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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

27 de julio de 2008

El problema del Dolor. IV.- La maldad humana




por C.S. Lewis

No existe mayor señal de soberbia confirmada, que el sentirse suficientemente humilde.
LAW. Serious Call, cap. XVI.
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Los ejemplos del capítulo anterior buscaban mostrar que el amor puede producir dolor a su objeto, pero solamente en el supuesto que éste necesite transformarse para convertirse en un objeto totalmente amable.
Ahora bien, ;por qué los hombres necesitamos tanta transformación?
La respuesta cristiana -el haber usado nuestro libre albedrío para volvernos muy malos- es tan conocida, que apenas si necesita mencionarse. Pero, hacer de esta doctrina algo vivo en la mente del hombre moderno, incluso del cristiano moderno, es muy difícil.
Cuando los apóstoles predicaban, podían suponer que había, incluso entre su público pagano, una conciencia real de ser merecedores de la ira divina. Los misterios paganos existían para apaciguar esa conciencia, y la filosofía epicúrea afirmaba liberar al hombre del temor al castigo eterno.
Fue dentro de este contexto que apareció el Evangelio como buena nueva. Trajo la noticia de una posible cura, a hombres que sabían que estaban mortalmente enfermos. Pero, todo esto ha cambiado; ahora el cristianismo tiene que predicar el diagnóstico -una muy mala noticia, en sí- antes de conseguir audiencia para su tratamiento.
Existen dos causas principales para ello.
Una es el hecho que, durante aproximadamente cien años, nos hemos concentrado tanto en una de las virtudes -la "benevolencia" o misericordia- que la mayoría de nosotros siente que aparte de la benevolencia, nada es realmente bueno, y aparte de la crueldad, nada realmente malo. Esos desarrollos éticos tan desequilibrados no son poco frecuentes; otras épocas también han tenido sus virtudes preferidas y sus indiferencias curiosas. Y, si ha de cultivarse una virtud a expensas de las demás, ninguna tiene mayor derecho que la misericordia, ya que cada cristiano debe rechazar con aborrecimiento esa disimulada propaganda a favor de la crueldad, que trata de eliminar la misericordia del mundo dándole nombres tales como "humanitarismo" y "sentimentalismo".
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