eter Wood, profesor de antropología en la Universidad de Boston, se preguntaba por las consecuencias sociales de la «normalización» o la «institucionalización» de las conductas sodomitas. No se refería a una mayor o menor tolerancia práctica respecto a individuos marginales y asociales, como sucedía en muchas tribus norteamericanas o en la China anterior a Mao, sino que, como antropólogo, le interesaba el escenario de una sociedad que acepta ese tipo de conductas como «normales» y que regula ciertos ritos relativos a ellas. Para encontrar sociedades así, «tenemos que fijarnos en Melanesia —afirma Wood—, donde existen unas docenas de pequeñas sociedades en las que la homosexualidad masculina recibe significación ritual y está plenamente incorporada en la vida de la comunidad. Esto sucedía, por ejemplo, en Nuevas Hébridas, en Nueva Caledonia y en muchas partes de Nueva Guinea». El antropólogo desarrolla más detenidamente un ejemplo, el de la tribu de los etoro, una comunidad de unos cuatrocientos miembros, en Papúa Nueva Guinea. Entre los etoro, desde los doce años, todos los niños varones son sometidos diariamente a unas monstruosas prácticas sodomíticas, ejecutadas por un varón que se les asigna como «pareja». Más adelante, cada joven etoro recibe una «iniciación» social en una ceremonia sodomítica masiva. A partir de ese momento, el joven pasa a ser el inductor de los mismos ritos que él había padecido previamente y recibe a otro niño como «pareja». A menudo, «el pareja» sodomita adulto, se casa con la hermana del niño al que degrada. «Costumbres semejantes se dan en muchas otras tribus en las remotas montañas de Nueva Guinea —nos informa Wood—, y estos casos sirven colectivamente como prueba de que no es imposible canalizar la conducta homosexual dentro de un sistema social. ¿Pero qué tipo de sistema social?» Como indica el profesor, «los etoro ponen grandes obstáculos para la conducta heterosexual. Por ejemplo, marido y mujer sólo pueden realizar la unión conyugal fuera de su casa y para ello están prohibidos dos tercios de los días del año».
Santoral Católico del 28 de Mayo
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