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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

3 de mayo de 2011

Santoral Católico del 3 de Mayo


  • Invención o hallazgo de la Santa Cruz
  • San Alejandro, Papa y Mártir
  • Santos Evencio y Teódulo, mártires
  • San Juvenal, Obispo y Confesor
  • San Felipe de Zell, Ermitaño
  • Santa Maura, Mártir
  • San Timoteo, Mártir
  • Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes. R. Deo Gratias.




INVENCIÓN o HALLAZGO
DE LA SANTA CRUZ

La galanura de mayo ofrece a la vida, sobre los altares de la primavera, un cáliz opulento de rosas. Pienso en el buen Dios que, cada amanecer, pone un lujo de diamantes en el rocío, canciones en los pájaros, oro maduro en los trigales y una tierna esperanza en el corazón del hombre. Suspira San Juan de la Cruz, escoltado por los ángeles que habitan el aire inocente del alba: "¡Oh bosques y espesuras, plantadas por la mano del Amado!". Y le responden, en un salterio de colores y de perfumes, todas las criaturas humildes que resucitan con la primavera —las golondrinas, las aguas de las fuentes, los almendros—para que el alma enamorada se acerque más a su Dios.

Todo vuelve a vivir ahora. Porque no sabemos dónde —si en la brisa o en la estrella, a las orillas del mar, entre las palmas del huerto o en la pequeña casa de nuestro corazón— unas campanas celestes repican sus alleluias de júbilo a Jesucristo resucitado, que se alza de su sepulcro, como Dux invencible de la vida. Miradle cuando se aparece de hortelano a la Magdalena, de peregrino a los peregrinos de Emaús, que arrastran, en la sobretarde, las sombras de su propia melancolía, entre un cansado andar de dudas y de incertidumbres. Y, en el Cenáculo, al fin, como Maestro, en medio de los apóstoles. Al abrir, de saludo, sus brazos, para que se certifiquen de que no es un fantasma, una claridad sangrienta anuda las cinco rosas de sus llagas sobre la carne real, pero celeste. Y, así, la cruz nos queda en el mundo redentora, palpitante, viva.

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