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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

9 de mayo de 2008

9 de Mayo, Festividad de San Gregorio Nacianceno



“Luz es el Padre, luz es el Hijo y luz tam­bién es el Espíritu Santo;más aún son una sola Luz Indivisible no confusa; porque Ella es un solo Dios…”

Hoy recordamos a un teólogo profundo, fue un gran orador, llegando algunos a considerarlo como el primero de su tiempo, al “Teólogo” en la Iglesia Oriental: San Gregorio Nacianceno, proclamado Doctor de la Iglesia por el Papa Sixto V en l587. Con Basilio y el hermano menor de Basilio, que se llamaba Gregorio de Nisa, recibieron el título de los “Tres capadocios”.
San Gregorio Nacianceno nace el año 329, en Capadocia (Asia Menor). Su padre fue elegido obispo de la ciudad de Nacianzo y tuvo cuidado de que su hijo fuese educado en las mejores escuelas y academias de la antigüedad.
Casi diez años pasó Gregorio en Atenas como estudiante y allí cultivó una fiel amistad con Basilio y desarrolló, a la vez, su capacidad para la poesía, literatura y retórica. No cedió a la tentación de vivir entre la vanidad de oradores y filósofos, sino que promovió una profunda vida religiosa, junto con su amigo Basilio.
Al regresar a Nacianzo recibió el Bautismo de manos de su propio padre y, algo más tarde, el Orden sacerdotal para poder ayudarle en la pastoral de la diócesis. Como estaba vacante una diócesis en Asia Menor, su amigo Basilio, ya obispo lo promovió a la dignidad episcopal de esta sede. Gregorio no cumplió con este compromiso y huyó a la soledad de la vida de ermitaño.
Por su gran erudición teológica y sus claros conocimientos en la discutida cristología de los primeros siglos, fue escogido por el Concilio de Constantinopla del año 381 como obispo de esa metrópoli. Su carácter, demasiado sensible, no soportó las dificultades de la administración de una diócesis. Por segunda vez, renunció a su cargo episcopal y se retiró a Arianz, donde se dedicó a la meditación de los misterios de Dios.
San Gregorio Nacianceno nos dejó 44 sermones y 244 cartas, que tratan, en especial, sobre la verdadera divinidad del Espíritu Santo y la dignidad de la Virgen como Madre de Dios. Su inspiración poética nos regaló unos cuatrocientos poemas. Sus sermones y escritos constituyen un tesoro de testimonio ortodoxo, en un tiempo de mucha confusión y lucha.
Luego de su muerte en el año 389, el cuerpo de San Gregorio fue sepultado

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