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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

15 de febrero de 2011

Hechos de los Apóstoles en América. Hernán Cortés.



por el R.P. José María Iraburu


Tomado de Mercabá




Hernán Cortés








1. Grandeza y miseria de los aztecas

El imperio azteca

En el inmenso territorio que llamamos México, y que hoy concebimos como una unidad nacional, coexistieron muchos pueblos diversos: al sur mayas, zapotecas, al este olmecas, totonacas, toltecas, al centro tlaxcaltecas, tarascos, otomíes, chichimecas, al norte pimas, tarahumaras, y tantos más, ajenos unos a otros, y casi siempre enemigos entre sí. Entre todos ellos habían de distinguirse muy especialmente los aztecas, que procedentes del norte, fueron descendiendo hacia los grandes lagos mexicanos, hacia la región de Anáhuac. Conducidos por su dios Huitzilopochtli -para los españoles, Huichilobos-, dios guerrero y terrible, llegaron en 1168 al valle de México (término que procede de Mexitli, nombre con el que también se llamaba Huitzilopochtli), y establecieron en Tenochtitlán su capital.

De este modo, el pueblo azteca, convencido de haber sido elegido por los dioses para una misión grandiosa, fue desplazando a otros pueblos, y ya para 1400 toda la tierra vecina del lago estaba en sus manos. En 1500, poco antes de la llegada de los españoles, el imperio azteca reunía 38 señoríos, y se sustentaba en la triple alianza de México (Tenochtitlán), Tezcoco y Tacuba (Tlacopan).

El pueblo azteca llevó a síntesis lo mejor de las culturas creadas por otros pueblos, como los teotihuacanos y los toltecas. Organizado en clanes, bajo un emperador poderoso y varios señores, fue desarrollándose con gran prosperidad. En astronomía alcanzó notables conocimientos, elaboró un calendario de gran exactitud, y logró un sistema pictográfico e ideográfico de escritura que, con el de los mayas, fue el único de la América prehispánica.

Por otra parte, los aztecas, aunque no conocían la rueda ni tenían animales de tracción, construyeron con gran destreza caminos y puentes, casas, acueductos y grandiosos templos piramidales. Ignoraban la moneda, pero dispusieron con mucho orden enormes mercados o tianguis. Tampoco conocían el arado -pinchaban la tierra con una especie de lanza-, pero hicieron buenos cultivos, aunque reducidos, ingeniándose también para cultivar en chinampas o islas artificiales.

En cuando a las artes diversas, los pueblos indígenas de México alcanzaron un alto nivel de perfección técnica y estética.

Así, en 1519, antes de la conquista, los objetos que Hernán Cortés envió a Carlos I -una serie de objetos indios de oro, plata, piedras preciosas, plumería, etc., que había recibido de los mayas, de los totonacas y de los obsequios aztecas de Moctezuma-, causaron en Europa verdadera impresión. Alberto Durero, que pudo verlos en Flandes en la corte del emperador, escribió en su Diario: «A lo largo de mi vida, nada he visto que regocije tanto mi corazón como estas cosas. Entre ellas he encontrado objetos maravillosamente artísticos... Me siento incapaz de expresar mis sentimientos» (+J.L. Martínez, Cortés 187).
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Para leer el artículo completo, largo como "esperanza´e pobre", pero encomiásticamente recomendado, haga click sobre este enlace.

1 comentarios:

Madri leño dijo...

Además de la brutalidad de los sacrificios humanos, los pueblos sometidos por los aztecas eran convertidos en esclavos, no en iguales. Eran utilizados en las construcciones, en los que la mayoría de los destinados terminaba muriendo por las penosas y agotadoras jornadas, sus hijos e hijas eran llevados por la fuerza para ejecutarlos en los sacrificios rituales. Señalo esto para desmontar la leyenda negra de que los españoles conquistaron el actual Méjico a sangre y fuego. La realidad es que ese puñado de hombres mal armados (las escasas armas de fuego que llevaban eran de un solo tiro, de avancarga y mecha; para recargar el más diestro necesitaba mínimo 30¨) no hubieran podido vencer a población tan numerosa si las tribus sometidas no se hubieran unido a ellos para liberarse de la tiranía azteca.
Respecto de los avances tecnológicos y estéticos que se refencian en el artículo, no sorprende tanto si se piensa que nuestra actual sociedad ha alcanzado un desarrollo tecnológico exponencial en los últimos 50 años y aunque el arte, en general, está en franca decadencia; los medios para los artistas superan cualquier expectativa (ya hubiesen querido Miguel Ángel o Leonardo disponer de esta tecnología).
Quiero decir que un desarrollo tecnológico y artístico es posible sin que al propio tiempo se produzca un desarrollo humano equiparable.
Cuando para el hombre, la ciencia y tecnología se convierten en un fin y no en un medio, el hombre se animaliza.
Pero cuando la ciencia y tecnología se utilizan como medio, se alcanzan épocas de esplendor como el centroevo de la Edad Media, cuya expresión más conocida son las catedrales góticas (no superadas en belleza y elevación del espíritu). El hombre se humaniza (mejora su raciocinio) y su espiritualidad se acerca a Dios.

Gracia y un saludo.