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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

12 de julio de 2008

Ad Deum qui laetificat juventutem meam


Esta es una entrevista que el reconocido periodista italiano Bruno Volpe ha realizado al Cardenal Poggi. El texto original se encuentra en Petrus. En vísperas del inicio del Año Paulino, invitamos a todos los lectores a continuar orando por la unidad en la Iglesia en comunión con el Santo Padre Benedicto XVI.

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El Cardenal Poggi, una vida entera al servicio de la gloriosa Tradición de la Iglesia: “Nunca he dejado de celebrar con el Rito Tridentino”

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Ciudad del Vaticano - Tiene 91 años, pero conserva la lucidez y el entusiasmo de un jovencito. El cardenal Luigi Poggi, quien fuera Archivista y Bibliotecario de la Santa Sede, es uno de los pocos purpurados que, después de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II ha continuado celebrando la Santa Misa con el Rito Tridentino en latín de San Pío V.

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Eminencia, permítanos una provocación amigable: ¿por qué no se ha adecuado a la reforma?

Disculpe, pero ¿por qué me hace esta pregunta?, siempre he celebrado según el Misal de San Pío V que, es bueno recordarlo, el Concilio Vaticano II nunca ha abrogado.

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Reformulamos la pregunta: ¿por qué ha elegido continuar con el Rito de San Pío V?

Así está mejor. Veamos: ninguno, y subrayo ninguno, está autorizado a cancelar la Tradición de la Iglesia, tanto menos el Concilio Vaticano II, el cual, que quede bien claro, tiene todo mi respeto. Pero, lo subrayo de nuevo, aquel Concilio no ha sustituido el Rito Tridentino, sino que simplemente ha añadido otro. Si luego algunos obispos o “Pastores celosos” han pensado que el Novus Ordo ha abrogado el Vetus Ordo, han cometido un grueso error.

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Sabemos que de la Misa de San Pío V le gustan a usted los silencios, el mirar a Dios, a la Cruz…

¿Cómo podría ser de otro modo? Muchos se equivocan y analizan el problema reduciéndolo a la posición del celebrante. En ninguna parte está escrito que el sacerdote deba dirigirse hacia Oriente, sin embargo me parece que esa es la posición más correcta y teológicamente convincente. El sacerdote no es el protagonista de la Celebración Eucarística, pero habla en nombre de Cristo, por eso mira hacia la Cruz y al Sol naciente, esto es, al Verbo.

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Introibo ad altare Dei…

Bellísima fórmula, que da plenamente la sensación y la idea de una procesión, de un devenir, de la indignidad del hombre para acercarse al Sacrificio Divino; pero especialmente me gusta subrayar la segunda parte…

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Díganos.

“Qui laetificat juventutem meam”. No es una frase sin sentido, sino que testimonia la juventud de Dios y su inmensa misericordia; la misericordia del Padre que renueva en la fe a sus hijos donando la juventud y la frescura de los que creen. Es así, el Rito Tridentino contempla a un Dios joven y evidencia la belleza de una fe espontánea. Cómo decirlo, esta Misa contiene elementos lamentablemente descuidados en la visión racionalista del Novus Ordo: la capacidad de asombrarse, el misterio y la trascendencia.

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Algunos estudiosos, religiosos e incluso rabinos, han hablado de rito antisemita.

Vea, he oído muchas inexactitudes pero, en serio, ésta supera a todas. El Rito Tridentino no quiere ofender a los judíos sino que pide simplemente la conversión. Tanto más siendo que, con extremo buen sentido, el Papa Benedicto XVI ha revisado la oración del Viernes Santo, deseando y confirmando el pedido de conversión de los judíos. A tal propósito, me permito afirmar que cada cristiano está llamado a convertir a los que no creen en Cristo. Por otro lado, ¿qué tiene de malo?

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Cardenal Poggi, mientras tanto parece más cercana que nunca la paz oficial entre la Iglesia de Roma y los lefebvristas.

Espero vivamente que esto pueda suceder cuanto antes: no tiene sentido vivir separados.

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Eminencia, a los 91 años ¿se siente joven?

Ciertamente. Con un Dios que “laetificat juventutem meam” ¿cómo no podría?

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12 de julio, Festividad de SAN JUAN GUALBERTO


Juan nació en un castillo cerca de la ciudad de Florencia. Su familia era noble, rica, poderosa. Su padre, Gualberto, señor del castillo, era muy conocido en toda la comarca.

Juan creció, se hizo un apuesto joven; el porvenir se le presentaba lleno de las más halagadoras promesas, como una senda sembrada de flores. Pero un acontecimiento inesperado vino a torcer el rumbo de la vida del joven florentino. El lance es conocido. Un buen día cabalgaba Juan Gualberto rodeado de varios escuderos. Todos eran gente valerosa; todos iban armados de punta en blanco. De pronto, en una revuelta del camino, se presenta ante sus ojos un hombre. Juan le reconoce al instante: es el asesino de uno de sus parientes; tal vez —es éste un punto que la historia no ha logrado poner en claro— dio este hombre muerte al propio hermano de Juan. El desgraciado reconoce también al caballero que viene a su encuentro. Inútil intentar la fuga; no le es posible, solo como se halla, hacer frente a la pequeña y aguerrida tropa; no le queda más remedio que someterse al destino, a la ley inexorable de la venganza, que exige su sangre. Todo esto se le ocurre en un momento. Y en un súbito arranque, inspirado por el sentimiento religioso, se deja caer del caballo y, con los brazos en cruz, espera el golpe mortal. Espera en vano. El golpe mortal no llega a descargarse.

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No sólo en España; que sea en todo el mundo


por D. Rafael Gambra Ciudad

Artículo doble, el artículo en sí mismo, y desvelar al autor, tal vez poco conocido de mis escasos lectores.

Para conocer al autor haga click sobre su nombre (en rojo).


LA MADRE DE TODAS LAS BATALLAS

A principios del siglo XIX, en la Guerra de la Independencia, los españoles lucharon contra un invasor extranjero, pero no sólo contra eso. Los napoleónicos traían escritos en sus banderas los lemas de la Revolución Francesa, es decir, el ideal de fundar una sociedad nueva basada n
o en la Religión, sino en la voluntad y el contrato de los hombres. Los españoles que, excepto contadísimos afrancesados liberales, permanecían fieles a su Fe y a su Rey, lucharon entonces contra un enemigo superior. Y, con la ayuda de Dios, vencieron en aquel tremendo empeño.

Ya en el siglo XX, parecida lucha volvió a plantearse en nuestra Guerra de Liberación. Sin embargo, en ella ya no se trataba de un enemigo exterior, porque las ideas de la Revolución habían penetrado en nuestra patria e incluso se hallaban instaladas en la gobernación del Estado ya desde las precedentes guerras carlistas. En aquella empresa
“por Dios y por la Patria” también se venció con la ayuda de Dios. Pero, pese a tanto esfuerzo, la Revolución laicista siguió avanzando y hoy, desde los años sesenta, nos aparece penetrada no sólo en la patria sino en la propia Iglesia.

Cuando digo
“la Iglesia” me refiero a la Iglesia visible, temporal, no a la esencial que fundó el mismo Cristo y pervivirá hasta el final de los tiempos. Este contraste se ha dado también en otras épocas de la historia, por ejemplo en el siglo V en que la Iglesia visible aparecía en su mayoría inficionada de la herejía arriana, y fue el Espíritu Santo quien hizo prevalecer la ortodoxia de la verdadera Iglesia, no sin el esfuerzo y aún el martirio de muchos, tal como sucedió en nuestras dos guerras aludidas, la de la Independencia y la Cruzada.

A raíz del último Concilio, el Papa Pablo VI reconoció que
“el humo de Satanás había entrado por alguna rendija en la Iglesia”. Apreciación muy verdadera, salvo en lo que a la rendija se refiere. Dado que su predecesor había dicho, en la preparación del Concilio, que “había que abrir las puertas y ventanas de la Iglesia para que entrase un aire fresco”. Así, Satanás, el Príncipe de este Mundo, no tuvo necesidad de una rendija, puesto que tenía abiertas las puertas del “aggiornamento” y el aperturismo. Así, si bien lo observáis, siempre que en su tiempo se invocaba al Concilio de Trento era para una exigencia de mayor observancia, al paso que hoy siempre que se invoca al Vaticano II es para amparar una relajación de la disciplina o una difuminación del dogma.

Las consecuencias de esa penetración han sido muy evidentes: el clero disfrazado de seglar, una cuarta parte del mismo secularizado, ausencia de vocaciones y de conversiones, seminarios vacíos, los colegios religiosos convertidos en buena parte en centros de propagación marxista, la predicación subversiva, la Misa convertida en asamblea y protestantizada, el latín y el gregoriano abandonados, todo dogma, sacramento o rito contestados desde dentro de la Iglesia; los gobiernos católicos que existían, desmantelados por exigencia de la propia Iglesia; la guerrilla subversiva en Centroamérica y en el País Vasco dirigida en buena parte por clérigos y amparada por su episcopado; el ecumenismo conciliar poniendo en pie de igualdad a la Iglesia con las herejías y paganismos, con lo que se desarma a las misiones y se las convierte en mera beneficencia; la Fe Católica diluida, en fin, para muchos en “teología de la liberación”.

Las consecuencias de esta revolución eclesiástica han sido fulminantes, sobre todo en España: divorcio legalizado, contracepción fomentada, aborto despenalizado, eutanasia a la vista, promiscuidad sexual, sodomía pública, drogadicción, enseñanza laica, pornografía sin freno… Y aún peor que todo eso, el desarme moral de los cristianos, su indiferencia a todo, su apatía general. Compárese el ardor religioso de 1936 contra las leyes impías de la República con lo que hoy existe.

Los males se desencadenaron vertiginosamente a partir de la pérdida de la unidad católica con la ley de libertad religiosa, consecuencia de la Declaración Conciliar
“Dignitatis Humanæ”. Ésta fue “la madre de todas las batallas”; lo demás es sólo su consecuencia obligada. Si se acepta la democracia moderna, en la cual toda ley nace de la voluntad humana, todo será ya posible y habrá que aceptarlo. Así, la Iglesia oficial jamás protesta hoy en nombre del honor o de la ley de Dios, sino en nombre del “humanismo”, de los derechos humanos o de la defensa de la vida.

Pero en España, antes o después, volverá a suceder como en los años treinta: una mayoría de católicos —los democristianos y cedistas— aceptaron la legalidad republicana, como medio de lucha y salvación, lo que habría de llevar por sus pasos al gobierno comunista del Dr. Negrín. Otros, en cambio, como Fal Conde y los navarros, prepararon voluntarios y armas por si, como sucedió, llegaran a ser necesarios.

El esfuerzo de tantos héroes y mártires hará que en España no se pierda definitivamente el norte de la verdad y la posibilidad de reconquista. En el norte de África la invasión árabe del siglo VII islamizó el territorio, e islamizado sigue. En España, en cambio, hubo un don Pelayo y un San Fernando, una Reconquista que, tras ocho siglos de esfuerzo, restituyó la patria a su Fe. La historia, por negro que aparezca el horizonte, volverá a repetirse por gracia del Altísimo.

Si ellos afirman la enormidad de que la democracia liberal es el único régimen deseable, nosotros afirmamos aquí la gran verdad de que la sociedad ha de fundarse sobre la religión y que la Fe Católica es la única religión verdadera.

Rafael Gambra

11 de julio de 2008

La Vírgen y el Niño



DUCCIO di Buoninsegna


Madonna and Child
1280s
Tempera on wood, 68 x 47 cm
Chiesa dei Santi Lorenzo e Ippolito, Castelfiorentino


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Defensa de la Inteligencia


por el R.P. Osvaldo Lira SSCC

Tomado de
Revista Alférez
Madrid, 31 de agosto de 1947
Año I, número 7
[páginas 6-7]

Uno de los fenómenos que han venido manteniéndose en vigor con más continuada persistencia dentro de la psicología individual y colectiva de los tiempos espiritualmente modernos es la desconfianza instintiva, elemental, que desde hace cuatro siglos viene sintiendo el espíritu humano hacia la más noble de sus propias facultades, como es la inteligencia. Se trata de una desconfianza no cualquiera, sino radical, que se manifiesta hasta en los más pequeños detalles de la vida, y que va desde el racionalismo exasperado de Descartes hasta las filosofías de tipo vitalista o existencialista de Kierkegaard. Nietzsche y Schopenhauer, o bien desde sectores inequívocamente heterodoxos hasta mentalidades como Blondel o Papini, centradas en la más pura, rigurosa y sincera sumisión a la doctrina católica. Sin pretender levantar ahora todo un aparato crítico para demostrar nuestra aseveración, queremos nada más señalar algunas de las causas que han permitido la vigencia de esta desgraciada actitud en ambientes católicos intelectuales, que son los que más nos interesan, y esto, por un doble motivo: primero, porque no siendo posible defender con eficacia los fueros de la inteligencia sino dentro del catolicismo no podemos extrañarnos de que un acatólico, o más bien un no católico, sea antiintelectualista, y luego, porque cuando a la circunstancia de vivirse con dignidad la verdadera Iglesia se suma la de hallarse bien dotado desde el punto de vista del entendimiento y de la discreción, es posible esperar los máximos frutos para la causa de la verdad, porque es entonces cuando la virtualidad de la gracia ha de manifestarse ante las miradas atónitas de los hombres con todo el realce de su brillo divino. Porque aun cuando se da con relativa frecuencia el caso de santos que, no obstante hallarse mal provistos de dones naturales, han ejercido influjo avasallador en su época y ambiente, como un Juan Bautista Vianney, por ejemplo, lo normal es que tal misión corresponda a los espíritus naturalmente elevados, obedeciendo el fenómeno ahora mismo señalado a la falta de correspondencia a la gracia tan frecuente por parte de dichos espíritus, o bien a que Dios quiere manifestar con meridiana claridad la trascendencia de su poderío respecto de sus criaturas.

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El Modernismo Religioso

Por Jaime Boffil Boffil

Tomado de la Revista Cristiandad
año I, nº 13, páginas 294-295
Barcelona, 1 de octubre de 1944


«Enimvero non is a veritate discedat qui eos ecclesiae adversarios quovis alio perniciosores habeat. Ciertamente, no se apartará de la verdad quien los tenga como los más perniciosos adversarios de la Iglesia.» (Encíclica Pascendi)

El espectáculo de un jefe autocrático que se ve obligado, en un momento dado, no sólo a prescindir, sino a enjuiciar y a sancionar gravemente a sus más íntimos colaboradores, es altamente dramático.

¡Qué emociones debían embargar, por ejemplo, a Mussolini cuando se vio traicionado incluso por su yerno! Si la memoria de Julio César pasó en aquel momento por su mente, tan propensa de seguro a estas analogías, el «Tu quoque, fili mi!» debía, naturalmente, presentársele.

¿Quién no compartió un poco estas emociones? ¿Quién no había sentido otra parecida en 1938, cuando Stalin mandó fusilar a casi todos los miembros de su vieja guardia? El 30 de junio de 1934 (Hitler).

Me imagino, en momentos semejantes, a un jefe de Prensa anunciando con un rostro muy serio, muy pálido, muy impasible, la noticia de la traición sofocada a los periodistas encargados de transmitir al país: «La Patria se ha librado hoy de un grave peligro».

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Esta misma mezcla de sentimientos encontrados: congoja, escalofrío, aturdimiento y cólera se experimenta al ver a Pío X, el gran Pontífice de principios de siglo, ejecutar un acto semejante con la publicación de la Encíclica Pascendi, que nunca más le han perdonado sus enemigos.

Toda ella, en efecto, no hace más que sugerir un grito: «La Iglesia se ha librado hoy de un grave peligro».

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El problema del Dolor. III. La Bondad Divina


por C. S. Lewis



El amor puede tolerar y el amor puede perdonar... pero jamás puede conciliarse con un objeto no amable... Por lo tanto, Dios no puede conciliarse con tu pecado, porque el pecado en sí es incapaz de sufrir alteración; pero Él sí puede conciliarse con tu persona, porque ésta puede ser sanada.

TRAHERNE. Centuria of Meditations, II, 30.

Toda reflexión acerca de la bondad de Dios presenta de inmediato el siguiente problema.

Por una parte, si Dios es más sabio que nosotros, su juicio debe diferir del nuestro en muchos aspectos, y no menos con respecto al bien y al mal. Lo que nos parece bueno puede, por lo tanto, no ser bueno a sus ojos; y lo que nos parece malo, puede no serlo.

Por otra parte, si el juicio moral de Dios difiere en tal forma del nuestro que aquello que para nosotros es "negro" puede para Él ser "blanco", el que lo llamemos bueno significa absolutamente nada, ya que decir "Dios es bueno" y al mismo tiempo afirmar que su bondad es completamente diferente a la nuestra, es realmente sólo decir "Dios es, no sabemos qué". Y, una cualidad completamente desconocida de Dios no puede darnos un fundamento moral para amarle y obedecerle. Si Él no es (en nuestro sentido) "bueno", le obedeceremos-si es que lo hacemos- solamente por miedo, y deberíamos estar igualmente dispuestos a obedecer a un espíritu malévolo omnipotente. La doctrina de la depravación total -cuando se llega a la conclusión que, ya que somos completamente depravados, nuestra idea del bien vale simplemente nada- puede convertir el cristianismo en una forma de culto al demonio.

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11 de Julio, Festividad de San Pío I, Papa y Mártir


S. PIO I (140-155)

Nació en Aquileya, en el Friuli. El suyo fue un pontificado largo, si se considera la época. Algunos historiadores le atribuyen la decisión y la elección de la fecha de la Pascua, que debía ser el primer domingo después del plenilunio de marzo. Otros estudiosos la atribuyen a su sucesor S. Aniceto. Se opuso a la herejía del gnóstico Marción. Inspirándose al pensarniento de S. Justino expresado en el "Diálogo con Trifón", Pío estableció normas para la acogida de los judíos convertidos a la fe cristiana.
Se le atribuye un rigor particular contra el laxismo de las costumbres, especialmente por parte de los eclesiásticos.
En su pontificado S. Justino murió decapitado.
Según la tradición también Pío murió mártir y fue enterrado cerca de la tumba de S. Pedro.

10 de julio de 2008

Crucifixion


DUCCIO di Buoninsegna
Crucifixion
1308-11
Tempera on wood, 100 x 76 cm
Museo dell'Opera del Duomo, Siena



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SEMBLANZA DEL PADRE CASTELLANI


por Roque Raúl Aragón

Pronunciada en Bella Vista, 14 de Agosto de 1993.

Tomada de Et voilà!

Artículo doble. El artículo en sí mismo y develar a su autor. Haga click sobre el nombre ( en rojo), para conocer un poco su personalidad.

Nómbrese a Dios dicen los chilenos cuando arrancan para un viaje, y nosotros vamos a hacer en estos dos días un viaje alrededor de la personalidad de este hombre enorme, muerto hace años y presente todavía entre sus contemporáneos, unido aún a las soluciones que ha propiciado para los grandes problemas de la Patria.

MAESTRO

Yo tendría que hacer según el programa, la semblanza del P. Castellani. Pero no se entienda esto en el sentido de una etopeya en la que el que juzga se siente o se coloca en cierto modo por encima del juzgado. Nunca he podido hablar de mis maestros y el P. Castellani fue esa cosa extraña que es un maestro, esa cosa que uno descubre de golpe en la vida y que lo llena y lo sacia y le da deseos de progresar en la dependencia que crea el magisterio. El maestro es el que ve más allá de uno, el que llega con su inteligencia adonde la propia no alcanza, el que conduce y acompaña, aquel a quien se siente siempre en las circunstancia difíciles, aunque no esté presente.
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Razón de la tradición.


por Gonzalo Fernández de la Mora

Hay quienes entienden la tradición como una revelación, ya originaria ya histórica, apenas asequible al logos. Es el caso de las tradiciones religiosas, como la judía, donde la única aproximación intelectual correcta es la exégesis del texto inspirado. Pero la tradición también es abordable desde otra perspectiva, la estrictamente racional.

Tradición es trasmisión desde el pasado al presente y, probablemente, hacia el futuro. La primera cuestión es determinar quién transmite. El sujeto de la tradición es el hombre. Los demás animales nacen con unos instintos inscritos en su código genético y pueden aprender ciertas prácticas específicas o de domesticación; pero carecen de tradición. Sólo los seres humanos inventan, asumen y perfeccionan tradiciones. Y lo hacen como individuos y como miembros de un grupo. Hay tradiciones hospicianas porque se desconoce a su inventor, no porque aparezcan por generación espontánea. Los autores de la tradición judía son los redactores de los libros bíblicos y los patriarcas. Las sociedades son destinatarias, portadoras y peremnizadoras de las tradiciones, pero no sus creadoras. Acontece lo mismo que con la llamada poesía popular: procede de un rapsoda concreto, aunque olvidado y luego colectivizado. El origen de toda tradición es individual aunque se ignore el nombre del actor. Desde su orto, una tradición, en la medida en que es humana, tiene una pretensión de racionalidad y no procede analizarla como un mito. Se puede narrar e incluso dar razón de una tradición porque su curso histórico es racionalizable, no simplemente descriptible. Siempre brota de un logos personal.
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10 de Julio, Festividad de los siete hermanos mártires


El tema de hoy ocurrió unos doscientos años después del nacimiento de Cristo. En esa época vivía en Roma una noble viuda cristiana, llamada Felicitas, que tenía también siete hijos, guapos muchachos y fervorosos discípulos de Cristo. Todos ellos fueron encarcelados por la fe. Siguiendo el orden de las edades, a todos se les fue poniendo uno por uno ante la altenativa de apostatar o morir, más, ayudados por las heroicas palabras de aliento de su madre, todos aquellos jóvenes prefirieron la muerte en testimonio de fidelidad al Salvador. "¡Ea!" –respondió el mayor de los hijos al juez que le inducía traicionar a Cristo-, acaba ya con tu charla; sábete que yo quiero permanecer fiel. Idénticas respuestas dieron los otros seis, y todos fueron muriendo por la fe ante los ojos de aquellos a quienes todavía no había llegado el turno. Y la madre, que había sufrido y muerto, por decirlo así, con cada unos de sus hijos, concluyó aquella inmolación heroica sufriendo cuatro meses después la gloriosa muerte del martirio. ¡Que recibimiento le harían sus hijos en el cielo! De la madre hace conmemoración la Iglesia el día 23 de noviembre, mientras que hoy celebra la fiesta de los siete santos hermanos. Los cánticos y oraciones de la misa de hoy, son de una asombrosa belleza; leámosla con devoción, y si sabemos vincularla con la historia de este día, comprenderemos todo su profundo significado.

Entre los siete hijos de Santa Felicitas hay uno –el penúltimo, llamado Alejandro-, cuyos sagrados despojos fueron trasladados durante la temprana Edad Media, a la villa de Wildeshausen, en la actual provincia de Oldemburgo. No podemos imaginarnos la solemnidad y el gran concurso de gente, procedente de toda Alemania, con que fueron trasladadas las sagradas reliquias. Hoy todavía podemos seguir el itinerario de aquella solemne procesión, pues doquiera los restos del santo se detenían una noche, allí las gentes se encargaban de edificar un templo en honor del joven mártir. Por eso hay en Alemania tantas iglesias dedicadas a San Alejandro.

¡Qué gloriosa fue aquella madre heroica y sus hijos! La madre, en el hogar, lo es todo para sus hijos. Ordinariamente, de ella depende en gran parte el rumbo que sigan éstos el día de mañana.

9 de julio de 2008

Parábola de las puertas de la polis


por el R.P. Leonardo Castellani

“Bienaventurado eres, Simón Bar lona, porque eso ni la carne ni la sangre te lo reveló, sino mi Padre que está en los Cielos. Y Yo te digo a ti, que tú eres Piedra (Kephâ, Petra, Petrus) y. sobre esto Piedra edificaré mi Iglesia; y las Puertas del Infierno no prevalecerán contra ella; y te daré las LLAVES del Reino de los Cielos; y cuanto atares sobre la tierra será atado en el cielo y cuanto desatares sobre la tierra será desatado en el cielo...” (Mat. XVI, 18).

¡Cuántas veces hemos oído este texto! Pero ¿entendido? ¿Re­ducido a la práctica? Es la institución del Primado de Pedro y sus sucesores en la Iglesia de Cristo; se puede decir, la fundación misma de la Iglesia en su nudo central. En el tercer año de la vida pública, después de la tercera Pascua, entre la promesa de la Eucaristía y la primera predicción de la Pasión, cerca de Ce­sarea de Filippo en el confín norte de Judea, allí donde había un templo idolátrico levantado al César por Herodes el Grande y un antiguo templo al dios Pan biforme, allí se hizo la proclama formal de la divinidad de Cristo y la fundación de su Iglesia, entre la adoración de las fuerzas de la Natura, y la adoración del Poder político, los dos polos eternos de la idolatría. Después de esto Cristo comenzó libre neta y repetidamente a declararse en público el Hijo de Dios, igual al Padre. Esta misma expresión “Hijo del Dios vivo” suena en los labios de los dos Kepha (Kephâ, Pedro; Khaiaphas, Caifás) en uno para profesarla, en el otro para condenarla como blasfemia. Sobre la Piedra se divi­dieron los futuros dos campos eternos.
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8 de julio de 2008

Si don Juan de Austria se hubiera casado con la reina María de Escocia


G. K. Chesterton




¿Por qué la historia de amor más famosa, después de la arquetípica de Adán y Eva, es la de Antonio y Cleopatra? Respondería, para empezar, que se debe a la sólida verdad de la historia de Adán y Eva.

A menudo, me he preguntado si después de que los modernos se hayan cansado de jugar con esa historia, burlándose de ella, poniéndola al revés y añadiéndole una moraleja moderna, como una cola nueva o ampliándola para convertirla en una fantasía evolucionista sin pies ni cabeza, se le ocurrirá a alguien contemplar cuán sensata es, siendo tal cual es. Aun siendo una vieja fábula, la vieja fábula es mucho más verdadera con la vieja moraleja. Los cristianos —por lo menos, los de mi credo— no están obligados a tratar el Génesis con el pesado verbalismo del puritano, el hebraísta que no sabe hebreo.

Pero lo extraño es que, cuanto más literalmente la consideramos, más verdadera es, y aunque la materialicemos y la modernicemos para convertirla en la historia del señor y la señora Jones, la antigua moraleja seguirá siendo la misma. A un hombre desnudo y sin nada propio, un amigo le permite el libre uso de todas las frutas y todas las flores de una muy hermosa propiedad; y sólo le pide que le prometa no tocar un árbol frutal en particular. Si nos quedásemos hablando aquí hasta ser más viejos que Matusalén, la moraleja seguiría siendo la misma para el hombre de honor. Si no cumple su palabra, es un grosero; si dice «No cumplo con mi palabra porque creo que hay que romper todas las limitaciones y hay que dilatarse hasta un progreso y una evolución infinitos», es diez veces más grosero; y lo que es peor, se ha convertido en un tonto, además de grosero.

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RETENCIONES: EL “PUPA” ESTÁ EN LAS ÚLTIMAS



por el Dr. Luis María Bandieri

Tomado de El Parte del Torrero


El proyecto de ley sobre retenciones móviles que recibió el sábado 5 de julio sanción en Diputados, y fue pasado para su consideración por el Senado, puede considerarse bajo dos aspectos estrechamente relacionados entre sí: como rutina de mal gobierno y como síntoma de enfermedad terminal de un régimen.

El mal gobierno es práctica vieja en la Argentina. También viene de largo que el ciudadano termine aceptándolo, aunque sea a disgusto y mordiendo el freno, porque no hay otra cosa y este país –“este país de mierda”, en la variante preferida- es así. La amplia faja gris del desprecio de la ley en que coinciden tantos de nuestros connacionales tiene su origen o, cuando menos, su espuela motivadora, en esta conciencia colectiva de que el buen camino no resulta senda practicable en estos pagos. Preferible es ir por izquierda, gambeteando la norma fastidiosa, establecida por quienes se consideran por encima de ella, y con el solo ánimo de incordiar. ...

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8 de Julio, Festividad de Santa Isabel de Portugal


Santa Isabel de Portugal curando las llagas a una enferma.
Autor:
Francisco de Goya y Lucientes.



Hija de Pedro III de Aragón y de Constanza de Sicilia, nació hacia 1270, no se sabe ciertamente si en Zaragoza o Barcelona. A los 12 años fue pedida en matrimonio por los príncipes herederos de Inglaterra y de Nápoles y por don Dionís, rey de Portugal, que fue el aceptado. El 11 febrero de 1282 contrajo matrimonio por poderes en la capilla de Santa María, luego llamada de Santa Águeda, del palacio real de Barcelona. En junio de este mismo año llegó a Portugal y en Troncoso, a donde había salido a recibirla, se encontró con su esposo al que conoció por primera vez.

Los años de reina en la corte portuguesa

La nieta de Jaime I el Conquistador, pese a su corta edad, aparecía ante todos como una mujer adornada de energía tenaz y fuerza de alma no comunes. Además, como quiere la leyenda medieval de su vida, era una mujer dulce y bondadosa, inteligente y bien educada. No obstante estas excepcionales cualidades, bien pronto tuvo que sufrir las infidelidades de su marido, que ella supo disimular con heroico silencio. Nunca quiso enfrentarse con él, sino que con dulzura y amor quería apartarlo de sus ilícitas relaciones. Tan heroica fue su paciencia que hasta llegó a ocuparse con toda solicitud de los hijos bastardos de su esposo. Fuerza para llevar con resignación estos agravios la encontró la reina en su trato con Dios. Bajo la dirección de su confesor, el mercedario fray Pedro Serra, cultivó una intensa vida interior y de entrega a la voluntad divina, sin perder la naturalidad de esposa y reina......

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7 de julio de 2008

A un año del Motu Proprio


¡¡¡ Gracias, Santo Padre!!!


Sobre todo por haber dicho, con clara y viril voz, que la misa tradicional no había sido abrogada, que no estaba "fuera de la Iglesia", como sostenían los más "progresistas" Obispos, sacerdotes y laicos por estos lares.


Carta abierta a los Obispos y Sacerdotes Argentinos


Monseñores y RRPP:

En la Argentina, ¿para cuándo?.
Somos muchos los católicos que creemos que debe tributarse a Dios, Nuestro Señor, un culto digno de su Inmensa Majestad, no sujeto a la imaginación o histrionismo del ministro, por no hablar de su chabacanería o improvisación litúrgica.
¿Cuál es la razón por la qué no surgen misas tradicionales en sus Obispados y parroquias?.
Si para comulgar de pie y en la mano somos "cristianos adultos", ¿porqué se nos niega la posibilidad de comulgar de rodillas, cual "niños" que creen en la Presencia Real de N.S.J.C.?.
¿Porqué tanta "preocupación social", tanto "diálogo" y tan poca preocupación por la salvación de las almas?.
Esperando, casi en vano, alguna respuesta me despido de Uds

Filialmente suyo en Xto. Rey

Cruzamante

León XIII y la intelectualidad cristiana

por Jaime Boffil Boffil

Uno de los nombres con que universalmente se saluda la figura de León XIII es el de «restaurador de la ciencia cristiana». Sigue en esto la tradición de los supremos Pastores de la Iglesia, que siempre consideraron ser cosa tocante a su ministerio elevar la verdadera ciencia. ¿Bajo qué punto de vista les compete ocuparse de ella? Evidentemente, en cuanto afecta a lo que constituye la razón de ser del Magisterio supremo y universal de la Iglesia: conservar a los hombres la libertad de hijos de Dios, por medio de la verdad de Cristo.

León XIII, en efecto, subraya enérgicamente que la restauración intelectual del humano linaje en nuestros días es ante todo una obra divina:

«Al ser instituida la religión cristiana, el universo recobró su primitiva dignidad mediante la admirable luz de la fe, difundida, no con argumentos de humano saber, sino con la manifestación del Espíritu y el poder de Dios. (I Cor. II, 4). De la misma manera en nuestros días. La disipación de los errores que entenebrecen la humana inteligencia hay que esperarla ante todo del omnipotente auxilio divino».{1}

Este planteo sobrenatural del problema, su invitación a los fieles a pedir los dones del Divino Espíritu, no excluye, en el ánimo del Pontífice, los medios naturales; entre cuyos auxilios, dice, consta ser el principal el recto uso de la filosofía. Un primer problema se nos plantea, pues, al estudiar la restauración intelectual emprendida por León XIII, a saber, la....

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Tomado de Revista Cristiandad, año I, nº 10, páginas 225-227, Barcelona, 15 de agosto de 1944.

El problema del dolor. II.- La omnipontencia divina


Por C. S. Lewis




No depende de la omnipotencia de Dios lo que es contradictorio.

SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma teológica, I, xxv, Art. 4.

"Si Dios fuera bueno, desearía que sus creaturas fueran perfectamente felices, y si fuera todopoderoso sería capaz de hacer aquello que desea. Por lo tanto, Dios carece de bondad o poder, o de ambas facultades". En esto consiste el problema del dolor en su forma más simple. La posibilidad de resolverlo depende de demostrar que los términos "bueno" y "todopoderoso", y quizá también el término "feliz", son equívocos; ya que, desde un principio, se debe admitir que si el significado que comúnmente se asocia a estas palabras es el mejor, o el único posible, el problema es insalvable. En este capítulo haré algunos comentarios acerca de la idea de omnipotencia, y, en el siguiente, algunos acerca de la bondad. Omnipotencia significa "poder hacer todo o todas las cosas"[14]. La Sagrada Escritura nos dice que "con Dios todo es posible". Es muy común que en una discusión un no creyente nos diga que Dios, de existir y ser bueno, haría esto o aquello; si, entonces, señalamos que la acción propuesta es imposible, no es raro que nos encontremos con la siguiente réplica, "pero yo pensé que se suponía que Dios era capaz de hacer cualquier cosa".

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De Condestable de Portugal a monje carmelita



Estatua ecuestre del Beato Nuño Alvarez Pereira (1360-1431).
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7 de Julio, Festividad de San Cirilo y San Metodio. San Fermín. (España)


San Cirilo, Monje y San Metodio, Obispo

Son los copatronos de Europa. Dos hermanos de sangre y de espíritu. Más aún, también de apostolado y de misión. Los dos arribaron a la santidad entregándose a la salvación de sus hermanos los eslavos y luchando por la fidelidad a la Iglesia de Roma.

Hoy y siempre ha sido el tema del "ecumenismo" algo básico para la Iglesia y ellos pueden ser considerados como modelos para tenerlos presentes en estos tiempos que tanto se habla y se escribe sobre ello, copiando su ejemplo, con espíritu de misión, evangelizando y convirtiendo a las gentes a la verdadera Fe. No agotándose en un mero "diálogo". Su profesor y jefe eclesiástico, Focio, que llegaría a ser patriarca de Constantinopla y que rompería con Roma, no pudo conseguir que los dos hermanos siguieran sus huellas.

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Propio de España

San Fermín, Obispo y Mártir


Fermín, obispo († s. II ?)

Pampilón para los romanos, Iruña para los vascos y Pamplona en la actualidad. A orillas del Arga, pequeña meseta entre montañas y punto de confluencia en los trazados de las vías romanas por la situación estratégica que unía las ubérrimas tierras de Aquitania -más allá de los montes- con los feraces campos ribereños del Ebro.

Se da por probado que sus padres eran romanos: Firmo, alto funcionario de la administración en el lugar y su esposa Eugenia, matrona ilustre por su ascendencia noble. Conocieron al presbítero Honorato que con sencillez y gravedad les enseñó los rudimentos de la fe cristiana; para eso había sido enviado desde las Galias por el obispo Saturnino que apostolizaba la región del Languedoc. Luego será el mismo obispo Saturnino quien venga a Pamplona -llamada también por las Actas Pompanyópolis- para bautizar a los primeros cristianos navarros. Y poco después, recién bautizado, Fermín vivirá tras los Pirineos; llegará más adelante a ordenarse sacerdote y luego será consagrado obispo de Pamplona -el primero- donde organizará a su rebaño creciente, ordenará sacerdotes y dispondrá lo necesario para extender la salvación.

Da testimonio de Cristo con valentía y audacia desconocida hasta el momento por más tierras que las navarras. Se le vió evangelizando en Agen, Auvernia, Angers, Anjou y Normandía. En Beauvais dicen que estuvo preso. La Picardía y los Países Bajos conocieron al santo y en Amiens -que también lo tiene por patrón, aunque celebra su fiesta en distinta fecha- fue decapitado.

Dicen que un neoconverso por nombre Faustiniano recogió su cadáver y le dio sepultura en su misma propiedad hasta que más tarde trasladaron sus restos a la iglesia que el mismo Fermín construyó. Más adelante, se repartieron sus reliquias entre Amiens y Pamplona.

6 de julio de 2008

El «genio religioso» de Lutero



por Juan Manuel de Prada

Tomado de ABC.es




CUANDO un periódico abre sus páginas a un maestro, su lectura se convierte en un festín de la inteligencia; y esa bendición acaba de caernos a los lectores de ABC con la incorporación de Eugenio Trías, que ayer se estrenaba con una estimulante tercera titulada «La Biblia y nuestros hábitos lectores». Tan estimulante que me lleva a polemizar con el maestro, solicitando la benevolencia del lector. En su tercera, Trías proponía que la indigencia lectora de los españoles podría tener su origen en el «catolicismo romano», que a diferencia de las confesiones reformadas ha sido reticente «a entregar al feligrés el texto bíblico». Trías considera con buen criterio que leer la Biblia «podría ser el mejor modo de fortalecer la conciencia religiosa». Falta determinar, sin embargo, si la modalidad luterana de lectura bíblica ha traído al mundo el fortalecimiento de tal conciencia, o más bien lo contrario.
La Reforma de Lutero hizo realidad amarga la parábola de la cizaña y el trigo. Lutero, en un rapto megalómano, quiso arrancar antes de tiempo esa cizaña (la corrupción de la Iglesia) y lo que hizo más bien fue desperdigarla. Rompió la unidad de la Iglesia, trayendo a cambio libertad, muchisísima libertad: libre examen, libre expresión de la fe religiosa, libre lectura de la Biblia, etcétera. Tantisísima libertad que, a la postre, el protestantismo se quedó hecho unos zorros; y, si no desapareció del todo, fue porque restauró una serie de cosas -subsistentes en la Iglesia católica- que había empezado por repudiar: liturgia, organización eclesiástica, etcétera. Decía Chesterton que la confianza en nuestro padre no nace de que lo consideremos un montón de verdades, sino alguien que dice la verdad; y las verdades en las que cree el católico no están en un amontonamiento informe de dogmas, sino en la vida viva de la Iglesia, que les da forma y sentido. Esta idea del magisterio vivo de la Iglesia no logró entenderla Lutero, que presentó la inspiración personal de cada hombre aferrado a su Biblia como una liberación de la tiranía papal. Lutero ignoraba -o fingió que ignoraba- que la ayuda del Espíritu prometida a la Iglesia no quiere decir que cada quisque se puede convertir en exegeta cada vez que lee la Biblia.
Ya sabemos cuál es la novedad teológica introducida por Lutero, su «genio religioso». Consiste en decir que Jesús ya sufrió por nuestros pecados y que, por lo tanto, ya estamos perdonados; así que, para salvarnos, basta con que se nos apliquen los méritos de Jesús por medio de la fe. Así, si piensas que crees, esa fe basta; pero cuando no vives como piensas, terminas pensando como vives. La palabra, bien lo sabe Trías, no es en sí misma sabiduría, sino sirvienta de la sabiduría; y, cuando se rebela contra esa servidumbre, se convierte en charlatanería vacua. Como escribió el gran Castellani con su habitual gracejo, «desde que Lutero aseguró a cada lector de la Biblia la asistencia del Espíritu Santo, esta persona de la Santísima Trinidad empezó a decir unas macanas espantosas». La lectura de la Biblia requiere la estrella de la fe, pero también conocimientos culturales sólidos y hábitos curtidos de meditación. La lectura luterana de la Biblia desató la enfermedad de la inteligencia denominada diletantismo, que luego ha contagiado la lectura en general y, por proceso virulento de metástasis, la cultura occidental toda: deseo orgulloso de saber sin estudiar, soberbia de la ignorancia, etcétera; lo cual, naturalmente, no tarda en complicarse con elementos de escepticismo y de destrucción voluptuosa del tesoro heredado de la tradición; elementos que alimentan y fortalecen la muerte de la conciencia religiosa. La lectura de la Biblia preconizada por Lutero ha traído, en definitiva, una suerte de fatuidad intelectual que convierte el deleite del entendimiento en un fin en sí mismo, cuando debería ser un medio para alcanzar la sabiduría. Y los deleites del entendimiento acaban degenerando, inevitablemente, en aberraciones del entendimiento: y, así, hay gente que lee el Cantar de los Cantares como si fuese una especie de Kamasutra finolis, y el Apocalipsis como si fuese un compendio de astrología patafísica, y los Evangelios como si fuesen una colección de dulces consejas moralistas. ¡Bendita reticencia del catolicismo romano a este tipo de lectura bíblica! En esa heroica reticencia subsiste la poca sabiduría que resta en el mundo.

La lección de la hidalguía

Grabado de Gustave Doré

por Antonio Alvarez Mendez-Trelles

Publicado en la Revista Alférez, Madrid, Junio de 1948

Al entrar en Sierra Morena –después del apaleamiento que le propinaron los galeotes– ocurrióle a nuestro héroe aquella aventura de la maleta abandonada. Parecióle a Sancho bueno el hallazgo, máxime cuando sus ojos pudieron regodearse con el brillo dorado de unos escudos que envueltos en un pañizuelo había. Luego, a fuerza de revolver y entre unas prendas de fina ropa, encontróse también un librillo de memoria que dio mucho gusto a don Quijote. Dice Cervantes, al llegar a esto, que «en tanto que don Quijote pasaba el libro, pasaba Sancho la maleta». Los dos con atención y devoción. De un mismo sitio y a un mismo tiempo sacaron ambos gozos diferentes. El mundo, una vez más, visto por prismas diversos; y ahora en forma de una maleta maltratada y rota en la que todo se contiene, bueno y malo, ofreciéndose a aquel que en sus entrañas revuelva. El problema de esta aventura quijotesca –no hay aventura quijotesca sin su problema– quizá consista tan sólo en saber elegir, de entre las sedas y el oro que a nuestra vista se ofrecen, el librillo de memoria que Dios concede, para su consuelo, a toda alma sencilla que lo busque con buena voluntad... El oro y el librillo de memoria. Y ante ellos el gran problema del elegir, del definirnos. Porque según sea nuestra elección así nos habremos definido. La diferencia entre los seres humanos no radica en una distinta capacidad creadora –de la que todos, en esencia, carecemos–, sino en la diversa aceptación por cada uno de nosotros de las inspiraciones que la vida nos ofrece. El caballero y el villano se distinguen clara y precisamente por la distinta reacción ante un hecho que impresiona la retina delicada de nuestra sensibilidad.En tanto, mientras contaba Sancho sus dineros, gozábase don Quijote en la lectura de las hojas manuscritas. Tópase luego, al pasar algunas páginas, con una carta de amores y léela en voz alta porque también Sancho «gusta destas cosas». Es la carta galana y comedida. Y sobre todo muy acertada y profunda en uno de sus puntos, una queja amorosa, elegante y concisa, que hace meditar a don Quijote:
—«Desechásteme, ¡oh ingrata!, por quien tiene más, no por quien vale más que yo.»
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Comentario literario sobre Intelectuales de Paul Johnson



Título: Intelectuales
Autor: Paul Johnson

por Fernando José Vaquero Oroquieta



Los "intelectuales" cumplen, desde el siglo XVII, la función desarrollada tradicionalmente por clérigos y escribas; pero emancipados de toda Iglesia, tradición y dependencia externa, conforme a su particular criterio revolucionario. De esta forma han cargado sobre sus hombros la responsabilidad de encaminar a la humanidad hacia metas más altas, liberándola de sus seculares ataduras, siendo los propios "intelectuales", que así se proclaman, los encargados de establecer la adecuación de objetivos y medios.Esta pretensión, tan ambiciosa como voluntarista, puede ser analizada, en primer término, contrastándose con sus realizaciones prácticas. Otro criterio de análisis, que no se suele aplicar, es el estudio de la coherencia alcanzada entre el comportamiento personal de esos "intelectuales" y sus altos objetivos. Este segundo es el criterio seguido por Paul Johnson en su libro "intelectuales" (Javier Vergara Editor, Buenos Aires, 2000, 448 páginas). Ya en sus tres primeras líneas, redactadas en el agradecimiento inicial, el autor descubre su línea de trabajo: «Esta obra es un análisis de las credenciales morales y de juicio de ciertos "intelectuales" notables para aconsejar a la humanidad sobre cómo conducir sus asuntos». En consecuencia, las preguntas que intenta responder este texto son: ¿con qué cuidado esos "intelectuales" examinan las evidencias?, ¿respetan la verdad?, ¿cómo aplicaron esos principios a su vida privada?
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Tomado de Revista Arbil