R.P. Juan Croisset, S.J.
ue Santa Cunegunda hija de Sifrido ó Sigefrido, señor palatino del Rhin, primer conde de Luxemburgo y de Heswigis, señora de las mayores casas de Alemania.
Salió á la luz del mundo hacia el fin del décimo siglo, y correspondió su educación á lo alto de su nacimiento y á la piedad de sus padres. Mamó con la leche una ternísima devoción á la Santísima Virgen, y con esta devoción se la pegó aquel amor ardiente, que conservó toda la vida á la virtud hermosa de la castidad.
El aplauso universal y la general estimación que se granjearon las prendas de Cunegunda encendieron la inclinación de los mayores señores para pretenderla; pero logró ser preferido a todos San Enrique, duque de Baviera, que, muerto el emperador Otón III, fue elevado y proclamado rey de romanos.
Habían nacido la una para la otra aquellas dos grandes almas; y siendo el matrimonio tan igual, no podía dejar de ser el más feliz. Raras veces se ha ofrecido á los ojos y á la veneración del mundo virtud más heroica en este estado. Prevenidos los dos castos esposos de aquellas gracias especiales que están destinadas para hacer los mayores santos, convinieron recíprocamente el primer día de la boda en guardar perpetua castidad, consagrando á Dios su pureza.
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