A esta altura de los acontecimientos -nacionales, regionales y mundiales-, nadie debiera dudar que los países realmente exitosos son aquellos que respetan y garantizan el pleno ejercicio del derecho de propiedad. Este derecho se origina en la libertad del hombre y reposa en ella. Por tanto, conculcarlo implica la negación de la libertad y ello supone opresión para los individuos dado que todos los demás derechos individuales quedarían sometidos al arbitrio despótico del Estado. En suma, suprimir la libre iniciativa particular genera la tiranía política.
No en vano, además, Marx y Engels, en el "Manifiesto Comunista", afirman que puede resumirse su doctrina con la siguiente proposición: abolición de la propiedad privada.
Es más que suficiente la experiencia histórica acumulada para asegurar, sin el menor margen de duda, que la estatización de la economía, cualquiera sea el disfraz ocasional que utilice, conduce inevitablemente al fracaso más estrepitoso.
En esa misma dirección, la excesiva intervención del estado, junto a la praxis revolucionaria de la estructura sindical marxileninista, asfixian la economía e impiden superar las barreras del subdesarrollo.
El Estado debe cumplir subsidiariamente sólo aquellas funciones que excedan las fuerzas de las personas particulares y de las asociaciones privadas. Exorbitar las funciones del Estado, coartando la actividad particular, supone la violación de derechos y ello lesiona la justicia y atenta contra el bien común. El creciente intervencionismo, al desconocer libertades y derechos, termina esclavizando a los pueblos.
Están circulando por la red de redes, didácticos mensajes -uno de ellos editado por "D R B"- que ponen sobre el tapete los efectos psicopolíticos del populismo demagógico. Resumo, adapto y comento.
El gallo madrugador y los impuestos:
Un gallo madrugador decidió separar de su ración diaria algunos granos de trigo con la finalidad de plantarlos en vez de comérselos. Para la tarea de cultivar, convocó a los otros animales que estaban paseando en su entorno mientras buscaban alimento por el piso.
- Vamos a plantar estos granos y así tendremos pan. ¿Quieren colaborar?.
- ¡Noooooo! -respondieron a coro los animales que poblaban la granja-.
El gallo previsor no se desanimó e igualmente sembró. Trabajó solito y el trigo no demoró en crecer.
- Vamos a cosechar el trigo, propuso el gallo al resto de los animales.
- Yo no -dijo el ganso- ¿para qué voy a trabajar si ya estoy cobrando un subsidio sin tener que hacer nada?.
- Yo tampoco porque el trabajo esclaviza, exclamó el cerdo, mientras persuadía al resto para que se negaran a trabajar.
Ante tales respuestas que se multiplicaban con apenas unos pocos matices distintos, el esforzado gallo decidió trabajar solito en la cosecha sin la colaboración de los otros.
Llegó el momento de amasar y cocinar el pan. El laborioso gallo ofrece a los demás una última posibilidad de trabajar.
- ¿Quién me ayuda a amasar el pan?.
Sin obtener ni una sola respuesta afirmativa, el gallo amasó y cocinó el pan. Una vez que el pan quedó pronto y sabroso, todos los animales se acercaron porque querían comérselo.
El sacrificado gallo pensó y les dijo:
- Miren, ustedes que nunca quisieron trabajar y siempre se negaron a ayudarme, deberían saber que para comerlo no es necesaria la ayuda de los demás...
El cerdo, interrumpió bruscamente: ¡Están siendo violados nuestros derechos!.
La vaca que estaba pastando como distraída, escuchó la queja y mugió: ¡oligarca!.
El ganso se sumó a la protesta y le increpó: -¡Egoísta explotador! ¡Criminal! ¡Genocida!.
El pato gritó enojado: ¡Individualista, capitalista, torturador!.
Los animales se movilizaron con la ayuda de víboras muy venenosas, expertas en agitación social y en el fomento del odio y la lucha de clases. Contando con la colaboración "espontánea" de papagayos rojos incrustados en ONGs y en todos los medios de comunicación, organizaron una concentración seguida de una marcha encabezada por una gran faja y varios carteles con leyendas pintadas en letras gigantes. Muchos carteles, pocos animales pero grandes espacios en los medios... En uno de los grandes carteles podía leerse "injusticia social", en otro "soluciones ya", en otro "ocupar"...
Así preparadas "espontáneamente" las cosas y generado el clima propicio, irrumpe en escena un ave de rapiña junto a un Zorro astuto y resentido que sabe mostrarse sereno y aplomado. Eran los recaudadores de impuestos quienes le cobraron compulsivamente al gallo laborioso una gran parte del pan "para atender las necesidades de los otros" (que se habían negado a trabajar).
Así, todos comieron. El cerdo, el ganso, el pato, las víboras venenosas, el zorro y las aves de rapiña participaron del banquete hasta que el pan se terminó. Nadie más plantó trigo; nunca más volvieron a tener pan en esa granja y todos se siguen arrastrando para encontrar por el piso algo que les permita subsistir.
En general, es común que le denominemos "robo" a toda conducta que suponga quedarse con lo ajeno, apropiarse de lo que legítimamente pertenece a otro. Así, cuando un asaltante nos quita la billetera, decimos que sufrimos un robo y al delincuente lo acusamos por ladrón.
Y ¿cómo debemos llamarle al Gobierno que mete la mano en nuestros bolsillos, en nuestros salarios, en nuestros ingresos, en nuestras ganancias, en los bienes muebles e inmuebles que integran nuestro patrimonio?.
La cacería de cerdos y la demagogia populista:
Hace unos meses, visité una estancia en la que se elaboraban jamones caseros. Al pasar por un chiquero, me llamó la atención el porte de una chancha amamantando a unos cuantos lechones. Para satisfacer mi curiosidad, le pregunté al hijo del patrón sobre esos cerdos.
"Espere que llamo a mi padre, a él le va a gustar contarle la historia de nuestros cerdos", me respondió el joven.
Por la puerta de la cocina emergió un gigante de cabellos blancos que se desplazaba dificultosamente asistido por un bastón. Me invitó a sentarme a la mesa de la galería donde reinaba un enorme botellón de alcohol de nuez.
- "¿Ud. sabe cómo se cazan los chanchos salvajes del monte?", me espetó el paisano sin más trámite, mientras me servía un vasito chato de ese brebaje.
- "Bueno, creo que con perros que 'los paran' y un fusil que los sacrifica", le contesté presintiendo que la historia venía por otro lado y que el viejo sabía mucho más que yo…
"En este caso, no es así", me dijo. "Cuando le explique cómo los cazo, Ud. va a poder sacar algunas conclusiones…".
"Mire, detrás de aquella cortina de árboles, hay un monte sin trabajar. Ahí, suele haber chanchos salvajes. Para cazarlos, hay que comenzar por buscar un manchón sin matorrales y tirar un poco de maíz en el piso. Cuando los chanchos lo descubren, van a comer todos los días y solo hay que reponerles diariamente la ración. Una vez acostumbrados, se construye una cerca en uno de los lados del sitio mientras le sigue poniendo alimento. Por unos días parece que desconfían, pero después terminan por volver. Entonces se hace otra cerca a continuación de la anterior, y les sigue poniendo comida. Y así sucesivamente, hasta que casi cierra los cuatro lados y solo deja una abertura para un portón. Para entonces, se han acostumbrado al maíz fácil, ya no tienen desconfianza ni le temen a los cercos y entran y salen casi con naturalidad. Entonces Ud. va y coloca el portón, lo deja abierto y sigue poniendo maíz, hasta el día que va al corral y encuentra a toda la piara comiendo y le cierra la puerta. Al principio empiezan a correr en círculos como locos, pero ya están atrapados. Pronto se tranquilizan, vuelven al alimento fácil y aceptan la esclavitud".
Algo así va ocurriendo con la población de cada país estatizado como el nuestro. La gente parece no darse cuenta que los gobiernos populistas y demagógicos proceden de la misma manera que esta técnica de cazar chanchos. Se les tira maíz "gratis", disfrazado de programas de ayuda, planes sociales, empleos públicos, cargos políticos, sueldos para ñoquis, subsidios para cualquier cosa, leyes proteccionistas, sobornos electorales; todo a costa de recortar las libertades que les van confiscando poco a poco. Así se logra transformar personas libres en público cautivo al cual se le recluta con una finalidad proselitista.
Es como si la gente no entendiera que no existe la comida gratis. ¿Acaso no se comprende que todo ese reparto de "generosa ayuda gubernamental" se realiza al tiempo que se recortan las libertades, se desconocen los derechos de los particulares y el Estado se apodera de los bienes de la gente que realmente trabaja y produce?.
Si se le permite al Estado seguir interviniendo, no está lejos el día en que el portón se cierre por completo para nuestros países.
El Estado cuenta con peones serviles que empujan el portón para cerrarlo a cal y canto: políticos marxistas y políticos que, sin admitir ser marxistas, actúan dócilmente como si lo fuesen, dirigentes sindicales idólatras del Estado que los mantiene y hasta pseudo empresarios que, en contubernio con sindicalistas y burócratas, claman por tener asegurada su ración de maíz a través del dirigismo y de recetas proteccionistas.
Además de contribuir a impedir que el portón se cierre, debemos procurar, también, tirar abajo los otros cercos que hoy coartan libertades y derechos. Para ello, solo existe un modo viable: resistir, con toda energía, la embestida estatizante y liberticida, desenmascarando y contrarrestando la acción nefasta de sindicalistas, políticos y pseudo empresarios siempre dispuestos a dejarse manipular por el gobernante populista. (En general y en lo inmediato, el populismo "no busca abolir por fuerza el mercado: supedita a sus agentes y los manipula en su favor".
Recapitulando, reafirmo que:
- Solo la iniciativa privada genera riqueza y genuinos puestos de trabajo. Padecemos un estatismo feroz y voraz que termina empobreciendo y esclavizando, desalentando la inversión, reduciendo el número de empresas y, por tanto, disminuyendo las fuentes de empleo.
El Estado y sus peones siempre se muestran generosos en repartir lo ajeno. Al quitarle a los particulares pretenden aparecer como filántropos. Es como hacer caridad con el dinero de otro. Mientras el Estado megalómano finge ser caritativo para captar la simpatía de los más modestos, de los menos informados y de los más resentidos, la población se ve obligada a pagar la demagogia estatal.
Muchos de los nuevos y tan caros como ineptos empleados estatales, militantes de las organizaciones marxistas, se especializaron a lo largo de sus vidas en la agitación y en la propaganda con el fin de reclutar a los más desinformados. Esos activistas que, fieles al dogma comunista, han venido fomentando el odio y la lucha de clases, hoy aparentan ayudar al "proletariado" pero, en realidad, ese "proletariado" solo les interesa como un arma para destruir la que denominan "sociedad burguesa" que es la basada en el derecho de propiedad y la libre iniciativa.
Como si fuera poco, hay, además, funcionarios estatales dedicados a cobrar tributos, que utilizan un discurso agrio, policialesco y agresivo, tipo KGB, contra los particulares y las empresas mientras quieren hacer creer a la población que el Estado es una especie de gordo bueno y generoso que asistirá eficazmente a los más necesitados.
Todo lo que se pierde mediante el pago de tributos, se deja de gastar en alimentos, ropa, calzado, transporte, medicinas y otros bienes y servicios que la población deja de demandar y, por tanto, dejan de producirse. Ese es uno de los factores que hace caer las ventas, contraer la economía y decrecer el empleo. En suma: es causa de pobreza.
Todo tributo excesivo se traduce en precios más caros porque todos los impuestos se trasladan.
Mientras la inflación es un impuesto, masivo y disfrazado, aunque no legalizado, la deuda estatal es un impuesto diferido si la deuda de ayer se paga con el impuesto de hoy. O ambas cosas, diferido y disfrazado a la vez, si la inflación de hoy está pagando deuda de ayer.
Los aranceles proteccionistas que cobra el Estado son impuestos a las importaciones que perjudican a la población consumidora obligándola a pagar sobreprecios.
La realidad es que el Estado gigante de nuestros días se viene transformando en un monstruo que todo lo devora. Se va pareciendo cada día más a un dios omnipotente y omnipresente, un Moloch ante quien se sacrifica bienes, derechos y libertades. Concomitantemente, se viene produciendo una especie de identificación muy peligrosa entre el Estado, el Gobierno y la fuerza política oficialista. Ello apunta a la construcción de un estado totalitario.
En suma, tanto las personas individualmente consideradas como la sociedad en su conjunto, merecen y necesitan libertad para el pleno ejercicio de sus derechos fundamentales. Se trata de derechos que son inherentes a la naturaleza humana, anteriores y superiores al Estado. El primerísimo de los deberes estatales es reconocer, respetar y garantizar esos derechos y libertades. Al fin de cuentas, el Estado fue inventado para actuar al servicio de las personas y no para servirse de ellas.
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