por el Dr. Aníbal D´Angelo Rodríguez
Este título tiene reminiscencias de encíclica pero es simplemente el de un artículo en el que trataré de razonar el estado de ánimo actual de una muy grande proporción de argentinos.
Desde la derrota en el Senado, el matrimonio Kirchner ha dado tres señales inequívocas de su real consistencia y de lo que puede esperarse de él. La primera señal fue el ridículo “decreto” por el que ordenaba a un ministro dictar una resolución. Por lo pronto, para dar una orden de ese tipo no es necesario un decreto. Sería lo mismo que hacer saber al ordenanza, por un decreto, que debe traerle un café a la Presidenta. Nadie argumente que una cosa es un ordenanza y otra un ministro, porque en el reino de los K esa aseveración es más que dudosa.
Desde la derrota en el Senado, el matrimonio Kirchner ha dado tres señales inequívocas de su real consistencia y de lo que puede esperarse de él. La primera señal fue el ridículo “decreto” por el que ordenaba a un ministro dictar una resolución. Por lo pronto, para dar una orden de ese tipo no es necesario un decreto. Sería lo mismo que hacer saber al ordenanza, por un decreto, que debe traerle un café a la Presidenta. Nadie argumente que una cosa es un ordenanza y otra un ministro, porque en el reino de los K esa aseveración es más que dudosa.
Pero además, los considerandos del decreto (que debieron serlo, en todo caso, de la Resolución a dictar) multiplican el ridículo. No son otra cosa que la versión, vista desde el resentimiento por la derrota, de lo sucedido en el país en los últimos meses. Y en esa versión los derrotados son vencedores “morales” y los vencedores unos enemigos del pueblo a los que los K les perdonan la vida de puro democráticos que son.
La segunda señal son las medidas tomadas con respecto a la Exposición rural. Si el “decreto” era ridículo, esto es pueril. “No me prestás el autito, no te presto mi caballito”. No pasa de ese nivel. Pero lo que lo hace grave es que demuestra que el matrimonio presidencial no distingue lo que son pertenencias del Estado – un regimiento, la Policía Federal – de lo que son instrumentos de gobierno. Del mismo modo que no parece tener muy en claro lo que es su patrimonio y lo que es el patrimonio del Estado.
La tercera señal – la más grave – fue la “conferencia de prensa” ofrecida por la Presidenta. Fue usada para manifestar que no hay autocrítica, ni conciencia de ningún error grave y que no darán ni siquiera medio paso atrás. Y usada también para defender a funcionarios impresentables y para mentir con total desparpajo y aire profesoral.
Basta. Nos damos por notificados de que este gobierno no tiene soluciones ni salidas. Que frente a la inflación – su más urgente problema – ha optado por el ocultamiento, un recurso que entra ya en el terreno de la patología mental. Que en materia económica ha decidido seguir con el tramposo laberinto de los subsidios, comprensibles en una situación de emergencia pero imposibles de mantener en el mediano plazo. Y que tiene una sordera total a los reclamos de la opinión pública. Por eso predomina en ésta, cada día más, el “ánimo destituyente” que no estuvo en las intenciones de los ruralistas pero hoy se instala sólidamente en la conciencia colectiva.
Pero también ha de decirse que este ánimo destituyente tendría ya mismo manifestaciones concretas si no fuera por el triste panorama que muestra la oposición. La Señora Carrió tiene una carrera asegurada en las revistas femeninas para volcar allí sus delirios semi místicos. El Doctor Lavagna no convence a nadie tras su fallido acercamiento al kirchnerismo. El Ingeniero Macri apuesta todas sus fichas a la gestión municipal, lo cual no sería mala idea en otras épocas pero no en esta, ávida de dirigentes con coraje. Por último, la oposición interna del peronismo da por ahora la impresión de ser un rejunte de resentidos y lastimados por los k y no una opción seria.Es este panorama desolador de la oposición el que mantiene en vida (política, claro) al matrimonio presidencial.
En estas condiciones, el ánimo destituyente corre grave riesgo de quedar en el limbo de las intenciones imposibles de llevar a la práctica. Podemos asistir entonces, a la larga agonía de un gobierno totalmente divorciado del país que le toca regir. O puede suceder que pese a la falta de alternativas viables las leyes inexorables de la política terminen por destruir a los k. En ese caso habrá crisis, caos y daños múltiples. Y el sufrido pueblo argentino volverá a recibir en sus asentaderas la patada que estaba destinada a las de otros.
Artículo tomado de Catapulta, que sugiero visiten.
0 comentarios:
Publicar un comentario