por C.S. Lewis
(Continuación)
Todas las cosas que son como deberían ser se ajustan a esta segunda ley eterna; e incluso aquellas cosas que con esta ley eterna no están acordes son, no obstante, de algún modo ordenadas por la primera ley eterna.
HOOKER. Laws of Eccles. Pol., I, iii, 1.
En este capítulo planteo seis proposiciones necesarias para completar nuestra descripción del sufrimiento humano; éstas no surgen una de la otra y, por lo tanto, deben ser entregadas en un orden arbitrario.
1.- En el cristianismo hay una paradoja acerca de la tribulación. Bienaventurados sean los pobres, pero mediante "juicio" (i.e., justicia social) y limosnas hemos de eliminar la pobreza donde sea posible. Bienaventurados seamos cuando nos persigan, pero podemos evitar la persecución huyendo de ciudad en ciudad, y podemos implorar que se nos libre de ella, así como Nuestro Señor imploró en Getsemaní. Pero, si el sufrimiento es bueno, ¿no debiera ser buscado con afán, en lugar de evitársele? Mi respuesta es que el sufrimiento no es bueno en sí. Lo bueno de cualquier experiencia dolorosa es, para quien sufre, su abandono en la voluntad de Dios, y para los espectadores, la compasión que despierta y los actos de misericordia a los que conduce. En el universo caído y parcialmente redimido, podemos distinguir: 1) el bien simple que desciende de Dios, 2) el mal simple producido por las creaturas rebeldes, y 3) el uso que Dios hace de ese mal para su propósito redentor, y que produce el bien complejo, al cual contribuyen la aceptación del sufrimiento y el arrepentimiento del pecado. Ahora bien, el hecho de que Dios pueda hacer de un mal simple, un bien complejo, no disculpa -a pesar de que por medio de la misericordia pueda salvar- a quienes cometen el mal simple. Y esta distinción es fundamental. Las ofensas deben venir, pero ay de aquellos de quienes provienen; los pecados sí hacen que la gracia abunde, pero no debemos hacer de ello una disculpa para seguir pecando.
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