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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

14 de febrero de 2011

Autoridad y libertad






Por D. Rubén Calderón Bouchet



Texto: CALDERÓN BOUCHET, Rubén: Autoridad y libertad. En: Revista Cabildo, Nº 36, Bs. As., mayo de 2004, pp. 24-25.


Tomado de El Renegáu





l hombre normal y espontáneamente tiende a ser realista y a creer que el mundo que lo rodea existe independientemente de que lo piense o no lo piense. Es una evidencia inmediata que se le impone sin previa crítica y que puede recibir el adjetivo de ingenua o natural, como ustedes quieran, pero cuando se ha hecho hasta la saciedad la experiencia de fundar una explicación de la realidad a partir de la inmanencia, un retorno a un sano contacto con los primeros principios es un indicio claro de salud mental. El lenguaje humano nace de esta experiencia acrítica y conserva en sus signos verbales la tendencia espontánea a un realismo inmediato que da cuenta y razón de nuestro encuentro con las cosas. Recuperar la intención primordial de la lengua es una faena de depuración filosófica a la que se dedicó especialmente la escuela aristotélica.


Sucede que en el curso de la historia el hombre puede cambiar un sistema de valores por otro e invertir el orden de las prelacías axiológicas poniendo en primer lugar aquello que, por su índole, ocupa el último sitio en una escala jerárquica saludable. En nuestro tiempo asistimos, entre asombrados y perplejos, a una instalación a todo trapo de los valores económicos que trae, como inmediata consecuencia, una corrupción de las ciencias, de la política, del arte y hasta de la religión y la economía misma que al hipertrofiarse se convierte en una suerte de falsa religión, como sucede en el marxismo o en ese capitalismo salvaje que pretende reemplazarlo.

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