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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

15 de mayo de 2011

Santoral Católico del 15 de mayo

  • Santa Dimfne, Virgen y Mártir
  • San Isidro, Labrador
  • San Juan Bautista de la Salle, Confesor
  • San Andrés, Mártir
  • San Pedro de Lampaso, Mártir
  • San Pablo, Mártir con San Pedro de Lampaso
  • Santa Berta,
  • San Ruperto
  • San Isaías de Rostov
  • San Isidro de Kios, Mártir
  • San Hilario de Galatea, Abad
  • San Gereberno, Mártir
  • Santa Dionisia, Mártir
  • San Pedro de Lampsaco, Mártir
  • San Indalecio, Mártir
  • San Torcuato, Mártir
  • Beata Magdalena Albrizzi
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.





SAN ISIDRO
Labrador


l culto de los santos tiene en la Iglesia católica una función específica de ejemplaridad. La perfección obliga a todos y cada uno según su estado y condición. De ahí que la Iglesia presente a sus santos como hombres llamados a la santidad que correspondieron heroica y generosamente a este llamamiento divino. Precisamente porque son ejemplares de vida auténticamente cristiana, la Iglesia no se prodiga en admitir y canonizar toda esa serie incalculable de prodigios que los hagiógrafos de épocas pasadas han atribuido, y no pocas veces piadosamente inventado, en favor de sus héroes divinos. La Iglesia no confunde la santidad con los portentos; no teme decir que sus santos tenían todas las características de los hombres corrientes, si bien insiste en que han calado en toda su realidad el imperativo evangélico de "Niégate a ti mismo... y sígueme".

Porque la misión específica de los santos es de ejemplaridad y la urgencia de "Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial" es de tanta actualidad hoy como ayer, en el santoral católico aparecen santos de todas las edades y de todas las condiciones, santos de sotana y santos de hábito, santos con cogulla y santos de cabeza descubierta, trajeados a la antigua y con pantalón y chaqueta, militares y civiles, profesionales y artesanos, mantos reales y abarcas polvorientas. Aparecen santos de carácter fuerte y enérgico, santos de carácter dulce y apacible, solitarios y metidos en sociedad, con marcado sentido del humor y retraídos, santos de ciencia y santos iletrados. Cada uno con su idiosincrasia, con sus formas sociales y sus cualidades intelectuales y temperamentales; pero, a la vez, todos ellos con un denominador común: vocación decidida a la santidad. Quisieron y fueron santos.

El equilibrado y sereno criterio de la Iglesia los presentará con sus legítimos sentimientos de seres humanos y sus notas de hombres comunes. Hablará de santos que, cansados de recorrer tierras extrañas, casi resulta imposible fijarles una patria política. Son ciudadanos del mundo, pero auténticos patriotas, con un patriotismo inspirado en su fidelidad a la tierra que les vio nacer. Fieles a su patria, el patriotismo de estos hombres de Dios y voceros de Cristo resulta ser el mejor antídoto para curar nuestras miopes concepciones de la patria. Su patriotismo no podrá ofrecerse como mercancía política ni enarbolarse como bandera de resentimientos nacionales, porque se alimenta de la sangre divina de Cristo y está iluminado por su eterna Verdad, que fue dada gratuitamente como patrimonio a la humanidad, sin distinción de razas ni limitación de fronteras. Estriba en el dogma de la comunión de los santos, por el que todos los hijos de Dios se sienten unidos por los vínculos sagrados de la caridad.
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