Por el R.P. Leonardo Castellani
Tomado de La Quimera del Progresismo,
Colección Clásicos Contrarrevolucionarios,
Buenos Aires, 1981
El presente trabajo apareció publicado en la Revisla Tiempo Político, Nro 4, del 28 de octubre de 1970. Su inclusión en estas páginas, a diez años de haber sido escritas, tiene el carácter de homenaje, y revelan una vez más, la agudeza con que Castellani supo expresar los más dilíciles problemas religiosos. (N de los Editores)
iertamente no es por mi gusto que leí ese paquete que me mandaron de literatura terciomúndica, y menos escribir sobre ella; pero quien manda, manda y no hay nada que hacerle. Antes a los que preguntaban "¿qué es eso del Tercer Mundo?", yo les respondía: "Yo no sé porque soy del cuarto"; pero ahora alguien que puede hacerlo me recordó que Geoffroy des Fontains dijo que peca mortal-mente el doctor en teología que consultado por un pobrete no responde; porque para eso le paga la Sorbona si es catedrático; o le dan limosnas si es religioso.
Primero hay que distinguir —porque quien mucho distingue no hace potingue— entre el movimiento o partido del Tercer Mundo atacados de viruela boba, que andan diciendo que no hay ángeles ni demonios, muchísimo menos que no es pecado lo que antes llamaban pecado porque son desahogos naturales de la naturaleza, que no es obligación oír misa los domingos y que hay que leer mucho los Evangelios pero sabiendo que la mayor parte son "midrash"... Cosas así.
Esos me dicen han existido siempre pero calladitos y ahora se ha abierto no se sabe qué portillo y han salido revoloteando. Estos han perdido la fe, si alguna vez la tuvieron, ¿y por eso me voy a afligir yo? Si me encuentro con un mahometano o un judío, ¿me aflijo yo por ventura? Dejémoslos pasar como la fiera —Corriente del gran Betis ...— Pero es que éstos llevan sotana y engañan a la gente... No es verdad: ni llevan sotana ni engañan sino al que quiere.
El Tercer Mundo es algo más difícil: es un movimiento como ellos se llaman, o partido político como ellos no quieren los llamen, aunque usan los procedimientos de los antiguos partidos, como ser asambleas, elecciones, comités y proclamas. Son 400 sacerdotes, según dice el libreto Sacerdotes para el Tercer Mundo, firmado por los Pbros. Bresri y Concatti, de 160 páginas, sin pie de imprenta y con una prelusión de Mons. Antonio Devoto, obispo. Son 31 documentos, o sea proclamas precedidas de una breve crónica y seguidos de una "Reflexión Teológica" a cargo del Pbro. Lucio Gera. Todas son respuestas, exhortaciones y admoniciones a los obispos, sobre todo al actual gobernante de la Arquidiócesis; y al inactual general Onganía, pues con Levingston todavía no han empezado.
Su lenguaje es el de los políticos, mezclado con el de los pastores protestantes; y han hecho ya más proclamas que Balbín. La autoridad invocada son los Evangelios; la bandera enarbolada es la liberación de los pobres; la meta es la reforma de la Iglesia o si acaso la fundación de otra nueva; la Carta Magna es Medellín.
Si esto no es política, que venga Dios y lo diga; no otra cosa dicen y hacen los socialistas. Lástima que la doctrina de ellos sea mala; pero así y todo, prefiero antes que a Lucio Gera a Leónidas Barletta, que al menos sabe escribir. Una de esas proclamas dice netamente que lo que ellos quieren es un socialismo auténtico. Se atribuyen al menos oscuramente el don de profecía, evocan la futura revolución y citan al voleo a San Basilio, Medellín, Paulo VI y diversas conferencias episcopales.
Para no ser mero panfletario, aquí habría que detenerse a alabar las buenas intenciones, las algunas verdades enunciadas, la preferencia evangélica por los menesterosos, y el amor a Córdoba, a Tucumán, la América Latina y Reconquista, mi pueblo natal. Pero el triste caso es que no dispongo aquí del espacio (29 páginas) de que dispone Lucio Gera en la revista Víspera, uruguaya, y Cristianismo y Revolución, Nº 25, de Buenos Aires, para su caudaloso Apuntes para una interpretación de la Iglesia Argentina.
Este es el más letrado y entitulado de los escritores de ambas caudalosas revistas que son una sola. Para entrar en el fiero y fosco follaje de estos Apuntes, ahí sí que no alcanzan ni el espacio ni el tiempo ni las ganas. Suerte que la cosa se puede arre glar con una palabra: "No sabe lo que se pesca". El núcleo íntimo de la disertación es la decadencia de la Iglesia. Ahora bien, él no puede saber si la Iglesia está en decadencia; segundo, si lo estuviera, él no sabría ni la causa ni el remedio; y tercero, la Iglesia no está en decadencia. Él está en decadencia y es una lástima, siendo un muchacho muy bien dotado.
Si usted lo lee con atención, verá que en el fondo no dice nada, de modo que el artículo oriental-argentino viene a ser un vacío mal envuelto; envuelto en un lenguaje confuso, abstruso y pedantesco, que parece mal alemán mal traducido. "En razón de este elemento nuclear vital, interno de la Iglesia, la, comunidad creyente se torna portadora de una estructura institucional y sujeto de acontecimientos. Cuando el núcleo místico de la fe (Iglesia-Misterio) se manifiesta en su sacramentalidad, la experiencia interior... se torna epifanía... la vivencia contemplativa se dobla en acción creativa de la historia..." dice por ejemplo en la parte V, capítulo 10, Marco teórico de las contradicciones. Esto sí que no puede destruir la Iglesia Constantiniana, pero puede destruir si acaso la lengua de Cervantes. Para saber si esta realidad inmensa que es la Iglesia está o no en "decadencia", éste tendría que ser Francisco de Sales y Francisco Javier en uno. Haber gobernado una diócesis 50 años, haber recorrido el mundo y tanteado por todos lados. Pero los dos Franciscos se limitaron a convertir a cuantos protestantes o idólatras toparon dentro del círculo de su acción; y todos los abusos y "contradicciones" que topaban, dejárselas a Dios que podía más que ellos.
Pero todas las revistas judaicas de la Argentina dicen que la Iglesia Católica está en decadencia. Es verdad. Podrían nombrarlo a Lucio Cera Director-Fundador Honorario de Primera Plana y Panorama. Una cosa es predicar y otra cosa es dar trigo. Estos predican bien; pero; ¿dan trigo? Nunca lo he visto. Al contrario, conozco dos de ellos que en vez, de distribuir trigo, atrojan. Segundo, la trabajosa definición de esa decadencia se sitúa en lo administrativo, Organizativo y nada vivo, sino meramente en lo mecánico, en la mecánica accidental de la Iglesia externa. La causa no puede estar allí: la causa tiene que ser moral. Es como si Jesucristo hubiese predicado que el Sanedrín debía constar de 53 miembros en vez de 40, la elección de Sumo Sacerdote hacerse más democrática y el sacrificio matutino volverse vespertino cambiando todo el ritual de hebreo a arameo; y además echar cuanto antes a los romanos. Jesucristo gritó contra la ambición y la soberbia religiosa que hoy llamamos fariseísmo. Si hay males hoy en la Iglesia, de allí han venido siempre.
Y lo más curioso es que no hay decadencia. Conocemos un firme frente de curas de 30 a 50 años que sin hacer la menor alharaca siguen cumpliendo día tras día y año tras año esa cantidad de cositas prosaicas, fastidiosas, fútiles en apariencia que constituyen el deber del párroco; el cual eleva a Dios sus manos cada día implorando auxilios para su múltiple oficio, que comprende desde basurero a médico; unificado todo por una sencilla, invisible cosa que es creer en Dios y creer a Dios. Estos buenos párrocos son el Cuarto Mundo que ha de venir, no por obra de los curas politicantes sino por obra del Creador del único Mundo conocido. Porque todo este barullo de tercer mundo, curas progresistas y democracia cristiana es pura política, mezclar religión y política o querer usar la religión para arramblar votos.
¿Y todo este bochinche acabará? Ciertamente acabará. ¿Y cuándo? Eso sí que no lo sabe ni Cera ni yo, ni Monseñor Aramburu ni los ángeles del cielo.
Para no ser mero panfletario, aquí habría que detenerse a alabar las buenas intenciones, las algunas verdades enunciadas, la preferencia evangélica por los menesterosos, y el amor a Córdoba, a Tucumán, la América Latina y Reconquista, mi pueblo natal. Pero el triste caso es que no dispongo aquí del espacio (29 páginas) de que dispone Lucio Gera en la revista Víspera, uruguaya, y Cristianismo y Revolución, Nº 25, de Buenos Aires, para su caudaloso Apuntes para una interpretación de la Iglesia Argentina.
Este es el más letrado y entitulado de los escritores de ambas caudalosas revistas que son una sola. Para entrar en el fiero y fosco follaje de estos Apuntes, ahí sí que no alcanzan ni el espacio ni el tiempo ni las ganas. Suerte que la cosa se puede arre glar con una palabra: "No sabe lo que se pesca". El núcleo íntimo de la disertación es la decadencia de la Iglesia. Ahora bien, él no puede saber si la Iglesia está en decadencia; segundo, si lo estuviera, él no sabría ni la causa ni el remedio; y tercero, la Iglesia no está en decadencia. Él está en decadencia y es una lástima, siendo un muchacho muy bien dotado.
Si usted lo lee con atención, verá que en el fondo no dice nada, de modo que el artículo oriental-argentino viene a ser un vacío mal envuelto; envuelto en un lenguaje confuso, abstruso y pedantesco, que parece mal alemán mal traducido. "En razón de este elemento nuclear vital, interno de la Iglesia, la, comunidad creyente se torna portadora de una estructura institucional y sujeto de acontecimientos. Cuando el núcleo místico de la fe (Iglesia-Misterio) se manifiesta en su sacramentalidad, la experiencia interior... se torna epifanía... la vivencia contemplativa se dobla en acción creativa de la historia..." dice por ejemplo en la parte V, capítulo 10, Marco teórico de las contradicciones. Esto sí que no puede destruir la Iglesia Constantiniana, pero puede destruir si acaso la lengua de Cervantes. Para saber si esta realidad inmensa que es la Iglesia está o no en "decadencia", éste tendría que ser Francisco de Sales y Francisco Javier en uno. Haber gobernado una diócesis 50 años, haber recorrido el mundo y tanteado por todos lados. Pero los dos Franciscos se limitaron a convertir a cuantos protestantes o idólatras toparon dentro del círculo de su acción; y todos los abusos y "contradicciones" que topaban, dejárselas a Dios que podía más que ellos.
Pero todas las revistas judaicas de la Argentina dicen que la Iglesia Católica está en decadencia. Es verdad. Podrían nombrarlo a Lucio Cera Director-Fundador Honorario de Primera Plana y Panorama. Una cosa es predicar y otra cosa es dar trigo. Estos predican bien; pero; ¿dan trigo? Nunca lo he visto. Al contrario, conozco dos de ellos que en vez, de distribuir trigo, atrojan. Segundo, la trabajosa definición de esa decadencia se sitúa en lo administrativo, Organizativo y nada vivo, sino meramente en lo mecánico, en la mecánica accidental de la Iglesia externa. La causa no puede estar allí: la causa tiene que ser moral. Es como si Jesucristo hubiese predicado que el Sanedrín debía constar de 53 miembros en vez de 40, la elección de Sumo Sacerdote hacerse más democrática y el sacrificio matutino volverse vespertino cambiando todo el ritual de hebreo a arameo; y además echar cuanto antes a los romanos. Jesucristo gritó contra la ambición y la soberbia religiosa que hoy llamamos fariseísmo. Si hay males hoy en la Iglesia, de allí han venido siempre.
Y lo más curioso es que no hay decadencia. Conocemos un firme frente de curas de 30 a 50 años que sin hacer la menor alharaca siguen cumpliendo día tras día y año tras año esa cantidad de cositas prosaicas, fastidiosas, fútiles en apariencia que constituyen el deber del párroco; el cual eleva a Dios sus manos cada día implorando auxilios para su múltiple oficio, que comprende desde basurero a médico; unificado todo por una sencilla, invisible cosa que es creer en Dios y creer a Dios. Estos buenos párrocos son el Cuarto Mundo que ha de venir, no por obra de los curas politicantes sino por obra del Creador del único Mundo conocido. Porque todo este barullo de tercer mundo, curas progresistas y democracia cristiana es pura política, mezclar religión y política o querer usar la religión para arramblar votos.
¿Y todo este bochinche acabará? Ciertamente acabará. ¿Y cuándo? Eso sí que no lo sabe ni Cera ni yo, ni Monseñor Aramburu ni los ángeles del cielo.
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