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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

2 de abril de 2011

Por otro 2 de Abril
























Tomado de Cabildo

os han cambiado en estos años los nombres verdaderos de las cosas. Nos falsificaron la historia que hemos visto y vivido, con la misma osadía con que nos roban el alma nacional. La confusión, el olvido y la infidelidad predominan. Por eso corresponde una vez más aclarar y recordar. Ser leales con la memoria, con la palabra y con los hechos. Ser leales a los caídos y a quienes sin rendirse aguardan el momento de repetir la gloriosa reconquista.

Primero —corrían todavía los días de la guerra— se insistía en calificarla como una maniobra política frente a la cual había que marcar una fría distancia. No faltó el oscuro periodista de Río Negro que en carta vergonzosa a un destinatario complaciente, renegó de la gesta porque “Los sentimientos nacionales —según expresaba— no han sido favorables al progreso humano”. Hoy, este sujeto ocupa el Ministerio de Educación y Justicia, y quien recibió, aprobando, semejante correspondencia, es uno de los libretistas más cotizados de la fabulación oficial sobre los derechos humanos.

Éste es sólo un ejemplo apenas, del clima de traición en el que estamos envueltos…

Es claro que la gesta del 2 de abril era una maniobra política; de política soberana, altiva, varonil y guerrera. Por eso no la pueden perdonar los cobardes y los renegados.

Después, cuando las acciones bélicas no nos fueron favorables, se empezó a justificar y a planear la derrota con argumentos tan indignos como falsos. La moral de los vencidos reemplazó al mandato de los héroes, y para consumar sus propósitos acudieron a todos los recursos, desde la sensiblería más cursi, hasta la diplomacia del gallinero. Nadie faltó al complot aún no investigado, excepto aquellos que tenían su corazón o su cuerpo peleando en Malvinas.

Ninguno de los presentes en aquella traición han sido castigado. Por el contrario, hoy gozan de poder y de cargos importantes. Los únicos castigados y perseguidos son los que pelearon con orgullo en las dos guerras justas que se libraron en este siglo: la guerra contra el marxismo y la guerra contra el enemigo anglosajón. Si esto no sacude de rabia y no arrebata los espíritus hasta la revancha y la victoria, es porque no se tiene sangre de argentino entre las venas…

Y se nos dijo entonces —y se repite por todos lados— que gracias a la derrota hoy gozamos de democracia. Si esto es cierto, define por sí al gobierno instalado: gobierno de los claudicantes en contra de la grandeza nacional. Y si se habla de la supuesta libertad recuperada, cabe reaccionar urgentemente contra esto, con la sentencia del Gral. San Martín: “Maldita sea tal libertad. No será el hijo de mi madre el que vaya a gozar de los beneficios que ella proporciona”. Quien compensa el fracaso de las armas con el éxito de las urnas, y el dolor del abatimiento con el placer del libertinaje, es un traidor a Dios y a la Patria.

Pero no era suficiente descalificar al 2 de abril considerándolo una vulgar maniobra política. Era preciso algo más grave, algo más canallesco y ruin todavía. Era preciso borrar de la inteligencia y de los ánimos el orgullo y la pasión por la gesta reconquistadora; era preciso manosear lo ocurrido, hacernos sentir culpables por haber ido al frente. En una palabra: era preciso desmalvinizar la Argentina. Este es el único genocidio por el que nadie reclama tribunales: el estar matando la gloria y el honor de un pueblo que, como pocas veces, mereció ese nombre, peleando por su soberanía…

En Malvinas hubo sangre derramada, hubo hazañas y hubo próceres cuyos nombres ya no pronuncia ni recuerda nadie, hubo oraciones compartidas al pie de la trinchera, hubo jefes que marcharon con dignidad y subalternos que se comportaron como jefes, hubo ejemplos y testimonios inolvidables, sacrificios, abnegación, desinterés y arrojo.

Y hubo algo que no podrá negarse con películas infames o libelos canallas: ninguno de los caídos, ninguno de los muertos, acabó su vida maldiciendo la guerra. Cerraron sus ojos entre rosarios, el cuerpo hundido entre la turba, pero la cara al sol buscando los luceros; y ellos están presentes con nosotros. Que nadie se confunda: los ingleses en Malvinas recibieron la paliza del siglo y pasaron los momentos más negros en la historia de su flota pirata. Otro hubiera sido el resultado sin la ayuda de los yankees y de los chilenos, otro hubiera sido el resultado de gobernar en esas islas un caudillo guerrero en vez de un repartidor de televisores.

Y otro va a ser el resultado cuando volvamos firmes y dispuestos a vencer o morir.

Tampoco vamos a negar que necesitamos auxilio y asistencia; pero nos duele y nos llena de espanto ver tantos que utilizan su condición de excombatientes para dar lástima, o para sumarse al resentimiento del marxismo, al que jamás le importó la Nación y ahora pretende interesarse por las Malvinas y sus soldados.

El comunismo es tan apátrida como ateo, y no puede entender ni asumir como propia una guerra en la que se pelea bajo el lema “Dios y Patria o muerte”. En estos días que corren tenemos que estar alertas de un modo muy especial. La desmalvinización está manejada desde el poder político y todo lo que éste realiza aumenta nuestra derrota. Ninguna ofensiva exterior soberana funciona actualmente. Si realmente les importaran las tierras australes, en vez de proyectar un descabellado traslado de la capital empezarían por atacar con aciones y no con verborragia, empezarían por movilizar al pueblo con una mística de batalla y no adormecerlo y encanallecerlo con la pornografía. Entonces, sí, se avanzaría de verdad hacia el sur, hacia el mar, hacia el frío.

Y seríamos nosotros los primeros en enrolarnos para esa marcha grandiosa. Y en estos días que se avecinan, los excombatientes y los jóvenes debemos estar en estado de alerta. Se nos va a hablar de la paz hasta la saturación, y montones de hipócritas, a quienes nada les interesa respetar las enseñanzas de la Iglesia de Cristo, serán los primeros en hablar de la paz como si supieran lo que dicen.

Nosotros le hemos escrito al Santo Padre con el afecto y el respeto que nos merece. Le hemos escrito en nombre de la verdadera paz que nace de la justicia y del orden. Le hemos pedido que bendiga nuestra guerra justa y que al igual que en Polonia, hablándole a sus compatriotas, nos anime a resistir tenazmente y esperar la hora de la victoria marcada en el reloj universal de la historia. Y le hemos recordado al Papa unos versos de un poeta polaco que gustaba repetir el Padre Popieluszko, mártir de Cristo, asesinado por los comunistas:

“Cruces y espadas, tal es nuestro destino…
Herir por doquier la perdición y el mal
de que no terminamos de librarnos…
Gritar que somos infatigables,
que nuestro corazón quebrado en nuestro pecho
no se doblegará, no cambiará…
Y leer en los siglos la suerte elegida…
La muerte es perecedera; la fe, eterna”.

Cruces y Espadas es lo que necesitan los combatientes. Cruces y Espadas es lo que necesita la Patria para hacer realidad una consigna que venimos repitiendo desde junio de 1982:

¡Malvinas volveremos!
¡Malvinas venceremos!
¡Viva la Patria!

V.G. Marcelo Alvarado

Dulce et decorum est, pro patria mori





















¡ Gloria y honor a los caídos en defensa de la Patria!
¡Las Islas Malvinas fueron, son y serán Argentinas!
¡Volveremos!

Mentiras






por Juan Manuel de Prada





Tomado de ABC








icen que el comer y el rascar todo es empezar; y lo mismo podría predicarse del mentir. Se empieza mintiendo con rubor y embarazo, pero una vez que se le coge el tranquillo a la mentira, se acaba mintiendo con la misma facilidad con que se respira. Esta inercia gustosa de la mentira parece haberse adueñado de nuestro gobierno, que después de mentirnos sobre sus conversaciones con los etarras también pretendía mentirnos sobre sus conversaciones con el príncipe de Gales, a quien los cronistas de sociedad califican de «elegantísimo», que es como piadosamente se denomina a los príncipes en edad provecta a los que ya se les pasó el arroz. Los fontaneros de Moncloa debieron ver muy pasado al provecto príncipe, a quien la maledicencia popular atribuye ciertos brotes de alzheimer; y así discurrieron intercalar algunas mentiras en un comunicado de prensa en el que se insinuaba que Zapatero y el provecto príncipe ambos habrían hablado sobre Gibraltar. Pero las mentiras, cuando tu interlocutor no padece alzheimer, tienen las patas cortas; y en unas pocas horas la embajada británica, actuando al más puro estilo etarra, emitió un desmentido que dejaba a la altura del betún a los fontaneros de Moncloa.
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La Fortaleza (2)




por Josef Pieper




Tomado de Centro Pieper


«La gloria de la fortaleza depende de la justicia»
(Summa theologica, 2-2, 123, 12 ad 3)



II. Dispuesto a Caer

La fortaleza supone vulnerabilidad

a fortaleza supone vulnerabilidad; sin vulnerabilidad no se daría ni la posibilidad misma de la fortaleza. En la medida en que no es vulnerable, está vedado al ángel participar de esta virtud. Ser fuerte o valiente no significa sino esto: poder recibir una herida. Si el hombre puede ser fuerte, es porque es esencialmente vulnerable.

Por herida se entiende aquí toda agresión, contraria a la voluntad, que pueda sufrir la integridad natural, toda lesión del ser que descansa en sí mismo, todo aquello que, aconteciendo en y con nosotros, sucede en contra de nuestra voluntad. En suma: todo cuanto es de alguna manera negativo, cuanto acarrea daño y dolor, cuanto inquieta y oprime.

Relación implícita con la muerte

Pero la más grave y honda de todas las heridas es la muerte. Hasta las heridas no mortales son imágenes de la muerte; esta lesión extrema, este último «no» extiende la esfera de su influjo a toda negación penúltima, en la que vislumbramos como un reflejo suyo.

De este modo la fortaleza está siempre referida a la muerte, a la que ni un instante cesa de mirar cara a cara. Ser fuerte es, en el fondo, estar dispuesto a morir. O dicho con más exactitud: estar dispuesto a caer, si por caer entendemos morir en el combate.

Toda herida del ser natural entraña la referencia a la muerte. Todo acto de fortaleza se nutre así de la disposición a morir como de su raíz más profunda, por distante que un tal acto pueda parecer, visto desde fuera, del pensamiento de la muerte. Una «fortaleza» que no descienda hasta las profundidades del estar dispuesto a caer está podrida de raíz y falta de auténtica eficacia.
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2 de Abril

2 de Abril, San Francisco de Paula, Fundador

Santoral católico del 2 de Abril

  • San Francisco de Paula, Fundador
  • Santa María Egipciaca, Penitente
  • Santa Teodosia, Mártir
  • San Apiano o Amfiano, Mártir
  • Beato Leopoldo de Gaiche, Sacerdote de la Primera Orden
  • San Abbondio, Obispo
  • Beato Juancito (Costa), Pastor y Mártir
  • San Nicecio de Lyon,
  • Beato Juan Payne, Mártir
  • Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes. R. Deo Gratias.



San Francisco de Paula


l alborear el 27 de marzo de 1416, en un caserío de Paola, pequeño centro urbano del reino de Nápoles, hubo un gozo desbordado. Santiago de Alessio y su esposa Viena contemplaron embelesados la sonrisa de su primogénito, ardientemente deseado por espacio de tres lustros. Convencidos de haberlo obtenido del cielo por intercesión del serafín de Asís, le impusieron el nombre de Francisco. La leyenda aureoló las sienes del recién nacido con guirnaldas de poesía y de música. Una luz esplendorosa rasgó las tinieblas de la noche. Se oyeron en los aires armonías misteriosas. ¡Feliz presagio! Francisco disiparía las tinieblas que ensombrecían el momento histórico en que le tocó vivir con los rayos luminosos de su santidad de taumaturgo, y apaciguaría los ánimos enconados con el acento persuasivo de su voz de profeta.

En el regazo de la madre el niño aprendió a conocer a Jesús y María, que serían los amores de toda su vida. Sus primeros silabeos tuvieron sonoridades de oración, y fueron actos de virtud sus primeras acciones infantiles. También aprendió a leer. Las primeras letras constituyeron todo su caudal de cultura en una época de espléndido renacimiento. Una alevosa enfermedad amenazó su vista; mas, antes de que perdiera la posibilidad de contemplar las bellezas de la creación, sus padres le ofrecieron a San Francisco de Asís y el milagro se obró. Contaba el niño trece años cuando, en 1428, a fuer de agradecido y cumpliendo el voto, se vistió de oblato en el convento franciscano de San Marco Argentano. Y en esta escuela perfeccionó el silabario de su futura providencial actuación. Los frailes entreveían gozosos en el ejemplar jovenzuelo un perfecto dechado de vida franciscana. Mas muy otros eran los designios de Dios.
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1 de abril de 2011

¡Arriba España!




Tomado del Blog de CaBILDO


PRIMERO DE ABRIL:

EL DÍA DE LA VICTORIA


“En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo…”


Si nuestra fue la Cruzada, de 1936 a 1939, de ellos fue la guerra civil, de 1938 a 1939. Efectivamente, dentro de sus frentes y en las ciudades que ocupaban, los rojos tuvieron su propia guerra en miniatura, tal vez para poder ganar alguna batalla en la península. Así fue que los socialistas se tiroteaban entre sí, ya fueran “los de Largo Caballero” contra “los de Prieto”, o bien los anarquistas de la F.A.I. contra los comunistas de Barcelona, o quizás todos ellos contra los del Partido Obrero de Unificación Marxista, alias ¡POUM! que acabó con fama de ser fascista, vaya uno a saber por qué. Los demonios, aún cuando se unan para llevar adelante su guerra contra los hijos de la Mujer, se odian entre sí, y a estos “luchadores por la libertad” (…de perdición, diríamos con cierto tinte papal en la expresión) les pasaba otro tanto.

Pero mientras los rojos retrocedían peleándose entre sí y llevándose el oro a Rusia, Cataluña volvía a ser de España, las políticamente llamadas potencias se apresuraban a designar embajadores ante la España de Burgos (cuartel general de Franco) para no quedar fuera de foco, y los diarios internacionales empezaban a pensar cómo podrían explicar el triunfo de los nacionales luego de publicar tantos comunicados triunfalistas de los republicanos, dirijamos nuestra mirada hacia quienes más habían sufrido en los casi tres años de combates: veamos a Madrid y a la Iglesia.

¡Madrid! En realidad, Madrid no fue ocupada el 28 de marzo de 1939: la verdadera ocupación tuvo lugar varios años antes, y la llevaron a cabo los milicianos, que la llenaron con su odio a todo lo sacro, a todo lo honrado. Estos invasores, los llamados leales que fueron desleales a todo lo divino y lo humano, se encargaron de sembrar de chekas y cadáveres su territorio, y en medio de la suciedad y las ruinas que toda guerra trae aparejada, escribieron en cada pared, en cada escaparate, en cada cartelón, sus consignas más rutilantes: “Fortificarse es vencer”, “Madrid será la tumba del fascismo”, “Madrid resiste”, y la última, la más famosa y desafiante: “¡No pasarán!”

(¡Qué diferencia con las calles de cada pueblo liberado, ya fuesen éstas grandes avenidas o humildes callejuelas, donde además de los vítores a España, a Franco y a la Falange, solía aparecer una frase breve, pero llena de un hondísimo sentimiento, reflejo del alma de quienes la escribían, síntesis expresiva que apuntaba a lo espiritual por sobre todo: “Ante Dios no serás héroe anónimo”).

Lo cierto fue que se llegó a las puertas de Madrid y… pasamos, claro. El avance final fue una marcha jubilosa, casi no hubo resistencia. Los soldados republicanos, hartos de tantas privaciones y mentiras, salían al encuentro de los nacionales y muchas veces, luego de tirar sus armas y saludarlos con el brazo en alto, les pedían que les diesen algo de comer y que los aceptaran en sus filas. Al fin de cuentas, es menester recordarlo: no eran soviéticos, sino españoles.

Muchos de los milicianos, que habían asesinado a tantos prisioneros patriotas, se paseaban masivamente enarbolando banderas blancas. Desde la Ciudad Universitaria, donde habían llegado las tropas marroquíes del Ejército de África, desde Carabanchel, desde la Casa de Campo, los soldados de Dios y de España buscaban el centro de la capital, donde la quinta columna (los partidarios camuflados que resistieron el terror de los tres años de la guerra en los sótanos de Madrid) se había lanzado a la calle a liberar a los presos que aún estaban con vida y a mostrar su júbilo por la victoria haciendo tremolar sus banderas al viento y volviendo a llenarse los ojos de sol. Madrid ya era libre, y ellos volvían a rezar sin miedo a que los matasen por hacerse la señal de la cruz.

Con la promesa-sueño de “tomar un café en Madrid” al fin cumplida, durante el 29 y el 30 de marzo, los ejércitos nacionales terminaron de liberar las últimas zonas españolas ocupadas por la garra del oso ruso. Los últimos lugares que aún aguardaban su libertad eran Almería, Murcia y Cartagena, desde donde todavía huían algunos comunistas irreductibles.

Y el famoso 1º de Abril, desde ese entonces y para siempre nuestro Día de la Victoria, y el comunicado final… “En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, las tropas nacionales han alcanzado sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”. Gracias a Dios, todo había terminado.

Todo podía comenzar otra vez.

¿Y la Iglesia? Al caer la tarde de ese glorioso 1º de Abril, Franco recibió un telegrama. Éste decía: “Levantado nuestro corazón al Señor, agradecemos sinceramente con Vuestra Excelencia deseada victoria católica España, hacemos votos porque este queridísimo país, alcanzada la paz, emprenda con nuevo vigor sus antiguas cristianas tradiciones que tan grande la hicieron. Con estos sentimientos efusivamente enviamos a Vuestra Excelencia y a todo el noble pueblo español nuestra apostólica bendición. Pius PP. XII”.

Con las últimas horas de la histórica jornada, partió la contestación al telegrama del Vicario de Cristo: “Intensa emoción me ha producido paternal telegrama de Vuestra Santidad con motivo victoria total de nuestras armas, que en heroica cruzada han luchado contra enemigos de la religión, la patria y la civilización cristiana. El pueblo español, que tanto ha sufrido, eleva también con Su Santidad el corazón al Señor que le dispensa su gracia y le pide protección para su gran obra del porvenir y conmigo expresa a Vuestra Santidad inmensa gratitud por sus amorosas frases y por su apostólica bendición que ha recibido con religioso fervor y con la mayor devoción hacia Vuestra Beatitud. Francisco Franco, jefe del Estado español”.

¿Quién mejor que el Papa de la Hispanidad podría resumir la alegría de la Esposa de Cristo ante la Victoria de la Undécima Cruzada? Regocijémonos, españoles, con la voz de la Roma eterna:

“Con inmenso gozo Nos dirigimos a vosotros, hijos queridísimos de la católica España, para expresaros nuestra paternal congratulación por el don de la paz y de la victoria con que Dios se ha dignado coronar el heroísmo cristiano de vuestra fe y caridad, probadas en tantos y tan generosos sufrimientos.
“Anhelante y confiado esperaba Nuestro predecesor, de santa memoria, esta paz providencial, fruto, sin duda, de aquella fecunda bendición que, en los albores mismos de la contienda, enviaba «a cuantos se habían propuesto la difícil y peligrosa tarea de defender y restaurar los derechos y el honor de Dios y de la religión». Y Nos no dudamos de que esta paz ha de ser la misma que él mismo desde entonces auguraba, «anuncio de un porvenir de tranquilidad en el orden y de honor en la prosperidad».
“Los designios de la Providencia, amadísimos hijos, se han vuelto a manifestar, una vez más, sobre la heroica España. La nación elegida por Dios como principal instrumento de evangelización del nuevo mundo y como baluarte inexpugnable de la fe católica, acaba de dar a los prosélitos del ateísmo materialista de nuestro siglo la prueba más excelsa de que por encima de todo están los valores eternos de la religión y del espíritu (…)
“Nos, con piadoso impulso, inclinamos, ante todo, nuestra frente a la santa memoria de los Obispos, sacerdotes, religiosos de uno y otro sexo y fieles de todas las edades y condiciones que, en tan elevado número, han sellado con sangre su fe en Jesucristo y su amor a la religión católica. Maiorem hac dilectionem nemo habet. No hay mayor prueba de amor”.(Fragmentos del mensaje que dirigió Su Santidad Pío XII a España con motivo de la Victoria, el 16 de abril de 1939).

Pocos días más tarde, el 20 de mayo, Franco rindió su espada victoriosa ante el Cristo de Lepanto, traído expresamente desde la ciudad de Barcelona, y colocado en el altar mayor de la iglesia de Santa Bárbara, en Madrid.

Luego del Te Deum, el Caudillo pronunció la siguiente oración:

“Señor, acepta complacido la ofrenda de este pueblo que conmigo y por tu nombre ha vencido con heroísmo a los enemigos de la verdad, que están ciegos. Señor Dios, en cuyas manos está el derecho y todo poder, préstame tu asistencia para conducir este pueblo a la plena libertad del imperio, para gloria tuya y de la Iglesia.
“Señor: que todos los hombres conozcan a Jesús, que es Cristo, Hijo de Dios vivo”.


El Cardenal Isidro Gomá y Tomás, Primado y Arzobispo de Toledo, le dio la bendición diciendo: “El Señor sea siempre contigo, y Él, de quien procede todo derecho y todo poder, y bajo cuyo imperio están todas las cosas, te bendiga y con admiración providencial siga protegiéndote, así como al pueblo cuyo régimen te ha sido encomendado. Prueba de ello sea la bendición que te doy en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

Luego, el Cardenal Gomá y nuestro Caudillo Franco se abrazaron. Y las campanas de toda una nación volaron anunciándole al mundo que España era Una y Libre. Y luego del abrazo de la cruz y la espada, España también fue Grande.

Españoles, unámonos en el recuerdo de nuestros gloriosos muertos y junto a ellos, gritemos una vez más:

España ¡Una!
España ¡Grande!
España ¡Libre!
¡Arriba España!
¡Viva España!
Rafael García de la Sierra

Vidas execrables: Las lloronas de Alfonsín


por el Dr. Antonio Caponetto






Visto y tomado del blog de Cabildo







Sabrá el lector amigo, y aún el que no lo es, todo lo que hemos dicho sobre el gobierno y la persona de Raúl Alfonsín en esos ominosos años que lo tuvieron como presidente o como protagonista principal de la política argentina.

Las páginas de “Cabildo” son, al respecto, un testigo insobornable y minucioso de la perversión de aquella época y de aquel hombre funestísimo.

Sería ocioso hacer ahora una lista de sus muchas calamidades. Pero nadie en su sano juicio puede olvidar que Alfonsín fue miembro de la Internacional Socialista y abogado defensor de Santucho, ejecutor de una política gramsciana explícitamente anticatólica, y defensor de todos los postulados de la cultura de la muerte, empezando por el divorcio vincular que logró convertir en ley, aclarando expresamente que lo hacía para “meterle una cuña a la Iglesia”, esto es, por odium Christi.

Denostador de la guerra justa de Malvinas, cuyo festejo prohibió y de cuya derrota se valió para encumbrarse; socio y cómplice de la hez liberal-judeo-marxista a la que instaló omnipoderosa, conformando una verdadera sinagoga radical; genuflexo ante los plutócratas nativos y extranjeros, no hubo acción concreta contra Dios y contra la Patria, contra la Verdad y contra el Bien, que no lo tuviera por causa eficiente.

No faltaron incluso, bajo su mandato, hechos y sujetos de declarada inspiración satánica, manifestándose impunemente con todo el respaldo oficial. El llamado destape pornográfico lo tuvo entre sus promotores más insanos. El cercenamiento territorial y soberano lo contó como artífice.

Si lo principal, el Reino de Dios y su Justicia, fue profanado a sabiendas por este hombre ruin, tampoco resolvió la añadidura, pues el país se hundió en la demencia de la hiperinflación, viéndose obligado a renunciar y a fugarse del gobierno medio año antes de cumplir su mandato.

De ninguno de sus múltiples daños se arrepintió públicamente, como correspondía hacerlo a quien públicamente causó tanto mal. No hubo jamás un sólo gesto público que nos induzca a pensar que la genuina metanoia cristiana le había ganado el alma, ni mucho menos hubo un solo gesto público de alcance rectificador y reparador por tanto agravio infligido a la Fe y a la Nación.

Y si es cierto que le pidió a Laguna que le administrara la Extremaunción, más parece el pedido la ratificación de su religiosismo krausista y gnóstico, que el querer asegurarse el verdadero tránsito al cielo.

Nadie de auténtica fe católica le puede pedir a un reconocido heresiarca que le administre los últimos óleos.

Ni habrá varón digno que acuda a prelado indigno en sus postrimerías, habiendo para elegir sacerdotes íntegros en la verdadera Iglesia. Todo huele a parodia; excepto, claro, la misericordia del Altísimo, que puede volver de carne hasta el más duro corazón de piedra.

Tras su muerte, y como era previsible, la Masonería le rindió homenaje, con comunicados oficiales y sentidos obituarios. Circularon por doquier, de modo que no es el caso probar el aserto sino sencillamente recordarlo.

El resto fue el show siniestro que todos padecimos durante tres días y que a nadie puede sorprender. Elevado al procerato y al rango cuasifaraónico de deidad cívica, compitieron en decir sandeces sobre su cadáver, los políticos todos, los medios íntegros, y el ciudadano corriente, víctima de la desmemoria, de la sensiblería y de la ignorancia.

Pero no sería ésta la burla mayor que sacudiría nuestra ya fogueada indignación, ni el dolor más hondo infligido por los mendaces apologistas del muerto. Faltaba lo peor.

El malvado recibió el elogio de la Jerarquía Eclesiástica —por boca de Monseñor Arancedo— en una solemne Misa de cuerpo presente. Veintidós Obispos concelebraron en Roma, en la Basílica de San Juan de Letrán, otra Santa Misa por su alma, reconociéndolo “por lo que hizo y por lo que sufrió”; la Comisión Nacional de Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal Argentina, le rindió su agradecido tributo y homenaje; un telegrama del Vaticano lo llamó “hombre de altas miras”, y para servir de remate a tanta desmesura y falacia, Monseñor Estanislao Karlic trazó un largo, cálido y completo panegírico trespunteado en el que le agradeció “su servicio de hermano mayor” (cfr. “El Diario”, Paraná, 4 de abril de 2009).

Según Karlic, en el precitado periódico, hay que recordar a Alfonsín “con mucho agradecimiento”, “con mucho respeto y con mucho afecto”, puesto que —entre otras cosas— “fue un hombre que empezó a recitar su fe recitando el preámbulo de la Constitución, y poniendo a Dios como fuente de toda razón y justicia”.

Nosotros creíamos que la Fe estaba contenida en el Credo, y que recitándolo se recitaba aquélla; como creemos recordar también —muy nítidamente— que aquel preámbulo voceado con insistencia por el occiso, era intencional y abruptamente cortado precisamente en la parte en la cual el mismo menciona a Dios como “fuente de toda razón y justicia”.

Pero ahora sabemos, Karlic mediante, que este Hermano Mayor era un paradigma de conducta, y que las chafalonías alberdianas de 1853 valen más que el Symbolo de Nicea.

¡Ay, Cardenal Karllic, tan cerca siempre de la masonería y tan lejos de Cristo Rey!; y ¡ay! del rebaño, cuántas veces perseguido y ultrajado otrora por quien acaba de morir, cuántas veces alzado en buen combate contra sus acechanzas, y recibiendo ahora la insidiosa burla de ver al persecutor encomiado.

Dios perdone a Alfonsín sus perrerías diabólicas, que fueron muchas, gruesas y de efectos negros, todavía impagos y vigentes. Le sirvan las Misas y las preces para mover la compasión del Padre. Dios perdone asimismo a esta clerecía escuálida de agallas, preñada de felonías cuanto huera de rectitud doctrinal.

Y Dios perdone, al fin, al puñado de clericalistas a quienes encima tenemos que soportar que nos reprochen el que nos toque la pesada tarea de hablar sí, sí; no, no de lo que acontece en la Iglesia. Dolor tras los dolores, no diremos al menos que el Señor no nos escucha cuando le pedimos la gracia de vivir intensamente la Cuaresma.

Guillaume Dufay: Magnificat (1-2)


De su testamento se deduce que nació probablemente en Londres, Inglaterra.Otras fuentes, apuntan a que posiblemente naciera en Fayt. Era hijo ilegítimo de un sacerdote desconocido y una mujer llamada Marie Du Fayt.[1] Marie se trasladó con su hijo a Cambrai siendo él muy pequeño, permaneciendo con un pariente que era allí canónigo de la catedral. Las autoridades catedralicias descubrieron pronto el talento musical de Dufay, y es evidente que le proporcionaron una completa formación musical; estudió con Rogier de Hesdin durante el verano de 1409, y fue niño de coro en la catedral desde 1409 hasta 1412. Durante aquellos años estudió con Nicolas Malin, y las autoridades debieron quedar impresionados con las habilidades del chico porque le dieron su propia copia del Doctrinale de Villedieu en 1411, un acontecimiento muy inusual para alguien tan joven. En junio de 1414, cuando sólo tenía dieciséis años, ya había obtenido un beneficio como capellán de St. Géry, colindante con Cambrai. Más tarde, ese mismo año, probablemente fue al Concilio de Constanza, permaneciendo posiblemente hasta 1418, momento en el que regresó a Cambrai.

Desde noviembre de 1418 hasta 1420 fue subdiácono en la catedral de Cambrai. En 1420 dejó de nuevo Cambrai, para irse esta vez a Rímini, y posiblemente a Pésaro, donde trabajó para la familia Malatesta. Aunque no queda rastro documental de su estancia allí, varias composiciones suyas pueden datarse de esta época; contienen referencias que hacen razonablemente cierta una estancia en Italia. Allí conoció a los compositores Hugo y Arnold de Lantins, que estaban entre los músicos de los Malatesta. En 1424 regresó de nuevo a Cambrai, esta vez debido a la enfermedad y subsiguiente fallecimiento del familiar con quien estaba su madre. Para el año 1426, sin embargo, estaba de regreso a en Italia, esta vez en Bolonia, donde entró al servicio del cardenaldiácono, y para 1428, en sacerdote. Luis Aleman, el legado papal. Mientras estaba en Bolonia se convirtió en

El cardenal Alemán fue expulsado de Bolonia por la familia rival Canedoli en 1428, y Dufay también abandonó en este tiempo, marchando a Roma. Se convirtió en un miembro del Coro Papal, sirviendo primero al papa Martín V, y luego después de su muerte en 1431, al papa Eugenio IV. En 1434 fue nombrado maistre de chappelle en Saboya, donde entró al servicio del duque Amadeo VIII; evidentemente dejó Roma debido a una crisis en las finanzas del coro papal, y para escapar de la turbulencia y las inseguridades durante la lucha entre el papado y el concilio de Basilea. Aún así en 1435 estaba de nuevo al servicio de la capilla papal, pero esta vez fue en Florencia — el Papa Eugenio había sido expulsado de Roma en 1434 por el establecimiento allí de una república insurrecta, simpatizante del concilio de Basilea y del movimiento conciliar. En 1436motete festivo Nuper rosarum flores, una de sus composiciones más famosas, que se cantó en la bendición de la cúpula de Brunelleschi de la catedral de Florencia, donde Eugenio vivía exiliado. Dufay compuso el

Durante este período Dufay también empezó su larga asociación con la familia de Este en Ferrara, algunos de los más importantes mecenas musicales durante el renacimiento, y con los que probablemente había trabado conocimiento durante los días de su asociación con la familia Malatesta; Rimini y Ferrara no sólo están geográficamente cercanas, sino que, además, las dos familias estaban relacionadas mediante el matrimonio, y Dufay compuso al menos una balada para Nicolás III, Marqués de Ferrara. En 1437 Dufay visitó la ciudad. Cuando Nicolás murió en 1441, el siguiente marqués mantuvo el contacto con Dufay, y no sólo siguió apoyando financieramente al compositor sino que copió y distribuyó parte de su música.

La lucha entre el papado y el concilio de Basilea continuó en los años 1430, y evidentemente Dufay se dio cuenta de que su propia posición podía quedar afectada por el conflicto que se extendía, especialmente desde que el papa Eugenio fue depuesto en 1439 por el Concilio y sustituido por el propio duque Amadeo de Saboya, como papa (Antipapa) Félix V. En esta época Dufay regresó a su tierra natal, llegando a Cambrai en diciembre de ese año. Para ser canónigo en Cambrai, necesitaba un título en Derecho, que obtuvo en 1437; puede que estudiase en la Universidad de Turín en 1436. Uno de los primeros documentos que lo mencionan en Cambrai está datado el 27 de diciembre de 1440, cuando recibió una entrega de 36 lotes de vino por la festividad de San Juan Evangelista.

Dufay permaneció en Cambrai a lo largo de los años 1440, y durante esta época estuvo también al servicio del duque de Borgoña. Estando en Cambrai colaboró con Nicolas Grenon en una revisión completa de la colección musical litúrgica de la catedral, que incluyó escribir una extensa colección de música polifónica para los servicios. Además de su obra musical, estaba activo en la administración general de la catedral. En 1444 su madre Marie murió, y fue enterrada en la catedral; y en 1445 Dufay se trasladó a la casa del canónigo anterior, que iba a ser su principal residencia durante el resto de su vida.

Después de la abdicación del último antipapa (Félix V) en 1449, comenzó a suavizarse la lucha entre distintas facciones de la iglesia, y Dufay de nuevo se marchó hacia el sur. Fue a Turín en 1450, poco después de la muerte del duque Amadeo, pero regresó a Cambrai más tarde ese mismo año. En 1452 marchó de nuevo a Saboya y esta vez no estuvo de vuelta por Cambrai hasta seis años después. Durante ese tiempo intentó encontrar un beneficio o un empleo que le permitiera quedarse en Italia. De este período sobreviven numerosas composiciones, incluyendo una de las cuatro Lamentationes que compuso por la caída de Constantinopla en 1453, su famosa misa basada en Se la face ay pale; igualmente se conserva una carta a Lorenzo de Médicis. Pero, puesto que fue incapaz de encontrar una posición satisfactoria para retirarse, regresó al norte en 1458. Estando en Saboya sirvió de manera más o menos oficial como maestro de coro para Luis de Saboya, pero más probablemente como papel ceremonial, porque los archivos de la capilla no lo mencionan nunca.

Cuando volvió a Cambrai para sus últimos años, fue nombrado canónigo de la catedral. Era entonces el compositor más conocido de Europa. De nuevo estrechó lazos con la corte de Borgoña, y siguió componiendo música para ellos; además, recibió muchos visitantes, incluyendo a Antoine Busnois, Ockeghem, Johannes Tinctoris y Loyset Compère, todos los cuales fueron decisivos en el desarrollo del estilo polifónico en la siguiente generación. Durante este período probablemente escribió su misa basada en L'homme armé, así como la chanson de la misma tonada; esta última composición pudo haber estado inspirada en la llamada de Felipe el Bueno para una nueva cruzada contra los turcos, que recientemente habían tomado Constantinopla. También escribió una misa de Réquiem alrededor de 1460, hoy perdida.

Después de una enfermedad que duró varias semanas, Dufay murió el 27 de noviembre de 1474. Había pedido que se le cantara su motete Ave regina celorum mientras moría, con peticiones de misericordia interpoladas entre los versos de la antífona, pero no hubo tiempo para organizarlo. Dufay fue enterrado en la capilla de San Esteban en la catedral de Cambrai; su retrato fue grabado sobre su lápida. Después de la destrucción de la catedral la lápida se perdió, pero se volvió a encontrar en 1859 (se usaba para cubrir un pozo), y ahora está en un museo de Lille.


Antonio Gramsci (1)





por el R.P. Alfredo Sáenz, S.J.





Visto y tomado de Centro Pieper






ntonio Gramsci nació en Cerdeña, en 1891, en el seno de una familia pequeño-burguesa. La familia Gramsci, padre, madre y seis hermanos, vivió en la penuria económica, cosa que marcó a Antonio para siempre.

De físico débil, sin embargo su inteligencia era bien despierta desde chico, desde joven, robusta, como lo demostrará su producción literaria, a la que luego naturalmente aludiremos.

Terminados sus estudios secundarios, allí en la isla de Cerdeña, zona humilde, se inscribió en la Universidad de Turín, donde tuvo ocasión de conocer a Palmiro Togliatti, quien sería el gran dirigente del Partido Comunista Italiano después de la Segunda Guerra Mundial.

Al tiempo que transcurre su vida en la Universidad, se va formando una mentalidad revolucionaria. Poco a poco Italia se estaba industrializando. Milán se iba convirtiendo en un gran centro industrial y desde 1899 funcionaba en Turín la fábrica Fiat, constituyéndose dicha ciudad en el centro del naciente proletariado organizado, el proletariado italiano.

En 1914, el año del comienzo de la Primera Guerra Mundial, se inscribe Gramsci en el Partido Socialista, comenzando entonces su labor periodística. Escribe diversos artículos, a lo largo de dos o tres años. Sin embargo, se siente incómodo en el Partido Socialista. Por aquel entonces, la vida política italiana se desarrollaba en torno a dos grandes Partidos, el de los liberales y el de los socialistas históricos, como se los llamaba, pero estos dos Partidos eran dos Partidos agotados, decrépitos. Precisamente en 1919 aparecieron dos nuevos Partidos, más juveniles, con más empuje. El primero fue el de Don Luigi Sturzo, el Partito Popolare Italiano, futura Democracia Cristiana, donde por primera vez desde la unidad de Italia, numerosos católicos, aunque no todos, por cierto, entraron en la vida política del país. Gramsci nunca perdería de vista esto que él denominaría el “catolicismo político”. El segundo movimiento que apareció rejuveneciendo la vida política italiana fue el Fascismo, ya que, también en 1919, Mussolini creó los primeros Fasci di Combattimento con la intención de instaurar en el país lo que él llamaba “un nuevo orden”.
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1 de Abril, San Hugo, Obispo y Confesor

Santoral Católico del 1 de Abril
  • San Celso, Arzobispo de Armagh
  • San Melitón, Obispo de Sardes
  • San Valerio o Walerico, Abad
  • San Macario El Taumaturgo, Monje
  • San Hugo de Bonneveaux, Abad
  • Santa Juliana de Monte Cornillón, Virgen
  • San Gilberto de Caithness, Obispo
  • Beato Luis Pavoni, Fundador
  • Beato Nuno Alvares Pereira, Monje
  • Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes. R. Deo Gratias.


San Hugo, Obispo y Confesor

El obispo que nunca quiso serlo y que se santificó siéndolo.

Nació en Valence, a orillas del Isar, en el Delfinado, en el año 1053. Casi todo en su vida se sucede de forma poco frecuente. Su padre Odilón, después de cumplir con sus obligaciones patrias, se retiró con el consentimiento de su esposa a la Cartuja y al final de sus días recibió de mano de su hijo los últimos sacramentos. Así que el hijo fue educado en exclusiva por su madre.

Aún joven obtiene la prebenda de un canonicato y su carrera eclesiástica se promete feliz por su amistad con el legado del papa. Como es bueno y lo ven piadoso, lo hacen obispo a los veintisiete años muy en contra de su voluntad por no considerarse con cualidades para el oficio -y parece ser que tenía toda la razón-, pero una vez consagrado ya no había remedio; siempre atribuyeron su negativa a una humildad excesiva. Lo consagró obispo para Grenoble el papa Gregorio VII, en el año 1080, y costeó los gastos la condesa Matilde.

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31 de marzo de 2011

Buena Música: Salve Regina


Gregorian hymn chant of Roman Catholic Christian Church in honour of Mary, Mother of God. It is also a common prayer to the Virgin Mary; usually recited at the end of the rosary.


















Crítica literaria: Wodehouse



por el R.P. Leonardo Castellani, Th. D.




Tomado de Nueva Crítica literaria
Biblioteca del Pensamiento Nacionalista, Vol VIII
Buenos Aires, 1976.











odehouse es el mayor escritor inglés —y eso es muy mucho— de antes la Segunda Guerra Mundial; después no sé los nuevos que habrán surgido. Es un autor de cuentos y novelas humorísticos, aparentemente triviales y aun pueriles; pero es un humorista, y el humor siempre se alimenta de un núcleo serio. Hilaire Belloc afirmó por radio y por escrito que Wodehouse era el mejor escritor viviente en 1938; su amigo Chesterton había muerto. En realidad, Belloc era el mayor escritor entonces: el mayor prosista, y un poeta lleno de ingenio y frescura, además de insuperable historiógrafo; pero eso no podía decirlo él, naturalmente; que Wodehouse era el segundo gran autor inglés.

He aquí lo que anoté hace ya 6 años en la contratapa de uno de sus libros A DAMSEL IN DISTRESS: "Un día de humor negro, singularmente negro, tomé este libro al azar, y a poco andar me percaté que no lo había leído todavía. ¡Y creía que estaba abandonado de Dios! Fue un regalo de los dioses ese libro en ese día. "Es una de sus primeras obras. No es todavía el Wodehouse total, un puro humor, amusement y disparate, el creador de JEEVES, de IF I WERE You y de UNCLE DINAMITE: pero es ya el germen viviente de todo eso. Aquí el argumento es la clásica historia de amor de la novelística inglesa, a lo humorista inglés; no sólo tratada sino aun concebida humorísticamente: el plan mismo es una idea humorística. La muchacha ingenua y enérgica que se «infatúa» por azar de un desconocido, encuentra por azar a su verdadera costilla y lo atrapa a último momento por otro azar —o por diez puntos; y no por su voluntad, que es demasiado seria y recta para mariposear.

"Hay una inmensa seriedad en el fondo de las flippantes novelas de Wodehouse; un inmenso sentido moral de tipo caballeresco, escondido a veces bajo el manto de Diógenes el Cínico —el cual no tenía manto—. Hay una visión católica de la vida —no sé si es católico—, bondadosa y severa a la par. Wodehouse tiene la idiosincrasia de un hada buena: esas personificaciones populares de lo Providencia.

"Por la mitad del libro uno se pregunta ¿cómo diablos va a desenlazar esto?
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31 de Marzo, Santa Balbina, Vírgen y Mártir

Santoral Católico 31 de marzo

  • Santa Balbina, Vírgen y Mártir
  • San Guido de Pomposa, abad
  • San Benjamín, Mártir
  • San Acacio, Obispo
  • Beata Juana de Toulouse, Virgen
  • Beato Buenaventura de Forli, Fraile Servita
  • Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes. R. Deo Gratias.




P. Juan Croisset, S.J.





anta Balbina, cuya memoria siempre ha sido célebre en toda la Iglesia, nació en la ciudad de Roma, hija de Quirino, antes gentil y después ilustre mártir de Jesucristo. Tuvo la desgracia en sus primeros años de ser educada en los necios delirios de la superstición pagana; pero como Dios la tenía elegida para que en la capital del mundo confundiese el error del paganismo, como uno de los más es­clarecidos héroes de la religión cristiana, dispuso su divina provi­dencia los medios que tuvo por convenientes á este fin. Enfermó Balbina en lo más florido de sus años, de tal gravedad y con tan fuertes accidentes, que la pusieron en estado de desesperar de todo remedio humano; sentían en el alma sus padres la deplorable situación de su hija, á quien ama­ban en extremo por sus recomendables cualidades; y, ha­biendo apurado to­dos los recursos de la medicina, noti­ciosos de los mu­chos milagros que Dios obraba por medio del santo pontífice Alejandro, preso ya por la fe de Jesucristo, fue Quirino á la cárcel, y postrado á sus pies, bañado en lá­grimas, le rogó se dignase curar á Balbina, en grave peligro de muerte por los habituales accidentes que pa­decía. Condolido el Santo Papa de aquella pobre don­cella, mandó al pa­dre traerla á su presencia, y, ejecutándolo así, consi­guió la salud que deseaba, con sólo imponerle la bolsa de las reliquias que llevaba al cuello. Admirado Quirino de tan repentino prodigio, no dudando por él que era verdadero el Dios que adoraba Alejandro, se convirtió, con toda su familia, á la religión de Jesucristo.
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