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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

31 de julio de 2008

La soberanía popular - un optimismo sin fundamento.



por el Dr Andreas Böhmler

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Resumen:
El optimismo liberal es un sucedáneo de la virtud de la esperanza. Hay que aceptar el escándalo de la Cruz.
Y la defensa de la tradición política no es otra cosa.
Es falaz la creencia de que puedan mantenerse efectivamente separados el liberalismo político y económico del liberalismo moral y religioso.
Además, sin "obediencia de la fe" son vanas -por imposibles- las apelaciones a "principios éticos compartidos".
A esa creencia se debe nolens-volens la sacralización de la soberanía "popular", de sus instrumentos (constitución inorgánica, sufragio universal) y sus hábiles "instrumentadores" (partidos políticos).
Los católicos que se unen para hacer frente a esta impostura no pueden hacerlo sin inquietar ni chocar a nadie.
Pero la libertad de pensamiento ¿existe todavía en las democracias? Así, en nombre de la legitimación democrática un consenso multisecular (la tradición) se pone a libre disposición de las simples fuerzas del presente. Si éstas son el criterio de unión política, la política se reduce a geometría, al cálculo astuto de espacios de poder.
El bien común sin embargo es un bien arduo, que -como tal- necesita ser defendido contra las simplificaciones reduccionistas. La "tradición" es para la sociedad lo que la "memoria" es para el individuo. El olvido individual y colectivo de Dios es el olvido de que el hombre tiene un fin.
Poco eficaz se muestran los discursos bonitos cuando falte en la actuación de los católicos en la vida pública todo serio empeño colectivo de "instaurar todo en Cristo", también el orden político, empeño que por tanto no se puede limitar a la mera "idea" de una instancia social directiva (la doctrina católica).
Si no hay voluntad decidida de recuperar el sano orgullo y convencimiento de que sin "autoridades" la "masa" se queda sin fermentar, la tradición política católica no puede ejercer de "contrapeso"al Estado. Consta que sólo tal "contrapeso" constituye una limitación efectiva a los abusos del régimen de la "soberanía popular".
Las formas democráticas de gobierno son por su propia índole negadoras de la soberanía de Dios. Los católicos, de cara a la vida pública, no tienen derecho de claudicar los derechos supremos de Dios. La concepción actual del cometido de la política es signo inequívoco de que la pugna de las ideas no ha ido más allá del economicismo.

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Para leer el artículo completo, que efusivamente recomiendo, haga click sobre la imagen.

2 comentarios:

El Carlista dijo...

Carísino Cruzamante.
Este artículo, ciertamente excelente, es para ponerse a pensar en lo que me viene dando vueltas en la cabeza desde ayer, cuando llegó a mis manos el último libro del Dr. Caponnetto, del que aun no leí más que el índice, pero con eso me bastó para preguntarme: ¿Cómo hacemos "obras" políticas y católicas en la Argentina actual, pues también hay que restaurarla en Cristo políticamente ? Maurras nos enseñó sobre la primacía de lo político, y nos convenció, pero qué hacer?
1. Ciudando de mantener una familia y vida tradicional.
2. Los que tienen talento y sabiduría escribiendo libros e integrando cátedras.
3. Los que no lo tenemos opinando por aquí y por allá a ver si a alguien convencemos y trabajando honestamente.
Pero en la obra política de gobierno la cosa se complica. No podemos aceptar la democracia formando un "partido", el ejercito, como posible solución, ya no existe (prácticamente)- por otro lado, no me confío del mero militarismo que también tuvo sus latrocinios (que me constan de 1° mano)-, un pueblo perfectamente engrupido que dará la vida por el "mito", etc.
A este "paso más" no le encuentro la vuelta. (y ni le digo de lo improbable que Don Sixto sea rey en ejercicio de Hispanoamérica y España).
Qué quiere que le diga!
Un abrazo en Xto.
El Carlista.

Cruzamante dijo...

Carísimo Carlista:
A la pregunta ¿qué debemos hacer?, que la hice durante muchísimos años a los "intelectuales" amigos, la única respuesta sensata la da el P. Castellani: "hacer Verdad".
Hacernos arquetipos, en nuestra familia, en nuestra profesión, nadando a contra corriente, pues bien decía Chesterton que el río arrastraba todas las cosas muertas con la fuerza de su impulso, sólo los seres vivos eran capaces de nadar a contracorriente, como el salmón o la trucha, que vencen dicho impulso para desovar en las vertientes.
A nosotros nos toca dar batalla, la Victoria es del Señor.
"Animo pués, que la Victoria nos sonríe", y pongamos nuestra Esperanza en el Rey de las Victorias.
Un abrazo en Xto. Rey
Cruzamante.