15 de agosto de 2009
Cristianismo y democracia
Una lección de Sodoma: subir o bajar
eter Wood, profesor de antropología en la Universidad de Boston, se preguntaba por las consecuencias sociales de la «normalización» o la «institucionalización» de las conductas sodomitas. No se refería a una mayor o menor tolerancia práctica respecto a individuos marginales y asociales, como sucedía en muchas tribus norteamericanas o en la China anterior a Mao, sino que, como antropólogo, le interesaba el escenario de una sociedad que acepta ese tipo de conductas como «normales» y que regula ciertos ritos relativos a ellas. Para encontrar sociedades así, «tenemos que fijarnos en Melanesia —afirma Wood—, donde existen unas docenas de pequeñas sociedades en las que la homosexualidad masculina recibe significación ritual y está plenamente incorporada en la vida de la comunidad. Esto sucedía, por ejemplo, en Nuevas Hébridas, en Nueva Caledonia y en muchas partes de Nueva Guinea». El antropólogo desarrolla más detenidamente un ejemplo, el de la tribu de los etoro, una comunidad de unos cuatrocientos miembros, en Papúa Nueva Guinea. Entre los etoro, desde los doce años, todos los niños varones son sometidos diariamente a unas monstruosas prácticas sodomíticas, ejecutadas por un varón que se les asigna como «pareja». Más adelante, cada joven etoro recibe una «iniciación» social en una ceremonia sodomítica masiva. A partir de ese momento, el joven pasa a ser el inductor de los mismos ritos que él había padecido previamente y recibe a otro niño como «pareja». A menudo, «el pareja» sodomita adulto, se casa con la hermana del niño al que degrada. «Costumbres semejantes se dan en muchas otras tribus en las remotas montañas de Nueva Guinea —nos informa Wood—, y estos casos sirven colectivamente como prueba de que no es imposible canalizar la conducta homosexual dentro de un sistema social. ¿Pero qué tipo de sistema social?» Como indica el profesor, «los etoro ponen grandes obstáculos para la conducta heterosexual. Por ejemplo, marido y mujer sólo pueden realizar la unión conyugal fuera de su casa y para ello están prohibidos dos tercios de los días del año».
Fuera tiquismiquis vanos
15 de Agosto, Festividad de la Asunción de Nuestra Señora
Definición del Dogma de la Asunción de Nuestra Señora
Munificentissimus Deus
Constitución Apostólica
PÍO PP. XII
Se define como dogma de la Asunción de la Virgen María,
en cuerpo y alma a la gloria celeste. 1-11-1950
1. El munificentísimo Dios, que todo lo puede y cuyos planes providentes están hechos con sabiduría y amor, compensa en sus inescrutables designios, tanto en la vida de los pueblos como en la de los individuos, los dolores y las alegrías para que, por caminos diversos y de diversas maneras, todo coopere al bien de aquellos que le aman (cfr. Rom 8, 28).
2. Nuestro Pontificado, del mismo modo que la edad presente, está oprimido por grandes cuidados, preocupaciones y angustias, por las actuales gravísimas calamidades y la aberración de la verdad y de la virtud; pero nos es de gran consuelo ver que, mientras la fe católica se manifiesta en público cada vez más activa, se enciende cada día más la devoción hacia la Virgen Madre de Dios y casi en todas partes es estimulo y auspicio de una vida mejor y más santa, de donde resulta que, mientras la Santísima Virgen cumple amorosísimamente las funciones de madre hacia los redimidos por la sangre de Cristo, la mente y el corazón de los hijos se estimulan a una más amorosa contemplación de sus privilegios.
3. En efecto, Dios, que desde toda la eternidad mira a la Virgen María con particular y plenísima complacencia, «cuando vino la plenitud de los tiempos» (Gal 4, 4) ejecutó los planes de su providencia de tal modo que resplandecen en perfecta armonía los privilegios y las prerrogativas que con suma liberalidad le había concedido. Y si esta suma liberalidad y plena armonía de gracia fue siempre reconocida, y cada vez mejor penetrada por la Iglesia en el curso de los siglos, en nuestro tiempo ha sido puesta a mayor luz el privilegio de la Asunción corporal al cielo de la Virgen Madre de Dios, María.
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14 de agosto de 2009
La experiencia de leer, un ejercicio de crítica experimental (6)
6. Los significados de «fantasía»
a palabra «fantasía» es un término tanto literario como psicológico. En sentido literario designa toda narración que trata de cosas imposibles y sobrenaturales. La balada del viejo marinero, Los viajes de Gulliver, Erewhon, El viento en los sauces, The Witch of Atlas, Jurgen, La olla de oro, la Vera Historia, Micromegas, Planilandia y las Metamorfosis de Apuleyo son fantasías. Desde luego, se trata de obras muy heterogéneas, tanto por el espíritu que las anima como por la intención con que han sido escritas. Lo único que tienen en común es lo fantástico. A este tipo de fantasía la llamaré «fantasía literaria».
En sentido psicológico, el término «fantasía» tiene tres acepciones.
Una construcción imaginaria que de una u otra manera agrada al individuo, y que éste confunde con la realidad. Una mujer imagina que alguna persona famosa está enamorada de ella. Un hombre cree que es el hijo perdido de unos padres nobles y ricos, y que pronto será descubierto, reconocido y cubierto de lujos y honores. Los acontecimientos más triviales son tergiversados, a menudo con mucha habilidad, para confirmar la creencia secretamente alimentada. No necesito forjar un término especial para designar este tipo de fantasía, porque no volveremos a mencionarla. Salvo accidente, el delirio carece de interés literario.
Una construcción imaginaria y placentera que el individuo padece en forma constante pero sin confundirla con la realidad. Sueña despierto —sabiendo que se trata de una ensoñación— e imagina triunfos militares o eróticos, se ve como un personaje poderoso, grande o simplemente famoso, cuya imagen surge siempre igual o bien va cambiando a lo largo del tiempo, hasta convertirse en su principal consuelo y en su casi único placer. Tan pronto como se siente liberado de las necesidades de la vida se retira hacia «ese invisible desenfreno de la mente, esa secreta prodigalidad del ser». Las cosas reales, incluso las que agradan a los otros hombres, le parecen cada vez más desabridas. Se vuelve incapaz de luchar por la conquista de cualquier tipo de felicidad que no sea puramente imaginaria. El que sueña con riquezas ilimitadas no ahorrará cinco duros. El Don Juan imaginario no se tomará el trabajo de intentar agradar normalmente a ninguna mujer que se le cruce. Se trata de la forma patológica de la actividad que llamo «hacer castillos en el aire».
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14 de Agosto, Víspera de la Asunción, Conmemoración de San Eusebio, Confesor
Los “Acta Eusebii”, descubiertos en 1479 por Mombritius y reproducidos por Baluze en su “Miscellanea” (1678-1715), cuentan el siguiente relato: Cuando el Papa Liberio obtuvo permiso de Constantino para regresar a Roma, supuestamente al precio de su ortodoxia, adhiriendo a la fórmula Aria de Sirminum, Eusebio, un sacerdote, ardiente defensor del Credo de Nicea, predicó públicamente contra ambos, papa y emperador, motejándolos como herejes. Cuando el grupo ortodoxo que apoyaba al antipapa Félix fue excluido de todas las iglesias, Eusebio continuó celebrando el servicio Divino en su propia casa. Fue arrestado y conducido ante Liberio y Constantino. Aquí osadamente reprobó a Liberio por desertar de la Fe Católica. En consecuencia fue puesto en una mazmorra, de cuatro pies de ancho (o fue puesto prisionero en su propia casa), donde dedicó su tiempo a orar y murió después de siete meses. Su cuerpo fue sepultado en el cementerio de Calixto con la simple inscripción: “Eusebio homini Dei”. Este acto de generosidad fue efectuado por dos sacerdotes, Gregorio y Orosio, amigos de Eusebio. Gregorio fue puesto en la misma prisión y también murió allí. Fue sepultado por Orosio, quien pretende ser el autor de los Actos. Generalmente se admite que estos Actos fueron una falsificación bien sea enteramente o por lo menos en parte, y escritos en el mismo espíritu si no por la misma mano, que la mención sobre Liberio en el “Liber Ponificalis”. Los Bolandistas y Tillemont señalan algunas dificultades históricas serias en la narración, especialmente el hecho de que Liberio, Constantino y Eusebio nunca estuvieron en Roma al mismo tiempo. Constantino visitó Roma solo una vez, y permaneció allí por cerca de un mes, y Liberio estaba entonces todavía en el exilio. Algunos, dando por sentada la presunta rendición de Liberio, vencerían esta dificultad afirmando que, a solicitud de Liberio, quien resentía el celo del sacerdote, el poder secular intervino y puso prisionero a Eusebio. No es del todo seguro si Eusebio murió luego del regreso de Liberio, durante su exilio, o incluso mucho antes de ese período.
La fiesta de San Eusebio se celebra el 14 de Agosto. La Iglesia del Equilino en Roma dedicada a él, de la que se ha dicho que fue construida en el sitio de su casa, es mencionada en las actas de un concilio celebrado en Roma bajo el Papa Símaco en 498 (Manai, VIII, 236-237), y fue reconstruida por el Papa Zacarías. Anteriormente tenía un statio en el Viernes siguiente al cuarto Domingo de Cuaresma. Una vez perteneció a las Celestinas (una orden ya extinta); León XII la dio a los Jesuitas. Una buena pintura que representa el triunfo de Eusebio, por Rafael Menge, 1759, está en el cielo raso. San Eusebio es el título del Cardenal-presbítero. El título fue transferido por Gregorio XVI, pero restablecido por Pío IX.
13 de agosto de 2009
Por el honor de San Cirilo de Alejandría
13 de Agosto, San Casiano de Imola, Mártir, San Ponciano, Papa y Mártir, San Hipólito, Mártir y Santa Radegunda, Reina
an Casiano, maestro de escuela, sufrió el más cruel suplicio. Le ataron las manos atrás del cuerpo y lo entregaron a los niños, a quienes enseñaba, para que lo mataran a estiletazos. Tanto más prolongado y doloroso fue su suplicio cuanto menos fuerza tenían sus verdugos, y más gloriosa fue así su victoria.
Casiano era un maestro severo y eficiente. Enseñaba a sus niños los rudimentos de la gramática, al mismo tiempo que un arte especial: el de la taquigrafía, ese arte de condensar en breves signos las palabras. Es acusado de cristiano. Y los perseguidores tienen la maligna ocurrencia de ponerle en manos de los mismos niños, sus discípulos, para que muera atormentado por ellos, y que los instrumentos del martirio sean los mismos de que antes se valían para aprender.
El poeta Aurelio Prudencio, relata así el martirio de San Casiano:
"Unos le arrojan las frágiles tablillas y las rompen en su cabeza; la madera salta, dejándole herida la frente. Le golpean las sangrientas mejillas con las enceradas tabletas, y la pequeña página se humedece en sangre con el golpe. Otros blanden sus punzones... Por unas partes es taladrado el mártir de Jesucristo, por otras es desgarrado; unos hincan hasta lo recóndito de las entrañas, otros se entretienen en desgarrar la piel. Todos los miembros, incluso las manos, recibieron mil pinchazos, y mil gotas de sangre fluyen al momento de cada miembro. Más cruel era el verduguito que se entretenía en surcar a flor de carne que el que hincaba hasta el fondo de las entrañas".
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12 de Agosto, Festividad de Santa Clara de Asís
11 de agosto de 2009
Sobre la herejía del siglo XX (y del XXI)
por el Dr. Miguel Ayuso
Tomado de El Brigante
uestro admirado Brigante ha traducido unos párrafos de Jean Madiran para introducir el asunto de cómo el olvido de la doctrina social compromete la fe. Olvido que, bien entendido, comprende también la reducción o la desnaturalización, como apunta con acierto en el breve, sugestivo y esencial incipit. El texto de Madiran, que tiene la densidad y clarividencia de casi todos los suyos, constituye una excelente introducción al problema. Aunque puede que para algunos haya de resultar oscuro e incluso, no lo sé, un poco críptico.
Se me ha ocurrido por eso, querido Brigante, comenzar a ilustrar el texto y el comentario, sin más pretensión que ayudar, por más que modestamente, al esclarecimiento del problema, al que podría dedicarse quizá una jornada de estudio amical una vez que los calores se hayan ido o, por lo menos, escondido. Piénselo, amigo Brigante.
El libro en cuestión, La herejía del siglo XX, de 1968, no esconde en sus primeras palabras cuál sea: “La herejía del siglo XX es la de los obispos”. Y, para los asustadizos, aclara a continuación: “No es que sean los inventores, sino los agentes”. Y es que el episcopado francés, desde por lo menos un siglo antes, esto es, desde la oposición al Syllabus, había orillado las enseñanzas romanas, prescindiendo de un “siglo de encíclicas”, y pasando del liberalismo al socialismo. Para –esto lo añado hoy, porque no era tan visible hace cincuenta años– volver nuevamente al liberalismo. Desde el punto de vista sociológico y aun psicológico no hay duda de que es esa mentalidad la que hizo y desarrolló el Concilio, constituyendo su “espíritu”. Si en derecho en cambio no prevaleció es de ardua discusión, entre hermenéuticas varias en liza, que no puede ser traída aquí ahora. Cita seguidamente el autor un texto impresionante del Año litúrgico de Dom Guéranger, el gran abad de Solesmes, quien en la fiesta de San Cirilo (el 9 de febrero) ofrece a consideración de los lectores el ejemplo del seglar Eusebio oponiéndose al obispo Nestorio: “La doctrina desciende por lo general de los obispos al pueblo fiel, y en el orden de la fe los subordinados no han de juzgar a sus jefes. Pero en el tesoro de la Revelación hay puntos esenciales de los que todo cristiano, sin más título que el de serlo, tiene el conocimiento necesario y la guarda obligada (…). Los verdaderos fieles son los hombres que hallan en el solo bautismo, en tales circunstancias, la inspiración de su conducta; no los pusilánimes que, bajo el pretexto especioso de la sumisión a los poderes establecidos, esperan para cargar contra el enemigo u oponerse a sus empresas a un programa que ni es necesario ni debe dárseles”.