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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

4 de septiembre de 2009

4 de Septiembre, Santa Rosa de Viterbo, Vírgen




ertrudis von le Fort ha escrito que la verdadera genialidad de la mujer se encuentra en lo religioso, y que el mundo profano no ha dado a la historia nombres comparables a Juana de Arco o a Catalina de Siena. Rosa de Viterbo se halla en la línea de lo genial en el mundo religioso.

El barrio gótico de Viterbo es uno de los lugares más evocadores de la Edad Media. Cuando se habla de aquella época hay que evitar dos escollos: o considerarla como la edad ideal del cristianismo, o fijarse sólo en sus defectos, que los tuvo. Sin embargo, prevalecen los aspectos positivos. En ninguna otra edad de la historia se dejó sentir tan intensamente el influjo del cristianismo en la vida pública y privada, política y social, cultural y artística. Un verdadero y sentido universalismo unió a los pueblos bajo la dirección del Papa y del emperador. Todos tenían fe, y se sujetaban gustosos al magisterio de la Iglesia, no faltando, naturalmente, las excepciones. ¿Qué otro tiempo puede gloriarse de creaciones como las universidades, las catedrales, las cruzadas, la Suma de Santo Tomás y la Divina Comedia de Dante? Los héroes que se llevaban las simpatías de todos eran los santos. Santos del calibre de un Tomás de Aquino, de un Domingo, de un Francisco de Asís.

Rosa nació en Viterbo en 1235. Viterbo formaba parte entonces del patrimonio de San Pedro. En 1216 había muerto Inocencio III, a quien se ha llamado el Augusto del pontificado. Con el se llegó a la cúspide de la autoridad de la Iglesia sobre el mundo. Pero, a su muerte, el emperador Federico II estuvo en lucha constante con los papas Gregorio IX e Inocencio IV. De la lucha salieron debilitados los dos poderes, el imperial y el pontificio. Se acercaban días malos para la Iglesia.
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