Enviado por Aldo H. De Lorenzi, al cual agradezco.
Discurso de Braga, 1936
"A las almas desgarradas por la duda y el negativismo del siglo les intentamos restituir el consuelo de las grandes certezas.
No discutimos a Dios y su virtud; no discutimos la Patria y su Historia; no discutimos la autoridad y su prestigio; no discutimos la familia y su moral; no discutimos la gloria del trabajo y su deber [...]
Aparte del valor intrínseco de la verdad religiosa individualmente, socialmente necesitamos de lo absoluto, y no vamos a crear con nuestras manos de entre las cosas contingentes y efímeras lo que existe fuera y por encima de nosotros, ni a desviar hacia el Estado la función de decretar el culto y definir los principios de la moral. Esta actitud nos ha llevado a considerar el Poder moralmente limitado y nos ha valido para no cometer el error o el crimen de divinizar el Estado, la fuerza, la riqueza, la técnica, la belleza o el vicio. Sabedores del valor, de la necesidad en la vida de una espiritualidad superior, sin perjuicio de las convicciones personales, de la indiferencia o de la incredulidad sinceras, hemos respetado la conciencia de los creyentes y consolidado la paz religiosa. No discutimos a Dios.
No discutimos la Patria, o sea, la Nación en su integridad territorial y moral, en su independencia plena, en su vocación histórica [...] Sin recelo colocamos el nacionalismo portugués en la base indestructible del Estado Novo [...]
No discutimos la autoridad. Es un hecho y una necesidad: sólo desaparece para reconstituirse, sólo se combate para entregarla a otras manos. Es además un alto don de la Providencia, porque sin ella no sería posible la vida social ni la civilización humana [...]
No discutimos la familia. En ella nace el hombre, en ella se educan las generaciones, en ella se forma el pequeño mundo de afectos sin el cual el hombre difícilmente podría vivir. Cuando la familia se deshace, se deshace el hogar, se desatan los lazos de parentesco, y quedan los hombres delante del Estado aislados, extraños, sin protección y moralmente desnudos [...]
No discutimos el trabajo ni como derecho ni como obligación. No lo hacemos como derecho, porque sería igual a condenar a los que no tienen más que sus brazos a morir de hambre; no lo hacemos como obligación, porque sería conceder a los ricos el derecho a vivir del trabajo de los pobres. Porque de él se alimenta la vida, porque de él proviene la riqueza de las naciones y porque de él nace la prosperidad de los pueblos, el trabajo es gloria y es honra [...]"
Antonio Oliveira Salazar, discurso de Braga, 28 de mayo de 1936.
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