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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

30 de agosto de 2008

Venganza viciosa


por el Dr. Antonio Caponetto


A Santo Tomás de Aquino le debemos las sutiles distinciones entre venganza virtuosa y viciosa, así como el enunciado de las muchas causas por las que esta última tuerce la justicia, imposibilita la equidad y degrada tanto el honor de los hombres como el de las sociedades. Si lo que principalmente intenta el vengador —explica el Aquinate— es el mal de aquel de quien se venga y en él se complace, eso es totalmente ilícito, porque gozarse del mal de otro es odio, opuesto a la caridad. Ni vale el que alguien se excuse diciendo que intenta causar un daño a quien injustamente se lo causó a él, como tampoco queda uno excusado por odiar a quien lo odia. Pues no hay razón que justifique el que peque yo contra otro porque este primero pecó contra mí (“Suma Teológica”, IIa, IIae, q. 108, art. 1).

Analizadas a la luz de estos rectos principios las múltiples acciones vengativas que ejecuta el Gobierno contra quienes combatieron al marxismo, no queda ni rastro de duda de la extrema ilegitimidad que tales acciones sistemáticamente configuran. Todo está planificado y ejecutado para que triunfe el rencor, el desquite y el revanchismo más atroz; como todo está sádica y morbosamente dispuesto para que quienes padecen el escarnio tribunalicio sean ultrajados a mansalva, antes, durante y después del pseudojuicio a que se los somete.
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Tomado de el blog de Cabildo.

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30 de Agosto, Festividad de Santa Rosa de Lima, Vírgen


Santa Rosa de Lima nació el 30 de abril de 1586 en la vecindad del hospital del Espíritu Santo de la ciudad de Lima, entonces capital del virreinato del Perú. Su nombre original fue Isabel Flores de Oliva. Era una de los trece hijos habidos en el matrimonio de Gaspar Flores, arcabucero de la guardia virreinal, natural de San Juan de Puerto Rico, con la limeña María de Oliva. Recibió bautismo en la parroquia de San Sebastián de Lima, siendo sus padrinos Hernando de Valdés y María Orozco.

En compañía de sus numerosos hermanos, la niña Rosa se trasladó al pueblo serrano de Quives, en la cuenca del Chillón, cuando su padre asumió el empleo de administrador de un obraje donde se refinaba mineral de plata. Las biografias de Santa Rosa de Lima han retenido fijamente el hecho de que en ese pueblo, que era doctrina de frailes mercedarios, la joven recibió en 1597 el sacramento de la confirmación de manos del arzobispo de Lima, Santo Toribio Alonso de Mogrovejo, quien efectuaba una visita pastoral en la jurisdicción.

Ocupándose de la "etapa oscura" en la biografía de Santa Rosa de Lima, que corresponde precisamente a sus años de infancia y adolescencia en Quives, Luis Millones ha procurado arrojar nueva luz mediante la interpretación de algunos sueños que recogen los biógrafos de la santa. Opina Millones que ésa pudo ser la etapa más importante para la formación de su personalidad, no obstante el hecho de que los autores han preferido hacer abstracción del entorno económico y de las experiencias culturales que condicionaron la vida de la familia Flores-Oliva en la sierra, en un asiento minero vinculado al meollo de la producción colonial. Probablemente, esa vivencia (la visión cotidiana de los sufrimientos que padecían los trabajadores indios) pudo ser la que dio a Rosa la preocupación por remediar las enfermedades y miserias de quienes irían a creer en su virtud.

A Santa Rosa de Lima le tocó vivir en Lima un ambiente de efervescencia religiosa, una época en que abundaban las atribuciones de milagros, curaciones y todo tipo de maravillas por parte de una población que ponía gran énfasis en las virtudes y calidad de vida cristianas. Alrededor de sesenta personas fallecieron en "olor de santidad" en la capital peruana entre finales del siglo XVI y mediados del XVIII. De aquí se originó por cierto una larga serie de biografías de santos, beatos y siervos de Dios, obras muy parecidas en su contenido, regidas por las mismas estructuras formales y por análogas categorías de pensamiento.

A Santa Rosa le atraía con singular fuerza el modelo de la dominica Catalina de Siena (santa toscana del siglo XIV), y esto la decidió a cambiar el sayal franciscano por el hábito blanco de terciaria de la Orden de Predicadores, aparentemente desde 1606. Se afirma que estaba bien dotada para las labores de costura, con las cuales ayudaba a sostener el presupuesto familiar, pero fueron muy contadas las personas con quienes Rosa llegó a tener alguna intimidad. En su círculo más estrecho se hallaban mujeres virtuosas como doña Luisa Melgarejo y su grupo de "beatas", junto con amigos de la casa paterna y allegados al hogar del contador Gonzalo de la Maza.

Los confesores de Santa Rosa de Lima fueron mayormente sacerdotes de la congregación dominica. También tuvo trato espiritual con religiosos de la Compañía de Jesús. Es asimismo importante el contacto que desarrolló con el doctor Juan del Castillo, médico extremeño muy versado en asuntos de espiritualidad, con quien compartió las más secretas minucias de su relación con Dios.

Dichos consejeros espirituales ejercieron profunda influencia sobre Rosa y resultaron cómplices de sus delirios, visiones y tormentos. No sorprende desde luego que María de Oliva abominase de la cohorte de sacerdotes que rodeaban a su piadosa hija, porque estaba segura de que los rigores que ella se imponía eran "por ser de este parecer, ignorante credulidad y juicio algunos confesores", según recuerda un contemporáneo. La conducta estereotipada de Santa Rosa de Lima se hace más evidente aún cuando se repara en que por orden de sus confesores anotó las diversas mercedes que había recibido del Cielo, componiendo así el panel titulado Escala espiritual. No se conoce mucho acerca de las lecturas de Santa Rosa, aunque es sabido que encontró inspiración en las obras teológicas de fray Luis de Granada.


Hacia 1615, y con la ayuda de su hermano favorito, Hernando Flores de Herrera, labró una pequeña celda o ermita en el jardín de la casa de sus padres. Allí, en un espacio de poco más de dos metros cuadrados (que todavía hoy es posible apreciar), Santa Rosa de Lima se recogía con fruición a orar y a hacer penitencia. Posteriormente, en marzo de 1617, celebró en la iglesia de Santo Domingo de Lima su místico desposorio con Cristo, siendo fray Alonso Velásquez (uno de sus confesores) quien puso en sus dedos el anillo en señal de unión perpetua.

Con todo acierto, Rosa había predicho que su vida terminaría en la casa de su bienhechor y confidente Gonzalo de la Maza (contador del tribunal de la Santa Cruzada), a la cual se trasladó a residir en los últimos cuatro o cinco años de su vida. Por esto solicitó a doña María de Uzátegui, la madrileña esposa del contador, que fuese ella quien la amortajase. En torno a su lecho de agonía se situó el matrimonio de la Maza-Uzátegui con sus dos hijas, doña Micaela y doña Andrea, y una de sus discípulas más próximas, Luisa Daza, a quien Santa Rosa de Lima pidió que entonase una canción con acompañamiento de vihuela. Así entregó la virgen limeña su alma a Dios, afectada por una aguda hemiplejía, el 24 de agosto de 1617, en las primeras horas de la madrugada.

El mismo día de su muerte, por la tarde, se efectuó el traslado del cadáver de Santa Rosa al convento grande de los dominicos, llamado de Nuestra Señora del Rosario. Una abigarrada muchedumbre colmó las calzadas, balcones y azoteas en las nueve cuadras que separan la calle del Capón (donde se encontraba la residencia de Gonzalo de la Maza) de dicho templo. Al día siguiente, 25 de agosto, hubo una misa de cuerpo presente oficiada por don Pedro de Valencia, obispo electo de La Paz, y luego se procedió sigilosamente a enterrar los restos de la santa en una sala del convento, sin toque de campanas ni ceremonia alguna, para evitar la aglomeración de fieles y curiosos.

El proceso que condujo a la beatificación y canonización de Rosa empezó casi de inmediato, con la información de testigos promovida en 1617-1618 por el arzobispo de Lima, Bartolomé Lobo Guerrero. Tras un largo procedimiento, Clemente X la canonizó en 1671. Desde un punto de vista histórico, Santa Rosa de Lima sobresale por ser la primera santa de América. Actualmente es patrona de Lima, América, Filipinas e Indias Orientales.

¿Hacia dónde se encamina la humanidad? Epílogo de Historia sencilla de la filosofía


por Rafael Gambra

Érase un buitre que me picoteaba los pies. Estoy indefenso porque es muy poderoso y quería saltarme a la cara. Preferí sacrificarle los pies, que los tengo ya destrozados”. F. Kafka.

Señora mía, veo que no entendéis los tiempos presentes: lo hecho, hecho está, y procuradnos pues novedades porque sólo lo nuevo llama ya nuestra atención. J. W. Goethe (El Diablo, en Fausto).

La reacción vitalista y existencial con que se inició el siglo xx constituyó, sin duda, un importante paso hacia una visión coherente y verdadera del universo. El espiritualismo y el pensar metafísico que durante los últimos siglos se mantuvieron a la defensiva frente a los ataques del materialismo, del determinismo -de la orgullosa concepción racionalista en suma-, parecieron durante la primera mitad del xx tomar la ofensiva y penetrar resueltamente en el propio camino de las ciencias físico-naturales. Si a principios de siglo los filósofos se disculpaban de serlo y procuraban aparecer como científicos experimentales, a mediados del mismo los científicos tenían que ser filósofos y hacían culminar sus obras en un capítulo filosófico, a menudo espiritualista. La crisis del racionalismo positivista supuso la remoción de un gran obstáculo que se oponía a la búsqueda abierta y sincera de la verdad. Era como un cristalino colocado ante las inteligencias, que orientaba su acción en un sentido cuya radical inadecuación se puso de manifiesto.

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29 de agosto de 2008

Dic Ecclesiae




POR JUAN MANUEL DE PRADA

CON esta leyenda, «Dic Ecclesiae», titula Leonardo Castellani una serie de epístolas ásperas y vigorosas, tal vez también algo imprudentes o temerarias, dirigidas a sus hermanos jesuitas de la provincia argentina, en las que denuncia los vicios que ha detectado en la Compañía. La leyenda remite a aquel pasaje del Evangelio de San Mateo en donde Cristo aconseja la corrección fraterna: «Si tu hermano peca, repréndelo entre tú y él solo; si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía un hombre o dos, para que por boca de dos testigos o tres todo asunto quede zanjado. Si a ellos no escucha, díselo a la comunidad». Esto es: díselo a la Iglesia. Aquellas cartas de Castellani fueron consideradas sediciosas por el Superior General de la Compañía, que decretaría su expulsión de la Orden, allá por 1949. Se suceden entonces años amargos, una noche oscura del alma en la que sin embargo Castellani nunca ceja en su fe, ni se resigna a dejar de ser sacerdote. En 1953, un escritor argentino de adscripción comunista, Leónidas Barletta, escribe desde la admiración una carta a Castellani en la que le dice: «Restitúyase usted a la vida civil. Basta ya de obediencia a viejos carcamales (...). Usted debe poner término a sus sufrimientos, y romper con su novia. -Barletta se refiere, claro está, a la Iglesia-. Le aguarda el mundo, como un gran estadio donde usted puede probar su fuerza y su destreza en practicar el bien, que es, al fin de cuentas, todo lo que Dios aprueba, venga del budismo, del comunismo o del catolicismo, que hace rato ha perdido el rastro de las buenas acciones, preocupado por los detalles de su predominio político, que a ningún cristiano interesa».

Castellani responde a Barletta con una larga carta en la que prueba su temple de acero; una carta arrebatadamente hermosa que podría servir de guía a cualquier católico atribulado por la desesperanza o por la tentación de alejarse de la Iglesia. «Tengo fe en Cristo y en la Iglesia por Él fundada, que creo indestructible», escribe en cierto pasaje. Y más adelante: «La Iglesia que se equivocó conmigo (aun humanamente hablando) es la burocracia impersonal de los malos pastores; la Iglesia a la que sigo amando y perteneciendo es la Iglesia personal y viviente de los que aún tienen fe, y viven su fe en la caridad. Las dos están unidas (siempre lo han estado, trigo y cizaña) pero son opuestas en sí mismas; mas no podemos separarlas nosotros, pues según Nuestro Señor las separarán los segadores en el tiempo de la siega. (...) Es el mismo caso de Cristo con la Sinagoga. Cristo no se salió de la Sinagoga (la Sinagoga lo arrojó) porque ella era la depositaria no practicante de la Fe y la Ley verdadera. Luchó dentro de ella hasta la muerte contra los abusadores de la Ley -los fariseos-. Si Cristo por despecho se hubiese hecho saduceo, o herodiano, o gentil, les hubiese dado un placer fantástico a sus encarnizados enemigos».

Por despecho, también Castellani se ha visto tentado de renegar de la obediencia a esos «viejos carcamales». Y confiesa que han sido muchos los que, como Barletta, le han exhortado a abandonar la Iglesia. Pero Castellani sabe que este impulso provocado por el despecho es tentación; y decide seguir luchando dentro de la Iglesia, como Cristo luchó dentro de la sinagoga. Quizá compararse con Cristo pueda parecer presunción y arrogancia, reconoce Castellani. «Sin embargo -apostilla-, el Evangelio, San Pablo y Tomás de Kempis nos imponen la obligación de compararnos constantemente con Jesucristo; y en eso consiste el ser cristiano. ¡Tremenda obligación!». Y entonces intercala Castellani una frase que no sé si será cita tomada de algún autor francés o mero recurso de políglota: Il faut souffrir non seulement pour l´Eglise, mais par l´Eglise. Es necesario sufrir, por pertenecer a la Iglesia, los ataques de sus enemigos; pero también es necesario sufrir el dolor que la propia Iglesia nos inflige y permanecer en su obediencia. En esto consiste ser católico, que no es otra cosa sino ser signo de contradicción en el mundo, y aun en el seno de la propia Iglesia.

¡Admirable Castellani! En algún artículo anterior he escrito que descubrir a este escritor argentino, tan injustamente olvidado, ha sido para mí un deslumbramiento. Ahora también puedo decir que su lectura es mi mejor consuelo en horas de tribulación.


www.abc.es

29 de Agosto, Degollación de San Juan Bautista


San Juan Bautista había dejado el desierto para amonestar a Herodes que no le era lícito tener como esposa a Herodías, la mujer de su hermano. Irritado el tirano de su audacia, lo hizo arrojar en una prisión. Un día, mientras daba un festín, la hija de Herodías danzó en presencia de los convidados con tanta gracia, que Herodes le prometió concederle todo lo que le pidiese. Pidió ella la cabeza de Juan Bautista. Un soldado, enviado a la prisión, cortó la cabeza al Precursor y la trajo en una bandeja, como si fuese el último plato de este fúnebre festín.

28 de agosto de 2008

" Confesiones" de San Agustín


“Porque conociendo yo que mis pecados eran los que me tenían preso, decía a gritos con lastimosas voces: ¿Hasta cuándo, hasta cuándo ha de durar el que diga yo, mañana, mañana? Pues ¿por qué no ha de ser desde luego y en este día? ¿Por qué no ha de ser en esta misma hora el poner fin a todas mis maldades? Estaba yo diciendo esto, y llorando con amarguísima contrición de mi corazón, cuando he aquí que de la casa inmediata oigo una voz como de un niño o niña (era la de su ángel de la guardia) que cantaba y repetía muchas veces: ¡Toma y lee, toma y lee! (…) Yo, mudando de semblante (…) y, reprimiendo el ímpetu de mis lágrimas, me levanté de aquel sitio, no pudiendo interpretar de otro modo aquella voz, sino como una orden del cielo en que de parte de Dios se me mandaba que abriese el libro de las Epístolas de San Pablo y leyese el primer capítulo que casualmente se me presentase. (…) Tomé el libro, lo abrí y leí para mí el capítulo que primero se ofreció a mis ojos, y eran estas palabras: “No en banquetes ni embriagueces, no en vicios y deshonestidades, no en contiendas y emulaciones; sino revestíos de nuestro Señor Jesucristo, y no empleéis vuestro cuidado en satisfacer los apetitos del cuerpo”. (…) Luego que acabé de leer esta sentencia, como si se me hubiera infundido en el corazón un rayo de luz clarísima, se disiparon enteramente todas las tinieblas de mis dudas”

La Nación" y la guerra revolucionaria"


por el Dr Aníbal D´Angelo Rodríguez

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En el día de hoy, el diario La Nación publica un editorial en el que protesta contra la impunidad de que gozaban - y siguen gozando - los subversivos que protagonizaron el capítulo argentino de la guerra revolucionaria desatada por el marxismo-leninismo en el siglo XX. Dice el diario citado que esa impunidad se obtuvo a partir de caprichosas interpretaciones jurisprudenciales.

Se equivoca La Nación. Las interpretaciones jurisprudenciales vinieron después que una campaña periodística creó el clima para que el país pudiera aceptar tamaña aberración. Esa campaña de los medios - apoyada, continuada y perfeccionada en las aulas - creó primero la idea de que los crímenes del "terrorismo de Estado" son peores que los del terrorismo a secas para luego pasar a la idea de que estos últimos no son crímenes sino actos viruosos, que merecen que se recuerde a sus autores con placas, nombres de calles y de establecimientos del Estado. Y que se premio con ingentes sumas del presupuesto nacional a quienes reivindican su accionar.

Es la clase intelectual de periodistas, profesores y publicistas la que ha creado este mito sin sustento que ha merecido el desmentido hasta de uno de sus representantes (Martín Caparrós) que ha reconocido que de 1959 a 1978 hubo una guerra con la que se intentó tomar el poder e implantar un régimen comunista.

Pero lo más grave es que el mismo diario que publica el editorial comentado ha participado y sigue participando de esa campaña. Parece que la dirección del diario vive cercada en la página de los editoriales y en el resto de la publicación mandan los periodistas cómplices de la guerra revolucionaria. Por eso allí se sigue llamando "represores" a los soldados que vencieron a los revolucionarios y se multiplican los ataques a las fuerzas armadas mientras rara vez se recuerdan los crímenes terroristas.

Todo esto no es un detalle más de las muchas cosas terribles que pasan en el país bajo el comando del matrimonio Kirchner. Según confesión de los "intelectuales orgánicos" que acaban de publicar tres largas cartas abiertas es el argumento principal del gobierno Kirchner que está al borde del abismo en materia política y económica pero exhibe como "su gran logro" lo que llama su "política de derechos humanos" que consiste en la persecución contra militares mientras se mantiene la impunidad para los gobiernos peronistas y los subversivos.

Porque que quede bien en claro que el que suscribe no defiende la impunidad para nadie que haya cometido delitos. Pero achacarlos sólo a los militares constituye una infamia que ningún tiempo podrá borrar y que calificará por sí sola estos atroces tiempos de odio y desprecio que vivimos.

S.S. Benedicto XVI nos habla de San Agustín


intervención durante la audiencia general del miécoles 09/01/08.

Queridos hermanos y hermanas:



Después de las grandes festividades navideñas, quisiera volver a meditar sobre los padres de la Iglesia y hablar hoy del padre más grande de la Iglesia latina, san Agustín: hombre de pasión y de fe, de elevadísima inteligencia y de incansable entrega pastoral. Este gran santo y doctor de la Iglesia es conocido, al menos de nombre, incluso por quien ignora el cristianismo o no tiene familiaridad con él, por haber dejado una huella profundísima en la vida cultural de Occidente y de todo el mundo.

Por su singular relevancia, san Agustín tuvo una influencia enorme y podría afirmarse, por una parte, que todos los caminos de la literatura cristiana latina llevan a Hipona (hoy Anaba, en la costa de Argelia), localidad en la que era obispo y, por otra, que de esta ciudad del África romana, en la que Agustín fue obispo desde el año 395 hasta 430, parten muchas otras sendas del cristianismo sucesivo y de la misma cultura occidental.

Pocas veces una civilización ha encontrado un espíritu tan grande, capaz de acoger los valores y de exaltar su intrínseca riqueza, inventando ideas y formas de las que se alimentarían las generaciones posteriores, tal y como subrayó también Pablo VI: «Se puede decir que todo el pensamiento de la antigüedad confluye en su obra y de esa se derivan corrientes de pensamiento que penetran toda la tradición doctrinal de los siglos sucesivos» (AAS, 62, 1970, p. 426).

Agustín es, además, el padre de la Iglesia que ha dejado el mayor número de obras. Su biógrafo, Posidio, dice: parecía imposible que un hombre pudiera escribir tanto en vida. En un próximo encuentro hablaremos de estas obras. Hoy nuestra atención se concentrará en su vida, que puede reconstruirse con sus escritos, y en particular con las «Confesiones», su extraordinaria biografía espiritual escrita para alabanza de Dios, su obra más famosa.

Las «Confesiones» constituyen precisamente por su atención a la interioridad y a la psicología un modelo único en la literatura occidental, y no sólo occidental, incluida la no religiosa, hasta la modernidad.

Esta atención por la vida espiritual, por el misterio del yo, por el misterio de Dios que se esconde en el yo, es algo extraordinario, sin precedentes, y permanece para siempre como una «cumbre» espiritual.

Pero, volvamos a su vida. Agustín nació en Tagaste, en la provincia de Numidia, en el África romana, el 13 de noviembre de 354, hijo de Patricio, un pagano que después llegó a ser catecúmeno, y de Mónica, fervorosa cristiana.

Esta mujer apasionada, venerada como santa, ejerció en su hijo una enorme influencia y le educó en la fe cristiana. Agustín había recibido también la sal, como signo de la acogida en el catecumenado. Y siempre quedó fascinado por la figura de Jesucristo; es más, dice que siempre amó a Jesús, pero que se alejó cada vez más de la fe eclesial, de la práctica eclesial, como les sucede también hoy a muchos jóvenes.

Agustín tenía también un hermano, Navigio, y una hermana, de la que desconocemos el nombre y que, tras quedar viuda, se convirtió en superiora de un monasterio femenino.

El muchacho, de agudísima inteligencia, recibió una buena educación, aunque no siempre fue estudiante ejemplar. De todos modos, aprendió bien la gramática, primero en su ciudad natal, y después en Madaura y, a partir del año 370, retórica, en Cartago, capital del África romana: llegó a dominar perfectamente el latín, pero no alcanzó el mismo nivel en griego, ni aprendió el púnico, lengua que hablaban sus paisanos.

En Cartago, Agustín leyó por primera vez el «Hortensius», obra de Cicerón que después se perdería y que se enmarca en el inicio de su camino hacia la conversión. El texto ciceroniano despertó en él el amor por la sabiduría, como escribirá siendo ya obispo en las «Confesiones»: «Aquel libro cambió mis sentimientos» hasta el punto de que «de repente todas mis vanas esperanzas se envilecieron ante mis ojos y empecé a encenderme en un increíble ardor del corazón por una sabiduría inmortal» (III, 4, 7).

Pero, dado que estaba convencido de que sin Jesús no puede decirse que se ha encontrado efectivamente la verdad, y dado que en ese libro apasionante faltaba ese nombre, nada más leerlo comenzó a leer la Escritura, la Biblia. Quedó decepcionado. No sólo porque el estilo de la traducción al latín de la Sagrada Escritura era deficiente, sino también porque el mismo contenido no le pareció satisfactorio.

En las narraciones de la Escritura sobe guerras y otras vicisitudes humanas no encontraba la altura de la filosofía, el esplendor de la búsqueda de la verdad que le es propio. Sin embargo, no quería vivir sin Dios y buscaba una religión que respondiera a su deseo de verdad y también a su deseo de acercarse a Jesús.

De esta manera, cayó en la red de los maniqueos, que se presentaban como cristianos y prometían una religión totalmente racional. Afirmaban que el mundo está dividido en dos principios: el bien y el mal. Y así se explicaría toda la complejidad de la historia humana. La moral dualista también le atraía a san Agustín, pues comportaba una moral muy elevada para los elegidos: y para quien, como él, adhería a la misma era posible una vida mucho más adecuada a la situación de la época, especialmente si era joven.

Se hizo, por tanto, maniqueo, convencido en ese momento de que había encontrado la síntesis entre racionalidad, búsqueda de la verdad y amor a Jesucristo. Y sacó una ventaja concreta para su vida: la adhesión a los maniqueos abría fáciles perspectivas de carrera. Adherir a esa religión, que contaba con muchas personalidades influyentes, le permitía seguir su relación con una mujer y continuar con su carrera.

De esta mujer tuvo un hijo, Adeodato, al que quería mucho, sumamente inteligente, que después estaría presente en su preparación al bautismo en el lago de Como, participando en esos «Diálogos» que san Agustín nos ha dejado. Por desgracia, el muchacho falleció prematuramente.
Siendo profesor de gramática en torno a los veinte años, en su ciudad natal, pronto regresó a Cartago, donde se convirtió en un brillante y famoso maestro de retórica. Con el pasar del tiempo, sin embargo, Agustín comenzó a alejarse de la fe de los maniqueos, que le decepcionaron precisamente desde el punto de vista intelectual, pues eran incapaces de resolver sus dudas, y se transfirió a Roma, y después a Milán, donde residía en la corte imperial y donde había obtenido un puesto de prestigio, por recomendación del prefecto de Roma, el pagano Simaco, que era hostil al obispo de Milán, san Ambrosio.

En Milán, Agustín se acostumbró a escuchar, en un primer momento con el objetivo de enriquecer su bagaje retórico, las bellísimas predicaciones del obispo Ambrosio, que había sido representante del emperador para Italia del norte. El retórico africano quedó fascinado por la palabra del gran prelado milanés; no sólo por su retórica. El contenido fue tocando cada vez más su corazón.

El gran problema del Antiguo Testamento, la falta de belleza retórica, de nivel filosófico, se resolvió con las predicaciones de san Ambrosio, gracias a la interpretación tipológica del Antiguo Testamento: Agustín comprendió que todo el Antiguo Testamento es un camino hacia Jesucristo. De este modo, encontró la clave para comprender la belleza, la profundidad incluso filosófica del Antiguo Testamento y comprendió toda la unidad del misterio de Cristo en la historia, así como la síntesis entre filosofía, racionalidad y fe en el Logos, en Cristo, Verbo eterno, que se hizo carne.

Pronto, Agustín se dio cuenta de que la literatura alegórica de la Escritura y la filosofía neoplatónica del obispo de Milán le permitían resolver las dificultades intelectuales que, cuando era más joven, en su primer contacto con los textos bíblicos, le habían parecido insuperables.

Agustín continuó la lectura de los escritos de los filósofos con la de la Escritura, y sobre todo de las cartas de san Pablo. La conversión al cristianismo, el 15 de agosto de 386, se enmarcó por tanto al final de un largo y agitado camino interior, del que seguiremos hablando en otra catequesis. El africano se mudó al campo, al norte de Milán, al lago de Como, con su madre, Mónica, el hijo Adeodato, y un pequeño grupo de amigos, para prepararse al bautismo. De este modo, a los 32 años, Agustín fue bautizado por Ambrosio el 24 de abril de 387, durante la vigilia pascual en la catedral de Milán.

Tras el bautismo, Agustín decidió regresar a África con sus amigos, con la idea de llevar vida en común, de carácter monástico, al servicio de Dios. Pero en Ostia, mientras esperaba para embarcarse, su madre se enfermó improvisamente y poco después murió, destrozando el corazón del hijo.

Tras regresar finalmente a su patria, el convertido se estableció en Hipona para fundar un monasterio. En esa ciudad de la costa africana, a pesar de resistirse a la idea, fue ordenado presbítero en el año 391 y comenzó con algunos compañeros la vida monástica en la que estaba pensado desde hace algún tiempo, repartiendo su tiempo entre la oración, el estudio y la predicación.

Quería estar sólo al servicio de la verdad, no se sentía llamado a la vida pastoral, pero después comprendió que la llamada de Dios significaba ser pastor entre los demás y así ofrecer el don de la verdad a los demás. En Hipona, cuatro años después, en el año 395, fue consagrado obispo.
Continuando con la profundización en el estudio de las Escrituras y de los textos de la tradición cristiana, Agustín se convirtió en un obispo ejemplar con un incansable compromiso pastoral: predicaba varias veces a la semana a sus fieles, ayudaba a los pobres y a los huérfanos, atendía a la formación del clero y a la organización de los monasterios femeninos y masculinos.

En poco tiempo, el antiguo profesor de retórica se convirtió en uno de los exponentes más importantes del cristianismo de esa época: sumamente activo en el gobierno de su diócesis, con notables implicaciones también civiles, en sus más de 35 años de episcopado, el obispo de Hipona ejerció una amplia influencia en la guía de la Iglesia católica del África romana y más en general en el cristianismo de su época, afrontando tendencias religiosas y herejías tenaces y disgregadoras, como el maniqueísmo, el donatismo, y el pelagianismo, que ponían en peligro la fe cristiana en el único Dios y rico en misericordia.

Y Agustín se encomendó a Dios cada día, hasta el final de su vida: contrajo la fiebre, mientras la ciudad de Hipona se encontraba asediada desde hacía casi tres meses por vándalos invasores. El obispo, cuenta su amigo Posidio en la «Vita Augustini» pidió que le transcribieran con letra grande los salmos penitenciales «y pidió que colgaran las hojas contra la pared, de manera que desde la cama en su enfermedad los podía ver y leer, y lloraba sin interrupción lágrimas calientes» (31, 2). Así pasaron los últimos días de la vida de Agustín, quien falleció el 28 de agosto del año 430, sin haber cumplido los 76 años. Dedicaremos los próximos encuentros a sus obras, a su mensaje y a su experiencia interior.


28 de Agosto, Festividad de San Agustín, Obispo, Confesor y Doctor



San Agustín es doctor de la Iglesia, y el más grande de los Padres de la Iglesia, escribió muchos libros de gran valor para la Iglesia y el mundo.

Aurelius Augustinus nació el 13 de noviembre del año 354, en el norte de África. Su madre fue Santa Mónica. Su padre era un hombre pagano de carácter violento.

Santa Mónica había enseñado a su hijo a orar y lo había instruido en la fe. San Agustín cayó gravemente enfermo y pidió que le dieran el Bautismo, pero luego se curó y no se llegó a bautizar. A los estudios se entregó apasionadamente pero, poco a poco, se dejó arrastrar por una vida desordenada.

A los 17 años se unió a una mujer y con ella tuvo un hijo, al que llamaron Adeodato.

Estudió retórica y filosofía. Compartió la corriente del Maniqueísmo, la cual sostiene que el espíritu es el principio de todo bien y la materia, el principio de todo mal.

Diez años después, abandonó este pensamiento. En Milán, obtuvo la Cátedra de Retórica y fue muy bien recibido por San Ambrosio, el Obispo de la ciudad. Agustín, al comenzar a escuchar sus sermones, cambió la opinión que tenía acerca de la Iglesia, de la fe, y de la imagen de Dios.

Santa Mónica trataba de convertirle a través de la oración. Lo había seguido a Milán y quería que se casara con la madre de Adeodato, pero ella decidió regresar a África y dejar al niño con su padre.
Agustín estaba convencido de que la verdad estaba en la Iglesia, pero se resistía a convertirse.

Comprendía el valor de la castidad, pero se le hacía difícil practicarla, lo cual le dificultaba la total conversión al cristianismo. Él decía: “Lo haré pronto, poco a poco; dame más tiempo”. Pero ese “pronto” no llegaba nunca.

Un amigo de Agustín fue a visitarlo y le contó la vida de San Antonio, la cual le impresionó mucho. Él comprendía que era tiempo de avanzar por el camino correcto. Se decía “¿Hasta cuándo? ¿Hasta mañana? ¿Por qué no hoy?”. Mientras repetía esto, oyó la voz de un niño de la casa vecina que cantaba: “toma y lee, toma y lee”. En ese momento, le vino a la memoria que San Antonio se había convertido al escuchar la lectura de un pasaje del Evangelio. San Agustín interpretó las palabras del niño como una señal del Cielo. Dejó de llorar y se dirigió a donde estaba su amigo que tenía en sus manos el Evangelio. Decidieron convertirse y ambos fueron a contar a Santa Mónica lo sucedido, quien dio gracias a Dios. San Agustín tenía 33 años.

San Agustín se dedicó al estudio y a la oración. Hizo penitencia y se preparó para su Bautismo. Lo recibió junto con su amigo Alipio y con su hijo, Adeodato. Decía a Dios: “Demasiado tarde, demasiado tarde empecé a amarte”. Y, también: “Me llamaste a gritos y acabaste por vencer mi sordera”. Su hijo tenía quince años cuando recibió el Bautismo y murió un tiempo después. Él, por su parte, se hizo monje, buscando alcanzar el ideal de la perfección cristiana.

Deseoso de ser útil a la Iglesia, regresó a África. Ahí vivió casi tres años sirviendo a Dios con el ayuno, la oración y las buenas obras. Instruía a sus prójimos con sus discursos y escritos. En el año 391, fue ordenado sacerdote y comenzó a predicar. Cinco años más tarde, se le consagró Obispo de Hipona. Organizó la casa en la que vivía con una serie de reglas convirtiéndola en un monasterio en el que sólo se admitía en la Orden a los que aceptaban vivir bajo la Regla escrita por San Agustín. Esta Regla estaba basada en la sencillez de vida. Fundó también una rama femenina.
Fue muy caritativo, ayudó mucho a los pobres. Llegó a fundir los vasos sagrados para rescatar a los cautivos. Decía que había que vestir a los necesitados de cada parroquia. Durante los 34 años que fue Obispo defendió con celo y eficacia la fe católica contra las herejías. Escribió más de 60 obras muy importantes para la Iglesia como “Confesiones” y “Sobre la Ciudad de Dios”.

Los últimos años de la vida de San Agustín se vieron turbados por la guerra. El norte de África atravesó momentos difíciles, ya que los vándalos la invadieron destruyéndolo todo a su paso.

A los tres meses, San Agustín cayó enfermo de fiebre y comprendió que ya era el final de su vida. En esta época escribió: “Quien ama a Cristo, no puede tener miedo de encontrarse con Él”.

Murió a los 76 años, 40 de los cuales vivió consagrado al servicio de Dios.

Con él se lega a la posteridad el pensamiento filosófico-teológico más influyente de la historia.
Murió el año 430

27 de agosto de 2008

Juan Donoso Cortés: Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo


Otro artículo doble, para presentar un libro, y a su autor.
Para conocer la biografía de Juan Donoso Cortés, haga click sobre su imagen.


Libro primero

Capítulo I

De cómo en toda gran cuestión política va envuelta siempre una gran cuestión teológica

M. Proudhon ha escrito en sus Confesiones de un revolucionario estas notables palabras: «Es cosa que admira el ver de qué manera en todas nuestras cuestiones políticas tropezamos siempre con la teología». Nada hay aquí que pueda causar sorpresa, sino la sorpresa de M. Proudhon. La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas.

Todas ellas estuvieron antes de que fueran y están después de creadas en el entendimiento divino; porque, si Dios las hizo de la nada, las ajustó a un molde que está en Él eternamente Todas están allí por aquella altísima manera con que están los efectos en sus causas, las consecuencias en sus principios, los reflejos en la luz, las formas en sus eternos ejemplares. En Él están juntamente la anchura de la mar, la gala de los campos, las armonías de los globos, las pompas de los mundos, el esplendor de los astros, las magnificencias de los cielos. Allí está la medida, el peso y número de todas las cosas; y todas las cosas salieron de allí con número, peso y medida. Allí están las leyes inviolables y altísimas de todos los seres, y cada cual está bajo el imperio de la suya. Todo lo que vive, encuentra allí las leyes de la vida; todo lo que vegeta, las leyes de la vegetación; todo lo que se mueve, las leyes del movimiento; todo lo que tiene sentido, la ley de las sensaciones; todo el que tiene inteligencia, la ley de los entendimientos; todo el que tiene libertad, la ley de las voluntades. De esta manera puede afirmarse, sin caer en el panteísmo, que todas las cosas están en Dios y que Dios está en todas las cosas.

Esto sirve para explicar por qué causa, al compás mismo con que se disminuye la fe, se disminuyen las verdades en el mundo; y por qué causa la sociedad que vuelve la espalda a Dios ve ennegrecerse de súbito, con aterradora oscuridad, todos sus horizontes. Por esta razón, la religión ha sido considerada por todos los hombres y en todos los tiempos como el fundamento indestructible de las sociedades humanas: Omnis humanae societatis fundamentum convellit qui religionem convellit, dice Platón en el libro X de sus Leyes. Según Jenofonte (sobre Sócrates), «las ciudades y naciones más piadosas han sido siempre las más duraderas y más sabias». Plutarco afirma (contra Colotés) que «es cosa más fácil fundar una ciudad en el aire que constituir una sociedad sin la creencia de los dioses». Rousseau, en el Contrato social (1.4 c.8), observa que «jamás se fundó Estado ninguno sin que la religión le sirviese de fundamento». Voltaire dice (Tratado de la tolerancia c.20) que «allí donde hay una sociedad, la religión es de todo punto necesaria». Todas las legislaciones de los pueblos antiguos descansan en el temor de los dioses. Polibio declara que ese santo temor es todavía más necesario que en los otros en los pueblos libres. Numa, para que Roma fuese la ciudad eterna, hizo de ella la ciudad santa. Entre los pueblos de la antigüedad, el romano fue el más grande, cabalmente porque fue el más religioso. Como César hubiera pronunciado un día en pleno Senado ciertas palabras contra la existencia de los dioses, luego al punto Catón y Cicerón se levantaron de sus sillas para acusar al mozo irreverente de haber pronunciado una palabra funesta a la República. Cuéntase de Fabricio, capitán romano, que, como oyese al filósofo Cineas mofarse de la divinidad en presencia de Pirro, pronunció estas palabras memorables: «Plegue a los dioses que nuestros enemigos sigan esta doctrina cuando estén en guerra con la República».

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IX. El dolor animal


Capítulo IX del libro El problema del dolor


por C.S. Lewis



Y, en efecto, todos los nombres puestos por el hombre a los animales vivientes, esos son sus nombres propios.Génesis II, 19.

Para descubrir qué es natural, hemos de estudiar los seres que se mantienen fieles a su naturaleza y no aquellos que han sido corrompidos.ARISTÓTELES. Política, I, v, 5.



Hasta aquí el sufrimiento humano; pero todo este tiempo "un lamento de herida inocente traspasa el cielo". El problema del sufrimiento animal causa consternación; no porque los animales sean tan numerosos (ya que, como hemos visto, cuando un millón sufre no se siente más dolor que cuando sufre uno solo), sino porque la explicación cristiana al dolor humano no puede extenderse al dolor animal. Hasta donde sabemos, las bestias son incapaces ya sea de pecado o virtud; por lo tanto, no pueden merecer dolor, ni ser mejoradas por él. Al mismo tiempo, jamás debemos permitir que el problema del sufrimiento animal se convierta en el centro del problema del dolor; no porque no sea importante -cualquiera sea lo que proporcione fundamentos posibles para cuestionar la bondad de Dios, es por cierto muy importante-, sino porque está fuera del alcance de nuestro conocimiento. Dios nos ha entregado información que nos permite, en cierto grado, entender nuestro propio sufrimiento. Él no nos ha entregado tal información acerca de las bestias. No sabemos ni por qué fueron hechas ni qué son, y todo lo que decimos acerca de ellas es especulativo. A partir de la teoría de que Dios es bueno, podemos confiadamente deducir que la apariencia de despreocupada crueldad divina en el reino animal, es una ilusión; y el hecho de que el único sufrimiento que conocemos de primera mano (el nuestro) resulte no ser una crueldad, nos hará más fácil creer esto. Después de eso, todo es conjeturas.

Podemos comenzar por descartar algunas de las exageraciones pesimistas propuestas en el primer capítulo. El hecho de que las vidas vegetales se "devoren" unas a otras y se encuentren en un estado de "despiadada" competencia, no tiene importancia moral alguna. La "vida" en el sentido biológico nada tiene que ver con el bien y el mal, hasta que aparece la capacidad de sentir. Las propias palabras "devoren" y "despiadada" son simples metáforas. Wordsworth creía que cada flor "gozaba el aire que respira", pero no hay razón para suponer que estaba en lo cierto. Sin lugar a dudas, las plantas vivientes reaccionan a los daños a modo diferente de la materia inorgánica; pero un cuerpo humano anestesiado reacciona más diferentemente aún, y esas reacciones no prueban la capacidad de sentir. Estamos, por supuesto, justificados al hablar de la muerte o daño de una planta, como si fuese una tragedia, siempre que sepamos que estamos usando una metáfora. Proporcionar símbolos para las experiencias espirituales puede ser una de las funciones de los mundos mineral y vegetal. Pero no debemos convertirnos en víctimas de nuestra metáfora. Un bosque en el cual la mitad de los árboles está matando a la otra mitad, puede ser perfectamente un "buen" bosque; ya que su bondad consiste en su utilidad y belleza, y no siente.
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27 de Agosto, Festividad de San José de Calasanz


SEGUNDO JOB

Un cardenal que después Papa; le designó "segundo Job" porque tuvo que sufrir persecuciones como el santo Job. He visto en su casa natal, iglesia y museo, en Calasanz, (Huesca), su hígado cuajado de piedras, testimonio de sus sufrimientos.

CALASANZ

Nació en Huesca, Calasanz, Aragón, España, en 1556, hijo del gobernador de la región.

DESEOS FRUSTRADOS DE SU PADRE

Su padre deseaba que fuera militar, pero los religiosos que lo instruyeron en su niñez lo entusiasmaron por la vida sacerdotal. Desde muy pequeño su gran deseo era poder alejar el mal y el pecado de las almas de los demás.

En el colegio se burlaban de él los compañeros, porque les perecía demasiado piadoso.

Siendo universitario tuvo que huir de la ciudad donde estudiaba porque una mujer joven pretendía hacerlo pecar, como a José, la mujer de Putífar, pero, como él prefirió perder su cargo, antes que pecar.

Su padre deseaba que José fuera el heredero administrador de sus muchos bienes y riquezas. Pero ya graduado de doctor en la universidad de Alcalá fue ordenado sacerdote.

CARGOS IMPORTANTES.

Como tenía fama de gran santidad y de mucha sabiduría, el obispo le concedió ministerios de mucha responsabilidad. Primero lo envío a una región montañosa. Allí, entre nieves y barrizales y por caminos peligrosos, se visitó familia por familia para enseñarles la religión y el cambio total.

En Barcelona existía una terrible pelea entre dos familias de las principales de la ciudad, con grave peligro de matanzas. San José fue enviado a poner la paz y logró que se casara un joven de una de las familias con una muchacha de la familia contraria y así volvió a ver paz entre los que antes eran enemigos.

EL OBISPO DE URGEL LO NOMBRÓ VICARIO GENERAL.

RENUNCIÓ A TODO.

Sentía una voz interior que le decía: "¡Vete a Roma " Y en sueños veía multitudes de niños desamparados que le suplicaban se dedicara a educarlos. Renunciado a sus altos puestos, y repartiendo entre los pobres las grandes riquezas que había heredado de sus padres, se dirigió a pie a Roma.

EDUCADOR DE LOS POBRES.

En Roma entró en una cofradía dedicada a enseñar catecismo a los niños y se dio cuenta de que la ignorancia religiosa era total y que no bastaba con enseñar religión los domingos, sino que era necesario fundar escuelas para que enseñar educación e instrucción durante la semana. En ese tiempo los gobiernos no tenían ni escuelas ni colegios, y la juventud crecía sin instrucción. Se reunió con unos sacerdotes amigos y fundó entonces su primera escuela en Roma. Su fin era instruir en la religión y formar buenos ciudadanos. Pronto tuvieron ya cien alumnos. Tenían que conseguir profesores y edificio, porque los gobiernos no costeaban nada. Llegaron nuevos colaboradores y llegaron a contar setecientos alumnos. Más tarde eran ya mil los jóvenes que estudiaban en las escuelas dirigidas por José y su amigos. En sus ratos libres socorría a enfermos y necesitados, sobre todo en tiempos de peste o inundaciones, junto con su amigo San Camilo de Lelis.

LOS ESCOLAPIOS.

A sus institutos educativos les designó "Escuelas Pías" y los padres que le acompañaban se llamaron Escolapios. A los dos años ya había "Escuelas Pías" en muchos sitios de Italia y en muchos países. Ahora los padres Escolapios tienen 205 casas en el mundo, dedicadas a la educación, con 1630 religiosos. Son estimadísimos como educadores.

LA ENVIDIA

Los envidiosos daban quejas a la Santa Sede contra las Escuelas Pías, y el Pontífice Clemente VIII envió a los Cardenales Baronio y Antoniani a que hicieran una visita apostólica a las escuelas. Los dos cardenales se presentaron sin previo aviso y encontraron que todo funcionaba tan sumamente bien, y el Papa al escuchar su excelente informe se propuso ayudarlas mucho más. Más tarde el Papa Paulo V, al darse cuenta de lo bien que funcionaban las escuelas del padre Calasanz, le concedió toda su ayuda. Y en verdad que la necesitaba porque las dificultades que se les presentaban eran muy grandes.

LOS SUFRIMIENTOS.

El padre Calasanz un día cargó sobre sus espaldas una pesadísima campana y se subió a una escalera para llevarla a la torre. La escalera se partió y él cayó con la campana y se rompió una pierna. Estuvo varios meses en cama entre la vida y la muerte y desde entonces su falta de salud lo hizo sufrir mucho. Pero los mayores sufrimientos le iban a llegar de otra manera totalmente inesperada.

LA PERSECUCIÓN. DESTITUIDO Y SUPRIMIDA LA FUNDACION

Un colaborador ambicioso, lleno de envidia, se propuso quitarle el cargo de Superior General. Por las calumnias de este hombre y de varios más, nuestro santo fue llevado a los tribunales y solamente la intervención de un cardenal consiguió que no lo metieran en la cárcel. Él repetía: "Me acusan de cosas que no he hecho, pero yo dejo a Dios mi defensa". El envidioso logró a base de calumnias que a San José de Calasanz le destituyera de Superior General, y las acusaciones mentirosas consiguieron que la Santa Sede suprimieran la congregación con tanto dolor crecida. San José repitió las palabras del Santo Job: "Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea Dios".

Afortunadamente, después se supo la verdad y al Fundador le fueron restituidos sus cargos y la Comunidad volvió a ser aprobada y ahora extendida por todo el mundo.

San Alfonso de Ligorio, que también fue degradado de su cargo de Superior General de los Redentoristas, fundada por él, leía la vida de San José de Calasanz para animarse y seguir luchando.

El 25 de agosto del año 1648, a la edad de 92 años fue llamado a la patria del Cielo. Allí, donde toda deuda se paga goza de Dios y ruega por nosotros.

Jesus Marti Ballester

26 de agosto de 2008

4to. Arquetipo: Santa Catalina de Siena


por el R.P. Alfredo Sáenz


Con temor y temblor nos aprestamos a esbozar la semblanza de esta Santa, tan encantadora como apabullante, de esta «allegra e festosa vergine», según garbosamente la denominó uno de sus contemporáneos. No son demasiado numerosas sus biografías. La principal se la debemos a fray Raimundo de Capua, una de las glorias de la Orden de Santo Domingo, «el padre de su alma», confidente y director espiritual suyo durante los seis últimos años de su vida. El libro que le dedicó se llama «Leyenda de Santa Catalina». La palabra «leyenda» no debe entenderse en el sentido que hoy le damos. –Leyenda, legenda, en latín– significa «lo que hay que leer sobre Catalina», como se llama «leyenda» el texto que figura al pie de un grabado.

Nació Catalina en Siena el 25 de marzo de 1347, en la casa de su padre, el tintorero Giacomo Benincasa. Su madre, Lapa di Puccio del Piagenti, era familiarmente llamada Monna Lapa. Como Catalina fue la vigésimocuarta y última hija de dicho matrimonio, doña Lapa la crió por sí misma, cosa que no tuvo tiempo de hacer con los demás hijos, dada la frecuencia de los partos. Era Catalina una niña vivaz y simpática, tan graciosa, que la llamaban Eufrosina, que es el nombre de una de las Gracias veneradas por losgriegos. Todos los vecinos la querían.

Poco sabemos de los primeros años de su vida. Nos cuenta su biógrafo que a los cinco o seis años tuvo una visión: encima de la iglesia de Santo Domingo, Cristo se le mostró en ornamentos pontificales, bendiciéndola en silencio, a la manera de un Obispo en su catedral. Tal fue su «visión inaugural», el preanuncio de una vocación especial en la Iglesia. Hizo entonces voto de virginidad, recluyéndose en la soledad y mortificando su cuerpo. Su madre no quería saber nada de este género de vida, de modo que cuando llegó a la adolescencia, no vaciló en buscarle un joven de excelente familia. En connivencia con Monna Lapa, su hermana trató de convencerla de que tenía que arreglarse un poco más, cuidar mejor su modo de vestir, etc. Catalina no se opuso, al punto de que un aire de mundanidad entibió su primera decisión. Pero ello duró poco.


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Paciencia


por el Dr Aníbal D´Angelo Rodríguez

Mucha gente nos pregunta por qué, si anunciamos la muerte política de los Kirchner, estos siguen gobernando (desastrosamente) al país.

Nunca anuncié la inminencia de la caída de Cristina. La política tiene sus tiempos y estos tiempos son por lo general largos. Un proceso "destituyente" como el que está en marcha no se completa de un día para el otro.

Pero es necesario repetir que Néstor K y su cónyuge son dos cadáveres políticos y que toda su renuencia a cambiar no hace sino garantizar que tarde o temprano (y más temprano que tarde) los gusanos se los comerán.

Mentira, corrupción y patoterismo han servido de base a más de un gobierno. Pero los que se asentaron sobre esas bases – y sólo sobre esas bases - pagaron siempre el precio.

Esto no es una versión disney de la política. Mentira, corrupción y patoterismo derrumban los gobiernos porque son ineficientes, aparte de ser inmorales. Moreno (INDEC), De Vido y Jaime (caja) D'Elía (violencia) asolaron al país durante cinco años pero ya se les terminó el tiempo en que mentían, robaban y golpeaban con eficiencia de corto plazo. Ahora son salvavidas de plomo que el Gobierno insiste en utilizar para mantenerse a flote.

Otra cosa que atrasa el proceso destituyente es, como siempre, la ausencia de una oposición con gente respetable, inteligente y valiente. Pero también señalamos que el "no hay nadie que los reemplace" actúa como freno durante un tiempo y ese tiempo se está acabando. Cuando lo que está en el poder se hace insufrible, cualquiera tendrá que reemplazarlo. Y cualquiera quiere decir que nada garantiza que sea mejor que los K. Aunque, en verdad, es difícil imaginar algo peor.

En síntesis, no desanimarse ni bajar los brazos. "Atentos y vigilantes" (como decía el otro) a los acontecimientos que inexorablemente se producirán y barrerán para siempre a la banda de aventureros, oportunistas y ladrones que hoy nos gobierna. Quizás lo que suceda, sucederá tras las bambalinas del poder. Quizás convoque a una nueva pueblada pacífica como la del Monumento a los Españoles. Y en este último caso hay que estar listos para decir. "Presentes". Todos, sin distinción de banderías. Está en juego mucho más que la suerte de la República. Está en juego el porvenir de la Nación.

tomado de Argentinidad


26 de Agosto, Conmemoración de San Ceferino, Papa y Mártir


San Ceferino es uno de los Papas que han tenido un pontificado más largo: Según Eusebio de Cesarea, él fue Papa del 202 al 218-219, y según el Catálogo liberiano del 198 al 217. A estos muchos años de pontificado debemos lo poco que se sabe con seguridad de San Ceferino, y es un detalle muy importante, porque los tiempos en los cuales ejerció su pontificado no eran ciertamente tiempos muy tranquilos. En efecto, durante su pontificado estalló la persecución de Settimio Severo.

Este, que había llegado a ser emperador en el 193, durante los primeros años, aun sin abolir el régimen perseguidor, no pidió su aplicación, y así la comunidad cristiana gozó de algunos años de paz. Inclusive según el testimonio de Tertuliano, el mismo Settimio Severo, disolvió una manifestación popular contra los cristianos. Pero el mismo Tertuliano con su desdén polémico sostiene que particularmente en Africa no se practicaba la misma tolerancia. Y en todo caso, esa tolerancia terminó en todo el imperio hacia el 200-202, y fue un explícito edicto de Settimio Severo el que prohibió "bajo pena grave, cualquier propaganda judía, y tomó la misma decisión respecto de los cristianos", como afirma la Historia Augusta.

Por primera vez se publicaba un edicto explícitamente contra los que querían convertirse. Entre los mártires ilustres de esta persecución se encuentran Perpetua y Felicidad, martirizadas en Cartago junto con Saturnino, Secondulo, Revocato y Saturo; probablemente murió también mártir San Ireneo; y con seguridad y en presencia de Settimio Severo murió mártir San Andeolo. La paz volvió en el 211 con la llegada al trono de Caracalla y continuó prácticamente bajo los sucesores Macrino, Heliogábalo y Alejandro Severo.

Por esto, sólo impropiamente San Ceferino puede ser considerado mártir, como dice el cardenal Baronio (y también el Martirologio Romano) "de su arbitrio y contra toda la tradición que siempre veneró a San Ceferino como confesor". Pero aunque no haya habido persecuciones, San Ceferino no tuvo un pontificado fácil. Tuvo que afrontar los problemas dogmáticos de los adopcionistas y de los modalistas, que tenían un concepto errado de las relaciones entre el Padre y el Hijo, y volvió a recibir en la Iglesia, pero reducido al estado laical, al presbítero Natal, que había adherido al adopcionismo. San Ceferino fue sepultado en las catacumbas de San Calixto, en un edificio "sub divo", en donde después fue sepultado también San Tarsicio (o San Tarcisio).

25 de agosto de 2008

La educación católica ante la "tentación humanista": el mundialismo y multiculturalismo

por el Dr. Andreas Böhmler
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Tomado de Arbil
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La tentación racionalista del humanismo: el individualismo social; La tentación liberal-demócrata del humanismo: el multiculturalismo; La tentación optimista del humanismo: el progresismo; La familia y los vínculos naturales: clave de toda educación que pretenda ser católica; La tentación mundialista del humanismo: el dilema de la idea de la patria; La tentación inorgánica del humanismo: la negación de la autoridad.

La tentación racionalista del humanismo: el individualismo social como anti-cristianismo

En vez de adentrarnos directamente en la tesis dura sobre la ‘tentación humanista’, el punto de partida de estas reflexiones sugiere acomodarse a otra, más general, que se presta a un consenso más fácil entre muchos "católicos" en la actualidad.
A saber: el elemento cristiano en el humanismo es el que aporta la elevación y el equilibrio necesarios para encauzar adecuadamente los elementos de emancipación y desintegración que contiene el "humanismo" en cuanto movimiento intelectual, como bien deja entrever la génesis histórica de las dos revoluciones, la política y la económica, que condensan en sí todas las corrientes de la Modernidad.
De hecho, ambas revoluciones, la política y la económica, están íntimamente relacionadas, como es natural, y tienen su origen común en el clima social tal y como lo ha ido configurando el movimiento de emancipación espiritual de la Edad Moderna, desde el Renacimiento, pasando por el Humanismo, la Reforma, el Racionalismo, el Individualismo y el Liberalismo, hasta la moderna cultura occidental.
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25 de Agosto, Festividad de San Luis, Rey



por Francisco Martín Hernández


San Luis, rey de Francia, es, ante todo, una Santo cuya figura angélica impresionaba a todos con sólo su presencia. Vive en una época de grandes heroísmos cristianos, que él supo aprovechar en medio de los esplendores de la corte para ser un dechado perfecto de todas las virtudes.

Nace en Poissy el 25 de abril de 1214, y a los doce años, a la muerte de su padre, Luis VIII, es coronado rey de los franceses bajo la regencia de su madre, la española Doña Blanca de Castilla. Ejemplo raro de dos hermanas, Doña Blanca y Doña Berenguela, que supieron dar sus hijos, más que para reyes de la tierra, para santos y fieles discípulos del Señor. Las madres, las dos princesas hijas del rey Alfonso VIII de Castilla, y los hijos, los santos reyes San Luis y San Fernando.


En medio de las dificultades de la regencia supo Doña Blanca infundir en el tierno infante los ideales de una vida pura e inmaculada. No olvida el inculcarle los deberes propios del oficio que había de desempeñar más tarde, pero ante todo va haciendo crecer en su alma un anhelo constante de servicio divino, de una sensible piedad cristiana y de un profundo desprecio a todo aquello que pudiera suponer en él el menor atisbo de pecado. «Hijo -le venía diciendo constantemente-, prefiero verte muerto que en desgracia de Dios por el pecado mortal».


Es fácil entender la vida que llevaría aquel santo joven ante los ejemplos de una tan buena y tan delicada madre. Tanto más si consideramos la época difícil en que a ambos les tocaba vivir, en medio de una nobleza y de unas cortes que venían a convertirse no pocas veces en hervideros de los más desenfrenados, rebosantes de turbulencias y de tropelías. Contra éstas tuvo que luchar denodadamente Doña Blanca, y, cuando el reino había alcanzado ya un poco de tranquilidad, hace que declaren mayor de edad a su hijo, el futuro Luis IX, el 5 de abril de 1234.

Ya rey, no se separa San Luis de la sabia mirada de su madre, a la que tiene siempre a su lado para tomar las decisiones más importantes. En este mismo año, y por su consejo, se une en matrimonio con la virtuosa Margarita, hija de Ramón Berenguer, conde de Provenza. Ella sería la compañera de su reinado y le ayudaría también a ir subiendo poco a poco los peldaños de la santidad.

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24 de agosto de 2008

Cartas a un escéptico en materia de Religión



Por el R.P. Jaime Balmes

Enviado por María Luz López Pérez, a quien agradezco.

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Carta XXV



El amor de la verdad y la fe. Relaciones entre el entendimiento y el corazón. Objeción del escéptico contra lo extraordinario. No es signo de sabiduría la incredulidad en lo extraordinario. Razón de la credulidad de los grandes pensadores. Incredulidad de los ignorantes. Lo extraordinario en muchas cosas. Origen del lenguaje. Origen del hombre. Origen del mundo. Misterio de la vida. Misterios astronómicos. Por qué los hombres grandes son religiosos. Grandor y misterios de la realidad. Alta filosofía de los católicos.

Mi estimado amigo:

No me parece de mal agüero la disposición de ánimo que manifiesta V. en su última apreciada; pues, aunque duda todavía de que la religión cristiana sea verdadera, desearía que lo fuese; es decir, que comienza V. a sentirse inclinado en favor de la religión: cuando se ama un objeto considerado siquiera como puramente ideal, ya no es tan difícil creer en su existencia; de la propia suerte que el odio a una realidad molesta produce deseos de negarla. El fiel que aborrece la verdad religiosa, está ya en el camino de la incredulidad; el incrédulo que la ama, está en el camino de la fe.

Se ha dicho con profunda verdad que nuestras opiniones son hijas de nuestras acciones; esto es, que nuestro entendimiento se pone con mucha frecuencia al servicio del corazón. Conserve V., pues, mi estimado amigo, esas disposiciones benévolas hacia las verdades religiosas; déjese V. llevar de esa inclinación suave que «en medio del escepticismo le causa con frecuencia la ilusión de que es un verdadero creyente»; ya que ha tenido la fortuna de no dudar de la Providencia, viva V. persuadido de que esta Providencia es quien le conduce: en mano todopoderosa están los entendimientos y los corazones; V. perdió la fe siguiendo las extraviadas inspiraciones de su corazón; Dios quiere volverle a la fe por inspiraciones del mismo corazón.

Comience V. por amar las verdades religiosas, y bien pronto acabará por creer en ellas. Sólo piden ser vistas de cerca, no ser miradas con aversión; si llegan a ponerse en contacto con una alma sincera, están seguras de triunfar. El divino Espíritu que las anima, les comunica un sano atractivo a que nada resiste, sino los corazones empedernidos.

Al lado de esta disposición de ánimo que me llena de consuelo y esperanza, he visto con alguna extrañeza una de las razones que le impiden salir del escepticismo, y que V. con admirable serenidad apellida muy poderosa. «La regularidad de las leyes que gobiernan al mundo, y que tan visible se nos ofrece en todos los fenómenos sometidos a nuestra experiencia, le inspira a V. una especie de aversión a todo lo extraordinario; haciéndole temer que todo cuanto sale del orden común, aunque sea muy bello y muy sublime, deba limitarse a las regiones de la poesía.
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El concepto dinámico de la Tradición


por Juan Vázquez de Mella

Cangas de Onís (Asturias), 8 de Junio de 1861- Madrid, 28 de febrero de 1928
17 de mayo de 1903. Discurso del Parque de la Salud de Barcelona


El hombre discurre y, por lo tanto, inventa, combina, transforma, es decir, progresa, y transmite a los demás las conquistas de su progreso.

El primer invento ha sido el primer progreso; y el primer progreso, al transmitirse a los demás, ha sido la primera tradición que empezaba. La tradición es el efecto del progreso; pero como le comunica, es decir, le conserva y le propaga, ella misma es el progreso social.

El progreso individual no llega a ser social si la tradición no le recoge en sus brazos. Es la antorcha que se apaga tristemente al alcanzar el primer resplandor si la tradición no la recoge u la levanta para que pase de generación en generación, renovando en nuevos ambientes el resplandor de su llama.
La tradición es el progreso hereditario; y el progreso, si no es hereditario, no es progreso social. Una generación, si es heredera de las anteriores, que le transmiten por tradición hereditaria lo que han recibido, puede recogerla y hacer lo que hacen los buenos herederos: aumentarla y perfeccionarla, para comunicarla mejorada a sus sucesores.

Puede también malbaratar la herencia o repudiarla. En este caso, lega la miseria o la ruina: y si ha edificado algo, destruyendo lo anterior, no tiene derecho a que la generación siguiente, desheredada del patrimonio deshecho, acepte lo suyo: y lo probable es que se quede sin los dos.
Y es que la Tradición, si incluye el derecho de los antepasados a la inmortalidad y al respeto de sus obras, implica también el derecho de las generaciones y de los siglos posteriores a que no se le destruya la herencia de las precedentes por una generación intermedia amotinada. La autonomía selvática de hacer tabla rasa de todo lo anterior y sujetar las sociedades a una serie de aniquilamientos y creaciones, es un género de locura que consistiría en afirmar el derecho de la onda sobre el río y el cauce, cuando la tradición es le derecho del río sobre la onda que agita sus aguas.
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Tomado de ¡Avant!

24 de Agosto, Festividad de San Bartolomé, Apóstol


A este santo (que fue uno de los doce apóstoles de Jesús) lo pintaban los antiguos con la piel en sus brazos como quien lleva un abrigo, porque la tradición cuenta que su martirio consistió en que le arrancaron la piel de su cuerpo, estando él aún vivo.
Parece que Bartolomé es un sobrenombre o segundo nombre que le fue añadido a su antiguo nombre que era Natanael (que significa "regalo de Dios") Muchos autores creen que el personaje que el evangelista San Juan llama Natanael, es el mismo que otros evangelistas llaman Bartolomé. Porque San Mateo, San Lucas y San Marcos cuando nombran al apóstol Felipe, le colocan como compañero de Felipe a Natanael.El encuentro más grande de su vida.El día en que Natanael o Bartolomé se encontró por primera vez a Jesús fue para toda su vida una fecha memorable, totalmente inolvidable. El evangelio de San Juan la narra de la siguiente manera: "Jesús se encontró a Felipe y le dijo: "Sígueme".
Felipe se encontró a Natanael y le dijo: "Hemos encontrado a aquél a quien anunciaron Moisés y los profetas. Es Jesús de Nazaret". Natanael le respondió: " ¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?" Felipe le dijo: "Ven y verás".
Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: "Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño" Natanael le preguntó: "¿Desde cuando me conoces?" Le respondió Jesús: "antes de que Felipe te llamara, cuando tú estabas allá debajo del árbol, yo te vi". Le respondió Natanael: "Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel". Jesús le contestó: "Por haber dicho que te vi debajo del árbol, ¿crees? Te aseguró que verás a los ángeles del cielo bajar y subir alrededor del Hijo del Hombre." (Jn. 1,43 ).
Felipe, lo primero que hizo al experimentar el enorme gozo de ser discípulo de Jesús fue ir a invitar a un gran amigo a que se hiciera también seguidor de tan excelente maestro. Era una antorcha que encendía a otra antorcha. Pero nuestro santo al oír que Jesús era de Nazaret (aunque no era de ese pueblo sino de Belén, pero la gente creía que había nacido allí) se extrañó, porque aquél era uno de los más pequeños e ignorados pueblecitos del país, que ni siquiera aparecía en los mapas. Felipe no le discutió a su pregunta pesimista sino solamente le hizo una propuesta: "¡Ven y verás que gran profeta es!"
Una revelación que lo convenció.
Y tan pronto como Jesús vio que nuestro santo se le acercaba, dijo de él un elogio que cualquiera de nosotros envidiaría: "Este si que es un verdadero israelita, en el cual no hay engaño". El joven discípulo se admira y le pregunta desde cuándo lo conoce , y el Divino Maestro le añade algo que le va a conmover: "Allá, debajo de un árbol estabas pensando qué sería de tu vida futura. Pensabas: ¿Qué querrá Dios que yo sea y que yo haga? Cuando estabas allá en esos pensamientos, yo te estaba observando y viendo lo que pensabas".
Aquélla revelación lo impresionó profundamente y lo convenció de que este sí era un verdadero profeta y un gran amigo de Dios y emocionado exclamó: "¡Maestro, Tú eres el hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! ¡Maravillosa proclamación!
Probablemente estaba meditando muy seriamente allá abajo del árbol y pidiéndole a Dios que le iluminara lo que debía de hacer en el futuro, y ahora viene Jesús a decirle que El leyó sus pensamientos. Esto lo convenció de que se hallaba ante un verdadero profeta, un hombre de Dios que hasta leía los pensamientos.
Y el Redentor le añadió una noticia muy halagadora. Los israelitas se sabían de memoria la historia de su antepasado Jacob, el cuál una noche, desterrado de su casa, se durmió junto a un árbol y vio una escalera que unía la tierra con el cielo y montones de ángeles que bajaban y subían por esa escalera misteriosa. Jesús explica a su nuevo amigo que un día verá a esos mismos ángeles rodear al Hijo del Hombre, a ese salvador del mundo, y acompañarlo, al subir glorioso a las alturas.
Desde entonces nuestro santo fue un discípulo incondicional de este enviado de Dios, Cristo Jesús que tenía poderes y sabiduría del todo sobrenaturales. Con los otros 11 apóstoles presenció los admirables milagros de Jesús, oyó sus sublimes enseñanzas y recibió el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego.
El libro muy antiguo, y muy venerado, llamado el Martirologio Romano, resume así la vida posterior del santo de hoy: "San Bartolomé predicó el evangelio en la India. Después pasó a Armenia y allí convirtió a muchas gentes. Los enemigos de nuestra religión lo martirizaron quitándole la piel, y después le cortaron la cabeza".
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Nota: la imagen es un detalle del Juicio Final, pintado por Miguel Angel en el techo de la Capilla Sixtina. Representa a San Bartolomé con su piel en la mano.