Este blog está optimizado para una resolución de pantalla de 1152 x 864 px.

Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

30 de agosto de 2009

Esbozo de Juan Vázquez de Mella


Por Victor Eduardo Ordoñez.

Buenos Aires Argentina.


"Los hombres malos y seductores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados ... arguye, enseña, exhorta ... pues vendrá un tiempo en que no sufrirán la sana doctrina, antes deseosos de novedades se amonotanarán conforme a sus pasiones ..."

S. Pablo, Timoteo II, 3, 13, 14.

"El hombre no puede constituirse a sí mismo ni a su propia libertad sino es sobre el fundamento de esta verdad (la de Dios).

P. Victorino Rodríguez O. P.


ntes que nada, unas breves palabras para explicar (o, mejor, para justificar) la presencia del autor de estas líneas al lado de uno de los pensadores más preclaros y encumbrados del mundo hispanoparlante, don Rafael Gambra. El lector se preguntará con toda razón (junto con el propio firmante) porqué tiene que intervenir el discípulo al socaire del maestro, qué tiene que hablar el menor después que lo ha hecho el mayor. Interrogantes sin respuestas, excepto una: la solicitud del director de esta publicación quien de esta suerte demuestra ser mejor amigo que buen crítico.-

Para ir directamente al tema propuesto -la señera figura de Juan Vázquez de Mella, en verdad y a Dios gracias, de mayor envergadura intelectual que política y más doctrinaria que legislativa, como se dirá un poco más adelante- conviene instalarlo en su época; si esta ubicación en un contexto histórico determinado importa, incluso es imprescindible, en general para todos aquellos personajes que han hecho obra o ejercido influencia, en el especial caso de Vázquez de Mella esta remisión resulta por completo inevitable, además de provechosa. Esto, por lo menos, por dos motivos; el primero para comprender de un modo acabado la importancia y la significación de Vázquez de Mella en la vida pública de la España de fines del siglo pasado y comienzos de éste; el segundo porque su figura y, en especial, su empresa teórica y práctica -una empresa de reflexionar sobre España y de rescatar sus reservas y potencias actualizándolas, poniendo en aplicación las leyes que rigen a la patria como organismo vivo, movilizando las energías históricas olvidadas- adquiere singular importancia y utilidad en estos tiempos caratulados como "posmodernos", expresión que si algo puede definir es la descripción de un tiempo sin valores o con dominio preeminente de los disvalores; en rigor, la proclamada "muerte de las ideologías" -circunstancia de la que tantos se han felicitado sin comprenderlo y todavía no del todo comprobada- que acompaña al fin de centuria y de milenio, no constituye, a nuestro juicio, un acto liberador de las rigideces de un pensamiento abstracto, en ocasiones utópico y en ocasiones de un racionalismo seco (aunque de un cientismo de irrebatible atractivo), sino que supone y esconde la extinción, el abandono o el rechazo de los valores naturales (o, simplemente, de la naturaleza misma). Es preciso aclarar que aquí no se toma el término "ideología" en su acepción más frecuente hoy, que es peyorativa; pensamos más bien en un sistema de ideas a aplicar, no en un sistema lógico que contendría, en opinión de sus seguidores, las claves de la realidad toda, sin importarles que la historia y la vida y la misma naturaleza corran por afuera, por carriles propios. Pues bien, la prédica de Vázquez de Mella -constante, incansable, coherente, sin contradicciones ni resquicios- se nos muestra, en las actuales horas de desasosiego y aun de desesperanza, como ejemplo de un ardor llevado al grado de heroísmo, de una intransigencia que llega a los bordes del martirio y de una entrega que toca los límites del suicidio político. Porque él es el que recupera la memoria perdida del alma española, reconstruye su pasado como un programa a proponer, reconquista sus tradiciones (culturales e institucionales) como respuestas a los viejos y nuevos problemas que acosan a la nación. Efectivamente, ese enorme esfuerzo de puesta en vigencia de un nunca desaparecido universo de ideas y de principios católicos e hispanos, le exigió al pensador asturiano desafiar al mundo circundante, casi exiliarse (aun cuando fue diputado durante largos años) de su sociedad, marginarse de los éxitos y premios que el poder puede y suele conceder a quiénes lo frecuentan sin desafiarlo,a quiénes aceptan la convivencia y la connivencia en ciertas condiciones que se asemejan a la rendición. Hace ya mucho tiempo que el pensamiento auténticamente tradicional -el que sólo se inspira en la Verdad, sin adjetivos ni aditamentos, sin desfiguraciones ni adecuaciones, que se sabe adaptar (mediante la virtud de la prudencia) a las circunstancias sin someterse a ellas- vive ese exilio y sufre el escarnio de la incomprensión, de la burla y del silencio. Esto ocurre en España y en todo Occidente, bajo la amenaza de la deserción o del cansancio; ese riesgo es inmenso, inmediato y mortal y contra él hay que estar muy precavido y es necesario reaccionar a tiempo y con energía, como lo hizo Vázquez de Mella, con el sacrificio de sus expectativas políticas (a las que tenía pleno derecho, por cierto) y la renuncia a las gratas recompensas. Es que sólo comprendió la política como servicio al bien común y a éste como la conformación de una sociedad que, ajustada a un ordenamiento natural, posibilitara la formación de ciudadanos virtuosos. No declinar, no abdicar, volver una y otra vez a las fuentes nunca cegadas de la tradición viva y de los cimientos inconmovibles. Esperar contra toda esperanza, esto parece haber sido su lema; resistir a la tentación de la transigencia, rechazar el convite (constantemente abierto en la mayor parte de los casos) de buscar un lugar en el interior del sistema que se aspira a modificar; no permitir que se empañen la verdad ni las verdades en las que se creen y de las que se vive, he aquí las reglas maestras de un comportamiento que hoy nos puede y nos debe servir de ejemplo y de referencia, de guía y de acompañamiento.-

**********************************************************************

Para leer el artículo completo haga click sobre este enlace.


0 comentarios: