para la coronación era Pedro Wenzel, subprefecto después del Archivo Secreto Vaticano, quien, años andando, en 1903 comunicó a un padre redentorista, investigador del origen de este cuadro por Bibliotecas y Archivos vaticanos, un interesante documento manuscrito que constituía la fuente primaria para la historia de la venerada imagen. Hallábase el documento en un códice manuscrito de Franciscus Turrigius (s. XVI), También se hallaron dos relaciones del mismo en la obra manuscrita en veintiséis grandes volúmenes de Io. Antonius Brusius (s. XVII) sobre antigüedades sacras de Roma. El documento primitivo, escrito en pergamino, fijo en una tabla, estaba colocado en el cancel que cerraba el altar mayor de la iglesia de San Mateo in Merulana. Ambos autores copiaron el original, que, por ser largo, lo resumiremos aquí.

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Para leer el artículo completo, más la hagiografia de San Ladislao, Rey de Hungría y Confesor, y de San Zoilo, Mártir, haga click sobre la imagen de Nuestra señora, cuyo original se conserva en la Iglesia de San Alfonso, Roma.

El Igualitarismo y el Evangelio




por el R.P. Julio Meinvielle





Copia escaneada de la tercera edición reproducida en la Colección “Biblioteca del Pensamiento Nacionalista Argentino”, volumen 3º, editado en Bs. Aires en el año 1974. Al final se agregan como Apéndices (incluidos también en el volumen citado) varios trabajos del autor relacionados con el tema y un ensayo sobre Maurras)








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Apéndices a la Concepción Católica de la Política




iertos católicos, imbuídos del espíritu igualitarista de Rousseau, han querido buscar en el Evangelio un fundamento a la democracia. Para eso han hecho violencia de los pasajes en que Jesucristo afirma la preeminencia de los pobres en el Reino de los cielos.

Estos católicos democratistas han naturalizado o carnalizado la verdad sobrenatural del Evangelio.

1. El Evangelio, y la doctrina de la Iglesia, por consiguiente, jamás han preconizado la igualdad aritmética de los hombres ni en el orden natural ni en el sobrenatural.

No en el orden natural, porque Cristo no vino a destruir, sino a perfeccionar la ley, (MATEO, 5, 17). Ahora bien: la ley natural exige que a una diversidad natural correspondan derechos sociales y políticos desiguales, según explica el Angélico Doctor en los pasajes citados.

No en el orden sobrenatural, porque, como maravillosamente expone el Apóstol San Pablo, hay en la Iglesia diversidad de méritos, según la gracia que se da a cada uno; por esto en el cielo hay diversas mansiones, como enseñaba Cristo (JUAN 14, 2). Y una es la claridad del sol, otra la claridad de la luna y otra la de las estrellas; porque una estrella difiere de otra en claridad. (I COR, 15, 41).

Hay, además, diversidad de funciones en la misma Iglesia, porque hay diversidad de ministerios, como enseña el Apóstol. (I COR. 12, 5). El uno recibe del Espíritu el don de hablar con sabiduría; otro recibe del mismo Espíritu el don de hablar con mucha ciencia... etcétera. Mas todas estas cosas las causa el mismo indivisible Espíritu, repartiéndolas a cada uno, según quiere. Porque así como el cuerpo humano es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros, con ser muchos, son un solo cuerpo, así también el cuerpo místico de Cristo... . Que ni tampoco el cuerpo es un solo miembro, sino muchos. Si dijere el pie: pues no soy la mano, no soy del cuerpo, ¿dejará por eso de ser del cuerpo? . Y si dijere la oreja: pues que no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿dejará por eso de ser del cuerpo? . Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese el oído, ¿dónde estaría el olfato?. Mas ahora ha puesto Dios en el cuerpo muchos miembros y los ha colocado en él como le plugo.

2. Afirmada la constitución jerárquica de la economía natural y de la sobrenatural, el Evangelio enseña que la economía sobrenatural está regida por una ley de apreciación contraria a la economía natural. En el Reino de los cielos son bienaventurados los pobres, los mansos, los que lloran... los que padecen persecución por la justicia. (MATEO, 5).

De aquí que en el cristianismo el mérito sobrenatural se mida por la locura de la cruz y no por la sabiduría de las palabras o por el poder del mundo, y la jerarquía eclesiástica exige que el mayor se reconozca el menor (así el Sumo Pontífice es Siervo de los siervos de Dios) : porque Cristo, el Maestro, no vino a ser servido, sino a servir.

Bossuet ha expuesto esa doctrina en su sermón sobre LA EMINENTE DIGNIDAD DE LOS POBRES EN LA IGLESIA. Los pobres entran por derecho propio; los ricos no pueden participar de las riquezas sobrenaturales si no consienten en abrir sus tesoros y prodigarlos a los pobres después de haber besado humildemente sus pies.
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26 de junio de 2009

Declaración del Instituto de Filosofía Práctica



A Propósito de las elecciones del domingo 28 de Junio





omo las circunstancias no han cambiado desde entonces, sino que ciertos males se han agravado y continúan callados quienes deberían hablar, y como nuestra memoria es débil, nos parece oportuno reiterar la declaración referida a los comicios del año 2007, con algunos agregados:

El 23 de octubre de ese año, el INFIP emitió una manifestación, reproducida por varios blogs, con motivo de las elecciones que se llevaron a cabo cuatro días después.

La misma comenzaba criticando a un buen párroco y a su pedido dirigido a los feligreses para que votaran a secas, sin dar ningún criterio respecto al voto.

La declaración fue entregada a dicho sacerdote y es un legítimo orgullo para el INFIP su cambio de actitud práctica, pues en la iglesia a su cargo, treinta días antes de las próximas elecciones puso a disposición de sus fieles las consideraciones del Episcopado Mexicano acerca de los principios que deben tener en cuenta los católicos al votar.

No sabemos nada de la reacción del Arzobispado de Córdoba, cuyo error en dicha ocasión fue peor, pues intentaba persuadir a los fieles para que se inscribieran como fiscales de cualquier partido para asegurar la pureza del comicio, como si ésta fuera el único problema.

Aclarada la cuestión, y felicitando a Mons. Luis Emilio Martinoia, párroco de Nuestra Señora de Luján, por su cambio de actitud, para refrescar la memoria, les enviamos a nuestros socios y amigos, dicha declaración:

de muchos que debieran hablar y no lo hacen, cuando diariamente en la Argentina se pretenden demoler y en buena parte con éxito, los cimientos de orden natural y sobrenatural, sobre los cuales se edifica una sociedad cristiana, no es posible permanecer mudos.

Ante todo, debemos denunciar la corrupción de la democracia, que como régimen legítimo, es un medio para que muchos elijan a los mejores; nunca, como cualquier otra forma política, es un fin en sí misma, pues aquí, como señala Danilo Castellano, “no se trata de la democracia como confrontación dialéctica y por lo tanto como vía para arribar a la verdad… sino de la democracia que se coloca ella misma como verdad”.

Entonces, si no creemos en la diosa democracia, no basta pedir a los feligreses que voten y sí importa a quién votan; qué propuestas y programas votan. Es por ello, que constituye un grave pecado objetivo de omisión, no orientar el pensamiento y la conciencia de quienes votan, más en este momento de desintegración y de descomposición que padecemos.

Además, es triste comprobar, que el párroco no advertía una realidad señalada por Sebastiano Vasalli acerca de tantas democracias de nuestro tiempo, incluida la nuestra: “Es la negación del hombre en cuanto individuo y en cuanto sujeto del propio pensar. Es la apoteosis del hombre electoral; del ‘hombre masa’… Y el gobierno del número. Se opera sobre los números para gobernar a los hombres y se obra sobre los hombres para gobernar a los números… La fábula de la democracia en ciento y más años ha producido un hombre nuevo y distinto. Ha producido el hombre elector, manipulable con los mecanismos de la propaganda… es la oligarquía “dei furbi”, término que se puede traducir por astutos, pícaros, o sinvergüenzas, “La favola della vera democrazia”, Corriere della Sera, Milano, 6/2/2006),

No es posible moralmente, patrióticamente, votar programas e individuos que atentan a diario contra la conservación y el desarrollo demográfico de la Argentina: los ataques a la vida desde su interrupción en el seno materno hasta no respetar su término natural; a la familia, fundada en la unidad y la indisolubilidad del matrimonio entre un hombre y una mujer, orientado a la procreación, a la educación de los hijos y a la perfección de sus miembros en un todo de orden jerárquico y servicial; a una sana educación transmisora de los grandes conceptos acerca de lo bueno y de lo malo, de lo justo y de lo injusto, que engendra el acuerdo básico implícito que posibilita, el cual hace posible, el mantenimiento y el desarrollo de una sociedad, son prueba de ello.

No es posible moralmente, patrióticamente, votar a quienes quieren extender el matrimonio a las uniones sodomíticas, contrarias a la naturaleza, a quienes promueven la adopción por homosexuales o lesbianas, a los responsables de que un día un inmenso preservativo fuera el vestido del Obelisco, símbolo de esta Ciudad y Puerto de Santa María de los Buenos Aires.

No es posible moralmente, patrióticamente, votar por quienes han corrompido la administración de justicia, al aplicar en forma ostensible “dos pesas y dos medidas”.

No es posible moralmente, patrióticamente, votar por quienes defienden el mito de la soberanía popular y exaltan a la libertad como valor supremo, lo cual conduce a endiosar al hombre, haciéndolo la medida de todas las cosas, legislador y juez absoluto de sí mismo en todos los órdenes. Ante este caos ético del relativismo, Tomás Casares reivindica los principios inmutables: la norma que a ello se oponga “no tiene autoridad de ley por más que sea lo que quiera la mayoría o lo que quieran todos; pues lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo, análogamente a la verdad y el error no son lo que decida o prefiera el arbitrio de nadie. Son lo que son, pura y simplemente”.

No es posible moralmente, patrióticamente, votar a quienes cotidianamente sustituyen a la idoneidad por la acepción de personas, por el nepotismo, por el amiguismo, por el partidismo, y hasta a veces, por la complicidad.

No es posible moralmente, patrióticamente, votar por quienes nos esquilman, agobian, amenazan y persiguen a través de los impuestos, las tasas y las retenciones, para luego dilapidar lo recaudado en costosas y agobiantes campañas electorales, en mantener a la nueva clase de “representantes del pueblo”, sus asesores y sus ñoquis, en viajes y festines.

No es posible moralmente, patrióticamente, votar por quienes distorsionan todos los días la economía del país con subsidios e inoportunas y prepotentes intervenciones, mientras incrementan sus deudas reales y más allá de compadradas y declaraciones, cultivan el sometimiento a las internacionales del dinero.

No es posible moralmente, patrióticamente, votar por quienes han privatizado el bien común político, para servirse de él y transformarlo en un bien ajeno a los gobernados; por quienes, como proféticamente denunciaba nuestro fundador Guido Soaje Ramos, “apuntan a reducir a los hombres a un común denominador de enanismo moral por el estímulo de los apetitos inferiores y por la imposición de hábitos de servilismo, de adulación al poderoso, de mendicidad sistemática, de renuncia a las legítimas libertades”.

No es posible moralmente, patrióticamente, votar por quienes diariamente cultivan la hipocresía y la mentira, utilizan electoralmente a sectores cautivos masificados, que oscilan entre la pobreza y la miseria, los corrompen con dádivas y subsidios, generando una “cultura de la vagancia”, fomentando la pereza, olvidando que el trabajo sano le aporta al hombre un enriquecimiento espiritual, una pertenencia que lo enraíza, pues como escribe Saint-Exupéry: “mi trabajo no vale nada si él no me hace ser de alguna cosa: piloto de una línea, jardinero de un jardín, arquitecto de una catedral, soldado de una Patria”.

Somos hombres libres; por eso a nuestros socios y amigos que se multiplican, a los cursantes de nuestros seminarios, a los asistentes a las tertulias, nos les pediremos que voten ni que no voten, pero queremos recordarles las bienaventuranzas del político del Cardenal Francisco Javier Nguyen van Thuan, las verdaderas, no las “light”, tal como fueron proclamadas en la Jornada de Civitas, en Padua el 3 de mayo del 2002 y publicadas en el Corriere de la Sera, Milano, 4/5/2002.

1) Bienaventurado el político que tiene conocimiento y conciencia del propio papel.

2) Bienaventurado el político de quien se respeta la honorabilidad.

3) Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por el suyo particular.

4) Bienaventurado el político que se conserva fielmente coherente y respeta las promesas electorales.

5) Bienaventurado el político que realiza la unidad y haciendo de Jesús el punto de apoyo, la defiende.

6) Bienaventurado el político que sabe escuchar al pueblo antes, durante y después de las elecciones.

7) Bienaventurado el político que no tiene miedo, ante todo de la verdad.

8) Bienaventurado el político que no tiene miedo de los medios, porque en el momento del juicio deberá responder sólo a Dios.

Este es el espejo en el que deberían mirarse nuestros gobernantes, gobernantas, candidatos o candidatas, para enmendarse, y para que sus rostros, por más maquillajes, estilistas, cirugías, tinturas o hasta picaduras de avispas a que acudan, no acaben mostrando la proterva realidad de sus almas.

Buenos Aires, 19 de junio de 2009.

Gerardo PALACIOS HARDY

Vicepresidente


Bernardino MONTEJANO

Presidente

26 de Junio, Festividad de San Juan y San Pablo, Mártires




os peregrinos medievales que llegaban a Roma a venerar los sepulcros de los mártires empezaban preguntando por la basílica de los Santos Juan y Pablo en el monte Celio. Era de rigor comenzar por ella el recorrido de los santuarios romanos. Era la única iglesia erigida sobre tumba de mártires dentro del recinto de la ciudad. Los demás mártires habían sido enterrados en las afueras, por aquella ley de las Doce Tablas que prohibía la sepultura en el interior de la ciudad. "Dios, que había rodeado a Roma con una gloriosa corona de tumbas de mártires —cantaba un prefacio antiguo—, quiso esconder en las entrañas mismas de la ciudad los miembros victoriosos de los Santos Juan y Pablo." El itinerario-guía, que orientaba a los peregrinos a través de los santos lugares, advertía, además, que la basílica que guardaba tan preciadas reliquias era “la propia casa de los mártires, convertida en iglesia después de su martirio".

A pocos metros del Coliseo arrancaba un suave repecho, el Clivus Scauri, que les llevaba rápidamente al espacioso atrio que abría sus pórticos delante de la basílica.

Debía de ser muy fuerte la emoción de los peregrinos al poner los pies en la "casa de los mártires".

En torno a la figura de aquellos mártires, y con retazos de procedencia diversa, el tiempo había tejido, ya para el año 500, una leyenda sugestiva. Resulta difícil, hoy, señalar el núcleo de verdad que acaso contenga la leyenda y separar el filón de la escoria que le cubre. No faltan en ella, ciertamente, incongruencias y contradicciones históricas. Por eso la mayor parte de los críticos se inclinan hoy a negar todo crédito a las actas que nos refieren el martirio de Juan y Pablo. Pero está la voz de los monumentos, que nos cuentan a su manera, con su lenguaje de piedra y de pinturas, la historia de unos mártires que no pueden ser sino los mismos que la leyenda desfiguró.
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Para leer la hagiografía completa, más la de San Pelayo, Mártir, haga click sobre la imagen del martirio de San Juan y San Pablo.


25 de junio de 2009

¿Tiene la Historia un sentido?





por Thomas Molnar




Tomado de Mikael Nº 3
Revista del Seminario de Paraná
Tercer cuatrimestre de 1973







n este artículo nos planteamos dos preguntas y no una sola, a pesar de que el título parecería limitar el tema. La primera la propone el título mismo; la segunda es ésta: siendo así que la mayoría de nuestros contemporáneos responde positivamente a la primera pregunta, ¿por qué en la actualidad (en realidad desde hace ya dos siglos) se llega a afirmar que la historia tiene un sentido? ¿Hay acaso períodos en la historia más inclinados a explorar el misterioso "sentido de la historia", cuando otros períodos apenas si se plantean este problema?

En el fondo, creo que las dos preguntas son una sola. Nuestra época busca la significación de la historia, y ello una vez que la sociedad se ha cuestionado a sí misma, y más que la sociedad, la civilización. Se da entonces una tendencia natural a explorar conjuntos cada vez más amplios, como si el sentido denegado a agrupaciones humanas en un nivel inferior pudiera serles devuelto en una escala mayor. Esta impaciencia por captar el sentido de la totalidad del tiempo, pero que escapa al observador y al sistematizador por el hecho de su indeterminación, esta impaciencia, digo, ha nacido con el cristianismo, aun cuando durante siglos, mucho tiempo después del Año 1 de la era cristiana, los hombres estuvieron obsesionados por la caída del Imperio Romano e interesados no ya en el sentido de la historia sino en las causas de la decadencia romana. El cristianismo, por su parte, coloca la finalidad del hombre más allá de la historia, sin que haya repetición o "eterno retorno". Un cristiano (un miembro de la sociedad identificada como cristiana) se encuentra así en una posición que no conocen ni el judío ni el greco-romano: el primero ve el sentido de la historia en la llegada del Mesías, que hará de Jerusalen una ciudad deslumbrante entre todas las demás; el segundo ve en la Historia o bien acontecimientos desatados por las pasiones humanas, o la fatalidad de la decadencia y de la renovación.

Sólo el cristiano debe mirar la historia con un fin en el más allá y en la voluntad divina. Para influir en el más allá ha de insertarse en la economía de la salvación y esperar el resto de la gracia. En cuanto a la voluntad divina, el cristiano no tiene poder, e incluso uno se pregunta si es capaz de escrutarla.

Parece pues que el cristiano sólo tiene poder sobre su propia salvación, y que un abismo se abre ante sus pies (sentimiento evidentemente mitigado por su fe en la providencia divina) cuando quiere rastrear otro sentido de la historia que no sea el individual, el suyo propio. Además, el hombre sabe que los demás están en una misma situación: con su voluntad libre realizan juntos la historia pero corren el riesgo de deshacer por la tarde lo que hicieron a la mañana, de manera que es imposible descifrar la trama resultante: Dios escribe derecho con líneas torcidas.
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25 de Junio, Festividad de San Guillermo, Abad






ació por el año 1085 en Vercelli, como indica su nombre, en el norte de Italia. Pocas cosas sabemos de su nacimiento e infancia, pero sí de su juventud y mocedad como un prodigio de mortificación y de don de milagros.

El solía decir a los monjes que trataban de imitar su vida y pretendían seguirle a todas partes: "Es necesario que mediante el trabajo de nuestras manos nos procuremos el sustento para el cuerpo, el vestido aunque pobre y medios necesarios para poder socorrer a los pobres. Pero ello no debe ocupar todo el día, ya que debemos encontrar tiempo suficiente para dedicarlo al cuidado de la oración con la que granjeamos nuestra salvación y la de nuestros hermanos".

Ahí estaba sintetizada la vida que él llevaba y la que quería que vivieran también cuantos quisieran estar a su lado.

Cuando todavía era un mancebo hizo una perigrinación a Santiago de Compostela que en su tiempo era muy popular y que hacían casi todos los cristianos que podían. Pero él lo hizo de modo extraordinario: Se cargó de cadenas, que casi no podía arrastrar por su gran peso, y apenas tomaba bocado. Un día llegó a las puertas de una casa de campo y parecía desfallecer. A pesar de ello habló así al dueño de la misma que parecía ser un valiente caballero: "Señor, estas cadenas se me rompen continuamente y me hacen muchos honores porque son vistas por todos. ¿No serías tan bueno que me dieras una coraza para llevarla escondida junto a mis carnes y un casquete para mi cabeza? Dicho y hecho. Guillermo salió de la presencia de aquel caballero con gran esfuerzo, ya que apenas podía moverse con tanto hierro y con los dolores enormes que le proporcionaban. Vuelto a Palermo, el rey Rogerio que había oído ya hablar muchas maravillas de aquel raro peregrino, sintió grandes deseos de verlo.
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Para leer la hagiografía completa, más la de San Máximo de Turín, Obispo y la de San Próspero de Aquitania, Seglar, haga click sobre la imagen del Santo Abad.

24 de junio de 2009

Concepción Católica de la Política (11 y último)





por el R.P. Julio Meinvielle






Copia escaneada de la tercera edición reproducida en la Colección “Biblioteca del Pensamiento Nacionalista Argentino”, volumen 3º, editado en Bs. Aires en el año 1974. Al final se agregan como Apéndices (incluidos también en el volumen citado) varios trabajos del autor relacionados con el tema y un ensayo sobre Maurras)








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EL ESTADO Y LA ECONOMIA

a economía no pertenece al sector público sino al privado de la vida social. En consecuencia, relaciones de obreros y empresarios en la unidad de una empresa, de una empresa con otra, de unas ramas de la producción con otras, todo esto pertenece al sector privado, porque se trata de las relaciones de una parte con otra dentro del organismo social. El Estado puede y debe intervenir, pero no como una parte, sino desde fuera, desde otro plano, como poder regulador que establece la legislación que condiciona el ámbito de la justicia dentro del cual se han de mover las partes.

El liberalismo ha negado o restringido toda intervención del Estado en la economía. El socialismo, por el contrario, ha hecho de la economía una actividad esencialmente pública y estatal. Una y otra posición son equivocadas. Si hay que afirmar contra el socialismo el carácter privado de la actividad económica, es también necesario asentar contra el liberalismo la necesaria regulación del poder público. Esta es tanto más indispensable cuanto en la actividad económica se desarrolla una lucha de intereses que hace difícil la supervivencia de los sectores más débiles. Si se da libertad absoluta a las fuerzas que intervienen en el proceso económico, las más poderosas devorarán a las inferiores. Aquí no hay un problema tan sólo de justicia. Lo hay también, pero no únicamente. Existe un problema de funcionamiento de la economía. Sabido es que en economía unos sectores interdependen recíprocamente de otros. Así, por ejemplo, la clase que recibe sueldos y salarios depende de la clase empresaria, que busca el hacer mayores sus beneficios. Esta clase, aguijoneada por el aumento de sus beneficios, puede estar tentada de reducir los sueldos y salarios de los obreros y empleados. Pero a la larga, comprimido el volumen de sueldos y salarios, redúcese también el consumo, ya que la masa de asalariados constituye la masa de consumidores. Sin ventas regulares y continuas, las empresas no pueden asegurar su funcionamiento, con lo que el proceso regular de la economía se deteriora. Y, a la postre, se detiene. Las célebres crisis periódicas se hicieron tan violentas durante el capitalismo liberal por haberse agudizado el desajuste entre los diversos grupos que intervienen con interdependencia en el proceso económico.
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El principio de finalidad en Santo Tomás de Aquino




por Michele Federico Sciacca
(para conocer someramente al autor, haga click sobre su nombre)


Tomado de Mikael Nº 5
Revista del Seminario de Paraná

Segundo semestre de 1974







l principio de que todo ente finito y por lo tanto contingente, necesita una causa para existir, y que por ello es participación de otro, condiciona todo el ser del hombre, de tal modo que siendo y conociendo por participación, también obra por participación, puesto que no es puro acto sino también potencia (1). Sólo Dios es propiamente la Causa o el Principio que produce el ser de un ente; éste, como efecto diferente de la causa, es dependiente de ella en su mismo ser. En este sentido, sólo Dios es Causa primera, en sí absolutamente independiente de toda otra en el ejercicio de su causalidad, respecto a la cual, las cuatro causas que inciden en el ser mismo del ente finito, son causas segundas. Por consiguiente, sólo Dios es propiamente el Principio metafísico de quien depende cada ente y todos los entes en todo; pero como entes o efectos diferentes de la Causa primera y creados con un ser suyo son autónomos en el interior de esta dependencia (2).

A partir de aquí, dado que son propiamente humanas, y no sólo del hombre, todas aquellas acciones en las cuales él es dueño de sus actos "per rationem et voluntatem" —por lo cual el libro albedrío se dice "facultas voluntatis et rationis"—, se llaman propiamente humanas las acciones "quae ex volúntate deliberata procedunt"; y, siendo el objeto de la voluntad "finis et bonum", se sigue que todas las acciones humanas son "propter finem", el cual, último en la ejecución ("finis in re") es primero "in intentione agentis" (3). La consecución del fin es lo que todos los entes desean; por lo tanto, el fin y el bien mutuamente se convierten. De esto se sigue que el fin dirige el movimiento de las otras tres causas —la eficiente, la material, la formal— y hace que la causa final sea llamada "causa causarum". De aquí la necesidad del conocimiento racional del fin, al cual se subordinan todos los medios o aquello que no tiene razón de fin pero contribuye a su consecución; mientras que los varios fines, a su vez, se subordinan al fin último, en el cual se actúa la completa perfección del agente.

Sólo en el hombre, en el orden de la realidad sensible, el tender de todo ente al propio bien es aspiración consciente guiada por la voluntad a la cual es intrínseca la racionalidad: una voluntad racional es libre; pero si todos los fines se subordinan al fin último, el hombre, cualquiera sea el fin que persiga, tiende siempre a Dios, y su voluntad se hace siempre más libre en la medida en que, en los fines particulares que realiza, tiende al bien absoluto, que se identifica con el Ser absoluto, captado por la voluntad bajo la forma del Bien. De aquí se sigue que el hombre, en el interrogarse sobre su ser contingente y finito y sobre sus fines y bienes, también ellos contingentes y finitos, que va percibiendo, no puede no interrogarse sobre su Fin o Bien necesario e infinito.
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24de Junio, Festividad de la Natividad de San Juan Bautista








s Primavera, y, sobre la alta serranía, Nazaret abre su caserío blanco, como lirio enorme, a la tierna caricia del sol. Caen las aguas de nieve, con juvenil travesura, entre las quebradas del monte. Los almendros apuntan estremecidos sus yemas, y se percibe un murmullo caliente cuando rompen, con ímpetu, a la vida. Un perfume antiguo de hornos se mezcla a la liturgia del incienso y cubre los sembrados como una bendición anticipada. ¿Quién oyó el cantar de las tórtolas, entre las dos luces tranquilas de la sobretarde? Pues parece que el rey Salomón, turbado de muchos amores, suspira, escondido entre el verde fresco de los jardines, su llamada impaciente: "Ya pasó el invierno, amada mía. Ven, mi paloma, que anidaste sobre las piedras, ven". Y de la corola opulenta de ese lirio nazaretano salta la Doncella María, como un prodigio de hermosura. Hay, en el aire de oro, un reguero de palabras del Buen Dios, y la brisa pequeña simula aún el roce inocente de las alas del arcángel. Ya fue la Encarnación. Con la docilidad sencilla de una esclava creyó el fausto Mensaje. Y en el otro lirio celeste y cerrado —el seno de la siempre Virgen— se hace carne la deidad del Verbo. Pero aquel signo increíble de la prima Isabel, fértil y anciana, le empuja, con su cosquilleo femenino y curioso, hacia Ain Karim, mientras las augustas modulaciones del Magnificat se asoman a la ternura del labio. Todo su camino trasciende a un profundo misterio. Atraviesa la llanada de Esdrelón, ahora exuberante y pacífica; pero en estos mismos campos Israel cortó los laureles de sus grandes victorias y la cizaña negra de sus declinaciones. Y parece que las sombras del crepúsculo reaniman, en la soledad de sus sepulcros, a todos los viejos caudillos, que alzan sus trofeos y sus laudes al paso de la Virgen de la Promesa. Sube alegre las montañas de Samaria y percibe aún los ecos de aquellos pactos que hizo Yahvé con los patriarcas, y el recuerdo de anchas bendiciones. Y, al fin, la Judea la recibe en la solemne liturgia de su sacerdocio, y convoca a todos los profetas muertos para que se gocen en los días de la plenitud, cuando los montes destilen pura miel y se hermanen el cordero con el lobo. ¡Toda la historia del Pueblo de Dios se asoma para verla pasar, y la acompaña, cantando un salterio de amorosa bienvenida!
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Doctrina Católica en Tiempos Electorales



por el Dr. Antonio Caponetto



Tomada de Página Católica





Parte 1




Parte 2




23 de junio de 2009

La Niebla





por D. Rafael Gambra Ciudad



Tomado de Mikael Nº 3
Revista del Seminario de Paraná
Tercer cuatrimestre de 1973



El Profesor Dr. Rafael Gambra, filósofo y catedrático español, nos ha enviado la nota que aquí publicamos. Al hacerlo, debemos señalar la muy importante contribución del Prof. Cambra al pensamiento católico contemporáneo, y sus esfuerzos dirigidos a restaurar el realismo de la inteligencia, así como el sentido de lo sagrado y la fidelidad a la Iglesia. Particularmente valiosa, y de lectura obligada, es su obra "El Silencio de Dios" (Madrid, 1968), de la cual dijo Gustave Thibon al prologarla (y nosotros adherimos plenamente al juicio del filósofo francés): "es un testimonio en favor del hombre eterno contra los ídolos que ha segregado nuestra locura y que devoran nuestra propia sustancia. Un grito de alarma profético frente al inmenso suicidio colectivo que nos amenaza". (N. de la R. de Mikael)



n alguna ocasión he escrito que la decisión de un católico ante los tristes avatares de la hora presente debe ser la de "mantener la fe y la esperanza, la de transmitirla íntegra a nuestros hijos cueste lo que cueste, aún a riesgo del aislamiento y de la soledad, de la incomprensión o de la persecución psicológica o sangrienta".

Parece que este designio se orienta al mantenimiento de la fe —bien supremo del hombre en esta vida—, y que a él ha de sacrificarse, si preciso fuere, la vida misma de nuestros hijos, que quizá sufrirán —en grado superior a nosotros mismos— el aislamiento o las torturas "psicológicas" y aun físicas del futuro "universo tecnificado".

Quiero ahora aclarar que esa decisión frente al gran derrumbamiento de la fe, de la moral y de las costumbres a que asistimos, si ha de tomarse primordialmente por la salvación de la fe, habría de adoptarse igualmente si sólo se tratase del bien personal de nuestros hijos. Es decir, que a pesar de esos riesgos a que podemos verlos sometidos, no existe contradicción entre la causa de la fe y el bien personal de los hijos, sino rigurosa coincidencia. Aquí, como en todo orden, se realizan las palabras de Cristo: Buscad el reino de Dios y su justicia que lo demás se os dará por añadidura.

El hecho es de observación vulgar y cada lector podría citar enseguida una docena de ejemplos entre sus relaciones si no en su propia experiencia. Por primera vez en la Historia, de un modo generalizado y no excepcional, de familias cristianas y moralmente rectas nacen hijos revolucionarios, descreídos, "hippies", o desesperados. Los padres asisten, sin entenderlo, a la metamorfosis, y sólo son conscientes de ella cuando no tiene ya remedio. Este hecho, en su generalización, no tiene precedentes en lo que sucedía en anteriores generaciones, o en épocas más remotas. Siempre ha existido un natural y sano "conflicto generacional" entre el dinamismo, alocamiento y generosidad de la juventud, y la serena experiencia, a veces desengañada y pasiva, de la madurez. De esta normal tensión surge la renovación y la alegría en los ambientes familiares que tienen hijos. Pero el fenómeno actual a que me refiero —y que todo lector tiene en la mente— nada tiene que ver con esa dinámica natural de las generaciones que nunca impidió que, salvo excepciones, el hijo fuera solidario del mundo espiritual de sus padres.

Tampoco se trata de que la actual juventud sea mejor ni peor que las pasadas. La naturaleza humana como tal no cambia: la juventud —tan alabada hoy como si se tratase de una nueva raza de hombres— no es una sustancia, ni una cualidad, sino un estado. Se es joven hasta que se deja de serlo, y este tránsito no acarrea por sí el dejar de ser bueno o malo, sabio o necio, ni menos el dejar de ser tal individuo humano. El fenómeno es de índole muy diversa.

Muchos medios de vida y ninguna razón para vivir

Los muchachos de hoy poseen medios de vida en una proporción desconocida en otras generaciones. Dinero, diversiones, libertad de movimiento y libertad sexual como jamás pudieron soñarse. Y esto no sólo los de niveles económicos superiores, sino dentro de su ambiente, los de casi todos los niveles, incluidos muy especialmente los llamados asalariados u obreros. La juventud actual cuenta con abundancia creciente de medios de vida, pero carece, en general, de una razón para vivir. Y éste es, cabalmente, el bien más preciado e indispensable que estos hombres deberían haber recibido de la sociedad a que pertenecen, particularmente de sus padres.

Lo mismo que el cuerpo del hombre se organiza y sostiene apoyado en el sistema óseo, en la columna vertebral, así también la vida psicológica y espiritual sólo puede ordenarse y mantenerse en torno a un sistema de verdades, convicciones, adhesiones morales, de las que resultan unos objetivos de vida y unas nociones básicas de lo que es verdadero y de lo que es bueno.

Quien carezca de esa estructura en su espíritu, caerá en un marasmo o confusión mental, en la indiferencia desesperada y bajo el dominio de sus pasiones progresivamente corrompidas.Al joven de hoy se le propone como ideal de vida el culto a su propia juventud o el progreso del nivel de vida, es decir, el aumento de unos medios que posee ya superabundantes. Pero se le ciega el conocimiento de algo que es indispensable para su vida, que le permitirá afrontar el necesario tránsito a la madurez y a la vejez, que otorgará sentido y esperanza a su vivir. La subversión sorda y sin límites ni objetivos que caracteriza a grandes sectores de la juventud actual (el movimiento hippy en muchos de sus aspectos) se dirige, aun sin saberlo, contra esa falta de objetivos —de fe y de esperanza— que caracteriza a lo que ellos llaman "sociedad de consumo".

El camino del monte y el camino de la vida

Días atrás caminaba yo por el monte y creí comprender algo de esa situación humana de las nuevas generaciones.

Nuestro Pirineo cercano está tornando al dominio de la selva: la despoblación rural, el abandono de la agricultura y de la ganadería, hacen que los caminos se pierdan y que el más espeso matorral los cubra como una masa verde inextricable. Por efecto de este fenómeno me vi en un paraje de monte bajo del que de ninguna manera acertaba a salir. Sin embargo, no podía decir en absoluto que estaba perdido: veía las cumbres cercanas y familiares que me indicaban claramente dónde me encontraba y hacia dónde tenía que dirigir mi esfuerzo por salir del paso. Al poco rato cayó sobre mí una espesa niebla que me ocultó esos segundos planos y con ellos todo punto de referencias. Entonces —y sólo entonces— podía considerar con verdad que estaba perdido, porque no sabía ya hacia dónde dirigir mi esfuerzo por avanzar. De tal situaciónsólo pude salir cuando la nube se rasgó y aparecieron otra vez las cumbres orientadoras.

Algo semejante acontece en el caminar de las vidas humanas. Las dificultades de todo orden —tentaciones, vicios, penurias, desventuras— pueden acorralar como maleza bravía a un hombre hasta impedirle avanzar en un momento dado. Sin embargo, mientras contemple sobre sí las cumbres familiares o el cielo con el orden permanente de sus estrellas, será capaz de mantener una dirección y abrigará una esperanza firme para su esfuerzo. Ese hombre, por difícil, descarriada o caída que sea su vida, no es un hombre perdido. Cuando en cambio, esos altos puntos de referencia desaparecen de su vista, como en la niebla o en la oscuridad, ese será el momento en que no tendrá humano remedio: falto de orientación y de estímulo en su movimiento, será presa del desaliento, del escepticismo, de la inercia.

Soledad de barco sin naufragio y sin estrella. . .

Este es el caso de un número creciente de jóvenes en las generaciones que advienen hoy al existir. La lucha humana contra las dificultades y las propias pasiones se hace para ellos psicológicamente imposible porque en la vida se les ha dado de todo, menos razones para vivirla. No pueden saber —porque nadie se lo muestra ya— a dónde caminan, ni qué es bueno o malo, valioso o desdeñable. En algunos casos la vida se hace, por algún tiempo, objeto de sí misma como por un instinto natural, al tener que superar —con la vitalidad de la juventud— las carencias fundamentales que amenazan esa misma vida. Pero un ambiente de abundancia y de seguridad ahoga ese mismo impulso vital, sustituyéndolo por el hastío y la disconformidad radical.

Tal es la situación en que dejan a sus hijos los padres que no han podido —o no han querido— transmitirles su mundo espiritual y valoral, sustituyéndolo por un suministro de confort y de seguridad económica. Es también la responsabilidad de los educadores y sacerdotes que han dejado de ser pontífices (creadores de puentes) hacia la eternidad, para convertirse en meros animadores de una insensata e infinita búsqueda de la "promoción" y del "nivel de vida". La de aquellos que, en vez de mantener alta la vista del hombre, se encarnizan con las cumbres de referencia en nombre de la evolución o del "humanismo", tratándolas de "prejuicios" o de "alienaciones" respecto del suelo que se pisa.

La responsabilidad también de esa llamada "Iglesia progresista" que, negándose a su misión divina de mostrar al hombre los altos puntos de referencia —antes bien, procurando ocultárselos—, se declara servidora del ciego progreso humano por los cauces de la Tierra. Su misión viene a ser como la de quien suministrase los mejores medios de locomoción a quien no tenga sitio alguno a dónde ir, ni impulso para moverse.



"Hay que impedir que la persona y la familia se dejen arrastrar al abismo hacia donde las empuja la socialización de todas las cosas, socialización a cuyo término la imagen aterradora del Leviatán llegará a ser una horrible realidad. Es con la última energía que la Iglesia librará esta batalla en la que están en juego valores supremos: la dignidad del hombre y la salvación eterna de las almas".
de SU SANTIDAD PÍO XII
Mensaje del 14 de setiembre de 1952.

23 de Junio, Vigilia de San Juan Bautista












a Iglesia celebra normalmente la fiesta de los santos en el día de su nacimiento a la vida eterna, que es el día de su muerte. En el caso de San Juan Bautista, se hace una excepción y se celebra el día de su nacimiento.

San Juan, el Bautista, fue santificado en el vientre de su madre cuando la Virgen María, embarazada de Jesús, visita a su prima Isabel, según el Evangelio.Esta fiesta conmemora el nacimiento "terrenal" del Precursor. Es digno de celebrarse el nacimiento del Precursor, ya que es motivo de mucha alegría, para todos los hombres, tener a quien corre delante para anunciar y preparar la próxima llegada del Mesías, o sea, de Jesús. Fue una de las primeras fiestas religiosas y, en ella, la Iglesia nos invita a recordar y a aplicar el mensaje de Juan.

El nacimiento de Juan Bautista

Isabel, la prima de la Virgen María estaba casada con Zacarías, quien era sacerdote, servía a Dios en el templo y esperaba la llegada del Mesías que Dios había prometido a Abraham. No habían tenido hijos, pero no se cansaban de pedírselo al Señor. Vivían de acuerdo con la ley de Dios. Un día, un ángel del Señor se le apareció a Zacarías, quien se sobresaltó y se llenó de miedo. El Árcangel Gabriel le anunció que iban a tener un hijo muy especial, pero Zacarías dudó y le preguntó que cómo sería posible esto si él e Isabel ya eran viejos. Entonces el ángel le contestó que, por haber dudado, se quedaría mudo hasta que todo esto sucediera. Y así fue.
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Concepción Católica de la Política (10)




por el R.P. Julio Meinvielle





Copia escaneada de la tercera edición reproducida en la Colección “Biblioteca del Pensamiento Nacionalista Argentino”, volumen 3º, editado en Bs. Aires en el año 1974. Al final se agregan como Apéndices (incluídos también en el volumen citado) varios trabajos del autor relacionados con el tema y un ensayo sobre Maurras)



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DOCTRINA CATOLICA



a tesis católica abomina igualmente de todos estos errores que, en realidad, no son irreductibles, según hemos sugerido. Su doctrina se condensa en la fórmula, ya muchas veces repetida, de que el Estado es el supremo promotor del bien común.

Pero no puede lograrse el bien común de la nación si no se establece un régimen en el que todas las unidades que la integran puedan conseguir su bien propio. Porque, aunque sean dos bienes específicamente distintos, como enseña el Angélico (II - II., q. 58, a. 7, ad 2) de tal suerte están ordenados el uno al otro, que mutuamente se solicitan. Y el bien propio del hombre-individuo, es decir, su derecho a la existencia, a la dignidad, a la libertad, y el bien propio del hombre-familia, o sea el derecho a constituir un hogar estable, en que los padres se perpetúen, no puede lograrse, en la concurrencia de muchos, si un poder central no es capaz de asegurar a cada uno de ellos el ejercicio de los respectivos derechos.

Es función entonces del Estado asegurar a los particulares el ejercicio de sus derechos naturales. Pero no puede ser ésta, sin embargo, su función específica y primordial. Porque, en rigor, los propios particulares, tanto individuos como sociedades menores, deben constituirse y armonizarse de tal suerte que puedan, de ordinario, sin recurrir a un poder extraño, asegurar el ejercicio de los derechos cuya esfera de acción no pasa de suyo el ámbito de los bienes privados. El poder del Estado comienza propiamente y alcanza como su lugar y esfera propia en el sector de lo público, de lo común, o sea cuando se trata de regular los actos de los particulares, no en cuanto éstos dicen relación de uno con otro, sino en cuanto dicen relación con la comunidad, o afectan o pueden tener repercusión en la comunidad, o en la vida social. El campo propio de acción del Estado es entonces la esfera de lo público, o sea de aquello que pasa el límite de las puras relaciones privadas.
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PARTICIPACIÓN DE CATÓLICOS EN DEMOCRACIA: UN CALLEJON SIN SALIDA



por Juan Carlos Monedero (h)




Tomado del blog de Cabildo










nte las elecciones del domingo 28 de junio, diferentes autoridades eclesiásticas han hablado del modo de participación de los católicos en el sistema político vigente. También desde los púlpitos –éste mismo sábado por la tarde, por ejemplo– se ha hablado del tema. De las mismas, algunas de ellas tomaron estado público, otras no, pero la más significativa tal vez sea la emitida el pasado domingo 14 de junio, por Monseñor Francisco Polti, en su homilía de Corpus Christi, celebrada en la catedral Nuestra Señora del Carmen –Santiago del Estero–, quien dijo algunas cosas que merecen ser analizadas con detenimiento (AICA): “Todos los bautizados católicos, al participar de las elecciones como verdaderos ciudadanos comprometidos con nuestra patria, sabemos muy bien que hay valores fundamentales que no son negociables. Me parece oportuno hoy recordarlos para tenerlos en cuenta a la hora de elegir a los futuros legisladores: el respeto y la defensa de la vida humana desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas”.

No hay duda de que todas las cuestiones que se proponen como criterios “para elegir legisladores” son loables: respeto de la vida del nonato y de la sexualidad tal como Dios la creó, integridad de la institución familiar, libertad de educación de los hijos, bien común. Pero este no es el punto en discusión. Los católicos ya sabemos –o deberíamos saber– que todo eso está muy bien. Lo que verdaderamente nos preguntamos es si este buen propósito tal como está planteado es conducente. A tal fin escribimos estas líneas, pues –por las razones que se verán a continuación– creemos que el mismo planteo es gravemente erróneo y conduce precisamente a afianzar los males que se pretenden evitar.
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22 de junio de 2009

Evolución y fraude




por el Dr. Enrique Díaz Araujo


Tomado de Mikael Nº 7
Revista del Seminario de Paraná
Primer cuatrimestre de 1975




"Una prehistoria podrida de hipótesis y llena de viento".
Charles Maurras. (Revue Universelle, 15-1-1921, p. 16).



volucionismo y fraude han ido siempre asociados. Aclaremos que por "evolucionismo" se entiende la teoría —defendida como tesis comprobada— de la descendencia humana por vía del transformismo de todas las especies. Y por fraude se alude a los hechos ilícitos de las falsificaciones científicas y a las falsedades ideológicas; en estas últimas se cae, cuando a una mera hipótesis de trabajo se la presenta como una verdad demostrada, o se insiste en exhibir su validez cuando la experimentación la ha desmentido.

El evolucionismo, que ha abarcado todas las disciplinas vinculadas al estudio de la naturaleza, ha hecho especial hincapié en el análisis del pasado ancestral, en la paleontología y la prehistoria. Y nunca se ha caracterizado en exceso por la seriedad de sus conclusiones. Es el mismo gran maestro del evolucionismo contemporáneo, Pierre Teilhard de Chardin, quien afirma: "hubo un tiempo en que la Prehistoria merecía ser objeto de sospechas o burlas'' (1).

Ese tiempo ha continuado.


1. LOS ESLABONES DE LA TEORÍA EVOLUCIONISTA

El proceso comienza ya con el primer divulgador del evolucionismo darwinista, el zoólogo de la Universidad de Jena, Ernest Haeckel.

Como es sabido, el difundido autor de "los enigmas del Universo" fue quien acuñó la expresión "monismo" para referirse a la teoría de la significación unitaria del universo en sus tres reinos naturales. Él fue quien popularizó la denominada "ley biogenética fundamental" (por la cual la "ontogenia" —desarrollo de! embrión animal a partir del huevo- sería la "recapitulación" —reproducción abreviada— de la "filogenia" — desarrollo de las especies a través de las eras geológicas — ). Fue él quien exhibió con lujo de detalles los primeros "árboles filogenéticos", para explicar la transformación histórica de las especies, partiendo de la materia inerte hasta el hombre. Así aseguraba la unidad de la naturaleza ("ley biofísica") y su conexión causal (el determinismo riguroso).

Además proponía la existencia de un "missing-link" (eslabón que falta, según Darwin), el llamado "Pithecanthropus" (piteco, mono, antropos, hombre).

Su principal tarea, fuera de la exposición del esquema reseñado, fue tratar de encontrar esa primitiva forma común (el "phyllum" de todas las especies). Así habló de la "mónera", como una ameba sin núcleo. En su "Histoire de la création naturelle", anunciaba que "estas móneras son sólo pequeños grumos mucilaginosos, móviles y amorfos, constituidos por una substancia carbonada albuminoide" (p. 134). El lector pensará, lógicamente que Haeckel disponía de alguna prueba de la existencia de las tales "móneras". Pues no. Y como en los congresos internacionales a los que asistió se lo hicieron notar con cargosa insistencia, él se dio en fabricar sus pruebas. "Llegó al extremo de alterar las reproducciones de algunos preparados, con el fin de dar una base más evidente a sus afirmaciones" (2). Pero sólo consiguió una cosecha renovada de burlas y sarcasmos.
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El resto que se joda




por Juan Manuel de Prada


Tomado de ABC





olicitaba ayer el maestro Burgos, entre coñón y poseído por una santa ira, un ERE para el Gobierno y para la hipertrofia administrativa que padecemos. Pero contra los arrebatos de santa ira tenemos la «doctrina Pinto», que acaba de establecer el alcalde socialista de esta localidad madrileña, Juan José Martín, quien ante la subida de la gasolina soltó esta sentencia, digna de ser cincelada en mármol:
-A mí me da igual. Yo tengo coche oficial, así que el resto que se joda.

¿Y quiénes son el resto? Pues el resto somos los paganos de la subida de la gasolina, o sea, los «tontos de los cojones», en otra afortunada acuñación municipal. Nos venden la moto (averiada) de que la subida de los impuestos indirectos se hace para mitigar las estrecheces de los desempleados (como si los desempleados no fumaran o no se desplazaran en automóvil), cuando de lo que se trata es de mantener el tinglado de los gastos suntuarios que los partidos políticos han montado. Cuando hablamos de hipertrofia administrativa solemos invocar el número desmedido de funcionarios que se abastecen del Presupuesto, pero solemos olvidar la razón última de esa hipertrofia, que no es la otra que la creación constante de «altos cargos» superfluos, para mantener empleados a los militantes y afines de los partidos políticos, todos ellos dotados de coche oficial a cargo de los tontos de los cojones, teléfono móvil a cargo de los tontos de los cojones, dietas y prebendas a cargo de los tontos de los cojones, hasta completar un mapa de expolios en continua expansión donde a los tontos de los cojones no les queda otra salida sino rabiar y joderse.
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