- La Aparición de Santiago Apóstol
- San Desiderio, Obispo y Mártir
- San Juan Bautista de Rossi, Confesor
- Beato Bartolomé de Montepulciano
- San Eutiquio de Nurcia, Monje
- San Florencio, Monje
- San Yves o Ivo de Chartres
- San Desiderio de Vienne, Mártir
- Santa Eufrosina de Polotsk
- San Guiberto
- Beato Gerardo de Villamagna
- San Leoncio de Rostov, Mártir
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.
R. Deo Gratias.
APARICIÓN DE
SANTIAGO APÓSTOL
ntre los innumerables y señalados beneficios que ha recibido España de su bienaventurado apóstol y defensor Santiago, es digno de eterna recordación y agradecimiento el que alcanzó en Clavijo.
Porque dominando aún en España los sarracenos y oprimiendo a los pueblos cristianos con graves y deshonrosos tributos, el rey Rainiro, que había subido al trono de León, rechazó sus injuriosas demandas y procuró con toda sus fuerzas enflaquecer el poder de los moros y librar a nuestra patria de aquella tan dura servidumbre.
Hizo pues un llamamiento general a las armas, y juntando un poderoso ejército se entró en las tierras de los enemigos. Abderramán lleno de coraje, llamó en su auxilio hasta las tropas africanas, para salir a su vez al encuentro de los cristianos.
Encontráronse los ejércitos cerca de Avelda y en aquella comarca se dio la batalla de poder a poder, y pelearon con dudoso suceso, hasta que cerrando la noche, mandó don Ramiro re tirar sus tropas cansadas y destrozadas al vecino collado llamado Clavijo, donde se fortificó lo mejor que pudo e hizo curar a los heridos.
El rey, oprimido de tristeza y de cuidado, se quedó adormecido, y entre sueños se le apareció un varón celestial de gran majestad y grandeza, y preguntándole el rey quién era: "soy, respondió, Santiago Apóstol, a quien ha con fiado Dios la protección de España. ¡Buen ánimo! mañana te ayudaré y alcanzarás ilustre victoria de tus enemigos".
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El mismo día: San Juan Bautista de Rossi, Sacerdote y Confesor
uan Bautista de Rossi nace el 22 de febrero de 1698 en Voltaggio, pequeña ciudad del arzobispado de Génova.
Ya desde sus primeros años se le vio inclinado a las cosas de Dios, decididamente llamado al sacerdocio y dotado de no comunes virtudes, que más tarde contrastarían sobremanera con aquella piedad decadente de finales del XVII Y gran parte del XVIII.
Fue la suya una época de marcado orgullo espiritual y lamentabilísimas desviaciones de la auténtica vida cristiana. Las raíces del jansenismo iban sofocando poco a poco la buena semilla de la sencillez evangélica, de la confianza filial en nuestro Padre del cielo y de la caridad fraterna con sus hijos, los hombres de la tierra.
En Francia se vivía por entonces el ambiente morboso de las Provinciales, reavivado en parte por las convulsiones y excentricidades del oratoriano P. Quesnel, que posteriormente abrirían camino al humanismo desenfrenado y a la nueva filosofía, abiertamente opuestos al genuino sentido religioso y a la autoridad de los papas.
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El mismo día: San Eutiquio, abad, y San Florencio, monje.
ivieron en un monasterio que se alzaba cerca de Nursia, al mismo tiempo que el Patriarca San Benito, natural de esta ciudad, organizaba la vida monástica en Montecasino.
San Eutiquio vivió al principio solitario en una gruta, de donde salía de cuando en cuando para predicar en los alrededores. Al fin, los monjes del monasterio vinieron a pedirle que se encargara de gobernarles.
Florencio hacía también vida anacorética, pero tenía una hacienda, compuesta de cuatro ovejas, a quien guardaba un oso que un día se metió pacíficamente en su celda. San Gregario Magno ha contado los milagros de estos ascetas casi contemporáneos suyos.
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Porque dominando aún en España los sarracenos y oprimiendo a los pueblos cristianos con graves y deshonrosos tributos, el rey Rainiro, que había subido al trono de León, rechazó sus injuriosas demandas y procuró con toda sus fuerzas enflaquecer el poder de los moros y librar a nuestra patria de aquella tan dura servidumbre.
Hizo pues un llamamiento general a las armas, y juntando un poderoso ejército se entró en las tierras de los enemigos. Abderramán lleno de coraje, llamó en su auxilio hasta las tropas africanas, para salir a su vez al encuentro de los cristianos.
Encontráronse los ejércitos cerca de Avelda y en aquella comarca se dio la batalla de poder a poder, y pelearon con dudoso suceso, hasta que cerrando la noche, mandó don Ramiro re tirar sus tropas cansadas y destrozadas al vecino collado llamado Clavijo, donde se fortificó lo mejor que pudo e hizo curar a los heridos.
El rey, oprimido de tristeza y de cuidado, se quedó adormecido, y entre sueños se le apareció un varón celestial de gran majestad y grandeza, y preguntándole el rey quién era: "soy, respondió, Santiago Apóstol, a quien ha con fiado Dios la protección de España. ¡Buen ánimo! mañana te ayudaré y alcanzarás ilustre victoria de tus enemigos".
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El mismo día: San Juan Bautista de Rossi, Sacerdote y Confesor
uan Bautista de Rossi nace el 22 de febrero de 1698 en Voltaggio, pequeña ciudad del arzobispado de Génova.
Ya desde sus primeros años se le vio inclinado a las cosas de Dios, decididamente llamado al sacerdocio y dotado de no comunes virtudes, que más tarde contrastarían sobremanera con aquella piedad decadente de finales del XVII Y gran parte del XVIII.
Fue la suya una época de marcado orgullo espiritual y lamentabilísimas desviaciones de la auténtica vida cristiana. Las raíces del jansenismo iban sofocando poco a poco la buena semilla de la sencillez evangélica, de la confianza filial en nuestro Padre del cielo y de la caridad fraterna con sus hijos, los hombres de la tierra.
En Francia se vivía por entonces el ambiente morboso de las Provinciales, reavivado en parte por las convulsiones y excentricidades del oratoriano P. Quesnel, que posteriormente abrirían camino al humanismo desenfrenado y a la nueva filosofía, abiertamente opuestos al genuino sentido religioso y a la autoridad de los papas.
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El mismo día: San Eutiquio, abad, y San Florencio, monje.
ivieron en un monasterio que se alzaba cerca de Nursia, al mismo tiempo que el Patriarca San Benito, natural de esta ciudad, organizaba la vida monástica en Montecasino.
San Eutiquio vivió al principio solitario en una gruta, de donde salía de cuando en cuando para predicar en los alrededores. Al fin, los monjes del monasterio vinieron a pedirle que se encargara de gobernarles.
Florencio hacía también vida anacorética, pero tenía una hacienda, compuesta de cuatro ovejas, a quien guardaba un oso que un día se metió pacíficamente en su celda. San Gregario Magno ha contado los milagros de estos ascetas casi contemporáneos suyos.
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