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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

25 de junio de 2008

Pesadilla (I)


por el Dr. Juan Olmedo Alba Posse



Perversidad La opresión angustiosa ya tiene las características exactas de una pesadilla. Desesperantes vicisitudes se repiten machaconamente, con todo género de monstruosidades, incongruencias y dislates irreales, propios del terrible malestar. Y todo confirma el diagnóstico. Desde la naturaleza del mal hasta su único remedio: despertar. Últimamente los picos del achaque estuvieron a punto de interrumpir saludablemente la ensoñación dañina, con motivo del aumento de las llamadas “retenciones”. Carga establecida por una simple resolución del Ministerio de Economía sobre las exportaciones agrarias. Más exactamente un impuesto; de suyo confiscatorio y desde luego ajeno a las atribuciones del Poder Ejecutivo.
Para calibrar la gravedad de la usurpación de facultades y de bienes particulares, es muy significativo lo expresado por un periódico de conocida moderación y seriedad. En su Editorial del 23.6.08, el diario La Nación ha expresado liza y llanamente lo siguiente: “Esta medida, dispuesta por medio de la resolución 125/08, no sólo provocó las airadas y comprensibles protestas del campo argentino. También desnudó la perversidad de un gobierno basado en la concentración del poder en el Ejecutivo, lo cual ha desnaturalizado el espíritu republicano de la Constitución Nacional ”.
Agonía La contundencia de aquellos términos no precisaría comentario. Aunque sí permite extraer la conclusión de que la República se encuentra exánime. Algo que patéticamente fue percibido por la población del país, al volcarse a las calles recurriendo a la elocuencia de los cacerolazos. Vanas fueron las maniobras engañosas, los incendios, las amenazas y calumnias contra los hombres de campo. Nadie pudo creer en la avaricia de los chacareros, acusada por quienes multiplicaron su riqueza en guarismos escandalosos. Más la sustracción de los millones de dólares santacruceños que nunca volvieron de ignotas regiones y la ostentación de alhajas, vestuarios o carruajes. Los hoteles de lujo a 4.400 Euros la noche y los 27 millones de dólares mensuales, producidos por las máquinas tragamonedas del amigo personal. Sin retenciones conocidas. Y en medio de la miseria creciente el anuncio salvador del “tren bala”...
A todo esto, “en respaldo de las instituciones” contra cualquier intromisión, el ex presidente del Partido Justicialista habló dos veces con tono sobrador, como saboreando los acontecimientos. Caballerosamente, no se olvidó de recordar a Alicia Pando y “su banda”; y ya en el delirio festivo, recordó que su cónyuge fue elegida por el 46% del país. Todo sin dejar de lamentar cierta prensa mala con el Gobierno, desentonando con la unanimidad disciplinada de todos los medios.
Después, tomó posesión de la Plaza de Mayo como dueño absoluto ante la aparente parálisis de las autoridades “autónomas” de Buenos Aires. La llenó de pasacalles, carteles y altoparlantes, cerró las arterias adyacentes; ordenó la concurrencia obligatoria de clientelas y empleados, dispuso asuetos y feriados. Así parecía mitigar las penas de la Presidenta de la República , muy sensible a la protesta callejera y a las opciones de género. Como lo mostró el dolido recuerdo de que algún “militante social” –es decir piquetero- cumplió cárcel por cortar una calle; lo mismo que vendedores ambulantes y travestis estuvieron un año presos. Concluyendo, ecuánime y pacificadora, que le gustaría también “que la misma Justicia actuara cuando un estanciero corta la ruta”…

Paroxismo onírico Al escuchar estas cosas, se produce un vuelco en la misma pesadilla, a punto de claudicar convulsivamente ante la audacia de los ex adherentes al terrorismo setentista… Ya frente a la Plaza de Mayo, la Presidenta Cristina F. Wilheim de Kirchner, atacó duramente a los dirigentes rurales y a los antepasados argentinos del Centenario. Y puso en la picota a los ruralistas con la idéntica inquina de las madres epónimas. “Cuatro personas a las que nadie votó, nadie eligió, deliberaban, decidían y comunicaban quién podía andar por las rutas del país y quién no”; remarcó con irritación cadenciosa. Pero no terminó allí su calidez. Porque prosiguiendo las conocidas lecciones sobre los “doscientos años” de desastres criollos, con toda la autoridad de su estirpe, recordó enseguida que “hace cien años este país era el primer exportador de trigo y carne, pero los argentinos se morían de hambre y los obreros eran apaleados y fusilados”. Lo cual –es obvio- anticipaba los 30 mil desaparecidos y el Estado terrorista...
Simbolismo Al terminar el acto se encontró con su esposo: “Te amo mucho”, le dijo él. “¿Estuve bien?”, preguntó ella con un mohín. Desgraciadamente, el romántico encuentro venía empañado por la tragedia ocurrida al comienzo de la movilización. Una farola de hierro le cayó encima a un joven tucumano, causándole la muerte. El pobre muchacho había sido reclutado con la promesa de un empleo y 200 pesos en efectivo. Ocurrió lo inimaginable, casi como una muestra de la ternura oficial y sus retribuciones a la adhesión proletaria: el olímpico olvido del simbólico “cabecita negra” inmolado. Porque la señora Presidenta, agotada su emotividad con los denuestos a sus opositores y a la Historia patria, omitió lamentar en su discurso el luctuoso suceso. A las horas, causaba profunda impresión un reportaje al humilde padre del tucumanito. Podía percibirse la punta de verdad sobre el rejunte de “espontáneos militantes”, pugnando con el temor a perder el empleo municipal…

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