a existencia de los ángeles está atestiguada casi por cada una de las páginas de la Sagrada Escritura." Así habla San Gregorio Magno, a quien se da el título de Doctor de la milicia celeste. Podemos añadir nosotros que el mismo alto origen ha de reconocerse para el culto de estos celestiales espíritus. La devoción a los ángeles aparece casi con espontaneidad en los primeros años de,nuestra vida y ya no nos abandona jamás. En una inscripción del cementerio de San Calixto se lee: Arcessitus ab angelis, que viene a decir: "fue llamado por los ángeles" para presentarle al Señor. "Salid al encuentro suyo, ángeles del Señor, para ofrecer su alma en la presencia del Altísimo", canta la Iglesia en el oficio de difuntos.
La fiesta de los ángeles custodios tiene ya existencia multisecular. Se ha recordado que ya en el siglo V se celebraba en España y en Francia, como fiesta particular. Suprimida por San Pío V, fue restablecida por un decreto de Paulo V el año 1608, fijándola para el primer día libre después de San Miguel. Clemente X fue quien la introdujo definitivamente en la liturgia de toda la Iglesia, determinando que se celebrara el día 2 de octubre.
El nombre de "ángel" significa mensajero. Es nombre que significa ministerio y oficio. Pero la perfección de su naturaleza va de acuerdo con ese sublime oficio, que ellos ejercen de una manera más permanente que los demás seres de la creación. Son los "mensajeros" de Dios, por excelencia. Son seres creados, intelectuales, superiores a los hombres, dotados por el Señor de especial virtud y poder.
La humana filosofía apenas había columbrado, de una manera borrosa, la existencia de los ángeles. La fuente primera de nuestra devoción es la Revelación divina, contenida en la Sagrada Escritura. Con ella en la mano evitamos el primer error en que cayeron algunos teólogos combatidos por Orígenes, que, influidos por la filosofía pagana, tuvieron a los ángeles por "dioses". Están al servicio de Dios, pero son seres creados por su omnipotencia. Merecen nuestra veneración por su grandeza sobrenatural, por la gracia que les adorna, por su amor al Señor, demostrado en la prueba, que no supieron superar Lucifer y sus secuaces, los cuales, por su soberbia, fueron convertidos en demonios y padecen las penas eternas del infierno, que fue creado para ellos.
En la vida de Cristo Nuestro Señor y en la vida de la Iglesia primitiva los ángeles ejercen su misión de mensajeros con frecuencia. A veces se designa a los ángeles por su nombre, como a San Gabriel, San Rafael, San Miguel; a veces simplemente se les designa con el genérico apelativo de "el ángel del Señor"; a veces cumplen su misión individualmente, como el ángel que bajaba a la piscina de Betzata, en la puerta Probática, para agitar el agua y comunicar una virtud maravillosa de curación de cualquier enfermedad que tuviere el primero que descendía a sus ondas. Otras veces son dos los ángeles enviados, como los que vió la Magdalena, vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había estado el cuerpo de Jesús muerto, antes de la resurrección. Otras veces la Escritura alude a legiones de ángeles, como aquellas "doce legiones" que hubiera enviado el Padre celestial si Cristo hubiera formulado tal petición. Y no falta alguna ocasión en que la Escritura habla de "millares de millares", como aquellos que aparecen en el Apocalipsis alrededor del trono triunfal del Salvador del mundo. Dada la armonía perfecta del mundo, como obra del Creador, podemos pensar en la escala ascendente que va del maravilloso mundo físico que nos va descubriendo en su portentosa complejidad la física nuclear, al mundo de los vivientes, más perfecto aún, siguiendo por esa misteriosa unión de lo somático y lo psíquico, lo material y lo espiritual, representado por la persona humana. Los ángeles son las criaturas que colman esta ascensión hacia el cielo. Por eso decimos que son superiores a los hombres. La Escritura los llama "estrellas de la aurora e hijos de Dios".
*********************************************************************************La fiesta de los ángeles custodios tiene ya existencia multisecular. Se ha recordado que ya en el siglo V se celebraba en España y en Francia, como fiesta particular. Suprimida por San Pío V, fue restablecida por un decreto de Paulo V el año 1608, fijándola para el primer día libre después de San Miguel. Clemente X fue quien la introdujo definitivamente en la liturgia de toda la Iglesia, determinando que se celebrara el día 2 de octubre.
El nombre de "ángel" significa mensajero. Es nombre que significa ministerio y oficio. Pero la perfección de su naturaleza va de acuerdo con ese sublime oficio, que ellos ejercen de una manera más permanente que los demás seres de la creación. Son los "mensajeros" de Dios, por excelencia. Son seres creados, intelectuales, superiores a los hombres, dotados por el Señor de especial virtud y poder.
La humana filosofía apenas había columbrado, de una manera borrosa, la existencia de los ángeles. La fuente primera de nuestra devoción es la Revelación divina, contenida en la Sagrada Escritura. Con ella en la mano evitamos el primer error en que cayeron algunos teólogos combatidos por Orígenes, que, influidos por la filosofía pagana, tuvieron a los ángeles por "dioses". Están al servicio de Dios, pero son seres creados por su omnipotencia. Merecen nuestra veneración por su grandeza sobrenatural, por la gracia que les adorna, por su amor al Señor, demostrado en la prueba, que no supieron superar Lucifer y sus secuaces, los cuales, por su soberbia, fueron convertidos en demonios y padecen las penas eternas del infierno, que fue creado para ellos.
En la vida de Cristo Nuestro Señor y en la vida de la Iglesia primitiva los ángeles ejercen su misión de mensajeros con frecuencia. A veces se designa a los ángeles por su nombre, como a San Gabriel, San Rafael, San Miguel; a veces simplemente se les designa con el genérico apelativo de "el ángel del Señor"; a veces cumplen su misión individualmente, como el ángel que bajaba a la piscina de Betzata, en la puerta Probática, para agitar el agua y comunicar una virtud maravillosa de curación de cualquier enfermedad que tuviere el primero que descendía a sus ondas. Otras veces son dos los ángeles enviados, como los que vió la Magdalena, vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había estado el cuerpo de Jesús muerto, antes de la resurrección. Otras veces la Escritura alude a legiones de ángeles, como aquellas "doce legiones" que hubiera enviado el Padre celestial si Cristo hubiera formulado tal petición. Y no falta alguna ocasión en que la Escritura habla de "millares de millares", como aquellos que aparecen en el Apocalipsis alrededor del trono triunfal del Salvador del mundo. Dada la armonía perfecta del mundo, como obra del Creador, podemos pensar en la escala ascendente que va del maravilloso mundo físico que nos va descubriendo en su portentosa complejidad la física nuclear, al mundo de los vivientes, más perfecto aún, siguiendo por esa misteriosa unión de lo somático y lo psíquico, lo material y lo espiritual, representado por la persona humana. Los ángeles son las criaturas que colman esta ascensión hacia el cielo. Por eso decimos que son superiores a los hombres. La Escritura los llama "estrellas de la aurora e hijos de Dios".
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