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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

26 de marzo de 2011

Amnesia de la jaima







por Juan Manuel de Prada




Tomado de ABC









e acuerdan de la célebre jaima de Gadafi? Por ella desfilaron todos los poderosos de este mundo, naturalmente por razones de Estado, que es como en la jerga oficial se denomina a la pasta: allí hicieron manitas con el libio; allí aceptaron sus dádivas; allí sellaron convenios de explotación petrolífera y tratados comerciales con venta de armas incluida; allí, en fin, cerdearon como cochinos en una pocilga. Todos aquellos agasajos no se los hacía un tiranuelo cualquiera, sino el instigador del atentado de Lockerbie, que pese a reconocer su responsabilidad en la matanza consiguió el levantamiento de las sanciones contra Libia; y que unos años más tarde lograría también que uno de los autores directos de la masacre fuese devuelto a su país, donde se le dispensó el recibimiento que antaño se tributaba a los héroes. Y, mientras todo esto ocurría, los poderosos del mundo seguían cerdeando en la jaima de Gadafi.

Ahora los mismos que disfrutaron de los favores del libio, cagándose en la memoria de las víctimas de Lockerbie, le arrojan bombas; y esperan que nos traguemos su monserga filantrópica y que aplaudamos su súbita conversión en paladines de los derechos humanos. Gadafi ha perpetrado durante años todo tipo de abusos entre sus súbditos, ha planeado atentados terroristas, ha sufragado guerrillas que han asolado el continente africano, ha hecho desaparecer a sus opositores como por arte de ensalmo, mientras los poderosos del mundo cerdeaban en su jaima; y ahora, de repente, Gadafi se convierte en la bicha de Occidente. Ocurre esto cuando por primera vez Gadafi tiene que repeler un ataque organizado de milicianos rebeldes que pasean encaramados en carros de combate y abaten aviones del ejército libio con baterías antiaéreas; pero estos rebeldes armados hasta los dientes son designados por los poderosos del mundo «civiles indefensos»; los mismos poderosos del mundo que, cuando Gadafi encarcelaba o ejecutaba verdaderos «civiles indefensos» hacían cola ante su jaima, con el catálogo de armas que pensaban venderle a buen precio (por razones de Estado, por supuesto).

A los rebeldes muy probablemente los hayan armado los mismos que previamente habían armado a Gadafi; y ahora, después de armar a unos y otros, los poderosos del mundo se erigen en policías de tráfico y decretan una zona de exclusión aérea que sufren los verdaderos «civiles indefensos», a quienes la democracia y la libertad les llueven beatíficamente en forma de bombas. Como la «operación militar» es especialmente indecorosa, ninguno de los poderosos del mundo quiere adoptar un protagonismo excesivo, salvo el gabacho Sarkozy, que quizá sea el que más tenga que esconder de todos; y unos y otros pugnan por ceder protagonismo al «mando conjunto» de la OTAN, amparados en la resolución de la ONU: como si la resolución de la ONU y el «mando conjunto» de la OTAN fuesen otra cosa que los testaferros de su voluntad. Nuestra cancillera Trini, entretanto, reconoce que las posibilidades de derrocar a Gadafi son más bien escasas; pero, en cambio, considera que en Libia «existe base suficiente» para que el pueblo se reconcilie, en lo que demuestra poseer dotes nada desdeñables para el chiste macabro.

A esto, los apóstoles del pacifismo que se rasgaban las vestiduras cuando invadieron Irak lo llaman un «mal menor». Y así, con un «mal menor» se puede sepultar en el olvido el «mal mayor» que durante años se escenificó en la jaima de Gadafi.

26 de Marzo, San Braulio, Obispo de Zaragoza.





acia el penúltimo decenio del siglo VI nace Braulio, quien más tarde habría de ser obispo de Zaragoza y el más ilustre prelado, después de San Isidoro, en la primera mitad del siglo VII de la España visigótica.

Aunque ignoramos el nombre de la madre y el del lugar de su nacimiento, ciertos indicios y alusiones de sus cartas parecen apuntar hacia Gerona, en tanto que otros orientan hacia Zaragoza nos es conocido, por San Eugenio de Toledo, el de su padre, Gregorio; y por San Ildefonso y el mismo Braulio, el de otro hermano suyo mayor, Juan, que habría de ser su predecesor en la sede zaragozana. El propio Braulio nos habla, además, en la dedicatoria de la Vida de San Millán, de otro hermano, Frunimiano, abad de cierto monasterio; y en sus cartas, de dos hermanas: Pomponia, abadesa, y Basila, acogida en la flor de su juventud y temprana viudez al mismo monasterio de Pomponia, superando así, como dice el ya citado San Eugenio, con el brillo de sus méritos el lustre de su linaje.
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25 de marzo de 2011

In Memoriam


Monseñor Marcel Lefebvre

(29 de noviembre 1905 - 25 de marzo de 1991)


25 de Marzo, Solemnidad de la Anunciación de la Santísima Vírgen





ómo fue María? ¿Cómo fue Gabriel? ¿Cómo fue aquella aurora resplandeciente para los hombres? ¿Cómo vino el sol tan callandito y se hizo de día sin que los hombres lo supieran? ¿Cómo fue Gabriel?

¿Imagináis? Es verdad que en los pintores del Renacimiento, como en el veneciano Pennacchi, vemos a María reclinada sobre silla de oro, vestida de seda y de brocado, en estancia lujosa a cuyo fondo se desvanece una perspectiva urbana de pináculo y perros fugitivos. Gabriel, en estos cuadros, despliega la gloria de sus alas, llenando la estancia mientras están frescas las azucenas del búcaro, que —como en casi todas las catedrales españolas—, son el símbolo de la pureza de María y el recuerdo cristiano de este momento. Gabriel abre su mensaje, sobre la filacteria, donde caracteres aún góticos dejan ante nuestros ojos las palabras mágicas: "Ave María, gratia plena...".

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24 de marzo de 2011

J.S. Bach: Cello suite no. 1





Johann Sebastian Bach
(1685-1750)

Suite No. 1 in g major BWV 1007

Nikolaus Harnoncourt, cello
















Prelude, Allemande, Courante



Sarabande, Menuet I, Menuet II, Gigue

En defensa de lo efímero




por Gilbert Keith Chesterton


Traducción de Juan Manuel Salmerón, tomado de su blog.


Título original: «The case for the ephemeral»,

en All Things Considered







o puedo entender a la gente que se toma en serio la literatura; pero puedo amarla y la amo. Por eso le recomiendo que no coja este libro. Es una colección de papeles rudimentales e informes sobre temas de actualidad, temas corrientes o más bien volantes, que han de ser publicados tal como están. En general, los escribí en el último momento, los entregué justo antes de que fuera demasiado tarde y no creo que los cimientos de nuestro estado de bienestar se hubieran estremecido de haberlo hecho justo después. Ahí van ahora con todas sus imperfecciones, que más bien son las mías; pues sus defectos son tan vitales que no los enmendarían unos tachones, ni nada que yo pueda imaginar, salvo la dinamita.

Su principal defecto es que suelen ser muy graves: no tuve tiempo de aligerarlos. ¡Es tan fácil ser solemne! ¡Es tan difícil ser frívolo! Cierre el sincero lector los ojos unos momentos y pregúntese, ante el tribunal de su conciencia, qué preferiría que le pidieran escribir en las siguientes dos horas, si la portada del Times, que está llena de largos artículos serios, o la del Tit-Bits, que está llena de chistes cortos.
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24 de Marzo, San Gabriel Arcángel




ios es el único ser que no tiene historia. Todos los seres creados son, en mayor o menor medida, seres históricos: nacen, evolucionan, mueren. Sólo que la historia de cada uno tiene un signo diferente, según el lugar que ocupe en la jerarquía ontológica. A medida que se asciende de lo inerte a lo sensitivo y de lo irracional al mundo del espíritu, la historia va enriqueciéndose y entrañándose en la esencia misma del ser. Por eso el hombre es el ser más histórico de todos los que pueblan la tierra. Sobre el cimiento de unas pocas tendencias universales y permanentes de su naturaleza, cada hombre participa en la historia general de la humanidad desde un ángulo propio e irrenunciable. Del hombre, y sólo del hombre, cabe hacer biografía. Una piedra, como tal, no tiene biografía, aunque las piedras, en su conjunto, tengan también historia.

Pero ¿y los ángeles? Hay, ciertamente, una historia universal de los ángeles, criaturas de Dios; una historia que ha quedado escrita en los Libros Sagrados, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Los ángeles nacieron de una palabra de Dios. Pronto, rebeldes unos, fieles otros, se bifurcó para siempre su historia colectiva en dos inmensos bloques, de luz y de sombras, de odio y de amor. La inmensa mayoría de los ángeles, espíritus puros, han quedado sin nombre y sin hazañas extremas. Sólo Dios sabe sus nombres y sus papeles en el gran teatro del mundo. Para nosotros son como anónimas estrellas fugaces, que de vez en cuando cruzan el firmamento del espíritu. Así los que se aparecieron a los pastores de Belén, anunciando la paz a los hombres de buena voluntad; el ángel de Getsemaní, que confortó a Cristo en su agonía, el que traspasó de una lanzada el corazón de Santa Teresa; tantos otros, que pusieron un momento de luz en la vida de algunos elegidos de Dios y se desvanecieron para siempre.

Mas hay unos ángeles, muy pocos, que tienen, además de esa historia anónima y colectiva, algo así como una biografía personal. Entre esos pocos, San Miguel, el capitán de las huestes angélicas contra Luzbel; San Rafael, el compañero de peregrinación de Tobías, ocupa puesto preeminente el arcángel San Gabriel.
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23 de marzo de 2011

Santo Tomás de Aquino: Escritos políticos (4)







Tomado de la Editorial Virtual



Traducción y selección de textos por Juan Antonio Widow






IV. EL RÉGIMEN POLÍTICO

Acerca del régimen de los príncipes
Libro I, capítulos 1 a 6

Capítulo 1
“Es necesario que los hombres que viven en sociedad sean diligentemente gobernados por algún jefe”

2 Debemos empezar nuestro propósito exponiendo qué se entiende por la palabra Rey. En todas las cosas que se ordenan a un fin, y que pueden proceder de distinta manera, es necesario un dirigente que conduzca al fin debido. Pues no llegaría la nave al puerto de destino si, al ser movida en distintas direcciones por vientos diversos, no fuese dirigida al puerto por el gobierno del capitán. Ahora bien, el hombre tiene un fin al que se ordena toda su vida y su acción, por ser agente racional, de quien es propio evidentemente obrar por un fin. Sin embargo, ocurre que los hombres tienden de diversos modos al fin que se proponen, como manifiestan sus diversos afanes y acciones. El hombre, por consiguiente, necesita un dirigente que lo conduzca al fin.

3 Todo hombre tiene naturalmente impresa la luz de la razón, por la cual dirige sus actos al fin. Y si al hombre conviniese vivir solo, como a otros muchos animales, no necesitaría de nadie para dirigirse a su fin; cada uno sería rey de sí mismo bajo el mandato supremo de Dios, en cuanto que se dirigiría en sus actos por la luz de la razón dada por Dios. Pero es natural al hombre ser animal social y político, que vive en sociedad mucho más que todos los demás animales, como exigen sus necesidades naturales. En efecto, a los demás animales la naturaleza los proveyó de alimento, los vistió de pelos y los dotó de defensas, como los dientes, los cuernos y las uñas, o, al menos, les dio velocidad para la huida. El hombre, por el contrario, viene de la naturaleza desprovisto de todo eso. Pero en lugar de ello le ha sido dada la razón, mediante la cual y valiéndose de las manos puede proporcionarse todas esas cosas; si bien para ello no se basta uno solo, porque así no podría llevar una vida con suficiencia de medios. Es, por tanto, natural al hombre vivir en sociedad con muchos.

4 Es más: otros animales están provistos de instinto natural para conocer lo que les es útil o nocivo, como la oveja percibe naturalmente al lobo como enemigo, y otros animales conocen instintivamente ciertas hierbas medicinales y otras cosas necesarias para la vida. El hombre, en cambio, no tiene conocimiento natural de las cosas que son necesarias para su vida más que en común; pero por raciocinio, a partir de principios universales, puede llegar al conocimiento de las cosas necesarias para la vida humana. Sin embargo, no es posible que un solo hombre adquiera por sí todos estos conocimientos. Por lo tanto es necesario que el hombre viva en sociedad para que uno sea ayudado por otro, y sean diversos los que se ocupen de las diversas invenciones; por ejemplo, uno de la medicina, otro se ocupe de esto, y otro de aquello.

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23 de Marzo, San Victoriano, Mártir



ue este Santo uno de los mártires en tiempo de Hunerico, rey de los vándalos, en Africa. Era Victoriano gobernador de Cartago. Su integridad y demás virtudes cristianas le hacían respetable y amado de todos, y hasta Hunerico le apreciaba, pero como arriano, no podía sufrir que Victoriano no lo fuera; y así dio un decreto de persecución contra todos los cristianos, en especial contra el procónsul de Cartago.

Este le respondió que estaba dispuesto a sufrir toda clase de tormentos antes de renunciar a la fe de su bautismo. Irritado el príncipe por tal respuesta, probó su valor con diferente e inauditas crueldades, que sólo sirvieron para recomendar más y más su fe y sus gloriosos triunfos. Y como una fiera, se enfurecía el tirano rey viendo a Victoriano lleno de alegría en medio de los tormentos, bendiciendo al Señor; y puestos los ojos en el Cielo, a fuerza de nuevos tormentos, terminó Victoriano su feliz carrera, con la corona del martirio, el 23 de marzo del año 484.




El mismo día: San José Oriol




arcelonés. Y lo que hubiera faltado es que encima fuera de Vich, para que formase constelación con San Antonio María Claret, con Torras y Bages, con Balmes y mi entrañable mosén Cinto, cuyas poesías tuve la osadía de leer en catalán. De todas formas, San José Oriol fue consagrado sacerdote en Vich por el obispo de esta diócesis, don Jaime Mas, el 30 de mayo de 1676, Témporas de la Santísima Trinidad... Y el seminario barcelonés no puede gloriarse de él sin someter la cuestión a "distingos", porque en los azarosos tiempos del santo beneficiado, en realidad, no existía.

Cautivado por la figura mansísima de San José Oriol, he de comenzar confesando un grave pecado: pecado de prejuicio. Porque me he enfrentado con él cargado de prejuicios malsanos. Un santo beneficiado, en medio de un paisaje estepario de prebendas eclesiásticas sin aureola de canonización durante varios siglos. El se habría santificado en su silla coral, rasera con el suelo, oficiando, simplemente asistiendo puntual al canto de horas en las misas conventuales, conforme al turno establecido. ¡Prejuicio! Y él sería también un caso de versión a lo divino de esa criatura de Dios que es el dinero, como hijo de un pueblo con sentido pitagórico, que sabe someter a número lo más bello que han visto mis ojos: la sardana. San José Oriol, cuya primera carta habla de reales y cuyo primer milagro convierte en monedas de plata unas tajadas de rábano, parecía tentarme a un escarceo de ascética económica, tan necesaria, sin duda.
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El mismo día: Santo Toribio de Mogrovejo, Apóstol de América




a sensación que se produce al ponerse en contacto con esta figura excepcional de la historia eclesiástica es de auténtico asombro. Resulta increíble lo que, sin embargo, está maravillosamente documentado. Santo Toribio de Mogrovejo puede muy bien parangonarse, sin temor alguno, con las más egregias figuras de la historia eclesiástica universal. No es una impresión nuestra exclusivamente. Hace años que un especialista en historia eclesiástica de los más famosos, el padre Leturia, escribía así. "Nada de cuanto hasta ahora he manejado en el Archivo de Indias me ha impresionado más vivamente que este ilustre metropolitano, gloria del clero español del siglo XVI, quien por su apostolado directo e infatigable en las doctrinas de indios, por su legislación canónico-misional en los concilios de Lima, por sus relaciones y contiendas de subidísimo valor histórico y misional con las grandes Ordenes evangelizadoras; por la firme, digna y confiada majestad con que se opuso a ciertas rigideces centralistas de su insigne admirador y protector el monarca Felipe II, y, sobre todo, por su afán indomable y eficaz en mantener —por encima de los virreyes y del Consejo de Indias— el contacto inmediato y constante con la Santa Sede, proyecta en la historia de las misiones americanas su múltiple y prócer silueta, digna de coronar... el mismo Archivo de Indias de Sevilla". Como ha escrito el señor arzobispo de Valladolid: la epopeya homérica de los conquistadores halla un paralelo digno, y aun superior por sus fines y objetivos espirituales, en la labor inmensa del gran arzobispo. A él se debe en grandísima parte la rápida y profunda cristianización de la América española, y el éxito de su apostolado, y el florecimiento de sus maravillosas "doctrinas" de indios, la exuberancia del clero y de catequistas durante su fecundo pontificado, explican la supervivencia del espíritu y de la vida cristiana en aquellas dilatadas regiones, a pesar de las posteriores crisis y de la tremenda escasez actual de operarios evangélicos".

Sin embargo, triste es tener que reconocerlo, Santo Toribio continúa siendo prácticamente para la gran masa de los fieles, incluso españoles y americanos, un desconocido. Y hasta entre los mismos historiadores pesa más el tópico consabido de quienes dieron pie a la leyenda negra que la labor maravillosa realizada por este arzobispo, el mejor de los regalos que España hizo a su América.
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22 de marzo de 2011

¿Porqué el sufrimiento?

COMENTARIOS ELEISON 192 (19-III-2011)

Por Mons. Richard Williamson

El reciente movimiento de las placas tectónicas en la costa este de Japón, el cual causó en tierra el más grande terremoto que Japón ha vivido en años y a lo largo de su costa este un maremoto completamente devastador, debe estar planteando en muchas mentes la clásica pregunta: si Dios existe, si es todopoderoso y bondadoso, ¿cómo puede permitir tanto sufrimiento humano? La respuesta clásica no es muy difícil en teoría, ¡por lo menos cuando uno no lo está sufriendo en carne propia!

Primeramente, el sufrimiento es en general un castigo por el pecado. Dios sí existe, el pecado sí lo ofende. El pecado lleva a las almas al Infierno mientras Dios las creó para el Cielo. Si el sufrimiento en la tierra pone freno al pecado y ayuda a las almas a escoger el Cielo, entonces Dios, que ciertamente tiene control sobre las placas tectónicas puede, no gustosamente, utilizarlas para castigar el pecado. Entonces ¿era la gente de Japón especialmente pecadora? Nuestro Señor nos dice que no debemos hacer esa pregunta, sino pensar en nuestros propios pecados y hacer penitencia, de otra manera "todos pereceréis igualmente" (Lucas XIII, 4). Muy probablemente hay Japoneses que hoy en día se preguntan si el materialismo y el confort al estilo Occidental son realmente de lo que se trata la vida.

En segundo lugar, el sufrimiento humano puede bien ser una advertencia para alejar a los hombres del mal y preservarlos del orgullo. En este momento todo el impío Oeste debería estar cuestionando su propio materialismo y bienestar. A través del cada día creciente porcentaje de terremotos y otros desastres naturales en todo el mundo durante los últimos años, el Señor Dios ciertamente está intentando atraer nuestra atención, tal vez en la esperanza de que no tenga que infligir sobre nosotros la "lluvia de fuego" mundial de la que fuimos prevenidos por su Madre en Akita (Japón) en 1973. Pero en estos momentos, ¿acaso no es muy probable que debido al sufrimiento por el que están pasando, los Japoneses se estén beneficiando más a partir de este desastre que el lejano Oeste? De hecho los países pueden considerarse afortunados de pasar hoy en día por una muestra del Castigo que amenaza con venir.

En tercer lugar, Dios puede utilizar el sufrimiento humano para resaltar la virtud de sus siervos. Ese fue el caso con Job y con los mártires Cristianos de todos los tiempos. Puede ser que pocas personas Japonesas tengan hoy en día fe sobrenatural, pero si ellas se humillan ahora debajo de lo que pueden reconocer como la mano todopoderosa de Dios, ganarán méritos naturales y por lo menos en el plano natural le darán gloria. ¿Acaso no están edificando al mundo entero?

Finalmente, tenemos la respuesta que Dios da a Job, quien hasta el Capítulo 36 de su Libro aún no está satisfecho con ninguna explicación que él ni cualquier miembro de su familia o amigos han podido dar acerca de su sufrimiento. Parafraseo: "¿En dónde estabas, Job, cuando establecí las bases de la tierra? ¿Acaso diseñaste tú las placas tectónicas? ¿Quién crees que mantiene al océano normalmente dentro de sus límites y lo previene de inundar la tierra firme? ¿Realmente piensas que no tenía yo buenas razones para permitirle ahora inundar la costa noreste de Japón?" Ver el Libro de Job, Capítulos 38 y 39. Y Job por fin se rinde. El se encuentra satisfecho con la respuesta y confiesa que estaba equivocado al dudar de la sabiduría y bondad de Dios (Job 42, 1-7).

Hagamos nosotros mismos penitencia, estemos prevenidos por el desastre de Japón, y esperemos dar gloria a Dios en las pruebas por venir, reconociendo ante todo que ¡Dios solo es Dios!

Kyrie eleison

Breve Historia de la Medalla de San Benito





a Medalla de San Benito es un signo sagrado muy difundido entre los fieles católicos. Presenta de un lado la Cruz de Cristo, y del otro la imagen de San Benito Abad. Sobre la Cruz - y a su alrededor - se leen las iniciales de una oración ó exorcismo. La Medalla de San Benito recuerda a los fieles que la llevan consigo la presencia constante de Dios y su protección. El significado de las iniciales es el siguiente (texto latino y traducción):

Crux Sancti Patris Benedicti
Crux Sancta Sit Mihi Lux,
Non Draco Sit Mihi Dux
Vade Retro Satana
Numquam Suade Mihi Vana
Sunt Mala Quae Libas
Ipse Venena Bibas

Cruz del Santo Padre Benito
La Santa Cruz sea mi luz,
no sea el demonio mi guía.
¡Apártate, Satanás!
no sugieras cosas vanas,
maldad es lo que brindas,
bebe tú mismo el veneno.




• En la Vida de San Benito escrita por el papa San Gregorio Magno cuarenta años después de su muerte, el abad Benito muestra una especial devoción hacia la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, signo de salvación. En uno de los milagros narrados por su biógrafo, un vaso que contenía veneno se quiebra cuando San Benito hace la señal de la cruz sobre él. En otra oportunidad, uno de sus discípulos se siente perturbado por el maligno, y el santo le manda hacer la señal de la cruz sobre su corazón para verse librado. En su "Regla de los monjes", San Benito indica que cuando un monje iletrado presenta su carta de profesión monástica ante el altar, debe usar como firma una cruz. Estos y otros muchos indicios invitaban a los discípulos del abad San Benito a considerar la Cruz como una señal bienhechora que simboliza la pasión salvadora de Cristo, por la cual fue vencido el poder del mal y de la muerte.

• Las investigaciones históricas sobre el origen de la Cruz-Medalla de San Benito han mostrado que su difusión comenzó probablemente en la región de Baviera (sur de Alemania) hacia el año 1647. En esa época, durante un proceso judicial, unas mujeres consideradas hechiceras declararon que no habían podido dañar a la cercana Abadía de Metten, porque estaba protegida por el signo de la Cruz. En dicho monasterio se hallaron pinturas con representaciones de la Cruz junto a las iniciales que acompañan hoy a la Medalla. Pero esas letras no pudieron ser interpretadas hasta que, en un manuscrito de la biblioteca del monasterio, se encontró la imagen de San Benito junto a la oración compuesta por las iniciales. En realidad, un manuscrito más antiguo procedente de Austria (siglo XIV), que aún se conserva, parece haber sido el origen de la imagen y de la oración. A pesar de A pesar de que en el siglo XVII algunos la tuvieron por supersticiosa, debido justamente a las enigmáticas iniciales que acompañaban a la imagen, en el año 1742 el Papa Benedicto XIV decidió aprobar el uso de la Cruz-Medalla de San Benito para todos los fieles.

• En el siglo XIX se dió un renovado fervor por la Medalla de San Benito. En los trabajos escritos de Dom Prosper Guéranger, abad de Solesmes, y Dom Zelli Iacobuzzi, monje de San Pablo Extramuros, se estudia detenidamente el origen y la historia de la medalla. Desde este último monasterio, ubicado en Roma, foco de irradiación benedictina, se difundió también la devoción a la Medalla. La representación más popular de la misma es la llamada "medalla del jubileo", diseñada en la Abadía de Beuron (Alemania), y acuñada especialmente para el Jubileo benedictino del año 1880, conmemoración de los 1400 años del nacimiento de San Benito Abad. Los abades benedictinos de todo el mundo se reunieron para aquella ocasión en la Abadía de Montecassino, y desde allí la Medalla de San Benito se diseminó por todo el mundo.

22 de Marzo, Santa Lea, Vírgen









e "la santísima Lea", como la llama san Jerónimo, sólo sabemos lo que él mismo nos dice en una especie de elogio fúnebre que incluyó en una de sus cartas. Era una matrona romana que al enviudar - quizá joven aún - renunció al mundo para ingresar en una comunidad religiosa de la que llegó a ser superiora, llevando siempre una vida ejemplarísima.

Estas son las palabras insustituibles de san Jerónimo:
«De un modo tan completo se convirtió a Dios, que mereció ser cabeza de su monasterio y madre de vírgenes; después de llevar blandas vestiduras, mortificó su cuerpo vistiendo sacos; pasaba las noches en oración y enseñaba a sus compañeras más con el ejemplo que con sus palabras».

«Fue tan grande su humildad y sumisión, que la que había sido señora de tantos criados parecía ahora criada de todos; aunque tanto más era sierva de Cristo cuanto menos era tenida por señora de hombres. Su vestido era pobre y sin ningún esmero, comía cualquier cosa, llevaba los cabellos sin peinar, pero todo eso de tal manera que huía en todo la ostentación».

No sabemos más de esta dama penitente, cuyo recuerdo sólo pervive en las frases que hemos citado de san Jerónimo. La Roma en la que fue una rica señora de alcurnia no tardaría en desaparecer asolada por los bárbaros, y Lea, «cuya vida era tenida por todos como un desatino», llega hasta nosotros con su áspero perfume de santidad que desafía al tiempo.

21 de marzo de 2011

21 de Marzo, San Benito, Abad.




i atendemos a la enorme influencia ejercida en Europa por los seguidores de San Benito, es desalentador comprobar que no tenemos biografías contemporáneas del padre del monasticismo occidental. Lo poco que conocemos acerca de sus primeros años, proviene de los "Diálogos" de San Gregorio, quien no proporciona una historia completa, sino solamente una serie de escenas para ilustrar los milagrosos incidentes de su carrera.

Benito nació y creció en la noble familia Anicia, en el antiguo pueblo de Sabino en Nurcia, en la Umbría en el año 480. Esta región de Italia es quizás la que mas santos ha dado a la Iglesia. Cuatro años antes de su nacimiento, el bárbaro rey de los Hérculos mató al último emperador romano poniendo fin a siglos de dominio de Roma sobre todo el mundo civilizado. Ante aquella crisis, Dios tenía planes para que la fe cristiana y la cultura no se apagasen ante aquella crisis. San Benito sería el que comienza el monasticismo en occidente. Los monasterios se convertirán en centros de fe y cultura.

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20 de marzo de 2011

Segundo Domingo de Cuaresma



por el R.P. Gustavo Podestá





Lectura del santo Evangelio según san Mateo 17, 1-9




Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". 5 Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo". Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: "Levántense, no tengan miedo". Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos".


SERMÓN (Cuaresma de 1990)

ara el mundo civilizado contemporáneo, el fin del verano marca el comienzo de la temporada de trabajo, de estudio, el empezar a ponerse nervioso por los problemas que se avecinan, por las decisiones que hay que tomar. La época estival ha sido un paréntesis de vacaciones, de espera. Políticos, sindicalistas, periodistas, dirigentes estudiantiles, dispersos por Punta del Este, Pinamar, Mar del Plata, Europa, no han podido todavía ejercer plenamente toda su actividad ruidosa, deletérea. La universidad en receso, la televisión trabajando con figuras de segunda, el congreso cerrado Enero y Febrero suelen ser épocas de una .cierta tranquilidad. Las cosas comienzan a moverse recién en Marzo. Y, si esto en épocas normales, ¡cuánto más en las nuestras, en este año seguramente difícil que iniciamos!

En las antiguas civilizaciones agrarias ello no era así. Como todavía no lo es en nuestro campo. El verano, la época de la cosecha, con los días más largos del año, son aquellos en donde más se trabaja. Es la época dura de la siega, del embolse, del enfarde, del guardar en los silos y graneros. Es recién allí cuando toda la zozobra del agricultor tiene fin: se ha superado el riesgo de las plagas, de la sequia, de los yuyos. Recién ahora el fruto abundantemente recogido garantiza que no se pasará hambre durante el invierno, que ya se acerca con sus días más tranquilos y descansados. Incluso más tranquilos desde el punto de vista político, porque, en la antigüedad, los ejércitos salen a pelear en verano. En las épocas frías y lluviosas de difícil movilidad no salen, se retiran a cuarteles de invierno.

El fin de la cosecha es pues tiempo de regocijo, de alegría, de festejo. Todas las culturas agrarias han celebrado y celebran especialísimamente este fin de las tareas, este haber recogido el fruto, dando gracias alborozadas a las divinidades de la fertilidad y la naturaleza. Y la fiesta se hace en el mismo campo donde se obtuvo la cosecha y donde se espera nuevamente obtenerla el año próximo. Así las ‘ bacanales ', entre griegos y romanos, festejos en honor a Baco, la divinidad de la vid, y que se realizaban entre las viñas. O las ' cerealias ', en honor de Ceres o Deméter, diosa de la cebada. O las ‘ antiforias' , las ‘ talisias' , las ‘ anonales' , las ‘ epactas' , la ‘ paganales' y tantas otras más de nombres menos conocidos.

También los judíos, cuando se asentaron en tierra palestina, copiaron estas fiestas de sus primitivos ocupantes, los cananeos y le fueron dando, poco a poco, un sentido religioso ortodoxo. El festejo del fin de la cosecha se hacia en medio del campo, en donde toda la aldea habla estado trabajando de sol a sol los últimos días, para lo cual ni siquiera retornaban a sus casas. El clima era benigno y durante la recolección podía dormirse casi a la intemperie, en refugios precarios hechos con ramas y hojas. La fiesta se hacia pues allí mismo entre esas chozas.

Cuando, más adelante, el judaísmo se hizo más urbano y la legislación unificante de Jerusalén obligó a todo el mundo a realizar todas las actividades religiosas en el templo de la capital, esta fiesta conservó su primitivo carácter, precisamente porque todos los habitantes de la ciudad y los peregrinos que llegaban a ella, durante seis días vivían en chozas hechas de ramas que se construían en el atrio del templo, en las plazas y en las azoteas de las casas. De allí que la fiesta se llamara fiesta de las chozas (‘sukkot') o de las tiendas o de los tabernáculos, como traducía el latín.

Pero ya allí el festejo había adquirido un nuevo significado. Los sacerdotes de Jerusalén habían cargado de teología a esta antigua fiesta pagana y, más allá de convertirla en un agradecimiento a Dios por los dones obtenidos, le habían otorgado un simbolismo superior: el de recuerdo de la época de la huida a Egipto, del Éxodo. Particularmente del tiempo durante el cual el pueblo de Israel había permanecido en el desierto, liberado del Faraón y en camino hacia la tierra prometida, cuando, trashumantes, vivían en tiendas. Junto con Pascua y Pentecostés, la fiesta de las Tiendas o de los tabernáculos se había convertido pues en el festejo más importante de la liturgia judía. Para muchos, inclusive era la más importante de todas las fiestas. Al menos la más popular, porque conservaba -y aún conserva e nuestros días entre los judíos- todo el carácter festivo y divertido de la antigua fiesta campestre.

Más aún, en la época de Cristo, la celebración se había transformado no solo en recuerdo de la liberación de Egipto y el paso del desierto, sino en ocasión de encendida esperanza de una próxima liberación política, de un nuevo Éxodo que seria encabezado por un nuevo Moisés, anunciada por otro Elías y protagonizada por el esperado ungido del Señor, el Mesías, el hijo de Dios -como se denominaba a los reyes davídicos- que habría de encabezar triunfalmente la reconstrucción nacional y su definitiva liberación.

Vean: este es el contexto de ideas que quiere sugerir la escena de la visión de los apóstoles que nos refiere Mateo, con su referencia a ‘las chozas'.

La única otra vez que Mateo habla en su evangelio de un 'monte elevado' es en el evangelio del domingo pasado, aquel monte en donde el tentador muestra, en visión, a Cristo, ‘todos los reinos del mundo con todo su esplendor'. Monte, por supuesto, no ubicado geográficamente. El mismo monte en donde ahora el que es tentado es Pedro, los discípulos, nosotros, cuando en los momentos de exaltación y de experiencia religiosa sentida, sensible, fervorosa pensamos que fácilmente ya podemos festejar nuestro ser cristianos, instalarnos y que el Señor se pondrá presurosamente al servicio de nuestras actividades y esperanzas humanas individuales y nacionales. La tentación atractiva de un mesianismo puramente humano que Cristo ha rechazado en el evangelio del domingo pasado.

Todos hemos tenido en nuestra vida alguno de esos momentos de presencia luminosa y casi palpable de Cristo en nuestras vidas. Cuando nos confesamos por primera vez después de muchos años; luego de aquel retiro; en aquella ocasión que puede haber sido larga, -años o meses- o corta, -días o minutos- de experiencia ardiente de fe cristiana. Todos, también, somos capaces, en nuestros momentos de oración verdadera, profunda, de planear hechos heroicos, tener propósitos santísimos, proyectos cristianísimos.

Mateo nos advierte que, aunque ellos se puedan gestar y deban gestarse en oración, frente al Señor, su realización no se dará fácilmente, ni iluminados siempre por esos instantes de presencia, sino, generalmente, abajo, en el llano, donde el camino de Cristo conduce hacia otro monte bien distinto: el monte del calvario, de la lucha, del esfuerzo, de la rutina diaria, de la constancia pertinaz, de la voluntad viril.

Y que, a pesar de que la gracia sana la naturaleza, y que, sin duda, cualquier problema humano, de cualquier índole que fuera, personal o social, familiar o político, es más fácil enfrentarlo con la fuerza de Cristo y con la luz de su palabra y, por lo tanto, con mayores esperanzas de éxito aún humano, es mucho más cierto que la liberación que viene a traernos el Señor va mucho más allá de cualquier salud temporal, problema personal o mesianismo político. Y que, de lo que viene a liberarnos principalmente Jesús es, no de los problemas humanos, sino del pecado, de la cerrazón en lo humano que lleva a la muerte. Y que la tierra prometida que nos señala y a donde nos conduce a través, a veces, de penosos desiertos, está mucho más allá de todos nuestros proyectos, aún de los más aparentemente cristianos y, por eso, puede parecer que en ellos no nos ayuda.

Aquí está pues el sentido de nuestro evangelio de hoy que la liturgia nos quiere proponer en este tiempo de Cuaresma, para que purifiquemos a nuestro ser cristianos de falsas ilusiones y lo encaminemos a la verdadera Esperanza, que es la de la Pascua. Las fiestas de las chozas, de las tiendas, de los tabernáculos, que podamos tener con Cristo en nuestros momentos de oración, de encuentro con él en este mundo, de fervor espiritual y dicha terrenal duran poco. Tenemos que aprovecharlas sí para acumular fuerzas, para guardarlas en nuestros graneros; pero hemos de saber que, sin excepciones, tarde o temprano sigue el invierno, hay que volver- a trabajar, arar y plantar. Y tornará a haber plagas, sequias y depredadores del alma y del cuerpo.

Pero es allí, en el invierno, en el llano, en donde probaremos realmente nuestra calidad de discípulos del Señor, en donde deberemos poner en carne y en sangre y en fatiga la obediencia a Jesús que, en oración, sabemos que debemos practicar pero que, en lo cotidiano, se nos vuelve arduo.

Y el invierno puede venirnos este año a los argentinos de muchas maneras, espiritual y materialmente. Se acabó para nosotros la fiesta de las chozas de las tiendas; la falsa alegría de los mesías políticos, de las bacanales demagógicas, de las soluciones fáciles. Pongámonos pues decididamente detrás de nuestro verdadero jefe, el Señor, todo lo contrario de un político, de un demagogo. Porque, aunque de vez en cuando, en alguno de nuestros momentos de oración o de legítimos gozos cristianos nos muestre su rostro resplandeciente de hijo de Dios, de Rey en su trono y vestido de armiño y de brocado, la mayoría de las veces estará a nuestro lado bien en el llano, polvo y uniforme de combate, sudor y espada, preanuncios de cruz en la mirada.

20 de Marzo, San Martín de Dumio, Arzobispo de Braga.








an Martín Dumiense debe su sobrenombre a Dumio, lugar próximo a Braga, capital que era, ésta, del reino de los suevos. A él se atribuye la conversión al catolicismo de este pueblo bárbaro, establecido desde comienzos del siglo V en la parte noroeste de la Península, y como apóstol de los suevos es conocido en la historia por antiguos y modernos. Entre los antiguos aduzcamos ya el testimonio dé San Isidoro de Sevilla, su contemporáneo algo posterior. "Habían —dice San Isidoro— permanecido muchos reyes suevos en la herejía arriana, hasta que subió al trono Theudemiro. Este, por celo y esfuerzo de Martín, obispo del monasterio de Dumio, hombre esclarecido por su fe y su ciencia, volvió a los suevos a la fe católica". Al importante hecho se le asigna la fecha de 560.

Pero ni los suevos ni su apóstol son originariamente hispanos. ¿Cómo vinieron unos y otro a España? ¿Cómo se encontró el apóstol con los que, ante Dios y ante la historia, serían su gloria y su corona?

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El mismo día: San Cutberto, Obispo de Lindisfarne




No se conoce nada con certeza acerca del linaje y del lugar del nacimiento de san Cutberto. Los hagiógrafos irlandeses lo declaran irlandés, en tanto que los cronistas sajones sostienen que nació en las tierras bajas (Lowlands) de Escocia. De acuerdo con la biografía en verso de Beda, fue bretón y el mismo autor, en el prefacio a la historia en prosa de san Cutberto, claramente asienta que no ha escrito nada que no esté bien comprobado. El nombre de Cutberto es sin lugar a dudas sajón y no celta. La primera noticia que tenemos acerca de él data de cuando tenía ocho años y estaba al cuidado de una viuda llamada Kenswith, a la que miraba como madre y quien lo trataba como hijo. Era entonces un jovencito sano, vivaz, gracioso y el cabecilla de los chicos de la región, a todos los cuales podía vencer en las carreras, saltos y luchas. Un día, en medio de sus juegos, un chico se echó a llorar exclamando: «¡Oh, Cutberto! ¿Cómo puedes perder el tiempo en juegos inútiles, tú, a quien Dios ha escogido para ser sacerdote y obispo?» Estas palabras hicieron una impresión tan profunda en su alma que, desde aquel momento, empezó a comportarse con una madurez impropia de sus años. El oficio de pastor de rebaños que desempeñaba le dio amplias oportunidades de comunicarse tranquilamente con Dios en las grandes praderas solitarias de Nortumbría. Hacia el final de agosto de 651, Cutberto, entonces de 15 años de edad, tuvo una visión que lo decidió a consagrar su vida a Dios: al claro día de verano siguió una noche oscura, sin luna y sin estrellas; Cutberto estaba solo y en oración. De repente, un rayo de luz deslumbrante brilló a través del negro cielo y en él apareció una multitud de ángeles que llevaban, como en un globo de fuego, un alma al cielo. Más tarde, supo que el obispo san Aidán había muerto aquella noche en Bamborough. Aunque éste fue, de hecho, el momento decisivo de su vida, por aquel entonces no parece que haya dejado el mundo.
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