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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

4 de marzo de 2011

La culpa la tiene Franco






por Juan Manuel de Prada




Tomado de ABC









ublicaba ABC una entrevista de Mariano Calleja a Ana Pastor y Teresa Cunillera, vicepresidentas del Congreso, que constituye una pieza maestra de comicidad. Al buen entrevistador se le distingue por la capacidad para radiografiar al entrevistado, despojándolo de los aderezos y afeites con que trata de escamotear su verdadera personalidad; y Calleja se revela aquí un entrevistador superdotado, logrando que Teresa Cunillera se nos muestre en su espléndida ridiculez, sin añadir ni un solo subrayado a sus declaraciones mentecatas. Hay un pasaje especialmente gozoso en el que Calleja pregunta: «Para Teresa Cunillera, ¿Cataluña es una nación?». A lo que la interpelada responde afirmativamente; y, puesta a enhebrar sandeces, añade: «Nosotros estamos cómodos en una Constitución que define España como nación de naciones». Aquí Calleja, con muy caritativa delicadeza, la corrige: «No, perdone, la Constitución no dice eso en ningún lado…». Pero Cunillera, en una pirueta conceptual abracadabrante, remacha: «Bueno, lo llamó nacionalidad para que cupiera».

¡Con un par! Toda la entrevista está regada de parecidos dislates, ensartados con una suerte de complacencia orgullosa que en el lector provoca una mezcla de risa floja y alipori. La buena de Cunillera se ve a sí misma como una campeona en «lucha permanente contra el machismo»; y es natural que una mujer que emplea tantas energías en combatir tamaña plaga no encuentre hueco para adiestrar sus neuronas. Para Cunillera, el machismo consiste en que los diputados «imiten con recochineo» a las diputadas. A esto antes se le llamaba tener dotes para el histrionismo; pero en esta nueva era en que señoras como la buena de Cunillera alcanzan magistraturas tan encumbradas se le llama machismo (lo que, en buena lógica, da la razón a quienes piensan que el feminismo consiste en que las mujeres imiten histriónicamente a los hombres).
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