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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

19 de agosto de 2008

El universitario católico ante los problemas del Estado Moderno

El Escorial
Día 3 de julio de 1946 a las diez de la mañana.

Introducción al tema cuarto:«El universitario católico ante los problemas del Estado moderno»
Bajo la presidencia del Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo auxiliar de Madrid, y del Presidente internacional de PAX ROMANA, Sr. Ruiz-Giménez, se abre la sesión, que tiene por objeto la introducción a la cuarta ponencia, por el Rvdo. P. Juan Sepich, Prof. de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires.

Empieza diciendo que cuando se habla del Estado hay que llegar a la conclusión de que, en realidad, hay dos filosofías que rigen el concepto del Estado. Una filosofía que considera al Estado como un fin mismo del movimiento didáctico de la Humanidad y de la Historia, y una filosofía que considera el concepto del Estado, simplemente, como una manera concreta, en la que se va produciendo una realización de la Historia, que nace de la voluntad de Dios, que determina un principio de la Humanidad, y le señala un fin que se debe cumplir, pero cuyas condiciones quedan siempre pendientes de la voluntad del hombre. Por consiguiente, para comprender a cuál de los dos campos pertenecen los Estados modernos, se tendría que acudir a sus raíces, porque, de lo contrario, nos encontraríamos en la imposibilidad de situar el contenido de la Historia de los Estados modernos y correríamos el riesgo de no poder comprender en qué época vivimos.Dice que ya es trivial decir que nuestra convivencia occidental depende de la cultura greco-romana. Analiza lo que fue la cultura griega, la cultura romana, y explica la concepción política de estas épocas.Pasa a estudiar la civilización cristiana, y examina con todo detalle la ingente labor realizada por los Padres de la Iglesia, y dedica elocuentes párrafos a la obra maestra de San Agustín: La Ciudad de Dios.Habla a continuación de la apostasía de los Estados modernos y afirma que si se quiere volver a los principios cristianos hay que restaurar en el mundo los principios que dieron origen al Estado cristiano. Lo primero y fundamental en la restauración de estos principios cristianos y, lo que más afecta al hombre moderno, es la restauración de la autoridad; la restauración de la autoridad, pero no como la suma de los poderes adquiridos por la fuerza de la victoria, sino la autoridad que se recibe como un don del Creador, para conducir a la comunidad política al fin universal, que es la eterna gloria de Dios.El segundo punto que es menester restaurar es el Estado concebido como la forma concreta de una autoridad, en lo científico, en lo político, en lo social y en lo económico. [109]
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