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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

21 de septiembre de 2009

21 de Septiembre, Festividad de San Mateo, Apóstol y Mártir





l encuentro de Jesús con Mateo, el publicano, fue piedra de escándalo para los escribas y fariseos que andaban ya espiando los pasos de Jesús para indisponerle con el pueblo. El territorio de Cafarnaúm era paso obligado para los traficantes de Mesopotamia y de las ricas regiones de Tiro y Sidón con Palestina y con Egipto. Por esa razón eran varios los pequeños publicanos o recaudadores de impuestos y contribuciones que tenían arrendada a los grandes recaudadores del Imperio la exacción de tributos en determinados puestos de la región. Estos publicanos o alcabaleros tenían entre sí cierta organización. San Lucas nos habla de Zaqueo, jefe de publicanos (19, 2). Como pasa en todas partes, eran mal vistos del pueblo; pero de modo especial de los puritanos escribas y fariseos, porque consideraban humillante para el pueblo de Israel pagar tributos al Imperio romano y también porque los publicanos se veían obligados a tratar con paganos y gente extraña a Israel, incurriendo con ello en impureza legal. De ahí que era corriente juntar en expresión estereotipada a publicanos con meretrices, pecadores y gentiles (Mt. 18, 17; 21, 31-2; Lc. 18, 10; Mc. 2, 15, etc.).

Dado este descrédito popular, los evangelistas Marcos y Lucas, al narrar el llamamiento de Jesús a Mateo, le dan su segundo nombre de Leví al publicano, sin identificarle expresamente con Mateo, con cuyo nombre figurará siempre en la lista de los doce apóstoles (Mt. 10, 3; Mc. 3, 18; Lc. 6, 15). Sólo el humilde San Mateo, para resaltar más la bondad y misericordia de Jesús, se identifica a sí mismo con Leví y se da el nombre de Mateo el publicano.

Jesús rompe con aquellos prejuicios farisaicos y al pasar junto al puesto de recaudación de Leví-Mateo le invita a seguirle. Mateo, que sin duda había visto y oído predicar en varias ocasiones a Jesús, se decide a abandonar su puesto y a seguirle definitivamente, y gozoso, como hará en otra ocasión Zaqueo, le invita, junto con varios compañeros de recaudación, a comer a su casa. Desde entonces la casa de Mateo será la escogida por Jesús para descansar en Cafarnaúm de sus excursiones apostólicas en Galilea.
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