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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

18 de mayo de 2011

Santoral Católico del 18 de Mayo

  • San Venancio, Mártir
  • San Félix de Cantalicio, Confesor
  • Beata Rafaela María del Sagrado Corazón, Virgen
  • Beato Guillermo de Toulouse, Duque de Aquitania
  • San Erico de Suecia, Mártir
  • San Tecusa, Mártir
  • San Teódoto, Mártir
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.





SAN VENANCIO

Mártir


C

amerino, ciudad del ducado de Espoleto, junto á la Marca de Ancona, fue patria, y al mismo tiempo teatro, del glorioso martirio de San Venancio. Desde la edad de quince años empezó este santo mancebo á desear con ansia que conociesen todos y amasen á Jesu­cristo. Este celo suyo contribuía á la dilatación de la Iglesia y á la ruina de la gentilidad. Llegó esto á oídos de Antíoco, que gobernaba aquella ciudad por orden de Decio. Y, como Venancio supiese que le habían mandado prender, él mismo se presentó y le dijo que los dioses que adoraba no eran sino hombres y mujeres de vida estra­gada y disoluta, invención del diablo, para que en ellos adorasen el vicio; que no hay más que un solo Dios, Criador de Cielo y Tierra, cuyo único Hijo se hizo hombre y se dejó prender y matar para libramos de la servidumbre y dé la muerte que acarrea el pecado. Irritado el gobernador al ver que un imberbe joven osase vilipen­diar en su presencia el culto de los ídolos, mandó á los soldados que le prendiesen y atormentasen del modo más cruel que imaginar pudieran. Empezaron los verdugos por azotarle con tanta fiereza, que hubiera muerto en este martirio si no enviara Dios un ángel, el cual quebrantó sus prisiones y alejó á los que le maltrataban. Pero estos desventurados, en vez de ablandarse por esta maravilla, más crue­les que fieras, colgándole cabeza abajo, le quemaron el cuerpo con planchas encendidas, y le abrían la boca para que, recibiendo el humo, se ahogase. Muchos de los que presenciaban estos tormentos, viendo la constancia del mártir, se convirtieron á la fe, entre los cuales se cuenta Anastasio Cornientario, admitido después á la pal­ma del martirio.

Antioco, admirado de que Venancio no hubiese todavía muerto, quiso ver si con promesas y halagos le arrancaría de su propósito. Viendo que nada podía conseguir, le llamó y trató de inobediente á sus órdenes, mandando que le partiesen los dientes y las quija­das, y le echasen en un muladar. Le sacó de allí un ángel; y como le hubiesen llevado ante un juez para oír su sentencia, hablándole Venancio en defensa de la religión cristiana, cayó el juez de su tribunal y murió diciendo que el Dios de Venancio era el verdadero, á quien todos debían adorar, desechando los ídolos.

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