La última página de El Código da Vinci
uando el lector llega al último párrafo de El Código da Vinci, todavía pasan unos instantes antes de cerrar el libro. Se han acumulado muchas sensaciones. A lo largo de las páginas de la novela han ido apareciendo sorprendentes revelaciones al hilo de una trama trepidante. Los acontecimientos que narra El Código da Vinci tienen lugar en veinticuatro frenéticas horas. En ese arco de tiempo se sugiere una gran cantidad de ideas pero lógicamente no hay lugar para profundizar en ellas. Los atrevidos argumentos quedan en suspenso, como pendientes de posteriores indagaciones y aclaraciones. La velocidad a la que se suceden y narran los hechos contribuye a crear una experiencia vertiginosa, y el vértigo es una sensación en la que se mezcla la atracción y el temor.
Ese instante que transcurre entre la lectura de la última línea -que concluye en un final que queda abierto- y el gesto de cerrar el libro para colocarlo en el estante es muy especial. En esos momentos ya no estamos inmersos en el curso de la novela, la tensión se ha acabado, pero aún no hemos regresado a las preocupaciones cotidianas. Es como una tierra de nadie. Seguimos envueltos en la vorágine de El Código y en esos instantes se va a decidir, un poco instintivamente, la valoración que se ha ido fraguando durante la lectura de las páginas precedentes y que en la mente del lector quedará a partir de ahora asociada al título. Pero con independencia del aroma con que esa lectura impregne a cada cual, El Código da Vinci ha abierto muchos interrogantes y ha suscitado demasiados enigmas que rondan por la cabeza del lector. Son enigmas que tratan sobre temas muy profundos y que por eso mismo reclaman una aclaración.
El Código da Vinci es una novela de intriga en la que hay buenas dosis de amor, persecuciones, crímenes y continuas sorpresas. Un ingrediente nada desdeñable de esa exitosa receta lo forman las frecuentes afirmaciones relacionadas con la historia de Jesucristo, de María Magdalena, de la Iglesia católica, los merovingios y una entidad llamada "Priorato de Sión", siempre desde una perspectiva que contrasta con las ideas comúnmente aceptadas.
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1 comentarios:
Muy buena nota. Solo agregaría que Brown siempre hace que sus personajes no sean creyentes o hayan perdido la fé, por eso no se sorprenden de "ciertas" revelaciones y las toman con toda tranquilidad.
Además en el Código usa al evanagelio de Felipe (apócrifo) e incluso trasgiversa lo que dice este, aumentando la confusión.
Creo que estos libros aunque confunden han ayudado tambien a que la gente vuelva a leer a los evangelios y a encontrar la Verdad.
Saludos.
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