- San Atanasio, Obispo y Doctor
- Santa Zoe, Mártir
- Santa Mafalda o Matilde, Monja
- Beato Conrado de Seldemburem
- San Exuperio, Mártir
- San Waldeberto, Abad
- Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes. R. Deo Gratias.
Los santos vienen a perpetuar y a reproducir, hasta cierto punto, la santidad de Cristo, que se actualiza en un espacio y tiempo determinados. Algunos de ellos, los patriarcas fundadores de los grandes institutos religiosos, abren un camino, una modalidad ascética o fórmula accidental nueva para que los diversos temperamentos humanos tengan dónde localizar libremente su vocación al servicio divino. Aunque la santidad tenga siempre una proyección histórica y un gran peso social, hay también santos a los que Dios asigna una misión histórica ante una gran necesidad social o ante una crisis singularmente difícil. Tal es, sin duda, el caso de Atanasio de Alejandría; prototipo de la fortaleza cristiana, su vida sintetiza la lucha heroica mantenida por la ortodoxia frente a la vigorosa reacción doctrinal del paganismo antiguo asumida por la herejía de Arrio; fortaleza inflexible y dinámica ante el error, suscitada por el Señor para librar a su Iglesia de un trance peligroso. Durante los sesenta años que median desde la paz de Constantino hasta que Teodosio establece el cristianismo católico como religión del Imperio, el atleta alejandrino es el más visible protagonista de la historia de la Iglesia.
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