por Juan Manuel de Prada
Tomado de XLsemanal
n par de amigos, septuagenario el uno, octogenario el otro, me hacen la misma observación: les resulta muy difícil discernir, en la elección de sus lecturas, el grano de la paja, porque tienen la impresión de que en los últimos tiempos se ha producido un fenómeno de plétora o sobreabundancia, sumado -o íntimamente entremezclado- con una tendencia hacia la confusión, cuya consigna parece ser mezclar, embadurnar, exaltar la mediocridad, llamar a lo bueno malo y bueno a lo malo... de tal modo que, a la postre, nada deje poso, nada deje huella, porque el zurriburri todo lo engulle y todo lo vomita, con idéntico afán bulímico, para mantener siempre renovada -siempre cambiante- su provisión de alfalfa. Al principio, tiendo a pensar que mis amigos piensan así porque se hallan en esa edad en la que, por sabiduría acumulada y por conciencia del valor precioso de la vida que nos resta por vivir, abandonamos el tráfago del que hasta hace poco hemos participado, para encaramarnos en una atalaya y contemplar con cierto desapego el sinvivir de quienes aún se debaten en su ruido y en su furia. Pero enseguida reparo en que yo mismo participo de su misma impresión.
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