Por Alfonso Carlos Amaritriain.
¿Dicen los fósiles lo que nos dicen que dicen? ¿Los contradice la biología molecular? El problema central es el origen del ser humano.
Desde un punto de vista científico
Que la teoría darwinista tiene detractores, ya se sabe. Que los argumentos de los detractores sean conocidos, eso ya es otra historia. Quizá sólo en el ambiente cultural norteamericano se ha extendido la polémica y los argumentos consiguen llegar al gran público. De hecho, este libro ha sido uno de los bestsellers más exitosos de Estados Unidos en los últimos años.
Desde inicios de los ochenta del siglo XX, en Norteamérica, diferentes legislaciones estatales han obligado a que en la enseñanza pública el darwinismo no sea enseñado como una verdad científica. Antes bien, se obliga a tratar por igual la teoría de la evolución y la denominada «Ciencia creacionista».
En este libro, Phillip E. Johnson recoge todas las objeciones que se le pueden realizar a la teoría de la evolución darwinista desde una perspectiva científica y, por lo tanto, rigurosa. El autor se ve obligado a revisar el evolucionismo en todas sus propuestas teóricas desde el origen de la vida. Pero, para qué negarlo, lo que importa es la explicación de la aparición del hombre. De ahí que el evolucionismo darwinista, esencialmente, se transformara en una ideología, más que en una teoría científica.
De hecho, como señala el autor, la herencia ideológica del evolucionismo se deja aún sentir en las modernas disciplinas. Así, «la antropología física, que estudia los orígenes del hombre, es una especialidad que a lo largo de toda su historia ha estado más fuertemente influenciada por elementos subjetivos que prácticamente cualquier otra rama de la ciencia respetable».
Los presupuestos ideológicos han llevado a que la antropología y la paleontología se esfuercen en buscar aquello que «necesitan» para corroborar sus presupuestos. Esta actitud atenta contra el más elemental de los principios científicos. De ahí que, frecuentemente, «veamos lo que esperamos ver, a menos que seamos extremadamente cuidadosos en mantener a raya nuestros prejuicios».
Pocos científicos materialistas son capaces de ser sinceros y verdaderos científicos. Por ejemplo, Zuckerman, uno de los más prestigiosos expertos en primates de Gran Bretaña, «considera evidente que el hombre ha evolucionado desde los monos, pero también que buena parte de las pruebas fósiles son disparates».
Algunos ejemplos
De hecho, el autor del libro se atreve a afirmar que «los fósiles, cuando son analizados objetivamente, más que respaldar la teoría darwinista, nos disuaden de ella». Por eso, Zuckerman no ha dudado en desmentir lo que tantas veces se nos presenta como verdad evolucionista. Por ejemplo, sus mediciones biométricas del Australopithecus le lleva a concluir que no está nada claro que andase de forma parecida y erecta como el hombre actual. No obstante, en los reportajes televisivos nos dan a entender que la evolución es manifiesta por el parecido en andar del Australopithecus y el hombre actual.
Una de las ventajas actuales es que la ciencia ha avanzado notablemente en disciplinas como la genética. Darwin no podía siquiera imaginar el aparato científico que iba a permitir replantear científicamente sus teorías.
Hoy en día, «los expertos fósiles y los biólogos moleculares están entrando en conflicto». Los biólogos moleculares se encuentran en disposición de argumentar que los seres humanos somos descendientes de una mujer aparecida en África hace 200 mil años. Todos los fósiles que salgan de estos parámetros no pueden incluirse en la especie humana.
Este simple dato incontestable desbarata la mayoría de propuestas teóricas de los paleontólogos. El libro presente se deja leer bien y casi constituye una novela de intriga científica, que permite mantener la atención del lector.
El libro
Juicio a Darwin
Phillip E. Johnson
Traducción de Luis Bou García
Homolegens,
Madrid, 2007
246 págs
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