ómo fue María? ¿Cómo fue Gabriel? ¿Cómo fue aquella aurora resplandeciente para los hombres? ¿Cómo vino el sol tan callandito y se hizo de día sin que los hombres lo supieran? ¿Cómo fue Gabriel?
¿Imagináis? Es verdad que en los pintores del Renacimiento, como en el veneciano Pennacchi, vemos a María reclinada sobre silla de oro, vestida de seda y de brocado, en estancia lujosa a cuyo fondo se desvanece una perspectiva urbana de pináculo y perros fugitivos. Gabriel, en estos cuadros, despliega la gloria de sus alas, llenando la estancia mientras están frescas las azucenas del búcaro, que —como en casi todas las catedrales españolas—, son el símbolo de la pureza de María y el recuerdo cristiano de este momento. Gabriel abre su mensaje, sobre la filacteria, donde caracteres aún góticos dejan ante nuestros ojos las palabras mágicas: "Ave María, gratia plena...".
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