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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

31 de marzo de 2009

Id a Tomás. Principios fundamentales del pensamiento de Santo Tomás (13)





por Eudaldo Forment



Tomado de Gratis Date


13

La visión tomista de la realidad





oda esta concepción del ser implica una visión de la realidad, que Santo Tomás presenta sintética y sistemáticamente, en el cuerpo del artículo primero, de la primera de sus Cuestiones Disputadas sobre la Verdad. Comienza recordando que el concepto de ente es el primero de todos los conceptos, porque es lo que primeramente concibe el entendimiento. El ente no es un concepto genérico supremo, no es una categoría última, a la que se reduzcan todas las demás. Es un concepto único, aunque no únivoco, como lo es todo género. Su unidad es proporcional, y, por ello, es análogo, como también descubrió Aristóteles.
El concepto de ente no tiene una unidad estricta o formal, sino que, con respecto a estos analogados, constituye una unidad proporcional, en cuanto que en este concepto se contiene actual e implícitamente toda su diversidad. En este concepto de ente no se prescinde, por tanto, de las determinaciones, como se hace en el de cualquier género, sino que se las implica todas. La noción de ente se extiende a todo lo común de los entes y a todo lo diferencial de cada uno de todos los entes.De manera que «se dice que algo se añade al ente en cuanto expresa algún modo de él que no viene explícitamente expresado por el nombre mismo de ente» (De Veritate, q. l, a. l, in c.). Lo único que se puede adicionar al ente es un modo del mismo ente, que se encuentré en él, pero no explicitado en su concepto. Lo que se le agrega es entonces un modo implícito del ente. Tal adición consiste, en definitiva, en explicitar un contenido implícito, pero, según sea ésta, los modos del ente pueden agruparse en dos grandes clases.
La primera es la de los «modos especiales» del ente. Todos los conceptos, que no son el de ente, no se identifican con él, porque lo expresan, pero disminuído en su amplitud. Cada uno de ellos significan el ente, pero no todo el ente. Se pueden ir agrupando por sus elementos comunes o genéricos, hasta llegar a unos géneros supremos, ya irreductibles a otros superiores, que son las llamadas categorías, pero no se puede llegar a un único concepto genérico.
La segunda clase es la de los «modos generales», los que acompañan a todo ente. Estos modos tienen la misma universalidad que el ente, porque no lo limitan ni en su comprehensión ni en su extensión. Como el concepto de ente, tampoco son géneros, porque convienen a todo ente, incluso a todas las categorías, y, en este sentido, al igual que el ente, se denominan trascendentales, por «trascender» el orden categorial. Su universalidad no es genérica, sino trascendental. Los trascendentales se denominan generalmente propiedades del ente, en el sentido de que, sin dejar de igualarse con el ente, despliegan una faceta suya, que queda así manifestada expresamente.

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