por el R.P. Leonardo Castellani
Fragmento de su libro "San Agustín y nosotros"
VI - La Verdad
Vamos a ver a quién le toca hoy recibir palos. La filosofía es “dialéctica”, siempre lo ha sido, es decir, argumentativa o discutidora. La filosofía es amor a la verdad, y el amor a la verdad es odio al error; y el error existe en el mundo en cantidades no despreciables. La filosofía por lo tanto siempre ha cantado en contrapunto. No es que el filósofo tenga gusto en atacar, como dice la gente, o en destruir: no. Canta en contrapunto. Aristóteles comienza su Metafísica destruyendo a su maestro Platón -en apariencia; por eso los platónicos, los de la primera Academia, lo tacharon de ingrato; y él respondió esa frase: “Amigo Platón, más amiga la Verdad” -que está en la Ética, libro 1, cap. 3. Y, según Diógenes Laercio, una vez le preguntaron: “¿En qué se diferencian los sabios de los ignorantes?” - “Como los vivos de los muertos -contestó- porque la Verdad es la Vida.”
“¿Qué es la Verdad?” -dijo Pilatos. -”Est vir qui adest”- es el varón que tienes delante, podía haber respondido Jesucristo, con las mismas letras de la pregunta “¿Quid est veritas?” En la Edad Media un autor anónimo compuso este ingenioso anagrama: ¿Quid est veritas? - Est vir qui adest.” En realidad, Pilatos no preguntó en latín, sino en griego vulgar, koiné, y Jesucristo no contestó nada. Al que pregunta: ¿Qué es la verdad? sin muchas ganas de conocerla, la Verdad no le contesta nada. En suma, si Jesucristo hubiese sido criollo (y en parte lo fue) y Pilatos hubiese merecido que Cristo le contestara (que no lo merecía, por cobarde), a la pregunta: “¿Qué es la Verdad?”, Jesucristo debía haber contestado: “No te hagás el que no la ves…” Éste es un chiste de Ignacio Pirovano. Así como a mí me cuelgan chistes malos que nunca he hecho, que a veces me dejan bastante mal, así yo uso los chistes buenos de mis amigos.
“Andad a decir verdad, moriréis en el hospital -dicen los españoles. No quiero pararme en el estado en que se encuentra hoy día la difusión y la defensa de la verdad, porque me resulta demasiado doloroso: la veo como un “Ecce homo” hecha una llaga de pies a cabeza: “non est in ea sanitas.” Siempre la Verdad ha sido difícil, su patria no parece ser la tierra, pero en nuestros días han surgido fenómenos nuevos, obstáculos enormes, grandes maquinarias de obstrucción y de falsificación: el Estado que se vuelve totalitario, la educación monopolizada, las propagandas de guerra o de paz, la irrupción de los mediocres engreídos y de los ignorantes y de los estultos en los púlpitos; es decir, en los lugares desde donde puede uno hacerse oír de muchos; y los que llama el Evangelio “falsos cristos y falsos profetas”. La obstrucción a la difusión de la Verdad es uno de los crímenes más grandes que se pueden cometer: es uno de los pecados contra el Espíritu Santo.
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