an Egidio, o San Gil, como se le conoce en el mundo de lengua española, fue un ermitaño de origen griego que vivió entre los siglos VI y VII y que impulsó la vida monacal al construir un monasterio cerca de la desembocadura del río Ródano.
Griego de nación y de familia rica, se desprendió de todos sus bienes por amor de Jesucristo y comenzó a peregrinar por todo el Oriente, prodigando los milagros en número incontable. Cierto día se embarcó en un navío, que le trajo a las costas de Francia; recogiéndole San Cesáreo, obispo de Arlés, le vistió un hábito religioso, y el santo se internó en los bosques. Allí vivió muchos años una vida angelical; más tarde, el rey Clodoveo le edificó un monasterio, no lejos de Arlés, del que fue abad. Aunque se conocen muy pocos detalles de su vida, se le atribuyen numerosos milagros, especialmente de curaciones y conversión de pecadores.
De manera especial se le recuerda como el hombre que logró la conversión del Rey Carlos a quien le descubrió un pecado oculto, invitándolo a confesarlo en el sacramento.
Dado que en los siglos posteriores a su muerte se le consideraba como protector frente a la epilepsia, esta enfermedad se conoció en muchos lugares como "mal de San Gil". También según la tradición, la vida monástica que inició en el Ródano contó con el beneplácito del Pontífice, quien le regaló las sólidas puertas de su monasterio.
De manera especial se le recuerda como el hombre que logró la conversión del Rey Carlos a quien le descubrió un pecado oculto, invitándolo a confesarlo en el sacramento.
Dado que en los siglos posteriores a su muerte se le consideraba como protector frente a la epilepsia, esta enfermedad se conoció en muchos lugares como "mal de San Gil". También según la tradición, la vida monástica que inició en el Ródano contó con el beneplácito del Pontífice, quien le regaló las sólidas puertas de su monasterio.
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